Educación inicial como base del desarrollo
Es verdad de Perogrullo sustentar que los años entre cero y cinco son fundamentales para el proceso de desarrollo cognitivo del ser humano.
Sin embargo, hay que insistir más en ello.
La arquitectura del cerebro queda definitivamente moldeada en las experiencias, quiero decir, alimentación, apego y cuidado materno y paterno, estimulación, entre otros, que tienen lugar en esta etapa de la vida.
A pesar de haberse demostrado que la inversión educativa en la primera infancia genera elevados retornos (mejor salud, mejores ingresos, mayor empleabilidad, menos criminalidad, mejor liderazgo político y social futuros) los montos son exiguosy el gasto en educación en toda Latinoamérica y el Caribe sigue orientándose más hacia los niños mayores de seis años y jóvenes, llegando a superar tres veces lo invertido en primera infancia.
Aunque, como evidencia el estudio “Calidad del gasto educativo en la República Dominicana.
Un análisis exploratorio desde la vigencia del 4 %”, dirigido por Acción Empresarial por la Educación (Educa), un aumento del gasto no necesariamente se traduce en una mejora integral de la calidad educativa.
Porque, también en primera infancia la cuestión esencial de la inversión es la calidad, donde agregar valor debe ser el objetivo prioritario.
Dicho estudio, que recomienda priorizar la ejecución del gasto público educativo en primera infancia, reveló, asimismo, que en 2015 los docentes en plantilla por tipo de dependencia del Minerd comprendían, para las estancias infantiles, el menor número en cantidad y los salarios más bajos del sistema.
Esto cambiará. A través del Plan Quisqueya Empieza Contigo, enmarcado en la Estrategia Quisqueya Sin Miseria, el Gobierno central crea el Programa Centros de Atención Integral a la Primera Infancia (Estancias Infantiles), de cuyo desempeño amplios sectores de la sociedad se mantienen expectantes.
A sabiendas de que la arquitectura institucional (hospitales, jardines de infancia, capital humano, etc.) y la promoción de políticas públicas para la educación en primera infancia son precarias en Latinoamérica y el Caribe, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentó recientemente en el país un estudio de 2015 titulado “Los primeros años.
El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas”, dirigido por los expertos del BID Samuel Berlinski y Norbert Schady.
Esa entidad internacional de promoción del desarrollo en la región ha invertido, en los últimos veinte años, más de US$1,700 millones en ayudas y préstamos para el desarrollo de la primera infancia.
Y si bien esa aportación ha contribuido a reducir la mortalidad y morbilidad, así como a concienciar sobre los derechos de la niñez, disminuir la pobreza y mejorar la nutrición y la asistencia a la escuela, no es menos cierto que nuestros niños continúan presentando serias dificultades en manejo del lenguaje y en capacidades cognitivas (análisis, solución de problemas, aptitudes matemáticas), aspectos que requieren de estimulación temprana para un desarrollo posterior satisfactorio en la etapa escolar básica.
La inequidad social presenta un indicador demoledor en este sentido: los niños pobres conocen menos palabras que los niños ricos; en consecuencia, su comprensión del mundo y sus habilidades socioemocionales son más limitadas.
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