sábado, 3 de diciembre de 2016

Opinión: Trump y el gabinete de los millonarios

Opinión: Trump y el gabinete de los millonarios

¿Parece esto el quiebre con las elites? Quienes votaron por Donald Trump deberían empezar a dudar, opina Oliver Kühn, del diario "Frankfurter Allgemeine Zeitung".
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Nunca antes en la historia de Estados Unidos hubo tantos millonarios en un gabinete. El mismo Donald Trump, futuro presidente del país, posee una fortuna -estimada por la revista Forbes- de unos 3.700 millones de dólares. Pero no es el único que tiene un buen pasar en su Gobierno, que a partir del 20 de enero de 2017 regirá los destinos de la potencia.
Betsy DeVos, cuya familia amasa una fortuna de 5.100 millones de dólares, se convertirá en ministra de Educación, mientras que el futuro ministro de Economía, Wilbur Ross, posee bienes por 2.900 millones de dólares. Su segundo, Todd Ricketts, también es millonario, así como la familia del futuro titular de Transportes, Elaine Chao. Si Harold Hamm asume el ministerio de Energía, aportará 15 mil millones de dólares a la lista de ricos. Steve Mnuchin, banquero y escogido por Trump como ministro de Finanzas, parece casi pobre con su fortuna de 40 millones de dólares.
Oliver Kühn, de Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Oliver Kühn, de Frankfurter Allgemeine Zeitung.
La riqueza no es por sí sola cuestionable, menos en el sistema político estadounidense, donde la mera campaña por un cupo en el Senado cuesta varios millones de dólares. Pero esta nominación provoca un gran problema a Trump: pone en cuestión su credibilidad. Durante meses, su campaña se basó en prometer a los electores que, en caso de ser elegido, secaría el pantano de Washington. Esa promesa populista le otorgó la mayoría de los votos de los blancos de los sectores de menores recursos. Incluso para algunos demócratas Trump se convirtió en una figura atractiva con esa promesa, pues parecía estar en línea con Bernie Sanders.
Precisamente por todo ello no se entiende bien el gabinete que está montando Trump con personas que pertenecen a las capas superiores de la costa este, precisamente el grupo de poder cuya supremacía Trump había prometido acabar. Y no es de extrañar que especialmente los demócratas se encarguen de recordarle a Trump sus promesas electorales y le digan, ya antes de que asuma el cargo, que ha faltado a su palabra. Trump y sus portavoces intentan defenderse señalando que casi todos los escogidos son personas ajenas a la política y que, por lo tanto, tendrían una mejor visión de lo que debe cambiarse en la capital. Además, gracias a sus fortunas se trataría de personas incorrompibles y, también gracias a sus boyantes finanzas, de "ganadores".
Puede ponerse en duda que este gabinete de millonarios y multimillonarios comprenda los problemas de la clase media estadounidense y sus expectativas de un futuro mejor, a pesar de que ya se anunció una reducción al impuesto sobre la renta, algo que debería beneficiar a la clase trabajadora. Pero esa medida también beneficia a los ricos. Si en los próximos cuatro años la política de Washington se convierte en una donde los ricos se ven aliviados y las clases media y baja no ven mejorías, el Gobierno se convertiría en depositario de la rabia y la frustración, la misma con la que Trump jugó durante la campaña. Además, sería el triunfo del capitalismo por sobre la democracia.
Autor: Oliver Kühn

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