domingo, 12 de marzo de 2017

República platanera: La magia dominicana en el Clásico Mundial

República platanera: La magia dominicana en el Clásico Mundial

Camila García Durán - 12 de Marzo de 2017 - 9:15 pm -  0
Miami; Fl.- Corría la parte alta de la sexta entrada en el Marlins Park, la pizarra marcaba cinco a cero en favor de Estados Unidos. En medio de un silencio tan recio que dolía, un niño yanki  arañaba su plátano inflable como queriéndole sacar el aire, mientras con el rabo del ojo se percataba de sus aledaños, pues lo habían sentado entre la angustiada fanaticada dominicana, que resistía cual doliente que espera a las afueras de un quirófano. Y sonó el tablazo de Machado.
Lo que siguió fue épico. Para el octavo inning con el jonrón de tres carreras del jardinero Nelson Cruz, ya la doña de la güira había rezado igual número de ‘Padrenuestos”. Tras el ponche de Beltré, seguido del vuelacercas de Starling Marte, la selección Dominicana demostró una vez más que “no van lejos los de adelante si los de atrás corren bien”, aplastando siete por cinco a los Norteamericanos y asegurando su pase a la segunda ronda en el Clásico Mundial de Béisbol 2017.
José Reyes ‘La Melaza’, el otro Jose (Bautista), Canó, Vólquez… son algunos de los nombres del invencible arsenal criollo, de esos peloteros que son dominicanos, pero que nacen “donde les da la gana”. Un grupo de muchachos que cada cuatro años no batea por puntos, ni escores, mas por su patria y con el corazón. Que no se limita a ser la selección de un país, sino los embajadores de nuestra voluntad de Grandes Ligas.
Los mismos “carajitos” que salieron del campo donde la utilería beisbolera se adapta a palos de escoba, trochas, bolas de tape eléctrico y botellitas rellenas de piedra. Los que entendieron desde muy temprano que esa botella también venía atiborrada de esperanza, que era sinónimo de un boleto a los “Yunaires”, de terminarle la casita a la vieja, o “meterle mano” a la gente del barrio.
En una media isla donde la práctica de béisbol se remonta al siglo pasado (XIX) con la fundación del “Ozama” (primer equipo establecido), remotas son las probabilidades del nacional que no haya escuchado expresiones como  “cántatelo tú mismo”, “strike tirándole”, “swing y abanica”, “duro y curvero”, en fin, donde todos saben que “la pelota es redonda y viene en caja cuadrá”.
Porque este juego es uno de los pocos aspectos en que todo dominicano se siente superior en relación potencias desarrolladas. Lo hemos convertido en nuestro deporte rey y pasatiempo televisivo por default; algo que no conoce de clases sociales y que bien se ve desde el plasma de un restaurante de alcurnia o desde la pantalla LG con percha de un colmadón.
Y es que desde muy temprano para nosotros, ese pentágono de cuatro bases fue el escenario para librar y ganar las batallas que en la vida cotidiana parecíamos perder constantemente. Sino analicemos como en la intervención estadounidense (1916-1924), además de la oposición de los gavilleros en el monte o la de los intelectuales en las ciudades, el béisbol se convirtió en el medio con el que la población llana mitigaba sus frustraciones ante el invasor extranjero.
Los partidos entre equipos dominicanos y novenas formadas por los marines y militares americanos eran verdaderas gestas patrióticas en las que se “peleaba” la dignidad nacional. De ahí que se formaran fuertes equipos locales como el “El Escogido” en 1921.
La importancia del plátano también queda registrada en los anales de nuestra historia. Luego de una eminente victoria del “glorioso” equipo azul  Licey (fundado en 1907) frente a un ‘team’ de los marines, una crónica periodística leía: “Los teams U.S.M.C. no ganarán aquí ni un solo desafío beisbolero porque son sencillamente inferiores a los nuestros. La cultura física de nuestros mal alimentados chiquillos es superior a la de los blancos coloradotes y rollizos”.
Es por ello que el que no sabe lo que es resistir una jornada de más de doce horas con nada más que la zapata en el estómago de una olla de guineito’ sancocha’o al amanecer de Dios (como el 70% de la población dominicana), jamás entenderá del poder de nutricional d un mangú. Ni existirá forma alguna de explicarle a un gringo el día en que el de los Marlins dejó de ser estadio y pasó a ser play. Se jugó pelota y no “baseball” y el “romo” no dio abasto para el “DominiCAN.”
Es así como nuestra selección repitió cátedra de lo que significa ser Quisqueyano. Venir de un pueblo que por más profundo que sea el sótano siempre encuentra la escalerita para salir y sino hace “piecito”, donde sobreabunda la santa maña de no rendirse nunca, y que por eso, merece la gloria, aunque algunas veces su fé deba reposar sobre una musácea.
Para el término de la novena entrada el llanto del niño yanki se esfumaba al compás de cada palo, junto a la melodía del pálpito de 38 mil corazones y el eco de los cueros en los combos improvisados en las tribunas. El icecream de consuelo que su madre le había comprado se derretía entre mocos y lágrimas. Un plátano inflable arañado reposaba sobre su asiento.
http://acento.com.do/2017/actualidad/8439589-republica-platanera-la-magia-dominicana-clasico-mundial/

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