ÁGORA
Fallido e inexplicable intento de reforma fiscal
Los caminos de las reformas son más largos que los de la revolución, que los caminos de las reformas son de construcción, de hechos tangibles que convencen y se sedimentan en la conciencia colectiva, convirtiéndose en elementos básicos de la cultura de una sociedad.
Hizo muy bien el gobierno al desistir de su intento de reforma o pacto fiscal, pero hizo un cálculo equivocado al pretender llevar a puerto una iniciativa que a todas luces se veía inviable por razones objetivas y subjetivas/políticas. Desde que se esbozó, fue rechazada por importantes sectores con sólidos argumentos políticos, económicos, sociales y hasta de simple sentido común, por su inviabilidad y poco sentido de pertinencia. Algunos sectores del gobierno que la apoyaban e inexplicablemente aún la sueñan, insistieron en una intención que culminó en un inapelable y eventualmente costoso traspié para una administración que discurre en un entorno extrasocietal altamente desfavorable.
Nadie niega que el gobierno necesita grandes recursos económico para poder acometer sus proyectos programáticos, centrados en la institucionalización y limitación de las grandes diferencias sociales y territoriales del país, agravadas por la pandemia. Es innegable que, en gran medida, esas urgencias no pueden ser financiadas sólo con préstamos y ayuda extranjera sino con mayores aportes de la población dominicana, para lo cual la carga fiscal es fundamental, obligando al recurso de iniciativas tendentes a establecer reformas y pactos fiscales. Sin embargo, acometerla no siempre es fácil porque suelen ser traumáticas. Por consiguiente, impulsarlas con un voluntarismo enceguecedor que impide ver objetivamente la realidad y la fuerza con que se cuenta para hacerla, puede conducir a un irremediable suicidio político.
In extremis, parece que finalmente se impuso la sensatez y se echó hacia atrás una iniciativa que de llevarla a cabo hubiese provocado una inmanejable ola de protestas sociales y de confusión política. No obstante, parece que hay sectores en el gobierno que todavía no han entendido que no se puede hacer una reforma fiscal en medio de una pandemia, con un partido gobernante en crisis de identidad, con partidos opositores de exigua legitimidad y con vastos sectores de la sociedad civil, algunos propiciadores de esta nueva mayoría, que no están dispuestos a aceptar una disminución de sus ingresos y al mismo tiempo pagar más caro los servicios de salud, educación, suelo, vivienda, entre otros. Además, sin señal alguna del Estado de que ofrecerá esos y otros servicios con calidad.
Por el momento, no hay reforma ni pacto fiscal, pero queda la insuficiencia de recursos económicos para enfrentar las ancestrales pobreza y desigualdad/iniquidad social en esta sociedad. Estos y otros lastres, lo ensanchan la voracidad de una oligarquía económica y social que siempre han estado enquistadas en esferas claves de todos los gobiernos que hemos tenido. Algunas acciones tendentes a romper las amarras que sobre las diversas instancias del poder tienen esos sectores, podría ser un gesto que contribuiría a que cuando nuevamente se intente una reforma fiscal, justifique un eventual apoyo a esta de parte de algunos sectores que con sobrada calidad moral y política adversaron la recién intentada/fallida.
El tema de las reformas fiscales, es que son justificadas básicamente como una medida para democratizar y hacer más eficiente y eficaz el gasto público, esa justificación parece lógica , en algunos casos, es el fin concreto perseguido, pero la percepción generalizada en la gente, sin importar nivel educativo, es que éstas constituyen una medida de un gobierno sólo para tener más recursos que deben ser agenciados por los singulares individuos. Además, estos entienden que ese dinero no será usado para incrementar la cobertura y calidad de los servicios. En países como este, esa percepción es objetiva, se corresponde con la realidad, pues el deterioro de los servicios es ancestral y esa percepción sólo puede ser desmontada con hechos, no solamente con retórica y expresiones de buena intención.
No dudo de la sinceridad/honestidad de la gente de este gobierno más comprometidas con el principio de un gasto público más eficiente y con mayores posibilidades de combatir la pobreza y la desigualdad. Pero en un país donde en los últimos 50 años, servicios básicos como salud y educación la población tenga que agenciárselos de manera individual, donde alrededor del 90% de servicio del transporte de pasajero lo agencia el sector privado, donde el Estado carece de una política de vivienda y suelo edificable que permita un acceso digno a ese bien, difícilmente la gente puede esperar que una reforma fiscal contribuirá a mejorar su cotidianidad. Para que eso suceda, la gente tiene que ser persuadida a través de signos claros, objetivos, de que esa circunstancia será cambiada.
Finalmente, el tema no se ha engavetado, para muchos (entre los que se cuentan bien intencionados) sólo se ha postergado, a estos últimos hay que recordarles que los caminos de las reformas son más largos que los de la revolución, que los caminos de las reformas son de construcción, de hechos tangibles que convencen y se sedimentan en la conciencia colectiva, convirtiéndose en elementos básicos de la cultura de una sociedad. Por consiguiente, quienes asumieron las reformas para cambiar este país deben tener el coraje de la paciencia y el coraje de batirse contra los poderosos, que son los principales adversarios de toda medida que ponga límite a la voracidad de esos sectores https://acento.com.do/opinion/fallido-e-inexplicable-intento-de-reforma-fiscal-9002010.html
CÉSAR PÉREZ
Sociólogo, urbanista y municipalista lagarita318@gmail.com Sociólogo, municipalista y profesor de sociología urbana. Autor de libros, ensayos y artículos en diversos medios nacionales y extranjeros sobre movimientos sociales, urbanismo, desarrollo y poder local. Miembro de varias instituciones nacionales y extranjeras, ex director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y ex dirigente del desaparecido Partido Comunista Dominicano, PCD.
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