POR QUÉ TRIUNFAN LOS DEMAGOGOS
El triunfo de Javier Milei en Argentina evidencia el fracaso del sistema democrático. La democracia no es una cuestión de votos, sino de valores. Milei pretende recortar derechos sociales y lavar la cara al régimen de Videla. Su programa no es democrático y perjudica a los sectores más débiles de la sociedad. ¿Por qué ha conseguido entonces tantos apoyos? Quizás porque desde los años ochenta la izquierda asumió las tesis del neoliberalismo.
En España, Felipe González permitió la especulación inmobiliaria, implantó los contratos basura, combatió a los sindicatos, cultivó la corrupción, recurrió al terrorismo de Estado, aplicó una feroz reconversión industrial y se implicó en la primera guerra de Irak. En los años siguientes, los votantes experimentaron la impresión de que la derecha y la izquierda solo diferían en asuntos menores, pues aplicaban la misma agenda antisocial, protegiendo los intereses de las elites. No fue un fenómeno local, sino global.
Los demagogos aprovecharon esta situación para prosperar. Trump, Bolsonaro y Milei se han presentado a sí mismos como políticos antisistema, pero lo cierto es que son los pilares más sólidos de un sistema que no cesa de menoscabar el Estado de bienestar, favoreciendo a las grandes corporaciones comerciales. Unos medios de comunicación instrumentalizados por el poder económico y un creciente desinterés por la cultura han propiciado el ascenso de los demagogos.
La izquierda volverá al poder, pero no es improbable que vuelva a cometer los mismos errores. Cuando un estadista intenta llevar a cabo cambios radicales, sella fatalmente su destino, como les sucedió a Salvador Allende, Olof Palme y Patrice Lumumba.
Se echa la culpa de todo a los demagogos, pero la ciudadanía no es menos responsable de la degradación de la vida política. El hedonismo, el individualismo, el egoísmo, la frivolidad, el odio, la intransigencia y la incultura son el suelo fértil donde prosperan los Milei, Abascal, Bolsonaro, Meloni, Trump, Sunak y Netanyahu. No estaría de más recuperar el viejo lema kantiano: "¡Atrévete a pensar!".
Rafael Narbona
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