El domingo pasado cambiamos de calendario en la mayor parte del mundo, sobre todo en países donde predomina el cristianismo.
Algunos escribiremos en agendas nuevecitas nuestros propósitos para el nuevo año. Es buena práctica que recomiendo como forma de dar seguimiento a nuestra capacidad de hacer de los objetivos realidades, y nos ejercita en el dominio poco usual en nuestro país de la rendición de cuentas.
Esos propósitos, puesto que nos comprometen con nosotros mismos, no se comparten usualmente con familiares, vecinos, compañeros de trabajo o de partido. Me exceptúo de la regla, otros años ya lo he hecho, soy fiel al título de esta columna, y En Plural escribo lo que pretendo hacer y lograr en los 12 meses que se inician.
El primer propósito está prácticamente esbozado cuando creo disponer de 12 meses por delante. Con 85 años, seguir trabajando, pensando, actuando, es cada día un reto, una meta que se obtiene, más que con ejercicios, nutrición balanceada, y todas esas precauciones que no tomo, con la voluntad manifiesta de ver otra madrugada, para avanzar un poquito en el plan diseñado.
Lo anoto en mi agenda 2017 con estas palabras: “Me propongo este año vivir plenamente y hacerlo como he hecho hasta ahora creyendo y peleando por lo que creo”.
El segundo propósito no es nuevo. Lo repito porque no se ha logrado. Sin abjurar de mi filiación en la generación de Gutenberg, o sea, de los lectores de libros, me propongo adquirir destrezas digitales similares a las de mis nietos, y ¡hasta alguno que otro bisnieto!
La alfabetización, cualquiera que sea, es un milagro, lo he dicho. La alfabetización digital, sin la cual se califica iletrado en este siglo incluso a un escritor, es el mayor milagro que pueda producirse en mí.
El tercer propósito se refiere más al colectivo político en el cual milito, pero formalmente, me toca intentarlo, propiciarlo y dirigirlo debido a la función que se asignan en el Estatuto de mi organización política, a la Secretaría Nacional de Educación y Doctrina (SNED) que dirijo. Lo que apunto en la agenda como propósito es escueto, y no alcanza la magnitud de la tarea que me espera, junto a los compañeros de la SNED. “Formar en el compromiso identitario a los miembros de un partido nuevo, el PRM, validando principios éticos de don Juan y de Peña Gómez, contextualizándolos en el escenario del 2017”.
Es la tarea que me compete: orientar militantes que conozcan su partido, Por qué están en él; qué postula nuestra ideología; qué proclamamos; el Socialismo Democrático, recuperar mientras avanzamos al futuro, valores del pasado sobre todo la moral. En resumen, “marcar la diferencia” y contradecir el patrón neoliberal a través de la educación ciudadana y política.
Reitero, no es un propósito que pueda cumplir una persona, es tesonero esfuerzo colectivo, asumido con conciencia común. La parte que me toca, la defino parcamente en mi tercer propósito: “cumplir con las funciones de mi cargo en el PRM, de acuerdo a la planificación a corto y mediano plazo elaborada por la SNED para educar a dirigentes y militantes”.
El cuarto propósito es, ese sí, eminentemente personal, y puede chocar con la dedicación exclusiva que requiere el anterior propósito.
Hace muchos años, una amiga querida, Fiume Gómez, recogió en gavetas y rincones poemas bastantes malos y los publicó, sin la revisión necesaria, con el título “Necesaria Existencia”.
La política y el magisterio dominan y sobrepasan mi tiempo, no he vuelto a escribir versos, aunque los leo con apasionada avidez nostálgica del tiempo en que me atreví a escribirlos. El próximo año, quiero volver a hacerlo. No cometeré el abuso de publicarlos, quizás no se los deje leer ni a Mario Emilio; pero en mi agenda, hasta subrayado, coloco el propósito: “Volver a escribir poemas, o lo que crea que son, esos que tengo represados tantos años”.
El quinto propósito puedo describirlo como personal-colectivo. Me toca ponerme a ello, con la persistencia que muchos califican de terquedad. Depende, como admitió hace años Ortega y Gasset de las circunstancias, de muchos factores. Lo enuncio en mi lista en pocas palabras: “Lograr que el Instituto José Francisco Peña Gómez donde laboro como Directora Académica ascienda al nivel educativo terciario, convirtiéndose en un Instituto Superior de Formación Política”.
Escribí cinco “me propongo”. Al releerlos, antes de enviar este artículo, me parecen deseos, no propósitos. Pero mi voluntad, y la de quienes en la sociedad, en mi partido tienen deseos igualmente lectivos, pueden convertir, el “querer hacer” no solo en propósitos, sino en acciones logradas que presentaremos como rendición de cuentas en diciembre de 2017.
Llegó Año Nuevo. Los deseos engendran esperanza. Y con ella empezamos el 2017.
http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2017/01/07/449491/propositos-deseos-2017