ÁGORA
La política ya no es monopolio de los partidos
Pero nada justifica la demonización de los partidos y de la política en la que incurren algunos.
Los partidos políticos nacen como forma de organización de los grupos y clases sociales que reclamaban su independencia frente a los poderes absolutos de los notables y los monarcas que se arrojaban, con éxito, el monopolio de la representación y control del Estado.
Aunque con intereses esencialmente opuestos, esa independencia la reclamaban los de orientación liberal/burguesa como los defensores de los intereses de los trabajadores. Por consiguiente, nacieron en la búsqueda del ideal de democratización del Estado, del derecho a la representación y de la libertad, pero desde diferentes perspectivas de clase. Surgen así los grandes partidos liberales, social demócratas y comunistas orientados todos hacia el control del Estado.
Desde finales del siglo 19, en diversos países de Occidente, estas colectividades se convirtieron en las mediaciones por excelencia de la representación de la población en las instancias determinantes del poder, nacionales y locales. En diversos países prevaleció el bipartidismo a veces con partidos menores, pero de suma importancia por los grupos y clases que representaban. A finales del siglo 20 surge una gran variedad de movimientos sociales representando una pluralidad de actores y sujetos sociales que no se sentían representados por los partidos, acentuado de ese modo un proceso declive de los más grandes y el monopolio de la política de parte éstos.
En Italia, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, que por momentos controlaban alrededor del 80% del electorado, desaparecieron; sucediendo prácticamente mismo en Francia con los partidos, socialista, comunista y las agrupaciones conservadoras de derecha, en Alemania con el Social Demócrata Partido, en Chile con el Socialista y la Democracia Cristiana, en Inglaterra con el Laborista, etc. Grande, sólo queda el centenario PSOE, en España. El común denominador de todos es que se convirtieron en meras máquinas electorales básicamente para potenciar intereses partidarios/personales o de fracciones. Irónicamente se arrojaron ese monopolio de la política y del poder contra el que lucharon en sus inicios.
Aquí, esa circunstancia adquiere trágicos ribetes. El PLD vive un proceso de descalabro, olvidó una máxima que dice: “el partido sólo es posible cuando existen otros partidos” sólo pueden existir con vitalidad en el marco del pluralismo político. Buscando el monopolio absoluto del poder compró y destruyó el viejo PRD, se convirtió en una máquina electoral inscribiendo a gente de toda laya que, sintiéndose con derechos adquiridos, exigieron puestos en la administración pública, creándose así las nominillas, una aberración que corrompe la política, la gente y el partido. El PRM se presenta como gran partido, pero por la manera en que surge y llega al poder, de cara su futuro, lo obliga a dejar concluyentemente claro con quién y para qué ejercerá su dominio.
Ello así, porque en última instancia, llegó al gobierno por el impulso del vasto sentimiento de repulsa al poder tendencialmente monopólico del PLD, encarnado por Marcha Verde y la acción sistemática y organizadora de la Coalición Democrática como muestra de que hoy la política desborda el ya estrechísimo ámbito de los partidos y que estos jamás podrán monopolizar el poder como antes lo hacían, sin consecuencias alguna para su futuro. Una tendencia mundial que expresa nueva relación entre política y sociedad que el tiempo ha ido configurando y que obliga a los partidos escuchar los reclamos de una pluralidad de nuevos sujetos sociales que exigen un alto a los arreglos entre las cúpulas intrapartidarias y elegidos para imponer sus intereses.
Sin embargo, la circunstancia arriba expuesta en nada justifica la demonización de los partidos y de la política en la que incurren algunos, error éste en que, oh paradoja, algunos dirigentes de pequeños partidos/personas. De lo que se trata es que se haga conciencia de las grandes transformaciones producidas en la sociedad moderna que han trastocado el tamaño, rol y objetivos de grupos y clases sociales, debido a las muy diversas formas de producir riqueza y al redimensionamiento de la distancia, en términos de conocimientos, entre dirigentes y dirigidos, producido por las transformaciones en la forma de crear y difundir las informaciones y al papel de las redes sociales y de las calles.
De ahí la dificultad para monopolizar el poder en todas las instancias en que este se ejerce, de la capacidad de movilización de grandes y heterogéneas multitudes conscientes de sus viejos nuevos derechos. Es este contexto que determina el carácter generalmente leve del poder y en el que la sociedad civil ha adquirido una capacidad de incidencia en las estructuras del estado moderno, que además de mantener, debe ampliar
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CÉSAR PÉREZLA POLÍTICA YA NO ES MONOPOLIO DE LOS PARTIDOS
CÉSAR PÉREZ
Sociólogo, urbanista y municipalista
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