Carmen Lara Fernández, olvidada
17 de agosto de 2015 - 10:00 am -
Lara Fernández es la autora que recopiló todo un discurrir de hechos, cronológicamente ordenados, de lo que aconteció entre las décadas de 1930 a 1940 con la participación política de la mujer. Pero ninguna investigadora ha procurado “filtrar” o ir a los documentos originales en los cuales esta periodista sustentó ese recorrido de naipes sobre la primera ola del feminismo en la República Dominicana
Cuando esta frágil copa de mi vida/ que de amarguras rebosó el destino, / en la revuelta bacanal del mundo/ ruede en pedazos, no lloréis, amigos.
Haced en un rincón del cementerio, / sin cruz ni mármol, mi postrer asilo, /después ¡oh, mis alegres camaradas!/ seguid vuestro camino”. FABIO FIALLO, For Ever [1]
Cuántas veces Carmen Lara Fernández habrá evocado con nostalgia estos versos de su Maestro de la Escuela Secundaria, el bardo romántico Fabio Fiallo.
Ahora, pasado el tiempo, más de dos décadas del fallecimiento de Carmen, ni siquiera sus iguales la recuerdan; nadie la ha narrado con certidumbre; permanece en el olvido, aquella mujer exquisita, de rostro angélico, de escaso hablar, de relación íntima con el mundo, cuya voz al parecer se ha quedado como la de una peregrina que solo la nostalgia puede hacer ficción.
Carmen Lara Fernández (1915-1991) ha quedado “atrás”, en un itinerario que sólo pueden tener presente los que realmente compartieron a su lado la plenitud de su adultez. Ella, solo es citada recurrentemente por la consulta de su libro sobre la Historia del Feminismo, cuando otras asumen su narración, y la colocan como cita textual en ensayos donde se pretende reflexionar sobre la construcción de la “ciudadanía” de la mujer, sobre las luchas de las sufragistas, o vincularla a la cultura patriarcal.
Lara Fernández es la autora que recopiló todo un discurrir de hechos, cronológicamente ordenados, de lo que aconteció entre las décadas de 1930 a 1940 con la participación política de la mujer. Pero ninguna investigadora ha procurado “filtrar” o ir a los documentos originales en los cuales esta periodista sustentó ese recorrido de naipes sobre la primera ola del feminismo en la República Dominicana. Todas se conforman con ir de vuelta a esta fuente, sin preguntarse como lectoras qué artificios de infeliz prudencia hubo detrás de ese diario o prontuario del acontecer femenil-político.
Luego de estos acontecimientos, como he escrito anteriormente en mi ensayoLa afirmación de la “ciudadanía” de la mujer: “Pasadas las elecciones presidenciales de mayo de 1942, formalmente, las mujeres dominicanas empezaron a ejercer una “ciudadanía plena”, además se dio inicio a una relación “colectiva” de las mujeres con el poder político magnánimo del tirano, aun cuando continuaban los estereotipos, la educación sexista, y la distancia entre el poder real y la política sexual del Estado no se había abolido ni se asomaban intentos de esto”, y así se inició la “representación mínima, ínfima en las Cámaras Legislativas con la cuota de “participación” light, rosada, que le otorgó el tirano a la mujer al señalar e imponer de dedo la elección de cuatro prominentes mujeres oficialistas”.
- MI AMISTAD CON CARMEN LARA FERNÁNDEZ
Un buen día, allá, a fines de los años 80s, en octubre de 1986, nos dimos ambas apertura a ese vacío de la espera, que es tratar de cerca a una persona que tiene guardadas muchas memorias, pretendiendo que se hiciera el milagro de que narrara para mí lo perdido y oculto en el tiempo.
Mi primer encuentro de amistad con la Señorita Carmen Lara, ocurrió en la placidez de su casa de estilo mediterráneo, con techo de tejas a dos aguas, en la calle Paya número 4, esquina Matanzas, de la Urbanización Tropical. Nuestro acercamiento se hizo por interés de mi padre. Ellos dos eran amigos de antaño, se conocían desde La Vega, en la década del 50, compartieron en momentos en que mi papá Paíno Manuel, con menos de veinte años, se desempeñaba como uno de los asistentes de mayor confianza en el despacho obispal de la vieja Catedral de La Vega, de su Ilma. Mons. Leopoldo María de Ubrique, Administrador Ap. de La Vega, el franciscano conocido con veneración en el país como Monseñor Panal (Cádiz, 1893-Santo Domingo, 1971).
Mi papá confeccionó para Monseñor, un hermoso atril de ébano verde, madera que se encargaba a Jarabacoa, a los aserraderos de los Robiou, rediseño la estantería de su biblioteca y le remodeló también en madera parte de la sacristía, gracias a las donaciones de los feligreses. Compartían amistad con el ilustre munícipe vegano Lic. Santiago Peña Holguín (1910-1980), el padre de Luchy Peña de Elías, visitándolo al Higüero, a contemplar sus colecciones de rosas de diversas variedades injertas que cultivaba, técnica que enseñó a Carmen Lara Fernández.
Carmen me recibió en una hermosa sala de estar, dispuesta a conversar en otoño; ya entonces tenía inconvenientes de salud, por una fisura de cadera, y le era un poco difícil caminar; no obstante, la esplendidez de su sonrisa, su pelo completamente cano, recogido con elegancia en un moño alto, me resultaba atrayente. Eran menos de las seis de la tarde, y un poco más de las cinco y cuarto, porque la Señorita Carmen Lara despertaba después de las 4.00 de la tarde de su descanso. A las tres, aún no era posible conversar con ella, pero ya a las cinco era su hora de merienda, y de disfrutar la tarde, de un té con galletitas, de la belleza de su jardín que podía observarse a través de las ventanas venecianas color blanco de la sala de su casa, o cuando se acordara que ella pasara la tarde en el jardín, cerca, muy cerca de sus flores predilectas: los jazmines, y las rosas de diversos colores.
Carmen nunca quiso inquietar o quebrar el pasado que guardaba de la “Era”. Si se refería a esa época lo hacía sin mostrar filiación ideológica o cuestionamiento del pasado. Intuía que, para ella el pasado no era sólo un espacio de tiempo abstracto ni una simple representación de lo “vivido”; era una mezcla de lo prohibido, un muro, un referente de pasividad, un intersticio que sólo se acepta por las crónicas contadas sobre el papel, sagas estáticas, ausencias o complicidades, anonimatos sin treguas, imprevisibles acontecimientos o conjuras de la irrealidad.
Toda una generación de mujeres intelectuales, Maestras Normales y profesionales de distintas provincias del país estuvo silente y/o envuelta a la sombra de los dictados de un régimen autoritario. En la Era de Trujillo cada una actúo desde un punto geográfico de la República por el camino de su predilección, pero cada camino tenía distintas voces, aprendizajes de silencios o discursos de sumisión ordenados por los códigos del oprobio.
- EL SILENCIO DE CARMEN LARA FERNÁNDEZ
Cuando le pregunté a Carmen de todas las llamadas “mujeres de la Era”, cuáles eran de alabastro, no quiso despojarse de su silencio. Sencillamente, ahora comprendo, que tal como titula su cuento “Cristales”, ella sabía que hablar del pasado era como un cristal: se puede quebrar, romper dependiendo del lado por el cual se mire el rostro, en este caso los rostros de las otras.
Carmen Lara Fernández en su ciudad natal se enroló a la euforia del movimiento feminista de vanguardia, desempeñándose allí en la Junta Provincial como Secretaria de la Acción Feminista Dominicana (AFD), cuando se funda la Junta Provincial de AFD en La Vega, el 3 de junio de 1931, presidida por la Dra. Armida García de Contreras [2]; participó en el grupo que llevaba la voz y el liderazgo de la “théorie de l´élite”; creía como Delia Weber en la eficacia política de la igualdad, en la equidad de género, en que la mujer tenía derecho a una vida-historia y a una vida-política, no a una coexistencia antagónica con el otro, independientemente de las “oposiciones binarias”.
Cuando a la mujer dominicana se le otorga en 1942 el derecho al voto, ya Abigail Mejía había fallecido el 15 de marzo de 1941, sin poder escapar de lo que predijo Consuelo Montalvo cuando proclamó en uno de sus artículos escritos para la Revista Fémina: “Salvémonos de las garras de las águilas que nos asechan”.
Carmen Lara Fernández, corresponsal en La Vega del periódico La Nación, narra en su Historia del Feminismo en la República Dominicana (Ciudad Trujillo, Imprenta Arte y Cine, 1946), que fue a ella a quien Trujillo le ofreció la primicia de que se le iba a conceder el derecho al voto a la mujer [3]. Una lectura lineal sobre este tema, diría que fue un halago del “Jefe” a la hermosa joven vegana, o que quizás a ella, por suerte del azar, le tocó el privilegio de dar a conocer la noticia. Quién sabe. Quizás esto pudo disgustar a otras líderes del movimiento feminista de vanguardia, y a otras infiltradas “feministas” de la dictadura. Carmen Lara contaba entonces con 26 años de edad.
La Historia del Feminismo en la República Dominicana de Carmen Lara Fernández, editada en 1946 [desconocemos el mes de impresión], escrita como diría Carmita Landestoy, haciendo acopio a lo que denomina “el lenguaje obligado bajo la tiranía” [4], es una especie de reflexiones y una transcripción de documentos que presumimos copia fiel de sus originales, sobre todo en lo que concierne a cartas y telegramas remitidos por líderes del feminismo, y esposas de funcionarios del gobierno de Trujillo, así como de circulares no gubernamentales y gubernamentales, memorandas, proclamas, manifiestos, mensajes, discursos, leyes, extractos de leyes, decretos, publicaciones en la prensa, y de aquellas “acciones” de política social de protección (a la infancia, a la maternidad, a los ancianos) y asistencialismo desarrolladas por la dictadura, que incluye además la “dominicanización de la frontera”. Insisto como ha dicho Landestoy, llevadas a la forma de libro antológico, como recopilación o compilación de los temas que autorizó la dictadura que se escribieran en el lenguaje autorizado por el oficialismo.
Carmita Landestoy publico ¡Yo también acuso! en La Habana, en 1946. El ejemplar del libro que poseemos en nuestra biblioteca, es de la segunda edición; la introducción “A manera de Prólogo”, Carmita la firmó en julio de 1946 en New York, ciudad donde coincidió con Minerva Bernardino, no sabemos si en 1945.
En tal sentido, desconocemos por la coincidencia de fechas de la publicación, cuál de las dos obras de estas feministas fue anterior a la otra, si la de Carmita a la de Carmen, o la de Carmen a la de Carmita, y si la de Carmen escrita en 1945 fue una respuesta “oficial” a la de Carmita, que le encomendara Trujillo a Carmen Lara Fernández. [5]
Otros textos dado a la luz por las sufragistas de vanguardia, pero de manera tardía, son Contribución para la Historia del Feminismo Dominicano, publicado en 1952 de la autoría de Petronila Angélica Gómez, cuya compilación y selección de artículos estuvo a cargo de Delia Weber, luego de que Gómez perdiera la visión; e Historia del Feminismo en la República Dominicana de la pluma de la Maestra Normal Delia Weber, editado en 1977.
Para 1950, Carmen Lara Fernández, Martha María Lamarche, Esthervina Matos, Adriana Hoepelman, y Ana Quisqueya Sánchez eran consideradas como “representantes, con su talento y con su gracia espiritual” de la poesía de la “emoción de lo sensitivo”. Lara Fernández estaba vinculada a la Sociedad Religiosa Cultural “Senda de Santa Teresita”, al semanario “Lluvia de Rosas” que dirigía Lina Longo Minervino en La Vega, y a las obras de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, del Santo Cerro.
Lara Fernández se “ausenta” del país, presumimos, en 1954, justo en el Año Mariano, que era además, el Año del Concordato con la Santa Sede y Año Centenario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Virgen, para iniciar su autoexilio que duró más de dos décadas, viviendo por largos años en la ciudad de Nueva York, en Kew Gardens Road 8045, apartamento 3B, en Queens.
Al regresar del autoexilio publica una colección de poemas titulada Íntima(Editora Hola, 1983), y los ensayos Primicias del Nuevo Mundo (Editora Taller, 1989), Cómo educar a sus hijos (Editora Taller, 1989), donde compila su experiencia como voluntaria en la Asociación Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos, editado anteriormente en formato de disco de larga duración en Nueva York, en 1967. Ambos textos se presentaron en un acto de puesta en circulación en agosto del mismo año en la Sala de Actos del Cabildo de Santo Domingo, el 4 de agosto, para celebrar los 493 años de fundación de la ciudad. [6], donando al ayuntamiento “sus derechos de autor”. Este fue el último acto público en el cual participó.
Su vida sólo puede ser narrada por quienes la conocieron o estuvieron cerca de ella, y creo que serán pocos los que tienen ese privilegio por dos razones: primero, por la discreción con la cual asumió su vida, y segundo: por la soledad que escogió. Pero quizás, con cierta particularidad sus sobrinos estén en disposición de contribuir a que se conozca su obra ensayística sobre temas de indiscutible valor histórico, que evidencian su interés por el pasado colonial de Santo Domingo.
Corrieron los años desde 1986, y la Señorita Carmen Lara dio continuidad a nuestra amistad, y la cuidamos juntas. Tanto es así, que descubrió de mí cosas que tenía profundamente guardadas en mi interior, y que entonces, por mi juventud, no comunicaba a nadie, porque era introvertida y tenía reticencia a conversar si no me daban la confianza. Salir del encierro de mi habitación propia en cierta manera fue parte del aprendizaje que ella me enseñó. Pero como siempre, el destino, se cumple inexorablemente. Era tarde ya cronológicamente. Carmen y yo nos conocíamos cuando su salud estaba muy resentida, y era poco lo que podíamos compartir, sólo los fines de semana.
Pero, no me contuve, en una de esas tardes en que la visitaba, fui irreverente al preguntarle: “¿Señorita Carmen, porque usted no escribe o cuenta a alguien realmente cómo fue su participación en la Era de Trujillo, qué pasó con todas esas mujeres que se dice se plegaron al trujillismo y sirvieron al régimen?” A lo que me contestó: –No lo puedo hacer. “Pero ¿por qué razón?, insisto”. Y me da como respuesta:-Porque Minerva aún está viva. Y, le dije “¿Cuál Minerva?”. Y, me sorprende diciéndome: –Bernardino.
Minerva Bernardino (1907-1998) encarnó –al decir de algunas de sus contemporáneas- para el movimiento de las feministas y sufragistas de vanguardia, lo que P. A. Gómez había prevenido en las filas del feminismo dominicano: el egoísmo, la falta de valor moral en algunos de sus miembros, y la precipitación.
Ya en 1933, definitivamente, se vislumbraba el surgimiento de intrigas en las filas de la AFD. Petronila Angélica en torno enérgico expresó en su revistaFémina: “¿Cuál es la compensación que nos reseña el porvenir? Ahora nos toca investigar: qué es lo que hay que hacer, y qué es lo que falta por hacer?”. No “dirigimos nuestras aspiraciones hacia mármoles y bronces, que nos reserve el porvenir”. Y Consuelo Montalvo escribía con ahínco sobre este mismo tópico: “Salvémonos de las garras de las águilas que nos asechan”.
Abigail Mejía, vista por Minerva Bernardino como su rival política, en 1933 quedó literalmente atrapada, confinada a no poder salir del país por la dictadura, luego de la traición de Minerva a la causa de las mujeres que encabezaban la vanguardia feminista y el movimiento sufragista, cuando le comunicó al tirano: –“Jefe, ahí está Abigail Mejía estableciendo relaciones internacionales sin su permiso”, al momento de recibir Mejía la invitación de la norteamericana Doris Stevens para asistir a la Reunión de la Comisión Interamericana de Mujeres en Montevideo, carta que Bernardino refirió a Trujillo, lo cual bastó para que el “Jefe” tomara la decisión de enviar a Minerva a esa Reunión de la CIM, echando a un lado y desconociendo la invitación que era personalmente para Mejía, su rol destacado como líder del feminismo, y el reconocimiento sobre sus dotes intelectuales que iba in crescendo tanto aquí como en el exterior, hecho que nos refirió en vida la profesora Esthervina Matos, su discípula, y que nos confirmó su hijo Abel Fernández Mejía (1931-1998), relatado por su abuela Carlota Solière.
Carmen Lara Fernández refiere escuetamente en su Historia este acontecimiento –del viaje de Minerva a Montevideo- redactando que: “En la Séptima Conferencia Interamericana, celebrada en Montevideo, en 1933 asistieron delegadas por cada país, nombradas por sus respectivos gobiernos; además se nombraron comités especiales para la investigación del estatus legal de la mujer y presentar un informe.
“Doña Abigaíl Mejía de Fernández fue nombrada Presidenta de ese Comité por la Comisión Interamericana de Mujeres, e invitada a asistir a esta conferencia.
“Partió el 14 de Noviembre de 1933, Minerva Bernardino como delegada de la República Dominicana, quien presentó dicho informe, hecho por la Licda. Milady Félix Miranda”. [7]
Es así, a partir de esta primera participación en el escenario internacional que Bernardino inicia su “consagrada y dilatada vida diplomática”, estrenándose, además, desde otros lares como informante (calié) al servicio de la dictadura, sus esbirros y sicarios, dando un viraje inesperado a lo que sería la historia del feminismo dominicano, con su golpe de anodina doblez, luego de infundir intrigas y calumnias contra Mejía, como ya lo había puesto en práctica, desde el Seybo, el 2 de enero de 1933, cuando clamó fervorosamente “por la reelección del Presidente Trujillo Molina”, pasándole por encima a la Junta de la AFD, y a su Presidenta. [8]
Según relata Lara Fernández, en su Historia, Abigail Mejía de Fernández, el 9 de enero, siete traumáticos días después, tuvo que adherir a la AFD a ese despropósito, en su condición de Presidenta, a nivel nacional, no sin antes –de ser cierta la Carta de referencia enviada a Mario Fermín Cabral- dejar para la posteridad grabada en mármol o en letras de oro esta sentencia que algunas historiadoras e investigadores de género no leen entre líneas, y que sintetiza a nuestro modo de ver la expresión no claudicante de su pensamiento ante la sociedad patriarcal que enfrentaba; sentencia que espero llegue un momento en que se cumpla: “La mujer, sin derechos no podría cumplir todos sus deberes. Si hay buenos gobernantes no podrá prestarle su cooperación; si los hubiese malos no podría evitar que surgieran ni tratar de que enmendasen desmanes con sus suaves meditaciones, benéficas sin duda. Por ello, respecto a la política nacional, nuestro propósito, ya inmediato, debe ser la conquista de nuestros derechos. Es algo que reclama la febril hora presente”. [9]
No obstante, aunque existe la posibilidad de que otros puedan opinar en sentido contrario, Carmen Lara Fernández salvó de la injusticia y de un juicio severo de la historia a Abigail Mejía, que fue víctima de esa máquina del terror de la dictadura, y de la traición de militantes oficialistas infiltradas por el tirano en la Acción Feminista Dominicana. Es difícil asimilar la monstruosidad y azaroso proceder con el cual se manejaba Bernardino, puesto que su lógica, era la lógica del poder, provocar las contradicciones, desdoblarse como lo hizo por décadas, mutilar la memoria no oficial, regodearse en las sombras de su felino instinto de hacer presa a los opositores del régimen en los inviernos newyorkinos. Minerva escribió adrede sobre su vida un guión iconográfico que la presenta en el siglo XXI como una mujer triunfante; se hace mención de ella en toda la tinta que se plasma en papel sobre los derechos humanos de la mujer, pero su clasificación como ser humano es cero.
No sé quién ocultó o aun oculta los archivos de la Era que concierne al papel de Minerva Bernardino como agente al servicio del dictador; sí sé que, Carmen Lara Fernández tenía algo claro: no hablar mientras Minerva estuviera viva, y así lo hizo. Entonces me pregunto: ¿Qué posibilidad de existencia real tiene lo que se escribe en los libros que pretenden ser la historia de una época, si no se posee la evidencia documental? Y, me repito esa pregunta a mi misma como un tema a discutir.
Conocí a Minerva Bernardino en el apartamento de José Ángel Saviñón, de la Avenida Anacaona, del Condominio Bella Vista. Mi amiga Rosa Lebrón Saviñón de Anico (1929-2014) nos presentó. Luego, una noche volvimos a coincidir en una actividad en la Academia de la Lengua. En esos dos encuentros fortuitos, no sé, pero sentía que no era una mujer para ser admirada, no importándome la espectacularidad que “adorna” su vida. Su vida está en disonancia con lo que fue, con lo que se dice fue, y con lo que no se dice cómo fue. Sé que existe una biografía aun no publicada sobre ella, y que mi amiga la profesora Ginetta Candelario también investiga en archivos de Washington y de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) sobre Minerva Bernardino.
Carmen Lara Fernández falleció guardando en el silencio de su alma altruista el pasado no confesado de esos años convulsos del sufragismo de vanguardia, sin contar la otra “Historia” real del movimiento feminista en la Era de Trujillo. Luego de su desaparición física, en 1991, desconozco el final que tuvieron sus archivos personales o si alguien es albacea de los mismos. Tampoco sé si Carmen otorgó testamento.
Pero ahora, creo entender su silencio, y es para que recuerde, y traiga al presente aquellas líneas que ella escribió en 1950: “Mi pensamiento vagaba de un lugar a otro… y la cenicienta que dormía un sueño centenario se levantó de sus ruinas al reconstruirse sus edificios, crecer los jardines y se transformó en una princesa real, ataviada de las galas de la fantasía, envuelta en los mantos de la Gloria que cruzaba entre los arcos de laureles de la HISTORIA”.
NOTAS
[1] Fabio Fiallo. La Canción de una vida, poesías (Madrid: Editorial “Cristóbal Colón”, 1926):37
[2] Carmen Lara Fernández. Historia del Feminismo en la República Dominicana (Imprenta Arte y Cine, Santo Domingo, 1946): 8
[3] “Fue el 28 de mayo de 1941, en la tarde, cuando recibí la más profunda emoción de mi vida. Invitada por el Honorable Presidente Trujillo, llegué a la Mansión Presidencial para tener la íntima satisfacción de oír, de labios del generoso Protector de los derechos de la mujer, que deseaba que fuera yo la primera en conocer que lanzaría un manifiesto el 5 de Junio, cumpleaños de su hijo Ramfis, en el cual declaraba que se le otorgarían los derechos políticos a la mujer dominicana. Frases de infinita gratitud brotaron de mi alma, para quien al distinguirme de esa forma, colmaba las aspiraciones de mis compañeras de avanzados ideales y los míos, pues, desde 1928, que tuve conciencia del papel que debía jugar la mujer en la sociedad dominicana, comencé mi campaña feminista”. Historia del Feminismo en la República Dominicana (Imprenta Arte y Cine, Santo Domingo, 1946): 62.
[4] Carmita Landestoy. ¡Yo también acuso! 2da. Edición (La Habana: Editorial LEX, 1946):9.
[5] El investigador Alejandro Paulino sostiene que “Este libro no circuló en Santo Domingo, como debe de suponerse, y son pocos los intelectuales y especialistas en el tema de la dictadura de Trujillo, que han oído hablar de él”. Ante esta afirmación de Paulino, deseo agregar que no, que el mismo sí se conoció, pero es poco citado. [Revista Vetas (Año XIII, Santo Domingo, diciembre de 2005): 70].
[6] Periódico HOY, 8 de agosto de 1989:C3
[7] Carmen Lara Fernández. Historia del Feminismo en la República Dominicana, p. 149
[8] Ibídem, pág. 24
[9] Ibídem, pág. 25
La bibliografía publicada de Carmen Lara Fernández comprende: Cristales(Editorial El Diario, Santiago, 1940), Resplandores de Gloria (Editora Montalvo, Santo Domingo, 1945), Historia del Feminismo en la República Dominicana(Imprenta Arte y Cine, Santo Domingo, 1946), Primera Ciudad Cristiana del Nuevo Mundo: La Isabela (Editora Montalvo, Santo Domingo, 1947) y La Catedral Primada de América (Imprenta Arte y Cine, Santo Domingo, 1950) con una síntesis en inglés. En una de las páginas finales de este último libro aparece a manera de colofón la relación de “Obras de la autora”, y se indica que Lara Fernández tenía próximo a publicar Santo Domingo, Cuna de la Civilización Americana, y en preparación “La Universidad de Santo Domingo, Primada de América” y “La Española, Génesis de los Derechos Humanos en el Nuevo Continente”, e inédita “La Influencia de la Mujer en la Vida del Hombre”.
La revista La Palabra de Santo Domingo, que dirigía el doctor Opinio Álvarez Mainardi, que se editaba desde 1939, publicó en 1950, un encarte con los “Datos Biográficos de la Prof. Carmen Lara Fernández”. Su obra de Geografía fue declarada Texto Oficial, mediante la Resolución Núm. 2940 del Departamento de Educación de la Secretaría de Educación y Bellas Artes.
Juan Ramón Hernández y Lebrón el autor del libro Desfile de Coetáneos(Editora Corripio, 1989), escribió palabras de elogio sobre su libro de cuentosCristales, editado en 1940, en Santiago. http://acento.com.do/2015/cultura/8275877-carmen-lara-fernandez-olvidada/
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