sábado, 23 de marzo de 2019

Soy un traidor. Por José Luis Taveras | @Josel_taveras en @RDSomosPueblo

Puntos de Vista
Soy un traidor. Por José Luis Taveras
Por Somos Pueblo - 23 marzo, 2019
Soy un traidor. Me sobrecoge el patriotismo platónico de nuestros tiempos, ese que, con el atavío tricolor, redime de sus cenizas el juramento trinitario.
Confieso que no soy patriota. Me siento extranjero en la “patria” de los que usan su nombre para glorificar sus saqueos. Una patria torcida fabricada a la talla de sus ambiciones; usada como condón para gozar sin culpas de sus orgías. Me confieso apóstata de ese patriotismo fermentado en los laboratorios para estafar conciencias confundidas o ausentes. Soy un desertor de sus apócrifas causas.
Me declaro traidor, sí, traidor y rebelde de su barata patria. Una patria rendida a su poder, que trata como paladines a sus ladrones, como profetas a sus demagogos y como redentores a sus timadores. Esa patria omisa, hundida y desflorada que celebra su ruina y cubre, con el silencio, sus heridas a cambio de migajas. Mi dignidad vale más que esa cosa, mucho más que esa patria.
No entiendo esa devoción quijotesca que lucha con los espectros del pasado mientras niega la perfidia de su presente a los sueños trinitarios. No muevo un dedo por una patria anulada: que disfruta del dolor y ovaciona su desesperanza, que se conforma con lo menos, que entrega su decencia y honra a sus raptores. La patria de los que, desde el poder, comercian con su futuro, roban sus riquezas y pervierten sus costumbres. Tampoco creo en su patriotismo fachoso, ese que se escuda en los símbolos para esconder sus perversiones.
Mi patria aún no ha nacido. Su gestación no ha asomado. Mientras aguardo ese amanecer, habito en una tierra poblada por tres masas sobrepuestas: los pocos de arriba, que detentan más de la mitad de la riqueza; los del medio, sobrevivientes de los apremios cotidianos; y el vasto residuo social, gente amontonada en la indignidad sin derecho a la esperanza. Tres mundos distintos, distantes y desconectados. Cada uno detrás de su propio cauce, sin unidad de propósito, visión ni futuro. Tres realidades paralelas en un suelo tan menudo como desigual ¿Acaso eso es patria? ¿Qué espíritu puede animar mundos tan ajenos entre sí en una dominicanidad tan perversamente ambigua? “Nadie es patria, todos lo somos” decía Jorge Luis Borges. Sin todos no hay patria. Más que un concepto abstracto, patria es sentimiento, identidad de vida y sueños.
La patria, en naciones sin corazón, no es un latido, es proclama sorda, sueño nostálgico o tal vez, como la describía Benedetti, una simple “urgencia de decir nosotros,… o quizá este regreso al propio desconcierto”.
La historia por hacer hay que comenzarla desde adentro; los enemigos duermen con nosotros: impunes, soberbios e imperturbables. Mientras los devotos de su patriotismo hacen vigilia en la frontera del decoro, ellos desvalijan los tesoros públicos, tuercen el brazo de la Justicia y compran a precio vil la memoria de los excluidos.
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