El gran desafío de la juventud dominicana
“Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”, Fito Páez.
Sin importar si se trata de una caricatura de democracia o una dictadura férrea, desde la fundación de la República, la juventud dominicana ha sido la propulsora de los cambios en el país.
Fue a un grupo de “muchachos”, con Juan Pablo Duarte a la cabeza, que se le ocurrió que esto que hoy llamamos República Dominicana merecía y debía ser una nación libre y soberana. Gregorio Luperón no tenía 25 años cuando a fuerza de coraje patriótico se convirtió en el líder de la Restauración cuando el traidor de Pedro Santana anexó la joven República a España.
Cuando el 10 de enero de 1916 Gregorio Urbano Gilbert enfrentó a los invasores norteamericanos en el muelle de San Pedro de Macorís era un adolescente de 17 años.
Amaury Germán Aristy tenía 18 cuando estalló la Revolución de Abril de 1965, en la cual se destacó como comandante. El líder de aquella gesta patriótica, Francisco Alberto Caamaño Deñó, tenía 33 años en ese entonces.
Dos años antes, Manolo Tavárez Justo y un puñado de jóvenes valientes se había sublevado contra el golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch.
La lista de jóvenes revolucionarios y progresistas que dieron la vida en aras de la libertad y la democracia es bastante extensa .
Durante los terribles 12 años de Balaguer fue la juventud, principalmente, la que nuevamente abonó con su sangre el largo camino hacia la libertad y la democracia, sin doblegarse, hasta obligar al viejo caudillo a entregar el poder.
Gracias a esa lucha tesonera de lo mejor de la sociedad dominicana hoy podemos, al menos, expresarnos libremente, sin correr el riesgo de que, al día siguiente, nos pase un “accidente” o que nuestra familia sea hostigada, maltratada. Vivimos otros tiempos, eso es innegable.
Llamar a la insurrección armada, al golpe de Estado, sería hoy día un desatino. Hugo Chávez en Venezuela; Lula en Brasil; Evo Morales en Bolivia; José Mujica en Uruguay; los sandinistas en Nicaragua, y Correa en Ecuador, demostraron que es posible producir cambios por la vía pacífica.
Sin embargo, a la actual generación de jóvenes, y más aun a los dominicanos, les toca librar una batalla tan o más difícil que a sus antecesores, no ya en el plano de la confrontación armada, sino en otro no menos tortuoso: la batalla de las ideas.
Y es ahí precisamente donde está el gran reto de la juventud dominicana de hoy día. Frente a una avalancha de informaciones, la fiebre consumista, distracciones “irresistibles”, es fácil perder el rumbo. Décadas atrás los campos estaban muy bien definidos.
Cualquier simulador se presenta hoy como el nuevo Cid Campeador de la democracia.
Como diría Enrique Santos Discépolo en su famoso tango ”Cambalache”: “Hoy resulta que es lo mismo/ser derecho que traidor/ ignorante, sabio o chorro/generoso o estafador…/¡Todo es igual!/¡Nada es mejor!/Lo mismo un burro/que un gran profesor”.
Y en ese maremágnum de confusiones no es fácil saber qué apreciar más, si los valores o los teneres, pues desde hace rato nos han venido moldeando hasta hacernos creer que es cierto, que quien nada tiene nada vale, que lo importante es el dinero, no importa cómo se haya obtenido.
No será tan fácil, pero toca a los jóvenes de hoy abrir los ojos, hacer conciencia, levantar su voz e impulsar los cambios que necesita nuestra sociedad.
Aquellos que no somos tan jóvenes tenemos el deber de estar ahí a su lado, como guías o como ayudantes, como faro o como remo.
De mi parte ofrezco todo lo que tengo: mi voz y mi corazón.
De mi parte ofrezco todo lo que tengo: mi voz y mi corazón.
http://eldia.com.do/el-gran-desafio-de-la-juventud-dominicana/
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