El historiador Pedro L. San Miguel: “Estados Unidos se está transformando, se está haciendo más hispano”
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24 MAY 2018, 12:00 PM
POR EMILIA PEREYRA
POR EMILIA PEREYRA
SANTO DOMINGO. El historiador puertorriqueño Pedro L. San Miguel, laureado el año pasado con el Premio Pensamiento de América “Leopoldo Zea”, analiza los imaginarios que prevalecen en los ambientes intelectuales y académicos estadounidenses sobre México y América Latina, en un libro provocador que busca generar respuestas críticas.
El intelectual, también estudioso de la historia dominicana, aspira a que su ensayo sirva como espejo para que los latinoamericanos piensen en cómo perciben a Estados Unidos y a otras sociedades y en cómo observan su mismidad y otros aspectos de las proyecciones de sus pueblos.
Anoche San Miguel dictó una conferencia magistral titulada “El otro espejo enterrado. Representación de México en la historiografía de los Estados Unidos”, en la Academia Dominicana de la Historia, en que detalló los argumentos de su libro reconocido, publicado en el 2016 por el Instituto Mora, de México.
Además, respondió varias preguntas de este medio sobre los complejos tópicos que aborda en su ensayo y algunos aspectos de la actualidad y de la historia.
¿Qué ha significado para usted haber obtenido el Premio Pensamiento de América “Leopoldo Zea”?
El premio se concede en honor al pensador mexicano Leopoldo Zea, que es una figura de reconocimiento internacional. En el año pasado, en el 2017, se le otorgó a este libro mío, publicado a finales el 2016. El libro se titula “Muchos Méxicos: Imaginarios históricos sobre México en Estados Unidos”, y es un estudio de cómo en los Estados Unidos, sobre todo en el mundo académico e intelectual, se ha representado a México. Ha sido un honor.
¿Cuál es la imagen de México que prevalece más en el mundo académico?
Yo, en ese libro, traté de demostrar, que hay diversos imaginarios, diversas formas de representar a México y, por extensión, a América Latina.
Yo, desde que empecé este proyecto, que me tomó mucho tiempo completar, quería precisamente no caer en las salidas fáciles, porque es muy fácil decir la visión que predomina en Estados Unidos acerca de México y América Latina es una visión estereotipada en base a tales o tales criterios y, pues, ciertamente las hay, incluso en el mundo intelectual y en el mundo académico, pero también yo quería salir de esa opción, porque me parece la más sencilla, la más fácil, incluso la más obvia. Yo quería ilustrar la complejidad de esas representaciones, la complejidad en el sentido de que había esas representaciones, pero que había otro tipo de representaciones.
Por ejemplo, resulta muy interesante cómo una de las representaciones predominantes entre ciertos sectores bastantes numerosos del mundo académico e intelectual de los Estados Unidos gira en torno a la idea de México o Latinoamérica desde una especie de perspectiva utópica, y cómo dentro de esa línea lo que se hace es resaltar los movimientos contestatarios, los movimientos de resistencia, etcétera, porque en los Estados Unidos, entre intelectuales de izquierda, hay esa especie de fascinación por lo que ha ocurrido en Cuba, a partir de 1959, en Nicaragua o en Chile y, hoy en día, por lo que está pasando en Venezuela o en Bolivia. Entonces eso es otro tipo de representación que puede ser tan nociva como la otra, porque en última instancia esto es borrar la complejidad de unas situaciones que admiten ser reducidas a unas fórmulas que ya vienen predeterminadas por una ideología.
Entonces, yo traté de no cubrir todo el espectro de posibilidades, porque quizás eso es imposible. Nunca fue mi intención hacer una especie de catálogo, pero sí en base a figuras y obras representativas tratar de abarcar un espectro diverso, amplio, complejo de esas representaciones.
¿Cuál es su lectura actual de las relaciones entre México y Estados Unidos?
Creo que las relaciones de México con Estados Unidos o de Estados Unidos con México, dependiendo de las perspectivas que se presenten, han sido complejas y van a seguir siéndolo y no hay otra forma de que sean, por ejemplo, como son las relaciones de la República Dominicana con Haití. No se pueden desprender.
La idea de (Donald) Trump de hacer un muro es una estupidez. Evidentemente que no van a resolver absolutamente nada. Yo particularmente creo (y esto aplica no solamente a México, si no, por ejemplo, aplica a mi país natal, a Puerto Rico, a República Dominicana, a Cuba, al Caribe en general y posiblemente más globalmente a la totalidad de América Latina y a los Estados Unidos ), que estamos presenciando actualmente una mayor integración. Hablábamos ayer con mi amigo José Murientes del caso particular de Puerto Rico. Los puertorriqueños nos hemos americanizado en término de los patrones de consumo, en los patrones de vida. También eso ha pasado en República Dominicana y en otros países.
A veces, por ejemplo, yo ahora vivo en México, después de haberme jubilado de la Universidad de Puerto Rico, veo letreros de negocios. Veo que se adoptan formas que se usan en los Estados Unidos. Es un fenómeno que ya lo vivimos en Puerto Rico hace muchísimo tiempo. Algunas gentes pueden considerar esto como pernicioso y puede que, desde cierta perspectiva, sea pernicioso, negativo. Quizás es inevitable, pero lo que en muchas ocasiones se pasa por alto es que Estados Unidos también se está transformando y que Estados Unidos se está haciendo más hispano y eso desde el punto de vista demográfico.
Ya las estadísticas del mismo gobierno de los Estados Unidos demuestran que en el año 2050, si las tendencias actuales no cambian, y contra eso es que gente como Trump quiere reaccionar, más de una tercera parte de la población de los Estados Unidos va a ser de origen hispano. Ya hay ciudades de Estados Unidos donde, sino la mayoría, una proporción significativa de la población es de origen hispano. Hay canales de televisión que transmiten en español y hay periódicos que se publican en español. Entonces hay pensar en que en la Universidad de Columbia, donde yo estudie e hice el doctorado, cuando yo escribí mi tesis doctoral sobre República Dominicana la tuve que escribir en inglés y a los tres años ya estaban aceptando tesis en español. Ya todo esto cambió.
Pedro L. San Miguel.
La gente tiende a enfatizar, desde el Caribe y América Latina, esta influencia del imperio que resulta negativa, pero mucha gente está pasando por alto que el imperio también está cambiando y en algún sentido hay es una especie de mezcla, de fusión, y las mezclas y las fusiones no son necesariamente buenas, pero tampoco son necesariamente negativas.
Entonces, en ese sentido, mi libro, aunque no lo diga explícitamente, tiene una relevancia adicional porque está explorando ese mundo de las representaciones, de cómo vemos a los que son supuestamente distintos a nosotros.
Uno de los trucos que uso en el libro, y digo truco en el sentido de que fue una cosa consciente, incluso hay una cierta “maldad”, por decirlo de alguna forma y al final del libro lo planteo... Yo estudio estas representaciones, y ese es el núcleo del libro: estudiar representaciones que en los Estados Unidos han surgido sobre México, sobre América Latina. Pero esto también puede servir como una especie de espejo para que nosotros pensemos cómo nosotros mismos vemos a Estados Unidos, a otros países y sociedades y cómo también nos vemos a nosotros y cómo muchas de esas formas de representar a México, que han prevalecido en el mundo académico y en el mundo intelectual estadounidense, son representaciones que no son muy lejanas, quizás son hasta similares, en muchos sentidos, que las que los mismos intelectuales y académicos mexicanos o latinoamericanos usamos para representar a nuestros propios países.
Entonces, el libro tiene esa “maldad” de plantear cómo aquellos, los imperios, nos ven a nosotros, y cómo nosotros mismos en nuestros países podemos representar a nuestras sociedades. Yo lo hice con la intención de provocar una respuesta crítica de los intelectuales frente a lo que hacemos.
... pues en una sociedad democrática deben existir diferentes interpretaciones sobre el pasado, sobre la historia, y eso es positivo, porque (se) debe permitir un diálogo, un debate público.
Usted se ha interesado por la República Dominicana y su tesis fue sobre el país. ¿Cuál fue su motivación?
La mayor parte de lo que he escrito es sobre República Dominicana. Yo me interesé por este país primero por ignorancia, porque no sabía nada. Cuando yo estaba haciendo mi doctorado, que tenía que pasar por estos protocolos universitarios, pues tenía que hacer un examen oral, con unos profesores que preguntan un montón de cosas... El caso es que para enfrentarme a ese ejercicio tuve que leer un montón de cosas y leyendo sobre el Caribe me percaté de que yo no sabía nada. Creo que lo único que había leído hasta ese momento fue una antología de literatura, que creo que editó Danilo de los Santos. Había un cuento de Juan Bosch, creo que “Dos pesos de agua”.
Pero no fue hasta que estuve en Columbia University... Había un dominicano estudiando antropología y nos hicimos amigos. Entonces, él me contaba mucho sobre República Dominicana y me empecé a interesar... Me empecé a interesar gracias a ese amigo, César Mieses. Yo había hecho en Puerto Rico una tesis de maestría sobre economía de plantaciones azucareras esclavistas en el siglo XIX y cuando me comencé a interesar en República Dominicana, pensé hacer una tesis doctoral. Yo pensaba que iba a ser una versión ampliada y mejorada y cuando empecé a leer sobre historia dominicana me percaté de que la historia económica no era tan parecida a la de Puerto Rico, como yo pensaba y que lo realmente interesante de la historia económica dominicana, al menos desde la perspectiva que a mí me interesaba, no radicaba tanto en la historia de las plantaciones azucareras, sino más en la cuestión de la economía campesina, porque tuvo una importancia más marcada, hasta el siglo XX, que en el caso de Puerto Rico, de Cuba o de otros países caribeños... Entonces hice esta propuesta para estudiar el tema.
¿Para qué sirve la historia en esta etapa posmoderna?
Puede servir para nada. Quizás la mayor parte del tiempo no sirva de mucho. Yo, que tengo una visión bastante pesimista de las cosas, tiendo a pensar cada vez más en que es poco el valor que hoy en día se le da (a la historia) porque vivimos en una sociedad donde la información nos apabulla. Agarramos el teléfono y sencillamente recibimos una cantidad de información impresionante y entonces hay una evanescencia de la información y del dato.
Lo que hoy es noticia puede ser que en dos días no se recuerde o si recuerda, aunque haya sido una cosa muy importante y dramática, pierde todo ese dramatismo que tuvo el evento en sí mismo.
Lo que hoy es noticia puede ser que en dos días no se recuerde o si recuerda, aunque haya sido una cosa muy importante y dramática, pierde todo ese dramatismo que tuvo el evento en sí mismo. Yo hasta hace poco menos de dos años, que era profesor en la Universidad de Puerto Rico, me sorprendía literalmente de la ignorancia inquietante.
Porque allá, en el caso de Puerto Rico... como he dicho en foros privados y públicos, pues yo creo que independientemente de lo que uno pueda pensar desde el punto de vista político e ideológico sobre ese personaje histórico, Luis Muñoz Marín, creo que es la figura más importante de la historia de Puerto Rico, porque es el que más impacto ha tenido. Entonces (al) preguntarle a un grupo de estudiantes universitarios quién fue Luis Muñoz Marín, que un estudiante levante la mano y diga, bueno, el aeropuerto se llama así, o que cuando se manejan figuras históricas haya una visión completamente distorsionada de ellas, ya sea en sentido negativo o positivo, mí me resulta inquietante y me parece más inquietante aun que entre los mismos intelectuales prevalezcan visiones tan alteradas, tan distorsionadas.
En el campo intelectual uno no puede pretender que exista una sola visión de la realidad. Hay sistemas que han tratado de implementarlo, se llaman totalitarismos, en lo cual yo no creo, pues en una sociedad democrática deben existir diferentes interpretaciones sobre el pasado, sobre la historia, y eso es positivo, porque (se) debe permitir un diálogo, un debate público. Ahora bien, cuando uno ve, como yo percibo en mi país natal, en Puerto Rico, que los intelectuales mismos tienen una visión tan distorsionada, tan manipulada sobre el pasado, eso me parece inquietante.
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