¿La hora de Dios?
- 17 de octubre de 2017 -
Los devastadores incendios forestales en España, Portugal, Indonesia y California arrasan con árboles, palomas, viviendas, vidas y esperanzas pero nadie – al menos que yo sepa- los ve como anuncios de tragedias y cataclismos mayores que nos acechan, como si el Dios todopoderoso u otros dioses nos estuvieran preparando, llevándonos de la mano a un campo universal de entrenamiento para que vayamos conociendo el infierno en la tierra.
En Puerto Rico, la Florida, Texas, Louisiana, Nicaragua, Bangla Desh, Pakistán y quien sabe cuantos lugares mas las inundaciones desatadas por huracanes, tormentas casi bíblicas por su extensión, su capacidad destructiva, su ferocidad imperturbable arrasan cosechas, puentes, trasladan antiguas viviendas o edificaciones convertidas en escombros por entre valles, desfiladeros y despeñaderos donde seres humanos ven naufragar su arrogancia tanto como su estupidez y, de nuevo, nadie los ve como el anuncio de tragedias mayores por venir, nadie relaciona los vientos destructores con el agua desbordada ni con los fuegos forestales y nadie parece darse cuenta de que, una vez mas, el Todopoderoso de cada uno de nosotros, está enviando pruebas no tanto para atestiguar su existencia sino para, definiendo sus credenciales advertir a los creyentes que el tiempo de los arrepentimientos se agota.
En las grandes ciudades del mundo donde campea el vicio, la degradación, la violencia y la injusticia, donde la publicidad embrutece y envilece, donde el sexo barato gobierna, donde nada es nada y todo es todo, un individuo asesina a 50 homosexuales en Orlando, otro mata a 58 que se divertían en una de las tantas fiestas paganas de la época en esa Meca del vicio que es Las Vegas la única ciudad del mundo todo es mentira, todo es falso, todo es una imitación. Pero en Somalia, una tierra olvidada de negros de pasado lustroso unas 300 personas mueren en la explosión de un ataque suicida como ya antes en Iraq, Siria, Líbano, Francia, Alemania, Turquía, Afganistán, India y cualquier otro país esos ataques se suceden con creciente frecuencia y cada vez mayor intensidad y tanto los autores como las causas que los inspiran llevan a los gobiernos y las elites de un extremo al otro, del desconcierto al absurdo. Tampoco esta vez la gente relaciona esos hechos, ya cotidianos, con los finales de una época, de un mundo, de una civilización, de una sociedad, de un estilo de vida y de un ordenamiento económico-social que no tiene solución ni salida.
Las epidemias de nuevas enfermedades, los virus cada vez exóticos, las bacterias cada vez mas resistentes, los médicos cada vez mas mercantilizados y los fabricantes de equipos y medicamentos contando y midiendo el valor de sus acciones en Bolsa y en todas partes cunde la desesperación porque como decía el Indio Duarte en una de sus declamaciones de cincuenta años tras: “ la ciencia no es pa los pobres máma, la ciencia no anda a caballo¨. Y sobre la iniquidad de millones de muertes evitables por enfermedades curables ni siquiera los ricos, los asegurados o los conectados están a salvo de tumores, cáncer, desórdenes como el Alzheimer, el autismo, la diabetes, la bipolaridad y otras plagas que nada tienen que ver con el ëbola ni con el virus de la fiebre aviar, empero atacan y matan a mucha mas personas que aquellos. Pero la gente, ese rebaño inmenso que pasta frente a las pantallas del televisor o se inclina reverente y sumiso ante un celular “llamado inteligente” o se atiborra de estupideces surtidas por una tableta y nadie piensa –claro todo está concebido para evitar que se piense- pero de todos modos, a nadie se le ocurre que también estas son señales desde los cielos, desde esas alturas inalcanzables donde se siguen nuestros movimientos en la vana esperanza de que, advertidos, reaccionarán y rectificarán.
Y los hijos que ahora asesinan a sus padres, a sus hermanos y a sus propios hijos, por una tramo de herencia, por cualquier cosa o para echar un polvo cualquiera, meter una raya de perico o simplemente acudir a comprar cosas que no necesitan pero que les hicieron creer que les eran imprescindibles a su felicidad. Este mundo de gente crápula, de niños malcriados y putos, de vagos y desvergonzados, de violentos que reclaman lo ajeno como propio porque en el fondo saben que de alguna manera fueron expropiados, este mundo de mierda, de mentira, de vitrina, de falsedades, donde las autoridades todas perdieron la vergüenza y ya que carecen por completo de ella, se entregan, desenfrenadas y desinhibidas a apropiarse de lo ajeno, a corromper las investiduras que una vez, nominalmente representaban el decoro y lo contenían. Este es el mundo del apocalipsis, el de las escrituras, el que los creyentes proclamaron por siglos como el advenimiento, este es un mundo descreído, hedonista, violento y cretino. Y hay que reconocer que el logro de la publicidad y del sistema no ha sido pequeño porque haber envilecido el rebaño entero es a todas luces un logro extraordinario.
Los predicadores, evangelistas, párrocos y demás viven de la prédica de una virtud que no practican; también ellos sucumben a la carne y los vicios y pecados de esta y otras épocas y su negocio no soporta alentar el rebaño a comportarse como manada porque se lucran de aquel, no de esta. En una época donde todo es mentira, en una sociedad que carece de solución a sus problemas, en un mundo donde los protagonistas traicionan sus promesas sin remordimientos; en el reinado del desconcierto solamente la sangre es verdadera y eso, única y exclusivamente, cuando se la derrama.
Nosotros, los estúpidos, seguimos educando a nuestros hijos en la virtudes, costumbres y valores que nos fueron enseñadas para que, dentro de ciertos límites, fueran violadas, no nos percatamos de que, en lugar de educarlos para la sumisión deberíamos entrenarlos para la guerra total. Pero nosotros, somos irremediablemente románticos, demócratas y modernos de mierda y jamás seríamos capaces de educar a nuestros hijos en la sangre. Que lástima porque mucha será derramada y los menos capaces de defenderse derramarán todavía mas.
La razón no es capaz de sacar el rebaño de la modorra, solamente la religión, un Dios o muchos Dioses son capaces de enardecer, apasionar, cegar y guiar las matanzas que se avecinan y tras tanta oscuridad, si es que algún asteroide no nos hace polvo antes, renacerá otro ciclo de vida, volverá la razón a prevalecer y así el ciclo de la vida será renovado una vez mas. https://acento.com.do/2017/opinion/8501108-la-hora-dios/
Melvin Mañón
En mangas de camisa
Pensador, agricultor de vocación. Ha escrito varios libros, entre ellos Operación Estrella, Guerra de purificación y Enigma.
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