Confieso, sinceramente, ante ustedes, que quedé impresionado. No esperaba una crítica tan profunda, de su parte, a la situación por la que está atravesando nuestro país y, mucho menos, una propuesta de cambio tan tajante como la de reinventar la sociedad.
Entonces, para asegurarme de la firmeza de su esperanzador planteamiento, le pregunté: ¿Esto quiere decir que usted me garantiza que su retorno al poder no será una continuidad de los desgobiernos que hemos padecido hasta ahora? Y el me respondió contundente lo siguiente: “Mi decisión de aspirar a la Presidencia de la República me compromete, solemnemente, con usted compadre, con mis hijos, con mis nietos y mi pueblo, a darle un nuevo rumbo al Estado dominicano”.
Después de esta reflexión estoy más convencido que nunca de la firme decisión del presidente Mejía de romper con el pasado para construir el futuro que merece el pueblo dominicano.
Creo en su sinceridad, y como su portavoz, repito su frase, para asegurarle al pueblo, categóricamente, que “esto tiene que cambiar”, “esto no va a seguir así”, porque a partir del 16 de agosto del 2020 procuraremos tener instituciones fuertes, tener una justicia independiente y justa, tener una policía mejor depurada, mejor entrenada, mejor equipada y, por supuesto, mejor pagada, para recuperar la seguridad de los ciudadanos, tener un mejor Sistema de Partidos para beneficio de sus afiliados y de la sociedad, tener más igualdad de oportunidades para la gente y tener un país institucional que esté regido por un verdadero Estado de Derecho.
Renovado, con nuevas fuerzas, con más experiencia y con la firme voluntad de reinventar esta sociedad, el presidente Mejía se empeñará en transformar a la República Dominicana en un ejemplo de bienestar y de progreso.
Estas son las razones por las que ha decidido aspirar a la presidencia de la República y las que me han motivado a acompañarle, como se que también lo hará la inmensa mayoría del pueblo dominicano.
El presidente Hipólito Mejía es el líder de la oposición que reúne las condiciones para convertir en realidad la alternancia en el poder.
La necesidad de liberar la democracia del largo cautiverio en que la han tenido sometida, Danilo Medina, Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana, se expresa en la frase del estadista británico Winston Churchill: “La alternancia fecunda el suelo de la democracia”.
El Partido de la Liberación Dominicana ha gobernado nuestro país durante 13 años consecutivos y para cuando, el 17 de mayo del 2020, la mayoría del pueblo lo expulse del Palacio Nacional, habrá cumplido 16 largos años, durante los cuales la institucionalidad política y administrativa se ha deteriorado progresivamente.
Por tal motivo, debemos preparar la gran marcha por la alternancia en el poder, para cambiar el suelo árido de los peledeistas por uno fértil que contribuya con el bienestar de todo el pueblo dominicano.
Es imperativo que se produzca la reforma de la anacrónica Ley Electoral 275-97, para transformarla en una Ley del Régimen Electoral actualizada, que garantice la integridad de las elecciones, en cumplimiento del mandato del artículo 211 de la Constitución Política, que ordena que las mismas sean libres, transparentes, equitativas y objetivas.
También deben ser aprobadas las aproximadamente 20 leyes orgánicas que se encuentran pendientes desde la Reforma Constitucional del 26 de enero del 2010, en especial la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, la cual le dará concreción al artículo 216 de la Carta Sustantiva, en lo relativo al mandato que dispone que los partidos políticos deben funcionar de manera democrática y transparente.
El presidente Hipólito Mejía, que ha dado muestra de ser un ejemplo de desprendimiento, en lo relativo a los cargos partidarios, está de acuerdo con la aprobación de una Ley de Partidos que garantice la democracia plena a lo interno de las organizaciones partidarias, para que sus directivos sean escogidos democráticamente en las fechas correspondientes, así como para que los candidatos y candidatas a los cargos de elección popular sean el producto de la voluntad soberana y mayoritaria de los votantes, de modo que nunca más se les arrebaten, arbitrariamente, las candidaturas a quienes las hayan ganado democráticamente.
Cuando Ferdinand Lasalle afirmó, en la Alemania del siglo XIX, “que la Constitución no es más que una hoja de papel”, parecía que se refería a la República Dominicana de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, tomando en consideración que sus gobiernos la incumplen permanentemente, al extremo de llegar a desacatar hasta algunas sentencias del Tribunal Constitucional, que es el órgano responsable de la defensa de la supremacía de la Constitución.
La Constitución dejará de ser un simple pedazo de papel en el gobierno que encabezará el presidente Hipólito Mejía, durante el período 2020-2024, para convertirse en la pétrea muralla que protegerá al Estado de Derecho y hará grande nuestra democracia.
La corrupción administrativa no se podrá eliminar mientras no tengamos un Ministerio Público y un Poder Judicial independiente.
En nuestro país, la falta de independencia de estas dos instituciones, las ha convertido en el escudo protector de los corruptos. Esto ha servido, sin lugar a dudas, como un elemento incentivador de la corrupción.
El sometimiento del Poder Judicial y del Ministerio Público al dictado del Partido de la Liberación Dominicana, cuando deberían estar, únicamente, sometidos al imperio de la ley, le ha causado un gran daño al país.
El presidente Hipólito Mejía tiene plena conciencia de esta realidad, razón por la cual propugnará por un Poder Judicial que sea plenamente independiente y que cumpla a cabalidad con su función de contrapeso de nuestra Democracia Representativa.
Lo mismo debe ocurrir con el Ministerio Público, que debe ser un persecutor de la corrupción justo, implacable y eficiente. Nadie que sea seducido por la corrupción, absolutamente nadie, ni siquiera el primer mandatario de la nación, debería tener la fuerza suficiente para desviar la persecución judicial.
Tenemos que poner el país en orden. Los espacios públicos tienen que volver a ser seguros para que nuestros niños, nuestros ancianos, nuestras mujeres y todos los ciudadanos puedan caminar por las calles y los parques, sin el temor de ser atracados por los inadaptados sociales. Las plazas públicas tienen que serles devueltas a los ciudadanos, para que puedan caminar por ellas libres de incertidumbre.
Es tiempo de atender, además de las grandes, las pequeñas cosas que afectan a nuestros ciudadanos. Para ello debemos superar la anomia social, la cual fue configurada por el destacado constitucionalista y filósofo argentino, Carlos Santiago Nino, como una serie de conductas tales como:
a) la forma en que se transita por los espacios públicos; b) la forma en que son cuidados; c) la naturalidad con que se evaden las responsabilidades cívicas, d) la forma en que se contamina el ambiente, y e) la extensión de la corrupción.
Todos los elementos propios de la anomia se encuentran presentes en nuestra sociedad. Como un ejemplo patético de lo que acontece en nuestro país, sin que los gobiernos del PLD le hayan prestado la más mínima atención. Recordemos el robo de los cables del Puente Duarte, el robo de los postes de metales del Puente Higuano, a los pocos días de su inauguración, el robo de los cables del tendido eléctrico, las bombillas y los teléfonos, el robo de los monumentos a nuestros héroes, el robo de las tapas de metal de los filtrantes de las calles. Pero más aún, el hecho de que para sepultar a nuestros muertos en un cementerio público, para evitar el robo de los ataúdes, los familiares, dolorosamente, no tienen otra alternativa que romperlos en diferentes lugares.
Esto no continuará así, el renovado presidente Hipólito Mejía tiene la firme voluntad de poner orden en la República.
La sociedad requiere que cambiemos la forma de hacer política y el líder idóneo para transformarla es el presidente Mejía, quien no tiene otra ambición que la de hacer un gobierno de transición hacia una democracia incluyente y participativa que le devuelva a los ciudadanos, sobretodo a los más jóvenes, la confianza en la política.
Este auténtico hombre del pueblo, cargado de experiencia y de buenas intenciones, quiere esta última oportunidad para legarle a nuestros jóvenes y a las futuras generaciones el país que todos anhelamos.
La sinceridad, un rasgo característico del presidente Hipólito Mejía, una virtud poco común en los líderes políticos, para muchos contraria al ejercicio de la política, ha sido definida por la Real Academia Española de la Lengua, como: “Sencillez, veracidad, modo de expresarse o de comportarse libre de fingimiento”.
La verdad y la sinceridad son hermanas siamesas que han acompañado durante toda su vida a Hipólito Mejía. Esta es la razón por la que digo como el defensor de los derechos civiles Malcolm X: “Yo tengo más respeto para un hombre que me permite conocer cual es su posición, incluso si está equivocado. Que el otro que viene como un ángel pero que resulta ser un demonio.”
Bajo la inspiración de esa virtud, que me ha hecho creer siempre en Hipólito Mejía, nos comunicaremos con el pueblo a través de los medios de comunicación, con quienes, tanto el presidente Mejía como quien les habla, estaremos más cerca que nunca, para compartir las informaciones que sean del interés de la población.
Parte de lo que soy está estrechamente relacionado con los periodistas, los reporteros gráficos, los camarógrafos y los ejecutivos de nuestros diferentes medios de comunicación, sin su trato considerado y respetuoso probablemente no estaría esta tarde asumiendo esta nueva responsabilidad.
Tanto el presidente como yo estaremos siempre dispuestos a responder sus inquietudes, como guardianes de la democracia que son, para una mejor edificación de la opinión pública.
Señoras y señores, pueblo dominicano, necesitamos un puente sobre el que podamos pasar, sin ninguna incertidumbre, desde el atraso y la pobreza en la que nos ha sumido durante trece años el Partido de la Liberación Dominicana, hacia el desarrollo y el bienestar. Si, un puente de acero para cruzar sobre el pantano de la corrupción, la impunidad y la falta de institucionalidad. Ese puente vigoroso esta aquí, mírenlo a mi izquierda, lleva por nombre Hipólito Mejía, el nuevo Hipólito Mejía; aprovechémoslo, caminemos con el hacia la República Dominicana del futuro, hacia la República Dominicana del orden, la honestidad y la prosperidad.
¡Muchas gracias!
12 de julio de 2017
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