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UNO
Juan Bosch explicó, pregonó, regó, multiplicó, rogó, y esculpió en su práctica, la idea sacrosanta de que el poder debe servir para el bien común. Y que la finalidad de todo acto de gobierno debe promover la dignidad de los miembros de la sociedad. Su discurso extraía fuerza de un bello sueño interior que ardía en su existencia, que inflamaba su vida; y dejaba filtrar una mirada aguda sobre el futuro que sólo ahora comprendemos. Un día escribió: “A los miembros del PLD se les enseña con el estudio y el trabajo cuáles son los peligros a que se expone el país si abandonan por un momento nada más la vigilancia que deben mantener sobre las tendencias disolventes y los vicios de la pequeña burguesía”. Pero la agudeza de esta observación no sirvió de nada, “los vicios de la pequeña burguesía” saltaron el cerco tendido por las previsiones teóricas, e incluso se enfrentaron en vida a los temores del creador del PLD.
DOS
¿Qué ha ocurrido después que la pequeña burguesía del PLD ascendió al poder? ¿A dónde fue a parar la ética esquiva del Maestro que advertía lo que podría ocurrir, si esa pequeña burguesía se desplegaba con todos sus vicios sobre el erario?
Un botón de muestra: Félix Bautista, encartado por la Procuraduría General de la República por la más descomunal acusación de corrupción que conoce la historia dominicana, es el secretario de organización del PLD. Víctor Díaz Rúa, sometido varias veces por la Fiscalía del Distrito por sumas obscenas provenientes de la corrupción, es secretario de finanzas del PLD. Y el Presidente del PLD, Leonel Fernández, naufraga entre maletines y maletines de dinero, en la boca de un narcotraficante confeso que lo acusa sin titubeos guarecido desde la protección federal de la justicia norteamericana. Ése, claro está, no puede ser el PLD que Juan Bosch erigió.
El mismo Juan Bosch lo había pronosticado. El PLD se fundó el 15 de diciembre del año 1973, y ya en el IV Congreso, el máximo líder dio un portazo colérico y renunció a la dirección del partido porque “se había desarrollado una corriente de oportunistas pequeños burgueses que sólo desean cargos públicos”. Esa corriente prostituyó sus ideales. La medusa pequeño burguesa lo venció, deshilachó sus bríos y lo dejó clavado en un sinsabor asombrado. A ese discipulado corrompido ahora le disgusta el ingrato olor de sus virtudes.
Si Juan Bosch viviera, de seguro, no sería peledeísta; lo avergonzaría serlo.
TRES
El “Quirinazo” es la más baja degradación de la práctica política dominicana, y sea o no verdad el fondo del asunto, saca a la luz algo opaco, sin parentesco con la virtud, que siembra la zozobra que avergüenza toda nuestra racionalidad. En cualquier otro país del mundo los mecanismos de control social se hubieran activado, porque no es posible vivir en una nación en la cual la delincuencia llegue tan alto sin que ocurra nada. ¿No es la justicia la mediación activa, socialmente exaltada, de los valores en la vida social? ¿Puede entenderse que, en cualquier comunidad medianamente civilizada, se desplieguen tantas acusaciones sobre un expresidente, y la justicia no se movilice para aclarar los hechos? ¿No hay en esta sociedad dominicana como una irrefrenable disolución del marco de la convivencia social, y un manto de impunidad lleno de turbiedades que impide que la justicia sepa dónde debe asentarse? ¿Y no es la propia justicia hoy día una muestra palpable de nuestra fragilidad institucional, azarosa y aniquilable; que ha cabalgado en la historia?
Víctor Díaz Rúa sólo quería que le archivaran el expediente. Se lo archivaron. Félix Bautista brega por ello, pocos dudan que se lo archivarán. Leonel Fernández ni se inmuta, de seguro que ni se investigará. Ni siquiera hay festones de rubor.
Si Juan Bosch viviera no fuera peledeísta.
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