Punta Catalina: De la debacle moral a la debacle política del danilismo
- La decisión y condiciones en que una parte de las élites políticas y económicas han embarcado al país en las plantas de carbón y su relación con el escándalo Odebrecht (2001-2014), reviste especial importancia política por la nítida coincidencia y continuidad histórica de un comportamiento depredador desde Santana hasta Danilo y su significación en el desarrollo de la coyuntura actual.
El peledeísmo es el trujillismo del siglo XXI
Juan Bosch consideraba que las características despóticas y tiránicas del régimen encabezado por Trujillo fueron el fruto de las condiciones arrítmicas del capitalismo tardío en la República Dominicana.
Tras la caída de la tiranía, una revolución democrática (1965) fue ahogada en sangre por la intervención gringa, lo que le permitió a los herederos inmediatos del trujillismo encabezar el proceso que Frank Moya Pons (financiado y auspiciado por el Banco Popular) denomina “El Gran Cambio”, en sus propias palabras, “una profunda revolución en los últimos 50 años”.
Bosch, nítido representante de la pequeña burguesía que soñaba con transformaciones económicas y sociales que dignificaran a los “hijos de machepa” por medio de una democracia capitalista decente, no le quedó otro camino que avanzar hacia posiciones anticapitalistas tras la revolución de abril del 65, ideas que condensó en su famosa obra “Dictadura con respaldo Popular”.
Pero en el terreno práctico las posturas de Bosch siempre fueron paradójicas, ya que siendo el referente ético que todo el mundo reconoce también fue el fundador y líder de los dos grandes partidos políticos mas importantes de la segunda mitad del siglo 20 (PRD-PLD) convertidos ambos en maquinarias de acumulación originaria de capital y de enriquecimiento ilícito. La respuesta a esta cuestión no está en el terreno de la moral sino en el de la política misma, en las condiciones específicas en que se ha dado e interpretado “El Gran Cambio” que describe Moya Pons.
El fracaso político de Bosch, que al mismo tiempo es el éxito de sus discípulos, expresa la frustración económica y social de la pequeña burguesía (clases medias como se prefiere decir ahora), porque la característica esencial del “Gran Cambio” de los últimos 50 años no viene del canto apologético de Moya Pons, sino de la gran polarización social resultante de la concentración de nuestras riquezas sociales en dos o tres familias oligárquicas y las nuevas mafias políticas y narcóticas del capitalismo neoliberal globalizado, dejando a la pequeña burguesía sin base para sustentar y promover una sociedad democrática decente.
En los años setenta del siglo pasado el capitalismo se abrazada a la ideología neoliberal con el sector financiero como dominante y restringiendo la economía real. Asimismo, se profundizaba la internacionalización y deslocalización de los procesos productivos a la vez que se desarrollaban programas de ajustes estructurales y privatizaciones que terminaron por desmantelar el estado de bienestar en Europa y Estados Unidos. Como resultado de esto la región latinoamericana y caribeña comenzaría a enfrentarse a las crisis fiscales, inflación, deuda, privatizaciones y precarización de la clase trabajadora. Es en ese contexto que Bosch gira a la izquierda formando el PLD en 1973 como un partido marxista no leninista inscrito en la tradición de la liberación nacional.
Los hijos políticos de Juan Bosch aprovechan ese contexto reforzado con la caída de la URSS para decirle adiós a todo el desarrollismo humanista de su líder y el cogollo histórico de la dirección peledeísta estructurado entre las décadas de los años setenta y ochenta pasa en bloque (el partido entero) a la derecha más abierta, pactan con el neotrujillismo-balaguerista y asumen al menos desde 1996 el liderato de las nuevas élites conservadoras y narcóticas capitaneadas por el capital financiero local e internacional.
Las privatizaciones a las que entre 1961-1996 no se atrevieron los balagueristas y perredeistas las impulsaron los peledeístas (ley 141-97), además de todo el despojo que ha sufrido el país con las leyes de seguridad social, los hoyos bancarios, las revalorizaciones y desfalcos inmobiliarios, los escándalos de corrupción, los contratos mafias de los sectores minero y eléctrico, el descuartizamiento del CEA y los terrenos estatales, el endeudamiento público desbocado y mucho más. Es a todo eso que se nombra como el desarrollo de un capitalismo depredador, violento, inhumano.
Entonces volviendo al peledeísmo en nuestro contexto histórico reciente hay que decir que el mismo devino en un instrumento político e ideológico del modelo de desarrollo que Moya Pons y el Banco Popular prefieren llamar el “Gran Cambio”, versión de los beneficiarios sobre lo que ha pasado en el país tras la caída de Trujillo.
De ahí que el danilismo –peledeísmo no es más que la representación histórico-simbólica de las ideologías reaccionarias y conservadoras dominicanas emparentadas con el santanismo, el baecismo y el lisisismo.
Santana, Báez y Lilis iniciaron el lavado de activos en el siglo XIX emitiendo papeletas falsas que arruinaban a los pequeños campesinos cuando el lenguaje y las condiciones sociales del capitalismo moderno todavía no se conocían. Báez y Lilis endeudaron fraudulentamente al país con las casas Harmont y Westendorp, todo lo cual concluye con los estadounidenses controlando las aduanas, imponiendo la mal llamada convención dominico-americana, la primera intervención militar, el robo de nuestras tierras para sus ingenios y la creación de las condiciones para que Trujillo y su grupo consolidaran mediante el terror y la muerte la primera fase del capitalismo cuatrero que Bosch prefirió llamar tardío. El propio Trujillo había sido un ladrón de reses antes de enrolarse en la gendarmería americana.
Cuando cae la tiranía, el pueblo se levanta derrotando a la oligarquía y sus generales corruptos el 27 de abril del 65 en el Puente Duarte, los norteamericanos responden ahogando en sangre la aspiración democrática del pueblo y nuevamente se generan las condiciones para “El Gran Cambio”.
Joao Santana no ha descubierto nada
Nunca han existido diferencias de importancia política entre Leonelismo y Danilismo. Joao Santana vendió a Danilo Medina como un personaje cercano a la gente, humilde, honesto, progresista y orientado a enfrentar las desigualdades sociales frente a un Leonel lejano, prepotente y teórico vinculado a las elites, pero la realidad es que Danilo había jugado desde los 80 un papel más destacado que Leonel como figura partidaria y como operador del proceso de deshilachamiento ideológico del PLD, fuerza política en la que fracasa Juan Bosch en su visión de partido de “liberación nacional” de dirigentes honestos a toda prueba conjurados bajo la misión de “servir al partido para servir al pueblo”.
¿Por qué las plantas de carbón son una expresión del capitalismo depredador y de la debacle moral del danilismo-peledeismo? Porque muy a pesar de nuestra crisis eléctrica no la necesitábamos en lo más mínimo y porque se se ha embarcado al país en la inversión más costosa de toda su historia solo para beneficiar a un grupo de empresarios inescrupulosos y políticos mafiosos. Todo lo que se ha revelado con posterioridad al inicio de este proyecto prueba que se desecharon opciones más económicas y menos contaminantes. Las plantas a carbón de Punta Cantalina constituyen un megaproyecto más de la era del “Gran Cambio”.
El danilismo puede autoengañarse si lo prefiere frotándose las manos con las supuestas nuevas declaraciones de la señora Mónica Moura liberándolo de responsabilidad en el tema de la financiación política de parte de Odebrecht o con su mamotreto de acuerdo con esta empresa ya homologado. ¿Y es que en los hechos sus fortunas provienen de Odebrecht? ¿Y las sobre-valuaciones? ¿Y el dinero de la compra de la reforma reeleccionista del 2015 de dónde salió? ¿Y el departamento internacional de sobornos de Odebrecht trasladado de Brasil al Palacio Nacional a cargo de Joao Santana no dice nada?
El tema Odebrech (2001-2014) con Punta Catalina como estafa principal está sirviendo de detonante para un cambio político en la República Dominicana, no solo por lo que dice la canción de la Marcha Verde de Santiago de que “el pueblo ya se decidió a denunciar a los que están robando”, sino también porque las características y dimensiones históricas y presentes del modelo político basado en la acumulación por corrupción e impunidad entronizado por el peledeísmo ha comenzado a mover la marea hacia una crisis de gobernabilidad.
Hay muy pocas dudas ya de que hemos entrado de lleno en una nueva fase de transición política, la discusión ahora no es si habrá o no reformas, el punto es el contenido y el alcance de la transformación, y eso depende más del desarrollo de los acontecimientos en curso que de nuestras posturas ideológicas aunque una y otra cosas influyan. Nótese que los organismos internacionales ya advierten que ha empezado a chillar la estabilidad macroeconómica, bandera número uno del modelo peledeísta.
La pugna política actual puede conducir a desde un simple reciclaje del modelo dominante resultante del “pacto por la democracia de 1994” (trujillismo del siglo XXI), hasta una ruptura del actual esquema político, pasando por diversos matices intermedios.
Con un poder concentrado en lo económico y lo mediático, con una fuerza dirigente que comienza a debilitarse de manera sostenida pero aferrada al control de las instituciones estatales y sociales, en la República Dominicana se abre un tortuoso proceso de cambios políticos cuyo desarrollo probablemente produzca desenlaces parciales antes que un salto político que conduzca a un nuevo modelo ya sea de reciclaje o de ruptura estructural.
Apostamos a un cambio profundo del actual modelo de dominación, necesitamos un nuevo poder constituyente, transformaciones que vayan a la raíz de nuestra problemática social, un desmantelamiento del Estado cuatrero y clientelar y la recuperación de los bienes comunes en manos de las mafias depredadoras.
La caída del actual gobierno ilegitimo y el inicio de la debacle del danilismo –peledeismo es una buena noticia para un pueblo que ha comenzado a despertar. Este primer objetivo deberíamos lograrlo entre 2017-2018, pero tomando en cuenta que este logro sería apenas una puerta para avanzar hacia una democracia incluyente y de derechos para todas y todos.
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