Un espacio para tratar los problemas surgidos de la interactuación entre economía y sociedad, en especial los dominicanos.
- ARTÍCULO A quienes crecimos y llegamos a la conciencia propia entre los años 1965 y 1980, muchos sucesos, hechos o informaciones del día a día dominicano nos resultan hasta familiares.
Vivimos, entonces, con la muerte a cuesta, al lado o detrás. Eran momentos duros, como son todos los momentos que imponen las contrarrevoluciones. En ese período se impusieron dos contrarrevoluciones.
Una contrarrevolución antidemocrática y protrujillista, la era del renacer de los paleros que salieron a defender al tirano Rafael Trujillo cuando ya era imposible que ese señor permaneciera algún tiempo más haciendo su historia. Para la represión contrarrevolucionaria y para su justificación ideológica esos señores fueron necesarios al régimen impuesto por los Estados Unidos.
¿Acaso el Estado ahora no continúa fomentándolo cuando mantiene a la secta de los paleros de Trujillo en nómina, en el gobierno central, en la televisión y en el Congreso? ¿Cuántos millones gasta el gobierno en financiar a esa secta?
Otra contrarrevolución coincidió en el tiempo y lugar con la anterior. La anticomunista. Resulta difícil distinguir entre una y otra, pero existe la distinción. Por eso no es extraño el manojo de informaciones que un anterior jefe de la Policía, como documenta muy bien la historiadora y comunicadora Ángela Peña, incluye en la represión generalizada de la primera mitad de la década de los años setenta del pasado siglo a personas que nunca fueron más que antitrujillistas, aunque no de izquierda ni comunistas.
La introducción la hago a propósito de la denuncia de amenaza de muerte, persecución, hostigamiento, odio y saña contra varios comunicadores, dos de ellos de la generación que arriba menciono, y dos más jóvenes. Huchi Lora y Juan Bolívar Díaz fueron de los dominicanos que vivieron con la muerte a cuesta, al lado o detrás. Incluso, a Juan hubo que sacarlo del país luego de un atentado contra su vida.
Al parecer, la sociedad dominicana se reproduce en la ignominia, no avanza a pesar de la cantidad de caídos que hay en nuestra historia defendiendo la convivencia civilizada.
Pensar que los mismos paleros y sus descendientes están activos, como señores de horca y cuchillo, amenazando, agrediendo, aunque sea verbalmente, hostigando, como lo hacían Vincho y sus padillas hasta en las iglesias en La Vega. No comprendo cómo los malos ejemplos se reproducen de padres a hijos. Estoy aterrorizado viendo el caso.
¿Qué ha cambiado en el país? ¿Qué cambia? Si es por esos escenarios, en el país no hay ni hubo cambios, involución sí.
Después de todo me pregunto a dónde llegamos, a qué puerto se arrima el barco de la convivencia democrática, el respecto al derecho ajeno. Para qué nos embarcamos en una Constitución que tiene como centro al ser humano, si la barbarie nos rodea.
El tema es peor si lo vemos desde el punto de vista de la educación dominicana, cómo ella ha fracasado en educar. Asombra que hasta un profesional formado para salvar vidas, como sería el papel de un médico, use su torpe cerebro para agredir y reclamar el asesinato extrajudicial, la vendetta callejera, como lo hicieron los matones de Trujillo en 1930, cuando decenas de mocanos, cibaeños en general, fueron asesinados para implantar la dictadura. Recuerden la banda La 34.
Al sicario, que tanto se persigue en estos días, sin lograr ponerle punto final, solo se ve como asunto privado, ejercido por mafiosos, no importa el sector de la economía en que se produce, pero hay algo que quiero dejar claro.
El sicario en nuestro país empezó y se ha quedado también como asunto de Estado. Era oficial con la dictadura de Rafael Trujillo, se anidaba en cualquier eje del aparato del Estado, pero muerto Trujillo, el sicario de Estado siguió, nunca se desmontó de la Fuerza Aérea Dominicana, como lo demuestra el asesinato de Orlando Martínez.
¿Acaso el Estado ahora no continúa fomentándolo cuando mantiene a la secta de los paleros de Trujillo en nómina, en el gobierno central, en la televisión y en el Congreso? ¿Cuántos millones gasta el gobierno en financiar a esa secta?
Y lo hace con el dinero que los contribuyentes pagamos, incluyendo a los comunicadores amenazados. ¡No más vileza! http://www.7dias.com.do/opiniones/2015/02/09/i182002_los-matones-siemprea.html#.VN3sI-aG_m4
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