Hay que desvelar su repugnante hipocresía
MARGARITA CORDEROLA OPINIÓN DE LA DIRECTORA
En la República Dominicana del siglo XXI, 26 de cada mil niños nacidos vivos no llegan a cumplir el primer año de edad. Los matan las enfermedades de la pobreza: trastornos respiratorios, prematuridad, bajo peso al nacer.
Y si esta cifra global debe llenarnos de vergüenza, el sentimiento por los datos provinciales no encuentra qué lo defina. En Bahoruco, 60 de cada mil niños nacidos vivos muere durante sus primeros doce meses; en Montecristi, fallecen 49 por cada mil en el mismo período.
De los niños y las niñas de 5 a 9 años, la muerte se lleva 34 de cada mil. Parejo infortunio corren los de entre 10 y 14 años: 36 de cada mil de ellos no rebasan esta última edad. Mueren sin haber vivido.
La religión es cosa privada y no puede intentar usar el Estado para imponerse a toda la sociedad, incluida la parte disidente de sus dogmas o sencillamente no creyente.
En la República Dominicana, católica, apostólica y romana, el 7 % de los niños y niñas menores de cinco años padece desnutrición crónica y un 2 % presenta retraso severo en el crecimiento, según la Endesa 2013. Dos de cada cien niños y niñas dominicanos son tarados irrecuperables, y siete de cada cien orillan la oligofrenia.
En la República Dominicana, católica, apostólica y romana, y según las nunca enteramente confiables estadísticas oficiales, 304,000 niños y niñas trabajan. No tienen infancia y nunca conocerán los pregonados deleites de la familia que reza unida (y come y consume y accede unida a todos los privilegios del estatus). Son los excluidos para siempre jamás de todas las “bondades” de una sociedad a la que un grupo de obcecados insiste en atribuirle valores religiosos a prueba de realidades.
En la República Dominicana, católica, apostólica y romana de 2010, el 29.4 % de los niños y las niñas vivía en la pobreza, y el 4.2 % en la pobreza extrema. Si no tienen con qué satisfacer necesidades básicas, mucho menos oportunidades tendrán de disfrutar las gratificaciones del espíritu. Mas eso no parece importar.
Cuando la pobreza se mira con ojos distintos a los de la economía monetaria y se incorpora otro tipo de privaciones, tales como las derivadas del acceso y calidad insatisfactorios de los servicios y bienes públicos, la pobreza infantil se eleva a un sonrojante 49.3 %, y la pobreza extrema a 7.7 %. No es vida humana, es sobrevivencia biológica.
En la República Dominicana, católica, apostólica y romana, el 20.8 % de los menores de cinco años no está inscrito en el registro civil. Es decir, no existen para el Estado y, de prolongarse su condición de indocumentados en su propio país, engrosarán las filas de los desprovistos de absolutamente todos los derechos. Serán no personas.
¿Cuántos miles de niños viven en la calle o son de la calle? No hay estadísticas, pero hay ojos para ver. ¿Cuántos son víctimas de la explotación sexual comercial? Silencio de las cifras. Pero como un solo niño o una sola niña basta, Boca Chica o el Centro de los Héroes son cantera.
El 16.8 de las muchachas y el 28.3 de los muchachos se iniciaron sexualmente antes de cumplir los 15 años. El 2.2 % de las ellas había tenido un hijo nacido vivo a esa edad. El 2.8 % estaba embarazada, el 4.9 % lo estuvo alguna vez. Sexualidad ignorante, pero activa. Imposible tapar el sol con un dedo.
En la República Dominicana, católica, apostólica y romana, hace veinte años el número anual de abortos clandestinos se calculaba en 82,500. Es de suponer que esta cifra ha aumentado. Hace cinco años, en 2009, las asociaciones médicas estimaban que las complicaciones de este tipo aborto, al que recurren las más pobres, era responsable del 20 % de las muertes maternas.
Exclusión, dolor y muerte es lo que gritan estas cifras. ¿En nombre de qué dogma religioso continuaremos pretendiendo cerrar los ojos a la verdad de la vida?
El Estado está para armonizar los intereses de la ciudadanía sin tomar en cuenta en qué cree o en qué no cree cada uno. Lo suyo es garantizar derechos. La religión es cosa privada y no puede intentar usar el Estado para imponerse a toda la sociedad, incluida la parte disidente de sus dogmas o sencillamente no creyente.
Hay que decir ¡basta! al terrorismo religioso. Hay que desvelar su repugnante hipocresía. http://www.7dias.com.do/editorial/2014/12/02/i177717_hay-que-desvelar-repugnante-hipocresia.html#.VH_htdKG_m4
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