Tony Raful
El 12 de agosto de 1966, alrededor de las siete de la noche, un sobrino de Pichirilo, Otto, con quien vivía junto a su madre, en una segunda planta de la calle Arzobispo Meriño, casi esquina calle Restauración, le pidió prestada su pistola calibre 45. Otto era dirigente estudiantil y miembro del Movimiento Popular Dominicano. Otto alegó que se iba a trasladar a la parte alta de la ciudad a visitar un liceo secundario, y que la situación era muy peligrosa para la seguridad personal de los revolucionarios, por lo cual necesitaba el arma. Pichirilo se la entregó y le dijo que tuviera cuidado y que regresara temprano.
Al entregarle el arma a su sobrino, Pichirilo quedó desarmado, aunque tenía a su alcance un arma larga de guerra, decidió salir a dar una vuelta en el barrio, sin protección. En la esquina de la Restauración con Meriño, los jóvenes departían tomando tragos y oyendo música del colmado que todavía hoy se encuentra en el mismo lugar. Cuando vieron a Pichirilo, varios de ellos se levantaron a saludarlo y lo invitaron a quedarse con ellos, compartiendo. Pichirilo agradeció la invitación y les dijo que iba a subir la cuesta de la calle Restauración para visitar una familia amiga. Hacía apenas dos semanas, Pichirilo había detectado un servicio de agentes secretos ubicado en las cercanías que vigilaba sus salidas y visitas, por lo que varios combatientes de abril estuvieron acompañándolo para evitar un atentado.
La ciudad estaba desierta y semi oscura. Pichirilo llegó a la casa amiga en el momento en que el presidente Balaguer se dirigía a la nación. Balaguer había tomado el poder el 1ero de julio de 1966. Luego de oírlo, charló de diversos temas, entre ellos su salida del país en los próximos días a una cita importante con la historia. El exterminio de los combatientes constitucionalistas fue sistemático desde el mismo inicio del gobierno provisional del doctor García Godoy. Un equipo homicida operaba teniendo como cuartel general la Base Aérea de San Isidro.
Feroz era el mandato a ejecutar con la finalidad de aniquilar todo vestigio y ejemplo combatiente. Sacha Volman, el rumano-norteamericano, colaborador de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana, vinculado al sector liberal de Washington, y uno de los factores claves en la lucha por la apertura de un espacio de libertades en el país a raíz del ajusticiamiento de Trujillo, y quien estuvo todo el tiempo de la guerra de abril, defendiendo la causa constitucionalista y moviendo contactos entre Senadores y Representantes, en la Casa Blanca y el Departamento de Estado, opuesto a la invasión de los marines, y a quien ese adefesio de Estado llamado “Triunvirato”, deportó cuando el Golpe de Estado de 1963, llamándolo comunista, agente de Moscú, logró con su influencia, sacar del país a cientos de combatientes de abril así como a militares constitucionalistas para salvarlos de la muerte, consiguiendo visado a los Estados Unidos.
Una tarde, Sacha se encontró con Pichirilo y le ofreció sacarlo del país, Pichirilo le dijo que él se iba muy pronto, pero no para Estados Unidos. Tiempo después, el veredicto de muerte que pesaba sobre los comandantes constitucionalistas, se intentó aplicar cuando pistoleros tirotearon al comandante Eliseo Andújar (Barahona), casi en la misma puerta de su casa. Para poder salvar sus vidas se produjo un acuerdo, y varios comandantes constitucionalistas fueron designados en puestos diplomáticos en el exterior.
Cuando Pichirilo bajaba la cuesta de la calle Restauración, un sujeto le disparó por la espalda. Pichirilo que caminaba en medio de la estrecha calle, se lanzó a la acera izquierda donde había una carbonera, hasta hace algunos años, el asesino observó que Pichirilo se había puesto la mano sobre el pantalón al parecer buscando su pistola, y en vez de rematarlo, como debió hacerlo en su oficio malhechor, lo que hizo fue huir desesperado, dejando el “trabajo” incompleto y cruzar las calle Meriño, Isabel la Católica hasta llegar a la calle Las Damas, perseguido por los jóvenes que departían en el colmando de la Meriño con Restauración. Pichirilo buscaba en su cintura la pistola que horas antes había prestado a su sobrino, y que de haberla tenido, hubiese eliminado al bandolero.
Los muchachos recogieron al herido y lo llevaron a un Centro Médico de la zona. Pichirilo que moriría al día siguiente en horas de la tarde, no habría muerto, según me dijo el médico José Martínez, quien lo recibió, si la Clínica hubiese tenido los aparatos y medios de que dispone ahora. Uno de los dos disparos penetró la parte baja de la espalda, lacerando la columna vertebral y uno de los riñones. El asesino, un sargento de la Fuerza Aérea, logró refugiarse en la Fortaleza Ozama, que había sido reocupada por tropas de militares, cuando estuvo al punto de ser capturado por sus perseguidores. En el entierro de Pichirilo la multitud coreaba: “lo mataron a traición porque no tenían valor”.
http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2014/12/16/349302/Pichirilo-no-era-comunista
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