Resignificar la democracia
El PLD, en estos catorce años, ha entronizado la impunidad como forma de vivir, contrariando la esencia misma de la Constitución y las leyes que ha aprobado el Congreso Nacional. Ha quedado como un simple pedazo de papel, el debido proceso, la igualdad de todos ante la ley, la separación de los poderes, en fin, el conjunto de normas que, de aplicarse, aseguran la esencia misma de la democracia.
Varios hechos criminales, apañados desde el gobierno, han estremecido a la sociedad, que perpleja se pregunta, ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo la impunidad que patrocina el PLD? ¿Vamos a esperar que estos hechos nos toquen nuestras puertas si es que ya no la han tocado? Encima de todo, la corrupción y la impunidad están presentes en el gobierno, con honrosas excepciones.
Si a esto le agregamos, el alto grado de criminalidad que se vincula a sectores oficiales, nos obliga a salir al frente y exigir, no solo sanción, sino cambio a esta realidad que el PLD nos ha impuesto.
Cuando la corrupción y la impunidad se unen al abuso de poder, lo que limita las posibilidades de acceder a la justicia para obtener una justa reparación, se produce una distinción muy perjudicial para la democracia. En palabras de Gaetano Mosca (citado por Giovanni Sartori en 1994), “en todas las sociedades existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados, y la primera que siempre es la menos numerosa… monopoliza el poder”. Esto es lo que ha producido el PLD: el monopolio del poder, con terribles secuelas y efectos.
Para solo citar algunos ejemplos, sobre hechos que no guardan relación directa con la actividad de gobierno, pero que sí involucran a personas afectas al PLD, y que han utilizado sus influencias para evitar que la justicia pueda llegar a ellos. Me refiero al caso de violación sexual contra la ciudadana canadiense, Joanna Kocsis, atribuido al recientemente destituido vice ministro de la Juventud, Odalis Junio Ledesma Hernández.
Lo mismo sucede con la muerte de la joven Andrea Celea, en el que se involucra a su pareja Gabriel Villanueva. Igualmente ocurre con el caso de la joven asesinada Emely Peguero, por solo citar estos casos, como muestra de un botón.
Lo anterior evidencia que hay que resignificar la democracia. No es posible que quienes detenten el poder lo usen a su propia conveniencia con las consecuencias que ello implica. Las cosas no pueden seguir así.
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