Visita al museo
Las oscuridades del Faro que se visualizó como el mayor monumento de América
El museo, que se vislumbró desde el siglo XIX, sigue atrayendo a turistas que aprecian muchas de sus exhibiciones entre penumbras
SANTO DOMINGO ESTE. Cuando el Faro a Colón apenas era una idea, en 1925 el Gobierno dominicano visualizaba que debía ser “el mayor monumento de América y uno de los más grandiosos y bellos de la tierra”. Ya tiene 25 años de erigido, aloja exhibiciones que hay que alumbrarlas con una linterna para observarlas, tiene salas cerradas y en reparación que albergan bacterias, y no hay fecha para que vuelva a ser esa fuente que despedía un espectáculo de luces.
La estructura es lugar de empleo de 76 personas. Tiene forma de una inmensa cruz acostada y es visitada a diario por turistas. Solo el año pasado lo hicieron 24,261 extranjeros y en este ya iban 21,795 en julio. A ellos les atrae en especial un mausoleo donde se asegura que están los restos de Cristóbal Colón (afirmación que aún se discute), a quien la historia le atribuye haber descubierto América.
Los visitantes también se pasean por 48 salas museográficas. Cada una exhibe piezas de un país específico. Son tan apreciadas que se han producido robos, como el ocurrido en 2011 cuando se sustrajo un arma de fuego antigua, conocida como arcabuz, que posteriormente la Policía recuperó.
El guía Edwin Ramírez explica que lo que se presenta en cada sala fue donado por la nación representada, por eso unas son más ricas en artículos que otras. Japón, por ejemplo, cedió un sistema audiovisual para mostrar al público su exposición, pero estos viejos artefactos se han convertido “en piezas de museo” en sí mismos: no funcionan y ya son obsoletos.
De los seis niveles que tiene el edificio, solo el público accede al primero. En los superiores hay salas en reparación que Ramírez explica que se han abierto con un permiso especial para estudiantes e investigadores. Cuenta que estas guardan riquezas históricas como originales de naufragios registrados en los siglos XV y XVI, planos de otros diseños que se hicieron para el edificio del Faro, grilletes de esclavos, barcos de la Era de Trujillo, vestimentas antiguas y el esqueleto de un haitiano que luchó en las refriegas por la independencia.
¿Por qué se construyó el Faro?
La visión de un faro dedicado a Colón fue mencionada por el escritor Antonio del Monte y Tejada a mediados del siglo XIX.
Se atribuye la idea del monumento al mismo Colón, de quien se afirma que dijo: “Pongan cruces en todos los caminos y senderos para que Dios los bendiga; esta tierra pertenece a los cristianos; el recuerdo de esto debe conservarse a través de los tiempos”.
Se decidió su ubicación en la margen oriental del río Ozama por haberse levantado allí la primitiva ciudad de Santo Domingo, en agosto de 1496.
Para el proyecto el Gobierno de la República Dominicana confió su organización a la Junta Nacional Colombina, creada por decreto el 11 de octubre de 1892, de la que formaban parte el presidente y vicepresidente de la República, el arzobispo metropolitano, el secretario de Estado de Fomento y Comunicaciones y el presidente de la Suprema Corte de Justicia, entre otros.
Además, se creó una Comisión Permanente Pro Faro a Colón, presidida por don C. Armando Rodríguez, vicepresidente de la Junta y exministros de diversos despachos.
El 25 de octubre de 1924, el presidente de la República, Horacio Vásquez, envió un mensaje al Senado sugiriendo la ratificación de una resolución tomada el 24 de abril de 1923 por la Quinta Conferencia Internacional Panamericana reunida en Chile, que acordó “recomendar a los Gobiernos de las repúblicas de América que honren la memoria de Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo, con la erección de un Faro Monumental que se denomine de Colón, en la costa de la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, y el cual deberá construirse con la cooperación de los gobiernos y pueblos de América, y también con la de todos los gobiernos y pueblos de la tierra”.
El 14 de febrero de 1925 Vásquez hizo una proclama pública sobre la Primera Semana Pro Faro a Colón, comprendida entre el 27 de febrero y el 5 de marzo de ese año. Destacó que la República Dominicana tiene “la honra inmarcesible de guardar las venerandas cenizas del inmortal navegante”.
“Además –agregó-, por haber sido su tierra predilecta, tiene, por sobre la conveniencia imponderable de que el Faro sea levantado en las cercanías de la ciudad de Santo Domingo, el grato e indeclinable deber de iniciar, con una suma apropiada, la suscripción del proyecto del Faro Monumental que será un atrayente símbolo luminoso que preconizará la fama imperecedera del Descubridor”.
Pasee por el Faro a Colón en el siguiente tour virtual:
El famoso concurso para su diseño
Para diseñar el Faro a Colón se hizo un concurso internacional entre 1928-1930. Se inscribieron unos 1,926 arquitectos para participar en la primera etapa. De esa cantidad de inscritos, llegaron 455 proyectos.
El británico Joseph Lea Gleave, a la edad de 23 años, fue premiado con el primer lugar. Él indicó que la forma general de la estructura sería baja, comparada con el terreno, de modo que pueda resistir los terremotos y huracanes.
“La fragilidad de las construcciones modernas no cabe en un edificio que, por su naturaleza, debe ser eterno”, aseguró, según recoge una publicación de 1959 del Comité Ejecutivo Permanente del Faro a Colón, para los visitantes de la entonces Ciudad Trujillo.
“Bajo un cielo sombrío su silueta recuerda la de una esfinge egipcia, la de una serpiente azteca o la de un esbozo elemental de la naturaleza”, dijo el arquitecto.
Los trabajos de construcción los comenzó el entonces dictador Rafael Trujillo el 14 de abril de 1948, Día de las Américas. En un mensaje que dirigió ese día dijo que el monumento serviría “para honrar la memoria del descubridor, para señalar permanentemente la ruta que siguió la civilización en su marcha a través de las islas avanzadas del continente”.
“Realizaremos en él un acopio documental de singulares proporciones”, dijo Trujillo. En ese entonces, después de la Segunda Guerra Mundial, el dictador entendía que la idea de erigir el Faro resultaba “de una oportuna y promisoria significación” en “el angustioso momento que está viviendo la humanidad”.
Fernando Arturo Garrido, entonces secretario-tesorero del Comité Ejecutivo Permanente del Faro a Colón, explicó que el cuerpo principal del monumento, una cruz pavimentada, de 690 metros longitudinales y 166 a lo largo de sus brazos, “estará rodeada por un radio de 417 hectáreas de extensión”. Aspiraba a que de la cabecera de la Gran Cruz partieran 21 avenidas, una por cada república americana.
En la cima del monumento, de 237 metros de largo, y de una altura de 40, está el Altar del Progreso, que lleva la luz central del Faro. De noche, desde los canales, se observaba una fiesta de luces que muchos habitantes de la capital y la provincia Santo Domingo podían ver en décadas pasadas, inclusive a kilómetros de distancia, antes de que salieran de servicio. Administraciones pasadas del museo reportaron que estas bombillas consumen muchos kilovatios hora y terminaron encendiéndose en fechas especiales.
“De noche, desde los canales, se elevarán potentes reflejos luminosos que proyectarán en el cielo el Símbolo de Colón, esto es, una Cruz Gigante, que señalará a los viajeros del mar y del aire el punto central entre ambos continentes americanos”, afirmó Garrido.
Pero todo el sentimiento de veneración a Colón tuvo que esperar. Fue en 1986, durante el gobierno de Joaquín Balaguer, cuando se retomó la construcción de la obra, bajo la supervisión del arquitecto dominicano Teófilo Carbonell.
Se terminó de construir en 1992; a su inauguración asistió el fallecido papa Juan Pablo II y el evento coincidió con los 500 años de la conmemoración del Descubrimiento de América.
Entre las razones de la postergación de su construcción se indica que no se recaudaron los fondos prometidos por todas las repúblicas americanas. Según publicó el periódico El Caribe, dos años antes, en 1990, el expresidente Juan Bosch acusó al gobierno de Balaguer de haber encarecido el costo de la vida por la sobrecarga de impuestos a causa de “una obra tan absurda como el Faro a Colón”.
Sobre el costo final del monumento se dan cifras distintas: RD$300 millones, US$30 millones...
Retomar el esplendor tendrá que esperar
El gobernador del Faro a Colón, Simón Herasme, sostiene que los problemas del Faro comenzaron cuando su administración pasó a depender del Ministerio de Cultura y se le redujo su presupuesto, por esa razón hay dificultades en el mantenimiento interior y exterior, asuntos eléctricos pendientes, no se ha rehabilitado completamente el juego de luces del techo ni reabierto salas en reparación.
A propósito, Ana María Conde, directora de Museos del Ministerio de Cultura, indica que al crearse esa cartera (en el año 2000), se reestructuró todo el funcionamiento de las entidades que pasaron a ser dependencias del ente estatal, como es el caso del Museo Faro a Colón.
“El ministro Pedro Vergés y su equipo se esfuerzan por racionalizar los recursos que permitan destinar mayores montos a las labores de rescate y remozamiento, y trabaja en afianzar las alianzas público-privada, de modo que la sociedad comparta la responsabilidad de preservar nuestros museos y monumentos, una tarea que conlleva un alto costo para la capacidad de recursos con que cuenta el Estado dominicano”.
En el Presupuesto General del Estado del presente año se asignaron RD$296,104,030 para la conservación de documentos y exhibiciones históricas, que incluyen RD$81,877,267 para servicios museográficos. La nómina del Faro a Colón sumaba a julio pasado RD$991,578.66.
¿Y qué de las luces? “La actual gestión del Ministerio de Cultura se encuentra evaluando las necesidades de los museos y monumentos de todo el país”, responde Conde. “Sin embargo, por temas presupuestarios esto solo puedo hacerse por orden de prioridades, pues casi todos los monumentos y museos a cargo de Cultura requieren de alguna intervención, menor o mayor, y en muchos casos urgente”.
Conde afirma que el Museo Faro a Colón es un importante monumento y tiene un inconmensurable valor y potencial turístico. “Su remozamiento amerita ir más allá del iluminado, cuyas instalaciones deben ser revisadas para adecuarlas a los nuevos tiempos, permitiendo que los costos en energía bajen”, concluye.
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