MUROS SIN FRONTERAS
Malos tiempos para la democracia y el periodismo si una entrevista a un dirigente político equivale a blanquear al personaje. Parece mentira que algunos de los que se lanzaron contra Jordi Évole fueran periodistas, o ex periodistas en el caso de la diputada Pilar Marcos. Las primeras críticas llegaron muy pronto, tanto que se produjeron antes de la emisión del programa; es decir, sin conocer el contenido. Crítica preventiva para aquellos que viven del ruido, no de las ideas.
La estupidez supina es aquella que no tiene límites ni vergüenza. La llamada Plataforma TVE Libre, cuyo ideario es el contrario del que proclama, pidió la destitución inmediata del director de Los Desayunos de TVE, Xabier Fortes, por apoyar a Évole. Al parecer, tampoco se puede hablar, ¿Estamos ante una voxización creciente o es que solo se les cayeron las caretas?.
Cualquier periodista que se precie entrevistaría al diablo, sea cual sea su apellido, nacionalidad, raza o religión. Nuestro trabajo consiste en dar a conocer hechos, pensamientos y contextos que ayuden al ciudadano a formarse una opinión y desde ella tomar decisiones, como votar a un determinado político.
Es el ataque combinado de tres fuerzas: la de lo políticamente correcto, la de los censores y la de las fake news. El objetivo es el mismo: desacreditar al mensajero, anular el mensaje, que la gente renuncie a la información a cambio del entretenimiento. Lo grave es que el enemigo está en la misma profesión, no solo en la política. Priman la mamandurria y el mamoneo. El camino es ese anuncio de The Washington Post durante la final de la Super-Bowl.
El problema motor reside en la educación, secuestrada desde hace siglos. Se educa para obedecer, no para dudar, cuestionar a cualquier poder. Hay miedo a una opinión pública libre y exigente. Parece que es mejor someterse que pensar. La batalla por esa libertad de conciencia y expresión, esencial en una democracia sana, empieza en la educación. En España seguimos discutiendo si un relato mágico sobre el origen de la especie debe tener el mismo tratamiento que las Matemáticas, y su enseñanza debe seguir en manos de los sumos sacerdotes del relato mágico. Hay Estados en EEUU que equiparan el creacionismo con la evolución de las especies. Adán y Eva frente a Charles Darwin.
El periodista es responsable de las preguntas; el entrevistado, de las respuestas, y el ciudadano libre que escucha, ve o lee debe sacar sus propias conclusiones. Los que aún creen que Putin es de izquierdas y heredero de la URSS consideraron que las preguntas y repreguntas de Évole fueron agresivas y un tanto faltonas. Para los Bolsonaros, que aquí tienen tres letras, el periodista colegueó con Maduro.
La soberbia película El Hundimiento, sobre los últimos días de Hitler en 1945, también recibió este tipo de críticas. Decían que el actor Bruno Ganz lo había humanizado. Nos sentimos más cómodos con los clichés, que los malos y los buenos lo sean todo el rato para no confundirnos. Miedo a los grises.
La semana pasada escribí sobre Venezuela, y sobre la tendencia, ya vista en todo lo que rodea al procés y a Cataluña, al uso de los superlativos dramáticos. Lo curioso es que los que defienden una cosa en Venezuela defienden lo contrario, con hechos muy similares, en Cataluña, y viceversa. El periodismo debería jugar otro partido, el de los matices. Si el periodista tiene la camiseta de un equipo debajo del traje --o encima, que de todo hay-- tendría que decirlo para que el lector eche sus cuentas sobre la independencia de cada una de sus palabras.
Hablaba antes de la educación, y de la incapacidad generalizada de leer lo que está escrito, de escuchar lo que se dice. Se lee desde los prejuicios buscando los textos que coinciden al 100% con los nuestros. Escribo sobre John Bolton y Eliot Abrams y me acusan de defender a Maduro.
No creo que los periodistas estemos para calificar; decir que este es un dictador o aquel un golpista. Es el lector quien pone los adjetivos. Tampoco deberíamos decir el grupo terrorista Hezbolá porque al hacerlo tomamos partido. Tampoco en los otros casos, como los de Hamás, ISIS, ETA y similares porque al adjetivar le decimos al lector qué tiene que pensar y nuestro mensaje pierde fuerza y credibilidad.
Aunque estemos casi todos de acuerdo en que sus acciones son terrorismo, es más efectivo dejar que el ciudadano llegue a esa conclusión. Es una cuestión de actitud ética, de respeto al lector. Nuestro trabajo consiste en describir lo que ha ocurrido, sus consecuencias, contar el hecho desnudo, los muertos y los heridos, los huérfanos. Sé que este es un terreno minado. Pensemos en los atentados de Hamás. Si tengo que llamarles terroristas para que no me acusen de simpatía o de blanqueo, ¿qué debo escribir cuando el Ejército israelí mata a niños en una playa de Gaza? ¿Les llamo terroristas también? Ese no es mi trabajo; pertenece a los lectores y a los jueces.
La entrevista de Évole a Maduro fue muy completa. Siempre falta algo –la corrupción rampante, el narcotráfico, el bloqueo del referéndum revocatorio, la escasa legitimidad electoral de la Constituyente y de las presidenciales de 2018 (reconocidas por Putin, ese experto en democracia). Me pasé la semana pasada hablando y escribiendo sobre Venezuela y me dejé muchas más cosas en el tintero. La entrevista dibujó un Maduro sólido en política internacional, donde se defendió con argumentos creíbles, y muy endeble en política nacional. Dio la impresión de un tipo preocupado, sabedor de que van a por él, y de que su enemigo es poderoso. Me gustaría que Évole le hiciera otra a Juan Guaidó.
A final de mes se inaugura en Madrid una exposición de 40 fotógrafos que han trabajado en el drama de los migrantes y el Mediterráneo como frontera y fosa común. Se titulaCreadores de conciencia. Ya he leído alguna crítica preventiva de personas que no la han visto, y que se quejan del exceso de fotos de desgracias. Al parecer, las prefieren de Disneylandia. La idiotez, que siempre ha existido, ahora es masiva.
Otra cosa sería la polémica que ha salpicado a Netflix por la emisión de una serie sobre asesinos en serie. El segundo capítulo estuvo dedicado a Ted Bundy, un hombre acusado, sentenciado y ejecutado en EEUU hace 30 años por el asesinato de entre 30 y 40 mujeres. El problema es que el asesino resulta atractivo, tiene encanto, algo que ha provocado un debate en los medios estadounidenses.
Si todo son prohibiciones, ¿qué queda de la libertad de expresión? Además de entrevistar a dictadores y asesinos también podríamos informar a destajo sobre los ladrones que saquearon a los ciudadanos, y que siguen pavoneándose por la vida pública dando lecciones de ética. Merecen una buena entrevista, periodística y judicial.
+https://www.infolibre.es/noticias/opinion/columnas/2019/02/07/mejor_esloganes_que_noticias_91596_1023.html
Mejor eslóganes que noticias
Ramón Lobo19 Comentarios
Es el ataque combinado de tres fuerzas: la de lo políticamente correcto, la de los censores y la de las fake news. El objetivo es el mismo: que la gente renuncie a la información a cambio del entretenimiento.
Publicada el 07/02/2019 a las 06:00Actualizada el 06/02/2019 a las 20:35
Malos tiempos para la democracia y el periodismo si una entrevista a un dirigente político equivale a blanquear al personaje. Parece mentira que algunos de los que se lanzaron contra Jordi Évole fueran periodistas, o ex periodistas en el caso de la diputada Pilar Marcos. Las primeras críticas llegaron muy pronto, tanto que se produjeron antes de la emisión del programa; es decir, sin conocer el contenido. Crítica preventiva para aquellos que viven del ruido, no de las ideas.
La estupidez supina es aquella que no tiene límites ni vergüenza. La llamada Plataforma TVE Libre, cuyo ideario es el contrario del que proclama, pidió la destitución inmediata del director de Los Desayunos de TVE, Xabier Fortes, por apoyar a Évole. Al parecer, tampoco se puede hablar, ¿Estamos ante una voxización creciente o es que solo se les cayeron las caretas?.
Cualquier periodista que se precie entrevistaría al diablo, sea cual sea su apellido, nacionalidad, raza o religión. Nuestro trabajo consiste en dar a conocer hechos, pensamientos y contextos que ayuden al ciudadano a formarse una opinión y desde ella tomar decisiones, como votar a un determinado político.
Es el ataque combinado de tres fuerzas: la de lo políticamente correcto, la de los censores y la de las fake news. El objetivo es el mismo: desacreditar al mensajero, anular el mensaje, que la gente renuncie a la información a cambio del entretenimiento. Lo grave es que el enemigo está en la misma profesión, no solo en la política. Priman la mamandurria y el mamoneo. El camino es ese anuncio de The Washington Post durante la final de la Super-Bowl.
El problema motor reside en la educación, secuestrada desde hace siglos. Se educa para obedecer, no para dudar, cuestionar a cualquier poder. Hay miedo a una opinión pública libre y exigente. Parece que es mejor someterse que pensar. La batalla por esa libertad de conciencia y expresión, esencial en una democracia sana, empieza en la educación. En España seguimos discutiendo si un relato mágico sobre el origen de la especie debe tener el mismo tratamiento que las Matemáticas, y su enseñanza debe seguir en manos de los sumos sacerdotes del relato mágico. Hay Estados en EEUU que equiparan el creacionismo con la evolución de las especies. Adán y Eva frente a Charles Darwin.
El periodista es responsable de las preguntas; el entrevistado, de las respuestas, y el ciudadano libre que escucha, ve o lee debe sacar sus propias conclusiones. Los que aún creen que Putin es de izquierdas y heredero de la URSS consideraron que las preguntas y repreguntas de Évole fueron agresivas y un tanto faltonas. Para los Bolsonaros, que aquí tienen tres letras, el periodista colegueó con Maduro.
La soberbia película El Hundimiento, sobre los últimos días de Hitler en 1945, también recibió este tipo de críticas. Decían que el actor Bruno Ganz lo había humanizado. Nos sentimos más cómodos con los clichés, que los malos y los buenos lo sean todo el rato para no confundirnos. Miedo a los grises.
La semana pasada escribí sobre Venezuela, y sobre la tendencia, ya vista en todo lo que rodea al procés y a Cataluña, al uso de los superlativos dramáticos. Lo curioso es que los que defienden una cosa en Venezuela defienden lo contrario, con hechos muy similares, en Cataluña, y viceversa. El periodismo debería jugar otro partido, el de los matices. Si el periodista tiene la camiseta de un equipo debajo del traje --o encima, que de todo hay-- tendría que decirlo para que el lector eche sus cuentas sobre la independencia de cada una de sus palabras.
Hablaba antes de la educación, y de la incapacidad generalizada de leer lo que está escrito, de escuchar lo que se dice. Se lee desde los prejuicios buscando los textos que coinciden al 100% con los nuestros. Escribo sobre John Bolton y Eliot Abrams y me acusan de defender a Maduro.
No creo que los periodistas estemos para calificar; decir que este es un dictador o aquel un golpista. Es el lector quien pone los adjetivos. Tampoco deberíamos decir el grupo terrorista Hezbolá porque al hacerlo tomamos partido. Tampoco en los otros casos, como los de Hamás, ISIS, ETA y similares porque al adjetivar le decimos al lector qué tiene que pensar y nuestro mensaje pierde fuerza y credibilidad.
Aunque estemos casi todos de acuerdo en que sus acciones son terrorismo, es más efectivo dejar que el ciudadano llegue a esa conclusión. Es una cuestión de actitud ética, de respeto al lector. Nuestro trabajo consiste en describir lo que ha ocurrido, sus consecuencias, contar el hecho desnudo, los muertos y los heridos, los huérfanos. Sé que este es un terreno minado. Pensemos en los atentados de Hamás. Si tengo que llamarles terroristas para que no me acusen de simpatía o de blanqueo, ¿qué debo escribir cuando el Ejército israelí mata a niños en una playa de Gaza? ¿Les llamo terroristas también? Ese no es mi trabajo; pertenece a los lectores y a los jueces.
La entrevista de Évole a Maduro fue muy completa. Siempre falta algo –la corrupción rampante, el narcotráfico, el bloqueo del referéndum revocatorio, la escasa legitimidad electoral de la Constituyente y de las presidenciales de 2018 (reconocidas por Putin, ese experto en democracia). Me pasé la semana pasada hablando y escribiendo sobre Venezuela y me dejé muchas más cosas en el tintero. La entrevista dibujó un Maduro sólido en política internacional, donde se defendió con argumentos creíbles, y muy endeble en política nacional. Dio la impresión de un tipo preocupado, sabedor de que van a por él, y de que su enemigo es poderoso. Me gustaría que Évole le hiciera otra a Juan Guaidó.
A final de mes se inaugura en Madrid una exposición de 40 fotógrafos que han trabajado en el drama de los migrantes y el Mediterráneo como frontera y fosa común. Se titulaCreadores de conciencia. Ya he leído alguna crítica preventiva de personas que no la han visto, y que se quejan del exceso de fotos de desgracias. Al parecer, las prefieren de Disneylandia. La idiotez, que siempre ha existido, ahora es masiva.
Otra cosa sería la polémica que ha salpicado a Netflix por la emisión de una serie sobre asesinos en serie. El segundo capítulo estuvo dedicado a Ted Bundy, un hombre acusado, sentenciado y ejecutado en EEUU hace 30 años por el asesinato de entre 30 y 40 mujeres. El problema es que el asesino resulta atractivo, tiene encanto, algo que ha provocado un debate en los medios estadounidenses.
Si todo son prohibiciones, ¿qué queda de la libertad de expresión? Además de entrevistar a dictadores y asesinos también podríamos informar a destajo sobre los ladrones que saquearon a los ciudadanos, y que siguen pavoneándose por la vida pública dando lecciones de ética. Merecen una buena entrevista, periodística y judicial.
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