martes, 28 de enero de 2025

Subero Isa critica la justicia dominicana: ‘mala, cara y lenta’

Subero Isa critica la justicia dominicana: ‘mala, cara y lenta’

Subero Isa critica la justicia dominicana: ‘mala, cara y lenta’

Jorge Subero Isa, expresidente de la Suprema Corte de Justicia.

El expresidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, afirmó hoy que la justicia dominicana sigue con las mismas falencias: “mala, cara y lenta”.

Para el exrepresentante del Poder Judicial,  la justicia sigue arrastrando las  deficiencias de 1997, cuando el sistema de justicia experimento grandes avances desde el punto de vista institucional, donde se estableció la carrera judicial, la Escuela Nacional de la Judicatura  y la independencia de la justicia.

No obstante,  Subero Isa entiende que el problema de la justicia no solo es la mora, sino que el ciudadano requiere  de  una justicia  mucho más expedita  y sobre todo de calidad.

“La justicia no solo es aplicar la ley, sino lograr las pretensiones que se persiguen”, precisó.

Destacó los avances institucionales que se alcanzaron durante su gestión como presidente de esa alta corte.

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“Nosotros fuimos modelos en materia de sistemas judiciales, no lo digo yo, lo dicen los organismos internacionales y nuestros jueces fueron profesores  en El Salvador, Guatemala y Panamá ”, explicó el maestro Subero Isa.

 Sin embargo, el jurista precisó  que esos avances no implican que con ello mejoró la justicia, sino que la misma  sigue siendo “mala, cara y lenta”.

Sostuvo que basta con ir a un tribunal para ver la peripecia y los sinsabores que se pasan.

Entrevistado esta mañana en  el programa Hoy Mismo, que se transmite por Color Visión, canal 9,  el también  expresidente de la Junta Central Electoral  consideró que el Tribunal Constitucional  debe ser más cauteloso con sus decisiones porque se extralimitó con su sentencia sobre candidaturas independientes.

El exmagistrado no comparte la decisión, por considerar que todo lo que tiene que ver con  elecciones está bajo el monopolio de los partidos políticos.

Consideró que ese tema radica en torno al sistema de partidos políticos y  reconoció que el Congreso no tiene facultad para   deslindar candidaturas independientes.

Bajadero a sentencia

Cree que cualquier medida que se tome de carácter legislativo sobre el tema  va a chocar con la Constitución, porque habría que modificar la Constitución para permitir que de manera individual una persona pueda ser candidato.

“Por eso es que esas sentencias con carácter de imperativo son cuestionables. Yo dije que el TC se había excedido porque son atribuciones del Congreso Nacional”, señaló.

Cree que la única salida que tiene el Congreso contra el precedente sentado por el Tribunal Constitucional  es permitir que una persona independiente pueda pertenecer a una agrupación política.

Precisó que el único tribunal en el país capaz de poner al país patas arribas es el TC.

Cree que con la sentencia el TC puso al país patas arribas

Subero llamó a los partidos políticos a “sacar las manos” del Consejo Nacional de la Magistratura, porque los jueces de carrera no le deben esa posición a nadie, sino a su capacitación y formación.

Asimismo consideró que el tope de edad para ser miembros de las altas cortes debe de aumentarse para tomar en cuenta la experiencia y no desecharlos.

Choque de trenes real

El expresidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero, dijo hoy que se han producido los choques de trenes  que había pronosticado entre el Tribunal Constitucional y la Suprema Corte de Justicia  sobre algunos fallos  emitido por el órgano constitucional, pero que  eso se ha manejado  de forma soterrada.

PRM celebrará su décimo aniversario en el Pabellón de Volleyball el 1 de febrero | @PRM_oficial La actividad se realizará bajo la nueva identidad “por un mañana compartido”

PRM celebrará su décimo aniversario en el Pabellón de Volleyball el 1 de febrero
La actividad se realizará bajo la nueva identidad “por un mañana compartido”
28 de enero de 2025
Santo Domingo.- El Partido Revolucionario Moderno (PRM) anunció la celebración de su décimo aniversario, evento que tendrá lugar el próximo 1ro. de febrero en el Pabellón de Volleyball.
La celebración será una ocasión especial para reafirmar el compromiso del partido con la ciudadanía y su visión de un mañana compartido.
Bajo el lema “Por un mañana compartido”, el PRM presenta una nueva identidad que refleja su deseo de ser un partido más inclusivo y cercano a la gente. Este nuevo enfoque busca fomentar la participación activa de los ciudadanos en el proceso político, promoviendo un diálogo abierto y constructivo.
El presidente del partido, José Ignacio Paliza, destacó el aporte a la democracia dominicana y la ardua tarea realizada por tantos hombres y mujeres en la vida política del PRM.
El PRM es la construcción de un mañana compartido, de una visión conjunta de hombres y mujeres que procuran un mejor país. Y que con su esfuerzo y vocación dan de lo que tienen dentro en oportunidad a su más extrema y máxima capacidad, en otras, con espacios para mejoras, pero siempre dispuestos a escuchar, a construir y a sumar, en ese hermoso trayecto, que debe ser el de generar mejores condiciones, bienestar y capacidad para que el dominicano y la dominicana puedan cada vez sonreír”, aseguró Paliza.
Por su lado, la secretaria general del partido, Carolina Mejía, valoró el trabajo que se ha realizado en estos diez años.
“Tenemos un año de celebraciones, del compartir con quienes le da la esencia y mueven nuestro deseo de servir, que son nuestra gente. Lo que estamos haciendo con esta celebración es primero reconocemos ese liderazgo, que con su ejemplo supo hacer que permeara toda nuestra institución, ese compromiso necesario para construir una institución política que permitiera salir a la defensa y al fortalecimiento de nuestra democracia, como ha sido el PRM”, apuntó Mejía.
En tanto que el secretario de organización del partido, Deligne Asención, destacó que estos diez años han valido la pena y que han servido para rescatar la institucionalidad del país, la que dijo estaba en el
Momento de la fundación del PRM, comprometida. 
“La presencia del PRM en el escenario político, no solamente ha significado un partido que ha alcanzado
varias victorias electorales, si no que ha consolidado el sistema de partidos políticos de la República Dominicana, en un momento gravemente comprometido, y sin partidos políticos no hay sistema democrático”, aseguró.
El evento contará con la presencia de líderes del partido y con la presencia de Luis Abinader, presidente de la República. 
Durante la celebración, se llevarán a cabo diversas acoktividades que destacarán los logros alcanzados en la última década y las metas futuras del partido.
“Estamos en un momento crucial de nuestra historia política. Queremos construir un camino hacia un futuro en el que todos los dominicanos se sientan representados y escuchados”, expresó José Paliza, presidente del PRM. 
“Invitamos a todos a unirse a nosotros en esta celebración y en la construcción de un mañana compartido”, indicó Paliza. 
La comisión para la conmemoración del Décimo Aniversario informó además de diversas actividades que van a celebrarse durante todo el mes de febrero y que se extenderán a todo el año 2025, entre las que se destacan reconocimientos de trayectoria y aportes a la militancia del partido, cine forums, activaciones digitales, actividades para la juventud dominicana, entre otras. 
El PRM ha trabajado incansablemente en su compromiso con la democracia, la transparencia y el desarrollo sostenible del país. Con este aniversario, el partido busca reafirmar su papel como un actor clave en la política dominicana y continuar construyendo un espacio donde todos los ciudadanos puedan contribuir al bienestar de la nación.
La comisión organizadora de las actividades de las celebraciones del 19 aniversario del PRM la encabeza los miembros dirección ejecutiva Gloria Reyes, Rafael Santos, Elizabeth Mateo, además Dionicio de los Santos e Iñigo Larrazabal, entre otros miembros.

Seguimos viviendo bajo el capitalismo, no bajo el “tecnofeudalismo” | Por Henry Nieve | Reseña de Technofeudalism: What Killed Capitalism de Yanis Varoufakis (Penguin, 2023)

Seguimos viviendo bajo el capitalismo, no bajo el “tecnofeudalismo”
| Por Henry Nieve
El libro de Yanis Varoufakis, Technofeudalism, ofrece una visión aguda del auge del "capital de la nube", pero lo interpreta erróneamente como la inauguración de un sistema económico completamente nuevo. El enemigo sigue siendo el capitalismo, aunque en una forma novedosa.

Reseña de Technofeudalism: What Killed Capitalism de Yanis Varoufakis (Penguin, 2023)

El ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis tiene un atractivo parecido al de las historias de viajes en el tiempo. Nos permiten imaginar no sólo que cambiamos el pasado, sino que rechazamos por completo el peso de la historia. Al detener a Skynet o al secuestrar al bebé Hitler, el viajero en el tiempo se enfrenta a las fuerzas políticas y económicas estructurales que definen su propio presente y dice no . Celebramos cuando las mareas impersonales de la historia se ven rechazadas por la intención contingente de los seres humanos.

Esto era lo que muchos en la izquierda esperaban en 2015, cuando Varoufakis y una mayoría de griegos dijeron no a las demandas de austeridad de sus acreedores europeos. Desafortunadamente, la historia tiene dientes: Syriza aprobó un paquete de rescate aún peor que el que los griegos habían rechazado en referendo, y Varoufakis dimitió consternado. Desde entonces ha seguido luchando contra la oligarquía como político y escritor.

El último libro de Varoufakis, Technofeudalism: What Killed Capitalism (Tecnofeudalismo: lo que mató al capitalismo ) , sostiene que el presente es una especie de retorno al pasado. En su opinión, el “capital de la nube” centrado en las rentas ha desplazado al capital terrenal, gracias en particular a una combinación de privatización de Internet y política monetaria posterior a 2008. El resultado es el “tecnofeudalismo” que le da nombre al libro, en el que los “cloudalistas” extraen valor a través de sus feudos de plataformas y su armamento de datos. A diferencia del capitalismo, el tecnofeudalismo sustituye las rentas por las ganancias y el poder monopólico por la competencia de mercado.

En su haber, Varoufakis se anticipó a las sorpresas que seguramente suscitará su argumento de que el capitalismo está muerto, y se esfuerza por convencer a los lectores escépticos. A mí no me convenció.

El intento de Varoufakis de demostrar que el tecnofeudalismo no es simplemente otra de las “muchas e impresionantes metamorfosis” del capitalismo comienza con un curso intensivo sobre materialismo histórico, tecnología y dinero a través de conversaciones con su padre. Estas conversaciones enmarcan el libro y, gracias tanto a la prosa cautivadora de Varoufakis como a la sólida sensibilidad teórica de su difunto padre, este recurso funciona bien a lo largo de todo el libro. El talento de Varoufakis para explicar los acontecimientos económicos en un lenguaje accesible brilla a lo largo de los dos primeros capítulos, que sirven como una introducción rápida a la historia capitalista reciente, tan eficaz como poco ortodoxa.

"Varoufakis ha anticipado las sorpresas que seguramente generará su argumento de que el capitalismo está muerto, y trabaja duro para convencer a los lectores escépticos."

El argumento más particular del tecnofeudalismo comienza en el tercer capítulo, que pretende distinguir el capital de la nube de su variante terrestre anterior. Lo que Varoufakis llama el “poder de mando” del capital se deriva de los primeros cercamientos de tierras de la era moderna, que destruyeron el uso común de la tierra y convirtieron tanto la tierra como el trabajo en mercancías de mercado. Varoufakis compara esto con la privatización de Internet: el paso de la era anárquica de las páginas personales y los foros a las propiedades estériles de Facebook. Esta comparación es acertada, pero plantea un problema lógico para su argumento.

Lo que hace el cercamiento es mercantilizar (sus divisiones son cercas cortas, no altos muros de castillo) y establece específicamente el poder de mercado . Por eso el cercamiento de tierras ayudó a introducir el capitalismo, y por eso esperaríamos que el cercamiento digital lo intensificara. Para que la privatización de Internet produzca en cambio un nuevo feudalismo, el capital de la nube tendría que ser estructuralmente distinto del capital ordinario.

Según Varoufakis, los “capitalistas de la nube” impulsados ​​por datos llevan el poder capitalista mucho más lejos que nunca gracias a algoritmos de refuerzo, que apuntan a manipular nuestro comportamiento y aprovechar los datos de los usuarios para optimizar esa manipulación: encontrar el contenido más compartible, la publicidad más efectiva, los videos más adictivos. Varoufakis advierte siniestramente que, a medida que entrenamos dispositivos como Alexa, ellos también nos entrenan a nosotros, y si bien podríamos resistirnos a los poderes meramente humanos de los publicistas del siglo XX, el “poder de mando de Alexa es sistémico, abrumador, galáctico”.

Pero ¿es así? El objetivo principal de gran parte de los datos del capital de la nube es la publicidad. El “control” del comportamiento de los consumidores por parte de Amazon es, en el mejor de los casos, un esfuerzo por hacernos comprar más cosas. Las suscripciones Prime, con su rápida renovación, sí fomentan más compras, y los datos publicitarios sin duda ayudan a Amazon a determinar qué productos vender. Pero Alexa, sin duda, no lo ha hecho. Lejos de ser un activo, Alexa ha sido una pérdida de miles de millones de dólares.

Contrariamente a los discursos motivadores que podrían atraer a los inversores (y que Varoufakis suele repetir en sus análisis de la tecnología, aunque con las conclusiones morales invertidas), Alexa ha demostrado ser imposible de monetizar. El diálogo prometido que se refuerza a sí mismo se ha convertido en su mayor parte en una cadena inútil de peticiones mundanas: “Alexa, pon a Taylor Swift! Alexa, dime el tiempo!”. Un poder galáctico, en efecto. A pesar de la saludable atención a la infraestructura física detrás de la nube, se toma demasiado en serio las promesas de los promotores tecnológicos de crecimiento exponencial. Una y otra vez, estos discursos de marketing han demostrado ser huecos. Gran parte del capital de la nube es simplemente vapor.

"Varoufakis se toma demasiado en serio las promesas de crecimiento exponencial de los promotores tecnológicos. Una y otra vez, estas narrativas de marketing han demostrado ser falsas. Gran parte del capital de la nube es simplemente vapor."

Varoufakis se explaya sobre el poder que tienen los “cloudalistas” ( cloudalismo habría sido un título y un argumento más adecuados) cuando analiza la reproducción del capital de la nube. Describe un sistema de “proletarios de la nube”, trabajadores explotados como los de las fábricas de Amazon, así como “siervos de la nube”, que producen libremente los valiosos datos del capital de la nube (pensemos en el contenido de las redes sociales o en la información de Google Maps). Como resultado, las empresas tecnológicas obtienen enormes ingresos del trabajo no remunerado y, en consecuencia, la proporción de sus ingresos correspondiente al trabajo es un orden de magnitud menor. Se trata de un nuevo desarrollo y un cambio económico significativo, pero no de una servidumbre.

Los usuarios de las plataformas sociales, si es que todavía podemos llamarlos así de manera creíble, existen en un espectro entre dos polos, y ambos están más cerca de ser proles que de servidumbres. En primer lugar, tenemos a los consumidores, que en su mayoría ven contenido y publican algo para una pequeña audiencia, y a los productores, como los influencers, cuya actividad principal es producir contenido y, a menudo, vender productos ellos mismos. Los consumidores-usuarios no son servidumbres: en realidad pueden abandonar las plataformas y hacerlo todo el tiempo.

Más importante aún, los usuarios productores tampoco son siervos. Son trabajadores asalariados de forma aleatoria, a quienes se les paga con salarios inciertos y cambiantes o con la esperanza de recibirlos en el futuro. Los usuarios productores con el mayor poder de mercado se pasan a otras plataformas en busca de mejores condiciones con bastante regularidad, mientras que las masas con menos seguidores buscan lo que pueden obtener a medida que surgen diferentes plataformas. Todo esto es decididamente capitalista.

¿El fin de los mercados?

Apesar de estos errores, el relato de Varoufakis sobre la historia económica y financiera reciente es a menudo encomiable. En su opinión, la clave del auge del capital en la nube es la política de los bancos centrales. Con el dinero fluyendo libremente desde los bancos centrales, empresas como Amazon se centraron en acaparar el "dominio total del mercado" en lugar de las ganancias, creciendo mientras perdían dinero a raudales. La síntesis de Varoufakis de los acontecimientos monetarios y de Internet capta de manera accesible los defectos de nuestro mundo financiarizado y quebrado.

Por ejemplo, la anécdota inicial del cuarto capítulo menciona a los comerciantes de la City de Londres en el verano de 2022 celebrando las malas noticias económicas porque sabían que el Banco de Inglaterra respondería con medidas de estímulo económico de las que se beneficiarían. Este capitalismo invertido, en el que los beneficios son lo último, es realmente extraño y merece la consideración que le dedica Varoufakis. Pero la narrativa más amplia del cambio económico que intenta justificar a través de ella es decididamente poco convincente.

"Los productores-usuarios no son siervos, sino trabajadores asalariados de manera aleatoria, a quienes se les paga un salario incierto y cambiante o con la esperanza de recibirlo en el futuro."

Al no prestar atención al movimiento real del valor dentro de las empresas que analiza, Varoufakis tergiversa el cambio que encarnan en la economía en general. Sostiene que estamos entrando (de hecho, ya estamos) en un mundo feudal de feudos que buscan rentas impulsados ​​por un capital en la nube en evolución, y ya no en un mundo de mercados que buscan ganancias.

En su explicación, el “poder del capital de la nube sobre nuestra atención” le permite cobrar a los productores de mercancías una renta (que distingue de la ganancia al definir la renta como “no vulnerable a los mercados”). Pero el negocio central del capital de la nube, la publicidad, es completamente vulnerable a los mercados y, de hecho, constituye un mercado en sí mismo.

La defensa de Varoufakis contra la obvia objeción de que el capital de la nube sigue participando en la competencia de mercado es caracterizar esto como un conflicto feudal. Todos sus ejemplos sugieren lo contrario. Nos dice que “el éxito de TikTok a la hora de robar la atención de los usuarios a otros sitios de redes sociales no se debe a los precios más bajos que ofrece ni a la mayor calidad de las 'amistades' o asociaciones que permite”, sino que “creó un nuevo feudo en la nube para los siervos de la nube en busca de una experiencia en línea diferente a la que migrar”.

Pero la característica que define a los siervos es que no migran libremente, y la verdadera razón por la que los usuarios migraron a TikTok fue, como es sabido, su algoritmo inquietantemente eficaz; en otras palabras, porque competía eficazmente en el mercado. Varoufakis nos dice que Disney Plus ha competido con Netflix sólo ofreciendo películas diferentes y, por lo tanto, está enfrascado en un conflicto feudal en lugar de capitalista.

Sin embargo, competir en el ámbito del contenido no es menos competencia de mercado que competir en el ámbito del precio. Según este criterio, Coca-Cola y Pepsi serían feudales, simplemente porque también tienen el monopolio de su propia propiedad intelectual. Asimismo, Varoufakis se equivoca cuando dice que “los resultados de búsqueda no se producen para ser vendidos”; se venden, literalmente, a los anunciantes. Existen interesantes paralelismos históricos en el mundo del capital en la nube, pero, al igual que el cercamiento, no son feudales: Roblox Corporation, por ejemplo, ha resucitado el título de empresa de la ciudad minera del siglo XIX.

Competencia y mando

El  tecnofeudalismo refleja mejor las ambiciones de las élites que sus capacidades reales. Esto queda claro en el relato de Varoufakis sobre la compra de Twitter por parte de Elon Musk, que presenta como el mejor ejemplo posible de las ideas que nos ofrece el término. Varoufakis se toma en serio el interés de Musk en una “aplicación para todo” similar a WeChat y sostiene que la compra de Twitter con ese fin fue una elección obvia, desde una perspectiva tecnofeudal: Musk tenía un imperio empresarial terrenal, pero quería un feudo en la nube.

A pesar de las explicaciones encontradas sobre el ego de Musk o su adicción a su propia plataforma, esto bien podría explicar sus objetivos. Pero cada vez parece más probable que Twitter sea absorbido por los bancos o que dependa de una especie de situación de renta inversa, en la que Musk apuntale su fracaso tecnofeudal con sus éxitos capitalistas.

Twitter tampoco es una excepción: los esfuerzos mejor capitalizados para aprovechar el capital de la nube en un mundo de “metaverso” infinitamente monetizable han demostrado ser fracasos estrepitosos. El metaverso de Mark Zuckerberg literalmente no tenía piernas hasta hace poco y todavía no tiene prácticamente usuarios, mientras que Epic Games ha despedido a cientos de empleados y actualmente está ganando dinero de una manera decididamente terrestre: haciendo propaganda para las grandes petroleras. Tenemos todas las razones para suponer que el esfuerzo decididamente peor administrado de Musk tendrá aún peores resultados.

Los capitalistas llevan mucho tiempo intentando alcanzar la velocidad de escape y volverse inmunes a la competencia del mercado; también han fracasado durante mucho tiempo. Las redes sociales siguen compitiendo por nuestra atención, y el “contenido” de la nube debe competir por nuestro tiempo. Sería fácil seguir enumerando ejemplos del relato de Varoufakis y explicar exactamente cómo dependen de los mercados y las ganancias en lugar de las rentas feudales. Lo que importa es esto: desde los anuncios hasta los precios de las acciones, el imperativo de competir es tan fundamental para el capital de la nube como para cualquier otro capital.

Por supuesto, los contornos de esta competencia y sus implicaciones para la sociedad han cambiado drásticamente y, en el mejor de los casos, el libro de Varoufakis ofrece una visión del cómo y el porqué de estos cambios. Es a la vez convincente y esclarecedor al demostrar que la economía de la década de 2020 no es la economía de la década de 1990, pero el capitalismo tiene una larga historia. Al insistir en que estamos viendo el fin del capitalismo, Varoufakis pasa por alto lo que, en última instancia, es otro cambio en el capitalismo, un cambio que su narrativa atractiva y a menudo convincente de otro modo podría habernos ayudado a abordar. Todo lo que explica tan bien, su término central y su marco lo oscurecen.

"Al insistir en que estamos viendo el fin del capitalismo, Varoufakis pasa por alto lo que, en última instancia, es otro cambio en el capitalismo, uno que su narrativa cautivadora y a menudo convincente de otro modo podría habernos ayudado a enfrentar."

El relato de Varoufakis sobre la disminución de la competencia, y el libro en general, están impregnados de una sensación de que la competencia de mercado es buena, tal vez una impresión destinada a ayudar a ganar lectores menos socialistas (¡un público importante y necesario!). Es evidente que se pretende que veamos el “tecnofeudalismo” como algo peor que el capitalismo, en parte debido a la pérdida de la competencia de mercado, que al menos puede producir nuevas tecnologías innovadoras y precios más bajos, permitiendo al mismo tiempo que surjan nuevos rivales.

Pero los mercados son la base misma de la dominación de clase capitalista. La competencia por los consumidores y los inversores, no la avaricia feudal ni la visión conquistadora, obliga a los capitalistas a extraer un valor cada vez mayor de los trabajadores, ya sea en la fábrica o en Internet.

Al presentar una (supuesta) salida de la competencia de mercado como una intensificación de la dominación de clase, Varoufakis caracteriza erróneamente al capitalismo pasado y presente. Cuando afirma que el capital tiene el poder de mandar, o que los tres grandes inversores institucionales (BlackRock, State Street y Vanguard) “son efectivamente dueños del capitalismo estadounidense”, está siendo impreciso. El capital y quienes lo poseen pueden mandar sólo en la medida en que puedan obtener mayores ganancias o al menos la percepción de ganancias futuras; como dijo Karl Marx: “El capitalista sólo tiene poder como personificación del capital”.

En este sentido, es ilustrativo el gesto en gran medida vacío de las Tres Grandes en relación con las preocupaciones “ambientales, sociales y de gobernanza” (ESG, por sus siglas en inglés). En el mejor de los casos, se trata simplemente de un esfuerzo por considerar cuestiones económicas de largo plazo y no solo los retornos inmediatos, lo que ha decepcionado a los inversores (las inversiones sostenibles aún tienen dificultades para competir con los combustibles fósiles) y ha provocado una reacción feroz de la derecha, en particular de los administradores de pensiones de los estados republicanos. El CEO de BlackRock abandonó el término este año, mientras que los administradores de activos estadounidenses han comenzado a restar importancia a las preocupaciones climáticas .

El mayor impacto de los criterios ESG hasta el momento probablemente haya sido obligar a muchos de nosotros a tomar conciencia de Vivek Ramaswamy . Frente a los imperativos de lucro del mercado, los capitalistas que administran riquezas imposiblemente grandes no pudieron lograr ni siquiera un cambio leve, razonable y rentable a largo plazo en el modo de pensar de las inversiones. La dinámica del mercado del capital —no los sueños de renta de los capitalistas— sigue impulsando la economía actual.

Política de la nube versus política de clases

Las  tecnologías del capital de la nube son inquietantes porque intensifican la competencia en el mercado, cerrando sistemáticamente espacios de tiempo y espacio que aún no han sido mercantilizados. Esto tiene importantes implicaciones para la manera en que enfrentamos los desafíos del presente. Sin embargo, el diagnóstico erróneo de Varoufakis sobre nuestra economía política conduce a una teoría confusa e inútil del cambio social.

Varoufakis sostiene que la política ya no se define por el conflicto entre el trabajo y el capital. En cambio, tenemos una política de identidades que, en su opinión, favorece al capital de la nube en todo el espectro político: la “alt-right” recibe una supremacía blanca magnificada por algoritmos, mientras que la izquierda recibe conferencias ciegas a la clase sobre Diversidad, Igualdad e Inclusión . Críticas útiles de la política de identidades, como la de Olúfẹ́mi O. Táíwò, han enfatizado las formas en que su potencial radical a menudo se ve socavado por el capitalismo. Dado que Varoufakis declara que el capitalismo está muerto, en cambio recibimos una caracterización errónea y confusa del panorama político contemporáneo, que incluye quejas sobre el “relativismo” de izquierda.

También recibimos un ataque de despedida innecesario (y, hablando como una persona no binaria, perturbador) a la “guerra civil” de la izquierda sobre la definición de “mujer”, que parece inconsistente con las claras defensas que Varoufakis hace de los derechos trans en otros lugares. Afortunadamente, Varoufakis no lleva este tipo de análisis a su conclusión rojimarista más típica al estilo de la revista Compact , ni su certificado de defunción para el capitalismo motiva un abandono de la política de izquierda.

En lugar de eso, propone que la “reconfiguremos fundamentalmente”. Como los mercados están muertos y las políticas de identidad son divisivas, Varoufakis alienta una nueva coalición basada en experiencias compartidas de explotación tecnofeudal que conecte a los “proletarios de la nube”, los “siervos de la nube” y “al menos algunos capitalistas vasallos”. Juntos podrían participar en una “movilización de la nube” por la democracia y la igualdad económica.

Como ejemplo de acción antitecnofeudal, Varoufakis sugiere una filtración al estilo de los Papeles de Panamá que exponga “las conexiones digitales ocultas entre los cloudalistas, las agencias gubernamentales y los malos actores como las compañías de combustibles fósiles”. Sospecho que está sobrestimando la cantidad, la magnitud y la importancia de las conexiones ocultas aquí, nuevamente debido a su desdén por el capitalismo. Los “cloudalistas” y los capitalistas en general son una clase que explota principalmente a través del poder de mercado, no individuos que gobiernan mediante conspiraciones, sin importar cuánta corrupción y malicia estén involucradas en la dominación de clase.

"Varoufakis alienta una nueva coalición basada en experiencias compartidas de explotación tecnofeudal que conecte a los “proletarios de la nube”, a los “siervos de la nube” y a “al menos algunos capitalistas vasallos”."

Más importante aún, los trabajadores no están a un viaje a Bohemian Grove de distancia del socialismo. Mucha gente reconoce que las élites son corruptas y crueles. La razón por la que muchos estadounidenses respondieron al desastre del tren de Palestina Oriental con teorías conspirativas en lugar de llamamientos a la nacionalización de los ferrocarriles es la forma en que se dirige esta animosidad. La política de clase anticapitalista puede ayudarnos a comprender y desafiar el poder de la clase dominante. La política de la nube antitecnofeudal, en cambio, lo mistifica. La solidaridad de clase y la política de clase funcionan porque conectan a las personas a través de intereses y experiencias reales compartidos. La solidaridad de la nube no.

De hecho, la coalición propuesta por Varoufakis con los “capitalistas vasallos” amenaza con algo peor que un callejón sin salida político. Consideremos otro ejemplo de capital en la nube en la industria de los videojuegos: Valve Corporation, irónicamente el antiguo empleador de Varoufakis, utiliza el dominio del mercado de su plataforma de juegos para PC Steam para llevarse un enorme 30 por ciento de todas las ventas de las empresas de juegos capitalistas vasallos. Las más grandes de estas empresas siguen ganando miles de millones, al tiempo que obligan a muchos de sus trabajadores mal pagados a realizar horas extras obligatorias. Un análisis tradicional de izquierda del capitalismo sugiere una alianza con estos trabajadores, empezando por ayudarlos a sindicalizarse. Un análisis tecnofeudal, en cambio, apuntaría a una alianza con sus jefes.

Esto es condenatorio, en particular debido a los mercados y las ganancias que Varoufakis minimiza. Los trabajadores explotados producen bienes más baratos, de los que se benefician los consumidores; esta es una de las razones por las que las empresas que preocupan a Varoufakis pueden evadir la ley antimonopolio estadounidense, ya que el poder judicial actualmente se centra estrictamente en los efectos de los monopolios sobre los precios, a menudo beneficiosos.

Si una formación política que conecte a los consumidores-usuarios siervos de la nube con los capitalistas vasallos es viable, probablemente enfatizaría estos intereses de mercado compartidos, en detrimento de la solidaridad de clase. Una política de este tipo basada en los intereses y la identidad de los consumidores-usuarios probablemente se parecería más a un boicot a la cerveza Bud Light o a un bombardeo de críticas de películas y videojuegos que a una revolución socialista.

"Los mercados alientan todo lo que la peor persona del mundo esté dispuesta a hacer y pueda hacer sin sufrir daños. Las estrategias de boicot basadas en cambiar a quién le decimos que sí no pueden liberarnos."

Las pocas sugerencias concretas que Varoufakis ofrece para la “movilización en la nube” indican aún más los límites de la acción de los consumidores. Fuera de la superfuga mencionada anteriormente, todas ellas son acciones basadas en el mercado. Propone un boicot hipotético de un día a Amazon que “haría bajar el precio de las acciones de Amazon de maneras que ninguna acción laboral tradicional podría lograr”.

Esto fracasaría invariablemente debido a la misma competencia de mercado que Varoufakis nos dice que está muerta: el dominio del mercado de Amazon depende de su explotación de los trabajadores de almacén y de reparto, lo que reduce los costos y los tiempos de entrega. Cualquier competidor utilizaría un aumento en su propia participación de mercado e inversión para alcanzar, y luego superar, el nivel actual de explotación de los trabajadores de Amazon. Este es el terror del capitalismo: todo lo que la peor persona del mundo esté dispuesta a hacer y pueda hacer sin problemas, los mercados lo alientan. Siempre que alguien, ejecutivo o trabajador, dice no a cualquier tipo de explotación, el imperativo de las ganancias empodera a alguien más que dirá sí. Las estrategias de boicot basadas en cambiar a quién le decimos que sí no pueden liberarnos.

En teoría, una combinación increíblemente bien coordinada de muchas acciones de mercado podría lograr un cambio, y Varoufakis sugiere boicots más específicos y, por lo tanto, potencialmente más viables, contra injusticias ambientales o laborales específicas. Pero, en el mejor de los casos, se trata de acciones de mitigación, no de un medio para cambiar el mundo, como sugiere. Lo mismo se aplica a sus otras propuestas: boicots a las contribuciones a los fondos de pensiones (si los gerentes de los Tres Grandes no pudieron hacer que se aplicaran los criterios ambientales, sociales y de gobernanza, ¿cómo lo haríamos nosotros?) y huelgas de pagos de servicios públicos. Lo que Varoufakis no entiende es esto: los mercados no son un ámbito para disputar la dominación. Bajo el capitalismo, son dominación .

Rechazar el capitalismo nos obligará a rechazar el poder del mercado e imaginar un mundo sin él. El futuro preferido de Varoufakis, presentado aquí a través de una adaptación de su libro de 2020, Another Now, en cambio los acepta y aboga por una economía de “empresas democratizadas” que permitan “mercados de productos verdaderamente competitivos”.

Si bien los socialistas pueden y deben discrepar sobre el papel adecuado de los mercados en la organización de la actividad económica, ese debate es inútil si comienza con una idealización equivocada de la competencia “real”. Varoufakis quiere un bien común, donde los seres humanos tomen decisiones en lugar de algoritmos, un mundo donde decisiones como el rechazo del pueblo griego en 2015 a la austeridad impuesta por la UE puedan tener importancia. Todos deberíamos y podemos estar agradecidos de tener un camarada como él. Pero lo opuesto a un bien común sigue siendo un mercado.

https://jacobin.com/2023/10/cloud-capitalism-technofeudalism-serfs-cloud-big-data-yanis-varoufakis