lunes, 1 de mayo de 2017

Transformación y cambio: Habilidades del poder - Cándido Mercedes

Transformación y cambio: Habilidades del poder

Cándido Mercedes - 1 de Mayo de 2017 
Cándido MercedesTenemos una sociedad que cambia, aunque con poca  transformación. El cambio  se produce  a  veces hasta por  generación espontanea, por  efecto natural.  Mas la  transformación  es un acto consciente, una acción  deliberada  de parte  del sujeto social. El cambio, puede  ser un mero  gatopardismo; la transformación toca lo estructural, la base  esencial que nos hace  avanzar  al ritmo  de la historia; el cambio, empero, nos puede mantener  en la eterna agonía  de la exclusión y la marginalidad.
Mas   allá de la bondad, el carácter  y/o  la inteligencia, características  inmutables para alcanzar el sitial  del juicio  de la historia, lo que conduce  a  esa diferenciación individualizada  son los  desafíos  del contexto,  de la coyuntura,  de la visión que  asuma  el ser humano, que  expresa con su  acción ,  decisión,  un nuevo alcance, un nuevo hito, una nueva  escalera, que pone  a  caminar  a los  demás en el fragor  de una mejor  existencia.
En ese tránsito, de asunción  de la transformación,  de las organizaciones y  de la sociedad, Max Weber, bosquejo  una teoría acerca  de las diversas formas en que  se legitima  el poder: La legitimidad  tradicional (autoridad tradicional, que deriva como consecuencia  del apego  a las costumbres,  a las  tradiciones más arraigadas social y culturalmente).  La legitimidad carismática (que  se  expresa en las cualidades sobresalientes de una persona  determinada). La legitimidad racional (la base  de sustentación  es el reconocimiento  a la legalidad y donde el imperio de la ley prevalece, como zapata  de un verdadero Estado  de Derecho.
¿Qué ocurre en la sociedad dominicana donde la iconografía  del “liderazgo”, predomina sobre el  liderazgo mismo y las habilidades  del poder constituyen  un mero pozo séptico sin creatividad? Los dirigentes  políticos que han  estado en la cima del poder mueven  su praxis política  al candor  de una sociedad  tradicional, sin los encantos  de los  valores que le  servían  de soporte. Guían sus  acciones bajo el espectro de la configuración  de un liderazgo carismático, sin el baluarte de la inteligencia,  de la bondad  y/o  el carácter. Apenas, glosan en su epicentro una de estas cualidades. El resultado  es una  desfiguración del poder, en una sociedad imaginaria, que nos hace daño.
A fuerza de publicidad, de la exacerbación  de la visibilidad mediática, construyen una imagen  de liderazgo que postula  más  atributos  en el  Administrador  del Estado que  no existe. El poder se dibuja y cristaliza  en gran medida en la columna de la “ sobrevaloración de un  carisma” con ataduras  reales.  Es así, que buscamos  facultades  que no existen y  en  esa dinámica  del vacío, desconocen la legitimidad  racional, que acoge las capacidades  que un dirigente pueda  tener, empero, las trasciende. Es el cuerpo  de los ordenamientos estatuidos  que permea el anclaje institucional que prevalece por encima  del hombre o la mujer que gobierna. Él o ella se encuentra subordinado  a  ese necesario Capital Institucional.
En una sociedad donde impera el Capital Institucional, las manifestaciones  del autoritarismo, afloran, sin  embargo, quedan truncadas; no  se  desarrollan ni vierten  en el tejido social la cantera  de la hegemonía merced  a la cartelización  de la política vía  el clientelismo visceral. De ahí  que el capital institucional, que condensa:  La efectividad gubernamental, La calidad Re
regulatoria  del Estado, el imperio  de La ley y el control  de la corrupción, se haya  diezmado con más fuerza en los últimos 5 años. Mientras más ausencias de cualidades tiene el Primer Funcionario  del Estado, más  se afinca,  se instala, en la cosificación y alienación  de sí mismo y  de la organización o sociedad que dirige. Nos encontramos en  presencia de una patología  del poder, donde no existe un encuentro entre  el poder legal, el poder  de  experto, el poder  de  referencia y el costo  del poder  de  recompensa  es descomunal.
Para producir transformación, los que dirigen tienen que tener el sutil y correcto manejo  de la influencia y la autoridad (Poder  de Experto y  de Referencia).  En una sociedad del conocimiento y  de la información,  el alcance, los limites y el tiempo  del poder, quedan  relativizados, porque todo fluye, emerge y  se homologa en la horizontalidad  de la ciudadanía.
El poder  se construye sobre un arco, que encuentra: Autoridad y la influencia; y, estas  se anidan en el espacio de la política. Los actores políticos nuestro  se han movido en estos años en la bola  de nieve  del poder. Un poder que ha  expresado cambios, sin transformación; cambios estructurales, es  transformación.  Tenemos cambios, no  estructurales. No descansa en los nudos gordianos  de la sociedad; muy al contrario,  creando una asimetría, unos artilugios asincrónicos. Lo que produce  es el arquetipo  de una sociedad pobre, arrugada en sus sempiternas necesidades fisiológicas. La  degradación  del poder, por la ausencia  de su legitimidad,  de su ejercicio fiel, cristalizado en el bienestar colectivo; en el déficit  de confianza, que  se bosqueja en el pilar institucional, eclosiona un escenario entrampado en la  tensión social.
Las habilidades del poder, no pueden seguir vislumbrándose con los libretos de la legitimidad  tradicional y carismática, ora porque no existen  y/o porque las expectativas sociales, acumuladas y acogotadas  en el tiempo,  despiertan y  se hacen ecos. Las habilidades  del poder, aquí y ahora, exigen como telón  de entrada, una puerta enarbolada  sobre el imperio  de la ley , la  rendición  de cuentas, la ausencia  de impunidad y el castigo  a las conductas  delictivas.
Los ciudadanos levantan las pancartas  bajo el apoyo de la  Constitución, que en su Artículo 75, numeral 12, establece: “Velar por el fortalecimiento y  calidad  de la democracia, el respeto al patrimonio público y el ejercicio  transparente  de La Función Pública”. El poder por el poder mismo, ha acelerado un conjunto de patologías  en el Estado Dominicano, que  se recrudecen en un cuerpo de  taxonomía. Entre ellas encontramos: Osteoporosis, Esquizofrenia, Alzheimer, Artrosis, Miopía, Sordera, Otitis, Obesidad, Leucemia, Gigantismo, Ceguera, Daltonismo, Indigestión, Esterilidad, Paranoia, Paraplejia.  Así como un cuerpo sin alma  entra al campo  de la pudrición; un  Estado, sin visión  asumida y sin compromiso societal,  es como el agua  de borrajas vertida en el contén.
Las  transformaciones y cambios , exigen nuevas habilidades  del poder, que no  es otro que la  revolución  de la mentalidad, que como dice Moisés Naim, es el “ que refleja los  grandes cambios  de modos  de pensar, expectativas y  aspiraciones”. Ola  de  esperanzas no solo requiere  temple, visión y liderazgo, sino sueños renovados, que no encentren mute en el miedo del pasado, ni en el presente  cojeando. http://acento.com.do/2017/opinion/8453483-transformacion-cambio-habilidades-del-poder/
Cándido Mercedes
Deshojando paradigmas
Sociologo. Experto en Gerencia. Especialidad en Gestion del Talento Humano; Desarrollo Organizacional y Gerencia Social y Sociologia Organizacional. Consultor e Instructor Organizacional. Catedratico Universitario. Director Maestrias de Administracion y de Recursos Humanos, de La UCE.

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