EEUU definió como "islamista, marxista y feminista" al grupo iraní que en 2014 financió a Vox
- El Consejo Nacional de Resistencia Iraní se define como un “parlamento en el exilio” que busca el “establecimiento de una república democrática” en Irán basada en la separación de religión y Estado
- Simpatizantes de la organización iraní aportaron medio millón de euros a las arcas de Vox antes de las europeas de 2014
Publicada el 11/12/2018 a las 06:00Actualizada el 29/01/2019 a las 17:54
El partido ultraderechista Vox no solo se ha nutrido económicamente de las aportaciones de pequeños empresarios españoles en sus cuatro años de vida. En 2014, justo antes de estrenarse en las elecciones europeas con el expresidente del PP catalán Alejo Vidal-Quadras como cabeza de cartel, el partido recibió medio millón de euros procedentes de miles de donaciones particulares de ciudadanos iraníes, según ha publicado este lunes el diario El País. En concreto, el montante con el que financió la mitad de la campaña a las elecciones europeas procedió de simpatizantes del denominado Consejo Nacional de Resistencia Iraní, un grupo que se define como un “parlamento en el exilio” que busca el “establecimiento de una república democrática” en Irán basada en la separación de religión y Estado y que tiene sus orígenes en una organización que tanto la Unión Europea como Estados Unidos incluyeron en su momento en la lista de grupos terroristas.
Los orígenes del denominado Consejo Nacional de Resistencia Iraní se remontan a hace más de medio siglo. En 1963, un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Teherán pusieron en marcha la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán (Mujahedin-e-Khalq, MeK), una organización cuya ideología combinaba "islamismo, marxismo y feminismo", según detalló el Departamento de Estado de EEUU en un informe del año 2010. Su razón de ser giraba en torno al derrocamiento de la dictadura del sha Mohammad Reza Pahlavi, al que consideraban un títere a las órdenes de Estados Unidos. Y, para conseguirlo, apostaron por la utilización de la lucha armada. Así, en la década de 1970, Mujahedin-e-Khalq llevó a cabo multitud de atentados contra intereses norteamericanos en suelo iraní, siendo responsable del asesinato de tres militares y otros tres civiles estadounidenses durante ese periodo. También respaldaron el asalto a la embajada de EEUU en Teherán, en el que más de medio centenar de diplomáticos permanecieron secuestrados durante más de un año.
Grupo terrorista
Su decidido posicionamiento contra la dictadura del sha Reza llevó a la organización, entonces bajo el liderazgo de Mosoud Rajavi, a posicionarse del lado del ayatolá Ruhollah Jomeini durante la revolución islámica. Sin embargo, el ascenso del clérigo chií trajo consigo la ilegalización de los partidos de la oposición. Y esto terminó por dinamitar la alianza. Fue entonces cuando el nuevo poder iraní se convirtió en objetivo prioritario. En junio de 1981, asesinaron al considerado número dos de la revolución islámica, Mohammed Beheshti, y a casi tres decenas de diputados. Un par de meses después, en agosto, otro atentado perpetrado por el MeK acabó con la vida del entonces presidente y del primer ministro iraní. Comenzó entonces una dura campaña de represión de las autoridades contra Mujahedin-e-Khalq que llevó a una parte importante de sus miembros a la muerte o al exilio.
Con la guerra entre Irán e Irak iniciada, un enfrentamiento que se prolongó durante ocho años, el MeK buscó refugio bajo los brazos de Sadam Hussein. Bagdad respaldó al grupo con dinero, armamento y entrenamiento militar. En 1986, además, la cúpula de la organización aceptó la invitación de Hussein de instalarse en suelo iraquí. Allí, levantaron campamentos que sirvieron como base para sus operaciones de desestabilización contra el régimen iraní. Asentamientos en los que, según desveló en 2005 la organización Human Rights Watch en un informe de una treintena de páginas, se produjeron violaciones de derechos humanos contra algunos de los propios integrantes del grupo: “Desde incomunicaciones prolongadas y confinamientos en solitario hasta palizas, abusos verbales y psicológicos, confesiones obtenidas por la fuerza, amenazas de ejecución y torturas”.
Durante la década de 1990, los ataques de Mujahedin-e-Khalq continuaron. En abril de 1992, por ejemplo, llevaron a cabo atentados contra embajadas e intereses iraníes en más de una docena de países. Cinco años después, el grupo fue incluido por EEUU en su lista de organizaciones terroristas, un paso que también dio la Unión Europea. En suelo comunitario tuvieron todos sus bienes y activos completamente congelados hasta 2009, cuando fueron liberados de su etiqueta terrorista. El Departamento de Estado de EEUU, por su parte, hizo lo propio en septiembre de 2012. A la hora de tomar esta decisión jugaron un papel fundamental tanto la decisión del MeK de abandonar la lucha armada como la campaña de presión a nivel político que durante años ha desarrollado el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI), un colectivo que lidera desde París Maryam Rajavi, esposa del histórico opositor iraní.
El CNRI como “parlamento en el exilio”
El CNRI se define como un “parlamento en el exilio” que busca el “establecimiento de una república democrática” en Irán basada en la separación de religión y Estado. Compuesto en un 50% por mujeres, está integrado por veinticinco comités que “forman la base para un gobierno provisional de coalición una vez que los mulás hayan caído”, una suerte de Ejecutivo que estaría en el poder durante seis meses y cuya “responsabilidad principal” sería la celebración de elecciones “libres y justas” para la formación de una asamblea nacional legislativa. Aunque oficialmente se desvinculan del MeK, afirmando que solo es una más de las movimientos que forman parte del proyecto, lo cierto es que el FBI apuntó en una investigación en 2004 que el CNRI “no es una organización separada”. “Es, y ha sido, una parte integral del Mujahedin-e-Khalq”, aseveraron.
La entrada del Consejo Nacional de Resistencia Iraní en la arena política española se produjo de la mano del expresidente de Vox, Alejo Vidal-Quadras. “Al poco de estar en Bruselas conocí a un diputado portugués socialista, Paulo Casaca. Él llevaba unos años trabajando con la oposición democrática iraní y me pidió que recibiera a unos representantes de este movimiento. Tenemos una larga conversación, me aportan documentos y me explican las circunstancias en las que está Irán y su historia. Ahí comienza nuestra relación”, explicó el propio Vidal-Quadras en 2014 a Estrella Digital. Tras esto, parlamentarios y dirigentes políticos, de izquierda a derecha, se han dejado ver por las convenciones anuales que cada mes de junio celebra el CNRI en suelo francés. Entre ellos, los expresidentes del Gobierno José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero.
También es habitual ver en estos congresos a relevantes figuras de la actual Administración Trump. Y no solo por el rechazo categórico que ambas partes han mostrado desde el comienzo al acuerdo nuclear con Irán. El Consejo Nacional de Resistencia Iraní es consciente de que para imponer su relato a nivel internacional es necesario contar políticos de primerísima fila. Y, para ello, en muchos casos decide tirar de chequera. Según publicó el pasado mes de julio The Guardian, se estima que está desembolsando entre 30.000 y 50.000 dólares por discurso. Con estos datos sobre la mesa, se calcula que el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, podría haber ingresado por participar en los eventos del MeK unos 180.000 dólares. Actos por los que también ha pasado el abogado personal de Donald Trump, Rudy Giuliani, o la secretaria de Transportes del Ejecutivo estadounidense, Elaine Chao, entre otros cargos y exaltos cargos de la Administración estadounidense.
Los orígenes del denominado Consejo Nacional de Resistencia Iraní se remontan a hace más de medio siglo. En 1963, un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Teherán pusieron en marcha la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán (Mujahedin-e-Khalq, MeK), una organización cuya ideología combinaba "islamismo, marxismo y feminismo", según detalló el Departamento de Estado de EEUU en un informe del año 2010. Su razón de ser giraba en torno al derrocamiento de la dictadura del sha Mohammad Reza Pahlavi, al que consideraban un títere a las órdenes de Estados Unidos. Y, para conseguirlo, apostaron por la utilización de la lucha armada. Así, en la década de 1970, Mujahedin-e-Khalq llevó a cabo multitud de atentados contra intereses norteamericanos en suelo iraní, siendo responsable del asesinato de tres militares y otros tres civiles estadounidenses durante ese periodo. También respaldaron el asalto a la embajada de EEUU en Teherán, en el que más de medio centenar de diplomáticos permanecieron secuestrados durante más de un año.
Grupo terrorista
Su decidido posicionamiento contra la dictadura del sha Reza llevó a la organización, entonces bajo el liderazgo de Mosoud Rajavi, a posicionarse del lado del ayatolá Ruhollah Jomeini durante la revolución islámica. Sin embargo, el ascenso del clérigo chií trajo consigo la ilegalización de los partidos de la oposición. Y esto terminó por dinamitar la alianza. Fue entonces cuando el nuevo poder iraní se convirtió en objetivo prioritario. En junio de 1981, asesinaron al considerado número dos de la revolución islámica, Mohammed Beheshti, y a casi tres decenas de diputados. Un par de meses después, en agosto, otro atentado perpetrado por el MeK acabó con la vida del entonces presidente y del primer ministro iraní. Comenzó entonces una dura campaña de represión de las autoridades contra Mujahedin-e-Khalq que llevó a una parte importante de sus miembros a la muerte o al exilio.
Con la guerra entre Irán e Irak iniciada, un enfrentamiento que se prolongó durante ocho años, el MeK buscó refugio bajo los brazos de Sadam Hussein. Bagdad respaldó al grupo con dinero, armamento y entrenamiento militar. En 1986, además, la cúpula de la organización aceptó la invitación de Hussein de instalarse en suelo iraquí. Allí, levantaron campamentos que sirvieron como base para sus operaciones de desestabilización contra el régimen iraní. Asentamientos en los que, según desveló en 2005 la organización Human Rights Watch en un informe de una treintena de páginas, se produjeron violaciones de derechos humanos contra algunos de los propios integrantes del grupo: “Desde incomunicaciones prolongadas y confinamientos en solitario hasta palizas, abusos verbales y psicológicos, confesiones obtenidas por la fuerza, amenazas de ejecución y torturas”.
Durante la década de 1990, los ataques de Mujahedin-e-Khalq continuaron. En abril de 1992, por ejemplo, llevaron a cabo atentados contra embajadas e intereses iraníes en más de una docena de países. Cinco años después, el grupo fue incluido por EEUU en su lista de organizaciones terroristas, un paso que también dio la Unión Europea. En suelo comunitario tuvieron todos sus bienes y activos completamente congelados hasta 2009, cuando fueron liberados de su etiqueta terrorista. El Departamento de Estado de EEUU, por su parte, hizo lo propio en septiembre de 2012. A la hora de tomar esta decisión jugaron un papel fundamental tanto la decisión del MeK de abandonar la lucha armada como la campaña de presión a nivel político que durante años ha desarrollado el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI), un colectivo que lidera desde París Maryam Rajavi, esposa del histórico opositor iraní.
El CNRI como “parlamento en el exilio”
El CNRI se define como un “parlamento en el exilio” que busca el “establecimiento de una república democrática” en Irán basada en la separación de religión y Estado. Compuesto en un 50% por mujeres, está integrado por veinticinco comités que “forman la base para un gobierno provisional de coalición una vez que los mulás hayan caído”, una suerte de Ejecutivo que estaría en el poder durante seis meses y cuya “responsabilidad principal” sería la celebración de elecciones “libres y justas” para la formación de una asamblea nacional legislativa. Aunque oficialmente se desvinculan del MeK, afirmando que solo es una más de las movimientos que forman parte del proyecto, lo cierto es que el FBI apuntó en una investigación en 2004 que el CNRI “no es una organización separada”. “Es, y ha sido, una parte integral del Mujahedin-e-Khalq”, aseveraron.
La entrada del Consejo Nacional de Resistencia Iraní en la arena política española se produjo de la mano del expresidente de Vox, Alejo Vidal-Quadras. “Al poco de estar en Bruselas conocí a un diputado portugués socialista, Paulo Casaca. Él llevaba unos años trabajando con la oposición democrática iraní y me pidió que recibiera a unos representantes de este movimiento. Tenemos una larga conversación, me aportan documentos y me explican las circunstancias en las que está Irán y su historia. Ahí comienza nuestra relación”, explicó el propio Vidal-Quadras en 2014 a Estrella Digital. Tras esto, parlamentarios y dirigentes políticos, de izquierda a derecha, se han dejado ver por las convenciones anuales que cada mes de junio celebra el CNRI en suelo francés. Entre ellos, los expresidentes del Gobierno José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero.
También es habitual ver en estos congresos a relevantes figuras de la actual Administración Trump. Y no solo por el rechazo categórico que ambas partes han mostrado desde el comienzo al acuerdo nuclear con Irán. El Consejo Nacional de Resistencia Iraní es consciente de que para imponer su relato a nivel internacional es necesario contar políticos de primerísima fila. Y, para ello, en muchos casos decide tirar de chequera. Según publicó el pasado mes de julio The Guardian, se estima que está desembolsando entre 30.000 y 50.000 dólares por discurso. Con estos datos sobre la mesa, se calcula que el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, podría haber ingresado por participar en los eventos del MeK unos 180.000 dólares. Actos por los que también ha pasado el abogado personal de Donald Trump, Rudy Giuliani, o la secretaria de Transportes del Ejecutivo estadounidense, Elaine Chao, entre otros cargos y exaltos cargos de la Administración estadounidense.
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