Lo que ha triunfado con Trump
No pretendo examinar en detalle las causas del triunfo de Trump en el recién finalizado proceso electoral norteamericano, pero sí hacer algunas preguntas sobre importantes cuestiones que soslayan algunos analistas de este país al analizar ese hecho. Me mueve expresar mi estupor y desconcierto ante la valoración que sobre ese proceso y sus resultados tienen esos analistas, muy contraria a la que tiene la generalidad de los sectores progresistas estadunidenses y por lo que significa para ese arcoíris de sectores el triunfo de un discurso excluyente, negador del discurso esperanzador e incluyente que en su momento galvanizó el triunfo de Barack Obama.
Algunos analistas establecen que una de las principales razones que explicarían la equivocación de las encuestas que daban favorita a la Clinton fue el no registro de que, al momento de ser encuestados muchos ocultaban sus preferencias por Trump dado sus repulsivos discurso y talante. Algo parecido sucede con varios analistas que, apelando a una supuesta objetividad expresaban y expresan una animadversión hacia la Clinton, pero veladamente preferían aquel. Los hay también que, con mismo discurso de aquellos, favorecían abiertamente el triunfo del impresentable hoy presidente de los Estados Unidos.
Algunos centran sus razonamientos en las cualidades, reales o supuestas, de las figuras en liza, haciendo abstracción de lo que es clave en el análisis de todo hecho histórico, político o social: considerar las tensiones sociales, culturales e ideales que configuran el contexto en que se baten determinadas fuerzas políticas. Quedarse en la simple consideración de las cualidades de Trump o la Clinton es desconocer el significado de ambos, desde el punto de vista social e ideal, para mucha gente dentro y fuera de Norteamérica. Algunos analistas lo hacen por reduccionismo o falsa conciencia, y otros para veladamente justificar su preferencia por Trump. Recordemos que la Hilary, que no me simpatiza por su talante, es satanizada por algunos sectores del país por supuestos o reales intereses de los Clinton en Haití. Nada casual…
¿Cómo recurrir al simplismo de que ambos son la misma cosa? ¿Malos los dos? sí, pero por lo que ambos simbolizan en el imaginario de la generalidad de quienes votaron por ellos, objetivamente, que es lo esencial, no son la misma cosa. ¿Que gente que votó por Trump también lo hicieran por Obama en su momento?, posiblemente, pero lo esencial es lo que quiso expresar el votante al hacerlo por uno o la otra. ¿Cómo decir que es irrelevante que sectores del KKK, de la derecha racista y xenófoba se batieran por Trump, y que señeros representantes de esos sectores ya sean parte de su gabinete? Algunos, magnifican las condiciones políticas de Trump, soslayando el determinante papel del FBI a su favor y que una significativa franja de sus votantes lo hicieron porque comulgan con las partes más aberrantes de sus posiciones política/ideológicas.
Abundan ejemplos de demagogos que han triunfado básicamente por la manipulación del miedo, no por el enfrentamiento al sistema. El miedo catapultó a Hitler al poder y a Marine Le Pen y Putin, entre otros demagogos populistas ultraderechistas, al puesto que hoy ocupan. En Norteamérica triunfaron el miedo atávico y las ideas más aberrantes.
Algunos analistas establecen que una de las principales razones que explicarían la equivocación de las encuestas que daban favorita a la Clinton fue el no registro de que, al momento de ser encuestados muchos ocultaban sus preferencias por Trump dado sus repulsivos discurso y talante. Algo parecido sucede con varios analistas que, apelando a una supuesta objetividad expresaban y expresan una animadversión hacia la Clinton, pero veladamente preferían aquel. Los hay también que, con mismo discurso de aquellos, favorecían abiertamente el triunfo del impresentable hoy presidente de los Estados Unidos.
Algunos centran sus razonamientos en las cualidades, reales o supuestas, de las figuras en liza, haciendo abstracción de lo que es clave en el análisis de todo hecho histórico, político o social: considerar las tensiones sociales, culturales e ideales que configuran el contexto en que se baten determinadas fuerzas políticas. Quedarse en la simple consideración de las cualidades de Trump o la Clinton es desconocer el significado de ambos, desde el punto de vista social e ideal, para mucha gente dentro y fuera de Norteamérica. Algunos analistas lo hacen por reduccionismo o falsa conciencia, y otros para veladamente justificar su preferencia por Trump. Recordemos que la Hilary, que no me simpatiza por su talante, es satanizada por algunos sectores del país por supuestos o reales intereses de los Clinton en Haití. Nada casual…
¿Cómo recurrir al simplismo de que ambos son la misma cosa? ¿Malos los dos? sí, pero por lo que ambos simbolizan en el imaginario de la generalidad de quienes votaron por ellos, objetivamente, que es lo esencial, no son la misma cosa. ¿Que gente que votó por Trump también lo hicieran por Obama en su momento?, posiblemente, pero lo esencial es lo que quiso expresar el votante al hacerlo por uno o la otra. ¿Cómo decir que es irrelevante que sectores del KKK, de la derecha racista y xenófoba se batieran por Trump, y que señeros representantes de esos sectores ya sean parte de su gabinete? Algunos, magnifican las condiciones políticas de Trump, soslayando el determinante papel del FBI a su favor y que una significativa franja de sus votantes lo hicieron porque comulgan con las partes más aberrantes de sus posiciones política/ideológicas.
Abundan ejemplos de demagogos que han triunfado básicamente por la manipulación del miedo, no por el enfrentamiento al sistema. El miedo catapultó a Hitler al poder y a Marine Le Pen y Putin, entre otros demagogos populistas ultraderechistas, al puesto que hoy ocupan. En Norteamérica triunfaron el miedo atávico y las ideas más aberrantes.
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