Puntos de vista sábado, 28 de abril de 2018
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EN PLURAL
Antagonismo, ¡pa’fuera!
No tengo lo que se llama comúnmente buen oído.
Desentono al cantar, cuando Mario me oye gorjeando en el baño, grita “mejor recita”. No lo asumo como elogio a mis cualidades de declamadora, es un ¡cállate! que merezco.
Sin embargo, con respecto a los grupos que operan dentro de mi partido, el PRM, me apetece cantar, después de la Convención interna, “no soy de aquí, ni soy de allá” versos de una canción de Facundo Cabral.
No estoy, ni mucho menos “pertenezco” a ningún grupo; en primer término, porque no siendo un objeto, no puedo ser propiedad de nadie.
Cada vez que escucho a un compañero o compañera decir esa frase “soy de fulano o mengano” me irrito. Esclavitud no rima con democracia, ni la lealtad con servilismo.
Es segundo término, no participo en ningún grupo, porque a mi edad, debo reservar mi fuerza, mi ánimo, mi trabajo y mis lealtades, al todo, que es el Partido.
Tengo muchas razones lógicas para pensar y actuar en plural y no en singular: una es tan obvia que resulta pleonástica, y es que, como aprendí en psicología cuando estudié la teoría de Gestalt, “el todo es siempre mayor que la suma de sus partes”.
Esa afirmación tiene una fuerza doble: no solo nos recuerda la más simple de las operaciones matemáticas, una parte + la otra, al sumarse, son más que cada una de ellas, por separado.
La pertinencia de la operación consiste en que, por el efecto de percepción, y que es una corriente psicológica, esa suma producirá un efecto tal, que se percibirá mayor de lo que estrictamente es.
Los compañeros perremeístas que me lean deberán entender, antes de argumentar lo contrario, algo más simple y fácil aun, una verdad tan evidente que se impone: ningún candidato, entiéndase, NINGUNO de los jefes de grupo, gana elecciones, si el PRM se divide.
El compañero que, por querer agradar a su “jefe” de grupo, o porque cree de verdad que su preferido es el mejor, el único que puede ganar, a los peledeístas, debe creer y luchar por él, en buena lid, durante la campaña interna, eso es válido, la democracia lo permite.
Lo que no puede hacer, porque sería una estupidez política, es denostar al otro compañero que aspira a la Presidencia de la República.
El “marketing” político tiene las mismas normas que el comercial: se proclaman las virtudes del objeto que se vende, en el caso de elecciones el producto a vender es el candidato, pero no se resaltan los déficits del rival.
¿Han escuchado mis compañeros alguna vez un anuncio de un jabón, diciendo que el de otra marca huele mal, o da alergia? No, el anuncio solo proclamará que el jabón que se promociona, tiene un aroma delicioso, y deja la piel suavecita.
Hablar mal del “otro” es como desvestir a un santo antes de salir la procesión. Si ese santo presidirá el desfile, nadie se persignará ante lo que vea: despojado de la vestimenta, el santo se presenta como un feo armazón de madera, no despertará fervores.
Lo mismo pasaría si, después que el PRM decida su candidato presidencial, y que este no sea su jefe de grupo, el compañero trate de persuadir al vecino, al amigo, al que vote por el anteriormente presentado como un “cuco”. ¿Cómo responderá esa persona? ¿No es ese el que se presentó hace poco como el feo de la película?
Si se quiere que el PRM acuda a las elecciones con un candidato bien situado y apreciado por la mayoría, el fervor grupal tiene que irse sosegando, sustituido por una promoción del partido, de sus planes y proyectos, como oposición firme, al candidato del gobierno peledeísta.
Todas las horas que los compañeros agrupados gastan -desperdician- en confrontaciones, bien pueden ser usadas en hacer lo que llamo “Animación político-cultural”.
En el trabajo, comentar los últimos aumentos que hacen que ir al Super sea subir al calvario.
En el vecindario, alarmarse al encontrarse con los vecinos, por la cuenta exorbitante este mes de la energía eléctrica.
En los autobuses, o en los carritos de concho, opinar acerca de alguna noticia sobre escándalos de corrupción. Son tantos que hay un menú para elegir.
Ocupando así su tiempo, y desahogado su legítimo derecho a la crítica, los compañeros “agrupados” aplicarán lo que aprendí hace 50 años en la UASD: la diferencia entre contradicciones antagónicas, primarias y las secundarias.
Nuestro antagonista es el “Enemigo del Pueblo”, parafraseando el título de la obra de Ibsen, los peledeístas que nos gobiernan, que nos saquean, no los compañeros situados en un grupo diferente al nuestro.
Nuestros verdaderos adversarios están en la acera de enfrente, en nuestra casa, que es nuestro partido, solo debemos ver a compañeros. ¡Así se gana!
https://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2018/04/28/512635/antagonismo-pafuera