Puntos de vista martes, 01 de noviembre de 2016
“Los cielos rojos del amanecer...”
A Federico Jóvine Bermúdez
Cuando el poeta René del Risco escribió, “Una primavera para el mundo”, y leyó su composición ante un grupo de amigos, entre ellos el maestro Rafael Solano, quien los convocó a todos, porque había soñado la música de la canción que René le puso letra, oí al cantante Fernando Casado decir (también lo publicó), que sugirió al poeta, quitar lo de “cielos rojos del amanecer”, porque los cielos no eran rojos. Y que René respondió, “déjelo así, magistrado”. Indudablemente que la idea de los cielos tiene tintorería azul, no se inserta en el imaginario popular la idea de cielos rojos, cuya textura de grafía alude al fuego o al amor, pero la idea del poeta, horada la locución lineal y convierte en imagen cautiva, ese tono carmesí del alba, cuando despunta libérrimo, como un cristal fosforescente de un nuevo amanecer. Fernando había captado el mensaje subliminal e hizo la observación, con toda la mira, en la dimensión que el propio René le asignó, identificando el rojo con el cambio social y político.
Cuando el poeta René del Risco escribió, “Una primavera para el mundo”, y leyó su composición ante un grupo de amigos, entre ellos el maestro Rafael Solano, quien los convocó a todos, porque había soñado la música de la canción que René le puso letra, oí al cantante Fernando Casado decir (también lo publicó), que sugirió al poeta, quitar lo de “cielos rojos del amanecer”, porque los cielos no eran rojos. Y que René respondió, “déjelo así, magistrado”. Indudablemente que la idea de los cielos tiene tintorería azul, no se inserta en el imaginario popular la idea de cielos rojos, cuya textura de grafía alude al fuego o al amor, pero la idea del poeta, horada la locución lineal y convierte en imagen cautiva, ese tono carmesí del alba, cuando despunta libérrimo, como un cristal fosforescente de un nuevo amanecer. Fernando había captado el mensaje subliminal e hizo la observación, con toda la mira, en la dimensión que el propio René le asignó, identificando el rojo con el cambio social y político.
Federico Jóvine Bermúdez |
En medio de las penumbras, qué bello es escuchar esta canción. En medio de la caída del grito, qué bueno es cantar y luchar por una primavera para el mundo. En medio del prostibulario ético de una sociedad desguarnecida, qué reconfortante es iniciar las faenas del trabajo y de la vida, oyendo en la voz excelsa y armoniosa de Fernando Casado, este nuevo himno a la alegría, al renacimiento, a la convicción perenne de que habrá un nuevo mundo liberado de todas las plagas e iniquidades sociales: “Ven que contigo quiero comenzar un sueño que no acabará/No, no temas al tiempo que la luz del sol no se apagará/ Voy a enseñarte lo hermoso que es el amor/ cada piedra será una flor/ cantaremos a un nuevo sol/ No, ya no hay sendas que puedan volver atrás/ la alegría de un mundo mejor vendrá/ vendrá/ Da sonriendo la mano y seguir/ seguir, seguir/ Gloria y fiesta es la vida cuando hay amor/ Ven, levanta tus ojos a los cielos rojos del amanecer/ Hoy en la tierra entera una primavera puede florecer/ Deja que el viento se encienda con tu rubor/ pinta el mundo con su color/ Y cantaremos a un nuevo sol/ No, ya no hay sendas que puedan volver atrás/ la alegría de un mundo mejor vendrá/ vendrá/ Da sonriendo la mano y seguir, seguir, seguir/ Gloria y fiesta es la vida cuando hay amor”.
Cada vez que la mirada engrampa la curvatura multicolor del espectro visible, con el rojo hacia la parte exterior y el violeta hacia el interior, cada vez que el arcoíris se vuelve un gradiente continuo de luz múltiple, busco y encuentro, allá en el firmamento, los cielos rojos del amanecer, los cielos rojos de René del Risco Bermúdez, es decir, la unción y la espada, el amor como una fiesta del corazón, el nuevo sol de la primavera que puede florecer en la tierra entera.
http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2016/11/01/441379/los-cielos-rojos-del-amanecer--
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