Yellen pincha la burbuja de la deuda
La presidenta de la Reserva Federal, Yanet Yellen, fue la encargada de despedir el año desde el punto de vista económico con la primera subida de tipos de interés desde 2006. Se podría decir que se trata de una década perdida, porque desde 2007 que comenzó la crisis hasta ahora, el crecimiento y la creación de empleo en las economías desarrolladas es exiguo.
Los mercados saludaron con notables subidas una decisión que pone el broche final a la era del dinero barato. Pero sus consecuencias no pasarán desapercibidas para el resto del planeta. El primer efecto se produjo en los bonos de alto rendimiento de empresas muy endeudadas, que sufrieron un desplome, sobre todo en países emergentes. Hoy, se puede comprar un título de deuda con vencimiento a cinco años de ArcelorMittal, una de las grandes acereras mundiales, o de Gazprom, el gigante ruso del gas, con rendimientos de alrededor del 7 por ciento anual, cuando hace unos meses ofrecían rentabilidades de poco más del 2 por ciento.
Los inversores cambiarán estos bonos por deuda americana que, a partir de ahora, ofrecerá remuneraciones más decentes y con mucho menor riesgo. Sobre todo, las empresas productoras de materias primas, mineras o petroleras tienen un difícil camino por delante, ya que la debilidad de su cuenta de resultados encarecerá notablemente su financiación. S&P colocó el viernes en perspectiva negativa la deuda de ArcelorMittal.
¿Cómo nos afectará esto? Mucho, porque la única manera que tienen estas empresas de competir es reduciendo el precio de sus productos. El coste de los metales básicos es el 49 por ciento inferior con respecto a los récords logrados en febrero de 2011, mientras que el precio del petróleo se situó esta semana en niveles de 2008.
El hundimiento de las materias primas provoca un efecto deflacionario en todo el mundo desarrollado, que podrá comprar más barato, pero en contrapartida tendrá que bajar los costes de producción y salariales para hacerles frente.
Además, los países emergentes se han lanzado a una carrera de devaluaciones competitivas de sus monedas para mejorar su competitividad.
El último exponente de esta práctica es Argentina. El nuevo Gobierno de Mauricio Macri suprimió esta semana el control de capitales, provocando una caída de su divisa de alrededor del 30 por ciento. Buenos Aires tendrá que lidiar a corto plazo con tasas altísimas de inflación, pero abaratará enormemente sus costes de producción.
Mario Draghi tiene aún mucho trabajo por delante. El presidente del BCE tendrá que inyectar más liquidez si quiere impulsar el consumo y levantar el crecimiento de la Vieja Europa en 2016.
Todos estos movimientos provocan fuertes vaivenes en los valores cotizados en bolsa y alimentan la volatilidad. Telefónica se dejó el viernes más del 3 por ciento por su fuerte presencia en Argentina y en Brasil. Fitch redujo el rating esta semana del país carioca hasta el grado de especulación, después de que lo hiciera S&P.
La calificación de la deuda brasileña como bono basura por dos agencias de valores provocará una estampida de capitales en los próximos meses. Los inversores han retirado medio billón de dólares de los países emergentes en lo que va de año.
Para más inri, desde el punto de vista de la demanda, la debilidad de China, que consume el 45 por ciento de la producción mundial de metales, añade incertidumbre. La subida de tipos de la Reserva Federal reducirá la demanda insaciable de materias primas por parte tanto de China como de India, dos de las locomotoras mundiales.
Siete años con el dinero a tipos de interés cero había provocado una avalancha de compras en deuda corporativa emergente en busca de elevados retornos. En los últimos cinco años, la inversión en bonos corporativos de todo tipo creció en alrededor de 1,2 billones. Sólo en Estados Unidos, las empresas emitieron en 2013 unos 327.000 millones para financiar fusiones y adquisiciones, el doble que el año anterior. La deuda privada estadounidense equivale en estos momentos al 70 por ciento del PIB. Un porcentaje superior al que había antes del estallido de la Gran Recesión de 2008.
Una mirada a la historia muestra cómo en 1974, la subida de los tipos en EEUU al 3 por ciento provocó una avalancha de venta en los bonos y arrastró a Wall Street. En 2004, la Fed comenzó a subir tipos y tres años después la crisis de las hipotecas basura desembocó en la mayor recesión desde los años 30.
Todo el mundo aplaude la decisión de Yellen de poner freno a la burbuja de la deuda. En esta ocasión, no hay riesgo inflacionista y un crecimiento sostenido en EEUU, según resaltó. Pero hay que ir con precaución para no provocar otra crisis de deuda, que frene en seco el crecimiento tras tantos años con el dinero a tipo cero y los emergentes tambaleándose.
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