martes, 12 de septiembre de 2017

Los economistas de derecha y el progresismo dominicano - JUAN LUIS PIMENTEL


Los economistas de derecha y el progresismo dominicano




Varios economistas dominicanos ponen la voz al cuello, de manera reiterada y constante desde hace algunos años, en que estamos al borde de una crisis. Sus alarmantes diagnósticos y vaticinios suelen ser replicados por los medios y por casi todos los que en las redes sociales se identifican como progresistas por el hecho de ser antigobiernistas. Como dijera Isidoro Santana, antes de ser ministro, parece sorprendente que en dominicana, los que se reclaman progresistas sean tan dados a tener posturas de derecha frente a la economía.
Los economistas de derecha, en dominicana, ponen mucho acento en la deuda pública --originada por el déficit público--, en la calidad del gasto (con lo que siempre aluden a “gasto improductivo”, exceso de gasto, subsidios sociales y nóminas excesivas…).  Y nos asustan. Pero lo que es peor es que han convencido a buena parte de la gente más educada, la de clase media, de que esos males son el resultado de una especie de vocación maléfica, de una deliberada actitud que tiene su origen en la perversidad de las autoridades. Ese supuesto no es verdad. Las cosas no son tan fáciles.
Por ejemplo, dentro del enorme bagaje de complejidades de los sesudos artículos de gente como Eduardo García Michel, Ernesto Selman, Pedro Silverio y otros que frecuentemente diagnostican los terribles males de nuestra economía, el tema de la deuda pública es una constante y han instalado en la mente de esa élites de clase media, autopercibidas como progresistas, la idea de que hay una voracidad fiscal en el gobierno, perversa, que sólo pretende recaudar más o coger más préstamos “para robar más”.
Esa idea de que “quieren más para robar más” instalada y repetida como un mantra en cientos de formas todos los días, ha tenido efectos muy bien aprovechados por la derecha económica: i) elude abordar una reforma tributaria que incremente los recursos disponibles para las metas de desarrollo; ii) desprestigia por completo al sector público, con lo que nos lleva a eludir nuestro compromiso con la cohesión social; y iii) favorece las prácticas de evasión y elusión tributarias, en las que reside buena parte del problema del déficit público. Así, gente muy apuntada en la lucha contra la corrupción, no identifica sus prácticas de no pagar impuestos como incorrectas, antes bien las justifica.
Ellos denuncian el endeudamiento, tema realmente importante en la medida en que la experiencia reciente en otros países muestra que cuando se llega al nivel de la insolvencia, se detonan consecuencias indeseables. La deuda pública y su crecimiento tienen su origen en que la cantidad de recursos gastados en las acciones del sector público supera bastante la suma de los ingresos fiscales obtenidos fundamentalmente a través del sistema tributario.
Desde hace años, sobre todo desde la puesta en marcha de las medidas que fueron necesarias para confrontar la crisis financiera global de 2008, el sector público gasta mucho más que lo que recauda. Parecería que este es un asunto de manejo simple: reduzcamos el gasto y ya está. Pues no, no es así.
De hecho, economistas e instituciones alineadas con una visión más inclusiva del desarrollo, como Pavel Isa, Isidoro Santana, los informes del Banco Mundial, del BID y del PNUD señalan que en educación, salud, asistencia social directa, mejoras en el hábitat y la vivienda, desarrollo de recursos humanos, transición tecnológica para el aumento de la productividad y el empleo, financiamiento de la mediana, pequeña y microempresa, entre otros renglones, debe gastarse más que lo que se gasta actualmente. En esos renglones todavía el gasto público no alcanza los niveles recomendados. Se requiere incrementar las recaudaciones para incrementar el gasto.
A los economistas a los que les importa reducir la desigualdad y propiciar opciones de desarrollo para todos no les parece que gastar menos sea una opción y no solo porque ese sea un gasto necesario para el desarrollo humano, sino porque es una forma eficiente de redistribución del ingreso, lo que consideran una de las finalidades principales del rol del sector público en la economía. Redistribución que contribuye, además, con el desarrollo de la economía privada.
No es sorprendente que en lugar de asumir e impulsar las ideas y propuestas de Santana e Isa Contreras, el progresismo dominicano se sienta cómodo difundiendo a los economistas de derecha.
La razón fundamental es que en los términos en que las élites que se auto reconocen como progresistas evalúan las políticas públicas, todo lo que contribuya a identificar al estado con lo más pernicioso les confirma que ellos están en lo cierto. Es uno de los resultados del anti peledeísmo, que tiene su razón de ser en la medida en que prácticas muy acentuadas por este partido en el manejo de lo público en nuestra sociedad constituyen formas de perversión de la gestión pública que deben ser criticadas, confrontadas y reducidas a su mínima expresión.
Pero el progresismo dominicano, al hacer opción por el pensamiento económico de derecha yerra: está botando el niño junto con el agua sucia del baño. Este tema da para mucho más. Y sobre ello volveremos.
http://www.7dias.com.do/portada/2017/09/11/i233981_los-economistas-derecha-progresismo-dominicano.html#.WbcDuMjyjIU

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