La República viernes, 04 de enero de 2019
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ANÁLISIS
Si los opositores no se unen, el 2020 excluirá sus partidos
La aprobación de la Ley de Partidos ha significado una verdadera prueba de fuego para los dirigentes políticos democráticos y progresistas que vienen luchando por romper el monopolio de poder que ha entronizado el peledeísmo desde el año 2004.
Y lo es porque lo que se ha aprobado en esa ley es una trampa en forma para forzar a los partidos alternativos, minoritarios, nuevos o emergentes, a convertirse en socios obligados del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) o del Partido Revolucionario Moderno (PRM), pues de lo contrario están destinados a perecer al filo de las disposiciones de esa legislación.
Esa realidad debe mover a los dirigentes alternativos a tomar ahora decisiones supremas, casi heroicas, para supervivir y constituirse en una esperanza de cambio que sintonice con las nuevas generaciones que son absoluta mayoría en la sociedad dominicana y aquellos partidos solo les ofrecen candidatos viejos y sin ninguna perspectiva de cambios profundos para institucionalizar este país y echarlo a andar con equidad.
Partiendo de que en la política dominicana hay una cultura de particularismo, afrontar el reto de sobrevivir a los efectos adversos de la Ley de Partidos es una tarea dolorosa, pero necesaria, si realmente hay un compromiso social arraigado en las entrañas del pueblo dominicano.
Aparte del PLD y el PRM que sin duda seguirán siendo el corazón dominante del sistema de partidos en República Dominicana, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) deben sobrevivir aunque en su nuevo rol de charnelas al servicio de los primeros para conservar el situado gubernamental y la franquicia electoral que aporta poder de negociación y fondos públicos.
Esa no es la suerte de los demás partidos opositores, con escasa o ninguna presencia en el Congreso Nacional o en las municipalidades.
Los que de ellos se entreguen al PLD o al PRM donde no hay proyectos programáticos de ampliación de la democracia, de implantación de la justicia, de rescate de los servicios públicos, de condena a los corruptos y corruptores, de freno al endeudamiento, de seguridad en las casas, calles y carreteras, hipotecan su futuro y no tienen esperanza de multiplicarse.
Queda entonces la opción de forjar una gran unidad alternativa o esperar el desparpaje tras el arrebato que dejarán las elecciones de 2020. Es preferible e inteligente unirse al más alto nivel cuando aun hay posiciones electivas que disputar, que hacerlo luego de una humillación para chillar sin objetivo más allá de la denuncia justa.
Si los partidos alternativos se presentan a las próximas elecciones cada uno con boletas propias o en bloques de dos o tres, se consumará el objetivo de la Ley de Partidos y el deseo de los dirigentes de los partidos mayoritarios: seguirlos dispersando y eliminando de la competencia electoral.
Ante ese panorama, si los dirigentes opositores tienen confianza en el pueblo dominicano y poseen fuerza para continuar luchando por un país de ciudadanos con deberes y derechos, donde se respete la vida, la ley y se promueva el trabajo, la educación y la participación democrática, no les queda otro camino que forjar ahora una gran unidad que demuestre que los intereses nacionales se han colocado por encima de los particularismos.
Gran unidad ahora
Digo una vez más que esa gran unidad puede forjarse si los partidos alternativos y en lista para exclusión, se concentran en las elecciones municipales y legislativas, llevando a sus dirigentes más conspicuos como candidatos a alcalde, diputado y senador en sus provincias natales.
Digo una vez más que esa gran unidad puede forjarse si los partidos alternativos y en lista para exclusión, se concentran en las elecciones municipales y legislativas, llevando a sus dirigentes más conspicuos como candidatos a alcalde, diputado y senador en sus provincias natales.
La honestidad es la más fiel aliada de la táctica; la ilusión, una traicionera irreverente. Por eso digo en forma directa que si los partidos alternativos quieren trabajar para abrirle brechas a este sistema excluyente y marginador, tienen -ahora- que plantearse objetivos realistas y metas objetivas.
Estos pequeños partidos tienen que comprender que lo correcto es tensar sus fuerzas para ganar cabildos, desde los más importantes hasta los más sencillos; ganar diputados y hasta senadores, que luego será no solo ejemplo de ejercicio de gobierno democrático, sino legisladores que acompañan al movimiento social reivindicativo en sus luchas cotidianas por mejores condiciones de vida y participación política.
Lo que se impone hoy es que estos partidos opositores y alternativos levanten una sola bandera, un solo programa, un solo candidato por posición y una sola boleta para intentar tomar por asalto electoral las alcaldías, los concejos de regidores y una parte del Congreso para desde allí acompañar la movilización popular y el gobierno de base para preparar una fórmula de poder enfocada a ganar el gobierno de la nación.
El entrismo electoral al PLD o al PRM no garantizan tabla de salvación para las aspiraciones de las fuerzas más democráticas de la nación, pero mucho menos el aislacionismo principista o el sueño de cazar una oportunidad presidencial por el descontento del pueblo dominicano contra los políticos corruptos y la falta de justicia.
Forjan una gran unidad ahora, no después de que los aplasten divididos en las elecciones como en 2016, o tendrán que admitir que la “tormenta perfecta” que les preparan los partidos mayoritarios los arrasará y tendrán que reinventarse desde la derrota y con los ánimos del pueblo en el piso.
Constelación de líderes
No creo que en el municipio de Santiago algún partido encuentre un mejor candidato a alcalde que Eduardo Estrella, líder del partido Dominicanos por el Cambio (DxC), o que Guillermo Moreno, líder del partido Alianza País (Alpaís), pero si ellos no comprenden que para impulsar su proyecto nacional tienen y necesitan ir ganando peldaños, paso a paso, los partidos mayoritarios los excluirán.
No creo que en el municipio de Santiago algún partido encuentre un mejor candidato a alcalde que Eduardo Estrella, líder del partido Dominicanos por el Cambio (DxC), o que Guillermo Moreno, líder del partido Alianza País (Alpaís), pero si ellos no comprenden que para impulsar su proyecto nacional tienen y necesitan ir ganando peldaños, paso a paso, los partidos mayoritarios los excluirán.
Eso mismo puede decirse con Manuel Jiménez, en el municipio de Santo Domingo Este, la plaza electoral más grande del país, donde están dadas las condiciones para que una gran unidad lo convierta en alcalde y desde allí demuestre que las fuerzas alternativas y progresistas están listas para ser gobierno con un ejercicio pulcro, integrador y efectivo de la administración municipal.
Ni Estrella ni Moreno, como candidatos presidenciales de sus respectivos partidos, han sacado la cantidad de votos que obtuvo Jiménez en las elecciones de 2016 buscando la Alcaldía de Santo Domingo Este.
Esa comparación debía ser más que suficiente para que Estrella, Moreno, Minou Tavárez, Max Puig, Fidel Santana, Virtudes Álvarez, Iván Rodríguez, Fidelio Despradel, Rafael ChaljubÖ sean candidatos a alcaldes en municipios donde legalmente puedan serlo y porque su ascendiente garantice un despertar del movimiento progresista.
Gran unidad ahora para conquistar alcaldías y legislaturas para el movimiento progresista, o derrota inminente en 2020 y luego el desasosiego y la necesidad de crear otro Bloque Opositor para no disputar nada.
Los héroes y mártires de la lucha por la libertad, la democracia y el progreso del pueblo dominicano, reclaman gran unidad y sagacidad para entender el momento, valor para renunciar a los particularismos en favor de la gran causa libertaria. ¿Se oye o no se oye?
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