Marcha Verde y su toma de decisiones
- 7 de febrero de 2018 -
La concentración del 28 de enero pasado de Marcha Verde ha agudizado las naturales diferencias, tensiones y discusiones que se llevan a cabo dentro, en el entorno y fuera de ese movimiento. Ningún partido, movimiento o colectivo logra salir indemne de los efectos de las discusiones, las diferencias, ni de los intereses de grupales e individuales que pugnan para hacer prevalecer sus posiciones en esas agrupaciones. El balance arrojado por dicha concentración evidencia que para evitar eventuales efectos corrosivos de esas diferencias en el seno de un colectivo deben tejerse alianzas hacia adentro y hacia afuera que son indispensables para hacer más eficaz el colectivo, pero sin hacer concesiones que conduzcan a errores o trampas.
Activistas de Marcha Verde y gente del entorno y fuera de esta, expresan su preocupación por que entienden que fue limitada la cantidad y calidad de los asistentes a la referida concentración. Esa preocupación tiene relevancia y debe tomarse en cuenta, porque es cierto de que la manifestación, más que la realidad y potencialidad de Marcha Verde fue una evidencia, en esencia, de que una errónea acción puntual puede crearle a ese movimiento una situación que limita su potencialidad para convertirse en una fuerza efectiva para cerrarle el paso al continuismo peledeísta, desviándolo de ese objetivo que es el fundamental en la presente coyuntura política. Las consecuencias de esa desviación pueden ser fatales para el movimiento y más que para este, para el país.
En general, las decisiones certeras o equivocadas de un movimiento como Marcha Verde son expresiones directas de la metodología empleadas para tomarlas. En el caso que nos ocupa, según expresiones de activistas movimientistas, es evidente que el método que se usa para tomar decisiones es esencialmente asambleario. Ese método no siempre expresa realmente la diversidad de un movimiento, pues los grupos de mayor experiencia en la conducción de asambleas terminan imponiendo su lógica a quienes carecen de esa herramienta. Un método supuestamente democrático, en su forma de aplicación, podría no serlo, y la representación o posición que se apruebe tampoco serían realmente representativa del universo de actores que dice representar.
No siempre la cantidad y calidad de los representantes de una asamblea de un movimiento conglomerado reflejan realmente su diversidad, a veces sí el particularismo de un grupo que en realidad es minoritario, y no sólo minoritario frente al movimiento en su totalidad, sino en relación con muchos de los sectores que lo configuran, ese es uno de los problemas de la democracia, cuya solución, no es fácil de lograr y cuando esto sucede se requiere firmeza e inteligencia para evitar caer en la lógica del adversario. El sector hasta ahora efectivamente mayoritario en Marcha Verde ha optado por la inevitable posición de llevar las exigencias del fin de la corrupción e impunidad al contexto que lo hace posible: el contexto político, rechazando la ilusión de una ruptura violenta del orden político/social que impulsan algunos.
Pero eso no basta para que no se repitan traspiés, es necesario tender puentes a otros sectores dentro y fuera del movimiento, cociendo con ellos alianzas donde se reconozcan la diversidad en términos de experiencias, cultura política y las razones fundamentales de todos para tomar determinadas posiciones en torno a la política y a los políticos, pero en ese y en todos los casos, evitando concesiones en cuestiones fundamentales. Las diferencias son inevitables y a veces hasta saludables para cualquier colectivo o movimiento, pero si los métodos para tomar decisiones se basan en formación de mayorías mecánicas, como se quejan no pocos, difícilmente podrán superarse esas diferencias sin que se produzcan fisuras irreparables.
Las próximas decisiones que se tomen en Marcha Verde podrán ser efectivas si en los dirigentes de esta se produce una sostenida y seria reflexión sobre esta cuestión, si se piensa seriamente en la situación de fragmentación de la sociedad dominicana, en la precariedad en que discurre la vida de diversos sectores productivos en términos institucionales y la debilidad del sector laboral; si se toma en cuenta la expansión de la red clientelar del gobierno y su partido, la cual determina un segmento de la población que vive de las envilecedoras dadivas del poder, algo que se refleja en los nada desdeñables altos niveles de aceptación que aún conserva el partido oficial y algunas instituciones claves para la reproducción del régimen.
El descontento que tomó cuerpo como Marcha Verde no se ha disuelto, las causas que la determinaron no solo se mantienen, sino que se acentúan; capitalizar este descontento y hacerlo políticamente rentable es aún posible, incluso independientemente de la voluntad o mantenimiento de cualquier forma organizativa que este tenga. Claro, siempre es mejor para el país que esta se mantenga, pero para eso tiene que mejorar sustancial y sostenidamente sus métodos de toma de decisiones.
https://acento.com.do/2018/opinion/8534857-marcha-verde-toma-decisiones/ César Pérez / / Agora
Sociólogo, municipalista y profesor de sociología urbana. Autor de libros, ensayos y artículos en diversos medios nacionales y extranjeros sobre movimientos sociales, urbanismo, desarrollo y poder local. Miembro de varias instituciones nacionales y extranjeras, ex director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y ex dirigente del desaparecido Partido Comunista Dominicano, PCD.
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El otro paso de Marcha Verde
Por: César Pérez
En su sostenido proceso de organización y consolidación, el movimiento Marcha Verde acaba de plantearse una serie de objetivos de reformas políticas que lo lanza al único escenario donde pueden producirse cambios en la forma en que se gobierna un país: la esfera de la política, o más aún, en el entramado de relaciones interinstitucionales y entre actores y sujetos que configuran un sistema político. Independientemente de sus resultados, este planeamiento zanja la discusión sobre qué es o no es este movimiento. Con este nuevo paso, Marcha Verde está obligada a establecer los alcances de cada una de sus propuestas y, lo más importante, cómo, en cuáles escenarios habrá de lograrlas y con cuál o cuáles fuerzas.
En ese sentido, se plantea la discusión sobre si la esencia del objetivo de reformas planteado por Marcha Verde es posible llevarlas a efecto en el presente marco institucional o si por el contrario se requiere de otro que sea esencialmente su opuesto. Creo que se puede lograr una mejoría del actual marco normativo del sistema electoral para hacer más equitativa la participación de los partidos y movimientos en los procesos electorales, que la Ley de Partidos no sea la quiere el PLD, que se pueda lograr un mejor marco competencial de los municipios, algunas reformas en cuanto al ordenamiento territorial, etc., pero para lograr los objetivos centrales planteados por el movimiento Marcha Verde resulta imprescindible crear otra legalidad.
En su proclama, Marcha Verde asume que el desmonte de la estructura de corrupción e impunidad y la vía para llevar a cabo las reformas políticas y sociales que transformen esta sociedad deberá hacerse de “manera democrática a través de una Constituyente”. Un llamado a una Asamblea Constituyente plantea de inmediato la superación de un determinado sistema político por otro esencialmente diferente, por lo tanto, debe plantearse cómo, en cuál escenario y con cuáles fuerzas se constituiría esa Constituyente, la cual puede ser de dos formas: a través de las conquistas políticas que se les arranquen o tengan que ceder las fuerzas ese orden, o a través de una ruptura abrupta o esencialmente violenta de este.
Es de sentido común que esta última opción hasta ahora no solo es inviable, sino tampoco deseable porque no se tiene claro el tipo de orden político que se quiere instaurar a través de esa ruptura violenta. De modo que, la opción posible y deseable es en el escenario político porque es el mejor ámbito para la práctica de la democracia en que habrá de descansar el nuevo orden que se pretende construir. Queda pues planteado el tema de la transición hacia ese nuevo orden, en la cual, como nos enseña la generalidad de las transiciones de regímenes esencialmente autoritarios como que el presente, participan movimientos de masas, partidos políticos, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil etc. En el diseño de las acciones futuras de Marcha Verde para la consecución de sus propuestas la articulación de esos sectores, entre otros, es imprescindible.
Definirse frente a estos temas no es solo tarea de quienes en Marcha Verde dieron un nuevo paso, sino también quienes siendo parte de la misma tienen posiciones divergentes.
En su proclama, Marcha Verde asume que el desmonte de la estructura de corrupción e impunidad y la vía para llevar a cabo las reformas políticas y sociales que transformen esta sociedad deberá hacerse de “manera democrática a través de una Constituyente”. Un llamado a una Asamblea Constituyente plantea de inmediato la superación de un determinado sistema político por otro esencialmente diferente, por lo tanto, debe plantearse cómo, en cuál escenario y con cuáles fuerzas se constituiría esa Constituyente, la cual puede ser de dos formas: a través de las conquistas políticas que se les arranquen o tengan que ceder las fuerzas ese orden, o a través de una ruptura abrupta o esencialmente violenta de este.
Es de sentido común que esta última opción hasta ahora no solo es inviable, sino tampoco deseable porque no se tiene claro el tipo de orden político que se quiere instaurar a través de esa ruptura violenta. De modo que, la opción posible y deseable es en el escenario político porque es el mejor ámbito para la práctica de la democracia en que habrá de descansar el nuevo orden que se pretende construir. Queda pues planteado el tema de la transición hacia ese nuevo orden, en la cual, como nos enseña la generalidad de las transiciones de regímenes esencialmente autoritarios como que el presente, participan movimientos de masas, partidos políticos, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil etc. En el diseño de las acciones futuras de Marcha Verde para la consecución de sus propuestas la articulación de esos sectores, entre otros, es imprescindible.
Definirse frente a estos temas no es solo tarea de quienes en Marcha Verde dieron un nuevo paso, sino también quienes siendo parte de la misma tienen posiciones divergentes.
http://hoy.com.do/el-otro-paso-de-marcha-verde/
La Marcha Verde debe seguir sin cansarse ni sobrestimarse
El movimiento Marcha Verde (MV), reconocido como el acontecimiento político-social más impactante del año pasado, tiene su primer desafío del 2018 el próximo domingo 28 con una concentración ante el Palacio Nacional llamada a demostrar que, al cumplir su primer aniversario, no se ha extinguido como anhelan y pregonan los voceros del Gobierno.
Para entonces los líderes del movimiento contra la corrupción y por el fin de la impunidad tendrán que presentar demandas concretas con metas alcanzables progresivamente y fomentar la conciencia de que vencer las resistencias de un sistema político profundamente corrompido no es cuestión de meses, probablemente años, aún con la incorporación de múltiples segmentos sociales.
La convocatoria al Palacio. Una asamblea nacional de la MV impuso una meta muy alta para comenzar el 2018, después de una pausa de meses en sus exitosas movilizaciones por gran parte del país, como es la de reunir una significativa concurrencia ante la sede del Gobierno que se da por hecho que tendrá un cerco policíaco militar capaz de disuadir a una proporción de los inconformes.
Hubiese sido mejor inversión repetir la marcha con que arrancó el movimiento el 22 de enero del 2017, la cual partió de la confluencia de las avenidas 27 de Febrero y Máximo Gómez hasta el Altar de la Patria, pasando por el costado norte del Palacio Nacional, para demostrar que ahora son muchos más los que sustentan la lucha contra la corrupción y por el fin de la impunidad. Pero predominaron los “más vigorosos” que ya para la marcha del 16 de julio querían ir hacia la sede del Gobierno, y luego proponían una ruta de 12 kilómetros, a la Plaza de la Bandera en la avenida Luperón, inalcanzable para las mayorías.
La concentración del 28 está prevista para la confluencia de la avenida México y 30 de Marzo, con tribuna de espalda al Palacio, conscientes de que las autoridades establecerán límites que tendrá que acatar una movilización ciudadana pacífica y ordenada, que convoca hasta a los niños, y le obligará a invertir recursos humanos para evitar y evadir provocaciones que degeneren en algún incidente para buscar su descrédito. El Gobierno, que ha evadido confrontar abiertamente el movimiento, no puede exponerse a una represión que potencie la protesta, pero sus bocinas intentarán meter miedo para reducir la participación.
Seguir acumulando fuerza. No hay dudas de que la MV logrará una gran concurrencia el 28, cuando deberá presentar la agenda para el 2018, que diseñó en los foros regionales de noviembre y diciembre pasados. Lo que correspondería es proseguir la acumulación de fuerza manteniendo las características que le han dado impacto, de movimiento ciudadano pacífico y ordenado, de amplio espectro social, apartidista, de un gran liderazgo horizontal, sin protagonismos individualistas, que convoca a todos los preocupados por el nivel que han alcanzado la corrupción y la impunidad que la incentiva.
Los que pretenden milagros a corto plazo se muestran insatisfechos de los resultados del primer año de la MV, aunque la mayoría de sus líderes están conscientes del impacto logrado, posicionando la preocupación por la corrupción y la impunidad en el primer plano del debate nacional en todos los medios de comunicación, en las redes sociales y en las tertulias cotidianas. La concentración evangélica del día de año nuevo y la pastoral de los obispos dominicanos de esta semana podrían ser fruto de la esencia de la movilización ciudadana. La orden de los Jesuitas difundió un video exhortando a proseguir la lucha contra la corrupción y la impunidad.
Es obvio que el Gobierno y sus sustentadores han apostado a que la población se canse de marchar, guardando silencio frente a la movilización y sus demandas, pero no han podido dejar traslucir sus temores de que alcance mayores dimensiones, sobre todo cuando tiene pendiente en lo inmediato documentación de las acusaciones por el escándalo Odebrecht y salida de la incierta situación de las polémicas plantas de carbón, cuya finalización está afectada por la demanda de 708 millones de dólares adicionales para una obra considerada sobrevaluada desde su inicio.
Hay quienes se desesperan y preguntan si la MV podrá alcanzar su objetivo fundamental. Y la respuesta es que lo peor es darse por vencido o pretender que toda una cultura de corrupción puede ser desarraigada en cuestión de meses. El éxito de la lucha por la aplicación de la ley del 4% del PIB para la educación fue fruto de la persistencia de la movilización ciudadana durante varios años y era más fácil que poner límites a la corrupción y la impunidad.
Para entonces los líderes del movimiento contra la corrupción y por el fin de la impunidad tendrán que presentar demandas concretas con metas alcanzables progresivamente y fomentar la conciencia de que vencer las resistencias de un sistema político profundamente corrompido no es cuestión de meses, probablemente años, aún con la incorporación de múltiples segmentos sociales.
La convocatoria al Palacio. Una asamblea nacional de la MV impuso una meta muy alta para comenzar el 2018, después de una pausa de meses en sus exitosas movilizaciones por gran parte del país, como es la de reunir una significativa concurrencia ante la sede del Gobierno que se da por hecho que tendrá un cerco policíaco militar capaz de disuadir a una proporción de los inconformes.
Hubiese sido mejor inversión repetir la marcha con que arrancó el movimiento el 22 de enero del 2017, la cual partió de la confluencia de las avenidas 27 de Febrero y Máximo Gómez hasta el Altar de la Patria, pasando por el costado norte del Palacio Nacional, para demostrar que ahora son muchos más los que sustentan la lucha contra la corrupción y por el fin de la impunidad. Pero predominaron los “más vigorosos” que ya para la marcha del 16 de julio querían ir hacia la sede del Gobierno, y luego proponían una ruta de 12 kilómetros, a la Plaza de la Bandera en la avenida Luperón, inalcanzable para las mayorías.
La concentración del 28 está prevista para la confluencia de la avenida México y 30 de Marzo, con tribuna de espalda al Palacio, conscientes de que las autoridades establecerán límites que tendrá que acatar una movilización ciudadana pacífica y ordenada, que convoca hasta a los niños, y le obligará a invertir recursos humanos para evitar y evadir provocaciones que degeneren en algún incidente para buscar su descrédito. El Gobierno, que ha evadido confrontar abiertamente el movimiento, no puede exponerse a una represión que potencie la protesta, pero sus bocinas intentarán meter miedo para reducir la participación.
Seguir acumulando fuerza. No hay dudas de que la MV logrará una gran concurrencia el 28, cuando deberá presentar la agenda para el 2018, que diseñó en los foros regionales de noviembre y diciembre pasados. Lo que correspondería es proseguir la acumulación de fuerza manteniendo las características que le han dado impacto, de movimiento ciudadano pacífico y ordenado, de amplio espectro social, apartidista, de un gran liderazgo horizontal, sin protagonismos individualistas, que convoca a todos los preocupados por el nivel que han alcanzado la corrupción y la impunidad que la incentiva.
Los que pretenden milagros a corto plazo se muestran insatisfechos de los resultados del primer año de la MV, aunque la mayoría de sus líderes están conscientes del impacto logrado, posicionando la preocupación por la corrupción y la impunidad en el primer plano del debate nacional en todos los medios de comunicación, en las redes sociales y en las tertulias cotidianas. La concentración evangélica del día de año nuevo y la pastoral de los obispos dominicanos de esta semana podrían ser fruto de la esencia de la movilización ciudadana. La orden de los Jesuitas difundió un video exhortando a proseguir la lucha contra la corrupción y la impunidad.
Es obvio que el Gobierno y sus sustentadores han apostado a que la población se canse de marchar, guardando silencio frente a la movilización y sus demandas, pero no han podido dejar traslucir sus temores de que alcance mayores dimensiones, sobre todo cuando tiene pendiente en lo inmediato documentación de las acusaciones por el escándalo Odebrecht y salida de la incierta situación de las polémicas plantas de carbón, cuya finalización está afectada por la demanda de 708 millones de dólares adicionales para una obra considerada sobrevaluada desde su inicio.
Hay quienes se desesperan y preguntan si la MV podrá alcanzar su objetivo fundamental. Y la respuesta es que lo peor es darse por vencido o pretender que toda una cultura de corrupción puede ser desarraigada en cuestión de meses. El éxito de la lucha por la aplicación de la ley del 4% del PIB para la educación fue fruto de la persistencia de la movilización ciudadana durante varios años y era más fácil que poner límites a la corrupción y la impunidad.
De mediano y largo plazo. En los próximos meses empieza la renovación de órganos como el Tribunal Superior Electoral y el Tribunal Constitucional, que deben tener la atención de la MV por cuanto inciden en el control de la corrupción política y derechos ciudadanos. Sin descuidar el seguimiento firme al rosario de decenas de escándalos de corrupción pendientes de esclarecimiento y sanciones.
El programa de la MV tendría que implicar metas de mediano y largo plazo, como las reformas institucionales para dar vigencia a la independencia de los poderes del Estado, especialmente de la justicia y el Ministerio Público, y para constituir los órganos de control del Estado, desde la Suprema Corte y la Junta Central Electoral, hasta el Tribunal Superior Electoral, Tribunal Constitucional, Cámara de Cuentas y Defensoría del Pueblo. Y para que el Congreso cumpla su función fiscalizadora, sin barrilitos ni cofrecitos.
Estas metas son de mediano y largo plazo por cuanto implican una reforma constitucional que no saldrá de un Congreso controlado plenamente por el mismo partido gobernante, pero son fundamentales para la regeneración institucional y el control de la corrupción y de la persistente impunidad. Todo eso es más aglutinante que la petición de renuncia y/o de juicio político al presidente Medina, cuando este tiene bajo absoluto control todos los órganos del Estado.
Ni subestimar ni sobrestimar. Los sectores incidentes en la MV tienen que tener en cuenta que el PLD ni su Gobierno cederán nada si no se ven obligados, para lo cual al movimiento y a la oposición política partidista les falta acumular mucho más fuerza, evadiendo la confrontación con acciones que, como un paro general que algunos acarician, solo servirían para alejar sectores que apenas empiezan a caminar.
Algunos recuerdan las paralizaciones de los ochenta y noventa, pero olvidan que las promovían los sectores sindicales y populares, y estuvieron siempre acompañadas de coerción al comercio y los transportistas, con obstrucción de calles y carreteras, quemando gomas y árboles, y que nunca lograron cambios significativos. Métodos que desnaturalizarían los pacifistas de la MV que han movido hasta a las monjas con todo y hábitos y a sectores empresariales.
A atletas que apenas comienzan a caminar no se les puede proponer que salten obstáculos o emprendan maratones, sin riesgos de que se sienten o se lesionen. La dirección de la MV ha tenido éxito en contener a los más entusiastas que sobrestiman sus propias fuerzas y subestiman las de un Gobierno con amplio control político y social. También a quienes pretenden convertirla en partido político, desconociendo que ahí mismo empezaría a dividirse y reducirse, porque en ella participan militantes de una decena de grupos partidistas que no han pido concertar y menos unirse.
El programa de la MV tendría que implicar metas de mediano y largo plazo, como las reformas institucionales para dar vigencia a la independencia de los poderes del Estado, especialmente de la justicia y el Ministerio Público, y para constituir los órganos de control del Estado, desde la Suprema Corte y la Junta Central Electoral, hasta el Tribunal Superior Electoral, Tribunal Constitucional, Cámara de Cuentas y Defensoría del Pueblo. Y para que el Congreso cumpla su función fiscalizadora, sin barrilitos ni cofrecitos.
Estas metas son de mediano y largo plazo por cuanto implican una reforma constitucional que no saldrá de un Congreso controlado plenamente por el mismo partido gobernante, pero son fundamentales para la regeneración institucional y el control de la corrupción y de la persistente impunidad. Todo eso es más aglutinante que la petición de renuncia y/o de juicio político al presidente Medina, cuando este tiene bajo absoluto control todos los órganos del Estado.
Ni subestimar ni sobrestimar. Los sectores incidentes en la MV tienen que tener en cuenta que el PLD ni su Gobierno cederán nada si no se ven obligados, para lo cual al movimiento y a la oposición política partidista les falta acumular mucho más fuerza, evadiendo la confrontación con acciones que, como un paro general que algunos acarician, solo servirían para alejar sectores que apenas empiezan a caminar.
Algunos recuerdan las paralizaciones de los ochenta y noventa, pero olvidan que las promovían los sectores sindicales y populares, y estuvieron siempre acompañadas de coerción al comercio y los transportistas, con obstrucción de calles y carreteras, quemando gomas y árboles, y que nunca lograron cambios significativos. Métodos que desnaturalizarían los pacifistas de la MV que han movido hasta a las monjas con todo y hábitos y a sectores empresariales.
A atletas que apenas comienzan a caminar no se les puede proponer que salten obstáculos o emprendan maratones, sin riesgos de que se sienten o se lesionen. La dirección de la MV ha tenido éxito en contener a los más entusiastas que sobrestiman sus propias fuerzas y subestiman las de un Gobierno con amplio control político y social. También a quienes pretenden convertirla en partido político, desconociendo que ahí mismo empezaría a dividirse y reducirse, porque en ella participan militantes de una decena de grupos partidistas que no han pido concertar y menos unirse.
La coyuntura electoral. Los dirigentes de MV tienen también que seguir conteniendo las corrientes anti partidos, propias de coyunturas revolucionarias donde las masas se imponen a todo costo, lo que está lejos de la realidad. Su éxito dependerá de la persistencia en sus objetivos, como fue el caso del movimiento por el 4% del PIB para la educación, que logró imponer su meta en la campaña electoral del 2012, por su capacidad para negociar con los partidos, incluyendo al de Gobierno.
A menos que se produzca un desbordamiento de masas o un abrupto descalabro económico, que no están en el horizonte del corto plazo, el punto de inflexión para la Marcha Verde será la coyuntura electoral del 2020. Si llega con mayor fuerza podría obligar a los gobernantes a acoger sus reclamos, o a los partidos opositores a levantarlos en un amplio frente. Si ninguna de estas dos alternativas operan, entonces, y solo entonces, pudiera nacer alguna opción política nueva. Pero que nadie sueñe con programas revolucionarios ni ambiciosos, pues la coyuntura nacional ni la internacional parecen ni remotamente propiciarlos. Un proyecto de transición democrática que revierta el deterioro institucional, con respeto de la Constitución y la leyes, que contenga la corrupción, la impunidad y la carrera insostenible de endeudamiento y que mejore las políticas sociales y promueva equidad, sería una revolución en las circunstancias actuales.
A menos que se produzca un desbordamiento de masas o un abrupto descalabro económico, que no están en el horizonte del corto plazo, el punto de inflexión para la Marcha Verde será la coyuntura electoral del 2020. Si llega con mayor fuerza podría obligar a los gobernantes a acoger sus reclamos, o a los partidos opositores a levantarlos en un amplio frente. Si ninguna de estas dos alternativas operan, entonces, y solo entonces, pudiera nacer alguna opción política nueva. Pero que nadie sueñe con programas revolucionarios ni ambiciosos, pues la coyuntura nacional ni la internacional parecen ni remotamente propiciarlos. Un proyecto de transición democrática que revierta el deterioro institucional, con respeto de la Constitución y la leyes, que contenga la corrupción, la impunidad y la carrera insostenible de endeudamiento y que mejore las políticas sociales y promueva equidad, sería una revolución en las circunstancias actuales.
http://hoy.com.do/la-marcha-verde-debe-seguir-sin-cansarse-ni-sobrestimarse/
Mi artículo de la semana: https://t.co/174Qz3hRXl @InformativosTA @TeleAntillas2 @UnomasUnotv @CaroitJm @altagraciasa— Juan Bolívar Díaz (@JBolivarDiaz) 20 de enero de 2018