Una inseguridad urbana sin espacio seguro
El pasado lunes 26 se cometió otro aparatoso asalto con armas largas en un centro comercial de gran superficie en el Gran Santo Domingo, nuevamente se hace evidente que la inseguridad y la criminalidad en ciudades con grandes niveles de desigualdad, exclusión y reclusión social se expande en proporciones similares al incremento de esos indicadores y que, en este tipo de ciudades, no hay santuario seguro contra la violencia y la inseguridad ciudadana y que tampoco la actividad comercial o empresarial puede crear un coto seguro, por más esfuerzos que en ese sentido quiera hacer.
No sería descaminado afirmar que el referido incremento guarda una estrecha relación con los incontrovertibles datos que indican que, en cuanto a desarrollo humano, de transparencia en el manejo de las instituciones y cosa pública, este país va en caída libre. Por lo cual, la inseguridad, criminalidad y violencia urbana constituyen un fenómeno de carácter estructural, directamente ligado a la forma de dominio político, de producción y acumulación de riqueza en este o cualquier país. Diversos estudios sobre el referido tema así lo evidencian, particularmente la encuesta ENHOGAR 2015.
En efecto, los datos que arroja esa encuesta evidencian que el incremento de la inseguridad ciudadana es sistemático y general en el país, pues el estudio establece una comparación de la evolución de esa circunstancia en términos temporal, espacial y territorial. En el gran Santo Domingo el tema de la inseguridad es tocado en el 73.8% de los hogares, en las grandes ciudades es de 77.1%, en el resto urbano de 71.1%, llamando la atención de que en la zona rural un elevado 67.7% de los hogares expresa preocupación por ese tema. Eso estaría evidenciando la tenue frontera que separa lo urbano de lo rural en esta sociedad.
Igualmente, el problema es sentido de manera más agudo en el norte del Cibao, un 79.4%; en general, un 73% de las mujeres habla (y sufre) más de violencia que los hombres, un 70.5% de estos dice sufrirla. Sin embargo, es notorio que, en cuanto a victimización, en la zona metropolitana de Santo Domingo un alto 15.7% afirma ser víctima de robo o robo intento en sus viviendas y un 17.7% dice que sufrieron un atraco, frente 8% en el Cibao, un número relativamente bajo en relación a otros datos sobre la inseguridad en esa zona, pero quizás consistente si se tiene en cuenta que la pobreza, la desigualdad social y espacial son mucho más acentuadas, en términos absoluto y relativo en el área metropolitana de Santo Domingo.
Más de la mitad de la población dice sentir algo o mucho miedo; un alto 54.3% en la zona rural dice andar muy vigilante; en el Santo Domingo metropolitano un 59.3%, un altísimo 66% en el nordeste del Cibao. Estos datos evidencian que el flagelo de la criminalidad e inseguridad urbana no se detiene en las puertas de esas ciudades virtuales que son los multicentros, que la ciudad es un gran tema nacional, porque ciudades con síntomas de grave enfermedad, como las nuestras, recluyen la gente en sus hogares, expulsan muchos de sus talentos hacia los países ricos y afectan la economía toda.
No sería descaminado afirmar que el referido incremento guarda una estrecha relación con los incontrovertibles datos que indican que, en cuanto a desarrollo humano, de transparencia en el manejo de las instituciones y cosa pública, este país va en caída libre. Por lo cual, la inseguridad, criminalidad y violencia urbana constituyen un fenómeno de carácter estructural, directamente ligado a la forma de dominio político, de producción y acumulación de riqueza en este o cualquier país. Diversos estudios sobre el referido tema así lo evidencian, particularmente la encuesta ENHOGAR 2015.
En efecto, los datos que arroja esa encuesta evidencian que el incremento de la inseguridad ciudadana es sistemático y general en el país, pues el estudio establece una comparación de la evolución de esa circunstancia en términos temporal, espacial y territorial. En el gran Santo Domingo el tema de la inseguridad es tocado en el 73.8% de los hogares, en las grandes ciudades es de 77.1%, en el resto urbano de 71.1%, llamando la atención de que en la zona rural un elevado 67.7% de los hogares expresa preocupación por ese tema. Eso estaría evidenciando la tenue frontera que separa lo urbano de lo rural en esta sociedad.
Igualmente, el problema es sentido de manera más agudo en el norte del Cibao, un 79.4%; en general, un 73% de las mujeres habla (y sufre) más de violencia que los hombres, un 70.5% de estos dice sufrirla. Sin embargo, es notorio que, en cuanto a victimización, en la zona metropolitana de Santo Domingo un alto 15.7% afirma ser víctima de robo o robo intento en sus viviendas y un 17.7% dice que sufrieron un atraco, frente 8% en el Cibao, un número relativamente bajo en relación a otros datos sobre la inseguridad en esa zona, pero quizás consistente si se tiene en cuenta que la pobreza, la desigualdad social y espacial son mucho más acentuadas, en términos absoluto y relativo en el área metropolitana de Santo Domingo.
Más de la mitad de la población dice sentir algo o mucho miedo; un alto 54.3% en la zona rural dice andar muy vigilante; en el Santo Domingo metropolitano un 59.3%, un altísimo 66% en el nordeste del Cibao. Estos datos evidencian que el flagelo de la criminalidad e inseguridad urbana no se detiene en las puertas de esas ciudades virtuales que son los multicentros, que la ciudad es un gran tema nacional, porque ciudades con síntomas de grave enfermedad, como las nuestras, recluyen la gente en sus hogares, expulsan muchos de sus talentos hacia los países ricos y afectan la economía toda.
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