Reforma fiscal: la historia enseña que se trata de sabiduría, o de poblada
Y el Fondo Monetario Internacional (FMI), esa trulla cruel de banqueros que prestan y cobran a como dé lugar, aunque el diablo se lleve a su hermano para que le paguen.
Es el caso de la República Dominicana, donde vuelve a replantearse la historia. Esa historia que, si se repite, lo hace casi siempre como tragedia, más que como drama. Viene una restructuración tributaria, que ha sido aplazada y está pendiente, porque hay que reunir fondos para impulsar el desarrollo y mitigar el hambre.
A Salvador Jorge Blanco lo escogieron Presidente, en 1982, arropado por una consigna propagandística que lo promovía como un hombre “sano y capaz”. Sano lo era. Y llegó el momento, en abril del 1984, en que tuvo que sacar de abajo, para demostrar de lo que era capaz.
Cuando el gobierno de Jorge Blanco, compelido por los cobradores del FMI dispuso alzas en los precios de artículos de primera necesidad, los barrios capitaleños azuzados por una mala fe obtusa que siempre anda rampante entre los políticos dominicanos, tomaron las calles de la capital, para incendiar colmados, tiendas, supermercados.
La cosa tomó dimensiones tan grandes que sólo el espíritu previsor del doctor José Francisco Peña Gómez, alcanzó hasta los oídos de Jorge Blanco, para advertirle que, si no tomaba acciones rápido, lo iban a tumbar.
Desde la tercera planta del Palacio Nacional, Jorge Blanco y su séquito pudieron columbrar los nubarrones que levantaban los incendios en la parte alta de Santo Domingo. Y Jorge Blanco contactó por radio al jefe de las tropas militares sueltas en las calles para contrarrestar la sublevación barrial. Era el general Manuel Ramón Montes Arache, quien quería que su Comandante en Jefe le diera una orden para decidir lo que hacía con el tumulto.
Pero Jorge Blanco sólo veía desde lejos la humareda que emanaban desde los barrios. Y se le oyó al Presidente decirle a Montes Arache: “Usted es quien comanda sus tropas: decida”. Y en menos de una hora, las morgues de los hospitales públicos estaban llenas con decenas de cadáveres. Ante la realidad imprevista, Jorge Blanco no fue tan capaz. Expuso sus limitaciones reales como Jefe de Estado con los bolsillos vacíos y la presión de la jauría que se aloja en esa sigla terrorífica que se lee como FMI.
Hoy, un hombre que no pelea con nadie que se llama Luis Abinader, sentado reiteradamente en la poltrona que ocupó Jorge Blanco, clama ante sus opositores que si tienen ojos para ver, que vean.
Pero en la oposición lo que hay son restrojos y despojos que dejó un ciclón batatero, manejado por Abinader. No quieren oír ni ver. Padecen un ataque gripal que con facilidad se le convertiría en una bronquitis fatal.
La oposición de hoy ante Abinader, quiérase que no, es la misma que provocó a Jorge Blanco, pero hoy envejecida por los años. Con la misma maña que antes, cuando salieron a las calles armados, con banderas moradas y piedras, auxiliados por una trulla de oficiales balagueristas en retiro y resentidos, que les habían entregado, hoy creen que pueden repetir la historia. La historia que siempre se repite como drama o tragedia.
Sólo que una cosa piensa el burro y otra quien lo apareja.
Hoy, son otros tiempos. Y es otro el Presidente. Un Presidente que muestra que puede arrollar, sin tirar un tiro. Porque es un Presidente que no pelea con nadie. Y que prefiere invitar a que se junten para prever. Sólo para prever, y que él pueda decidir, sin tener por delante o por detrás, a un Peña Gómez. Y mucho menos, a un Montes Arache. Porque lamentablemente, todos ya están muertos o viejos y achacosos, como aquellos peledeístas que irresponsablemente provocaron, lo que la teoría de su mentor y guía, Juan Bosch, se limitó a teorizar que se trataba de una poblada.
Todo esto se dice, a propósito de la gripe de Leonel Fernández y sus consultas de espaldas al clamor de Abinader, para que se acerque y conversen. Porque de las gentes de los barrios y los campos se trata. Se trata de la República que vive en emergencia sistémica.
Usted decide, Profesor. El Doctor Fernández, una vez, enseñó a Danilo Medina que desde el control del Estado se puede aplastar al contrario político, aunque sea de los propios, hasta desahuciarlo. Pero los tiempos han cambiado. Hoy se aplasta lanzando encima del contendor, una masa enorme de votantes que actúan con todas las de la Ley, como ocurrió en febrero y en mayo, recientes.
Todo sea dicho. Los grupos han empezado a hablar. Y con los grupos no se juega. Las asociaciones civiles, los clubes, los sindicatos y la gente común han empezado a hablar. Se trata de una reforma fiscal que alguno podría pensar que se trata de una revolución fiscal y predican el terror, y el susto del cuco, para enfrentarla.
El vicepresidente ejecutivo del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) Miguel Collado Di Franco informó que la propuesta que tiene ese centro de investigación contempla una transformación fiscal que implicaría la reducción del Impuesto Sobre la Renta hasta llegar a una tasa del 18%, y en el caso del ITBIS bajarlo al 10%, ampliando la base impositiva. Esa es una idea a la que ya Abinader, le habrá echado mano.
Varias reformas impositivas del gobierno, (modificar la Constitución para fortalecer el Ministerio Público Independiente), dice Abinader. Hay líderes políticos que se oponen, y ex funcionarios del Tribunal Constitucional que se oponen, y grupos empresariales que se oponen.
Hay grupos empresariales que tienen 140 años recibiendo exoneraciones y nunca han pagado un centavo de impuestos. Eso lo dijo Esteban Rosario, un aguzado periodista santiaguero que sabe de eso. Comenta que si a esos grupos les hablan de pagar impuestos es como el diablo cuando le ponen delante una cruz. No quieren pagar impuestos, sólo quieren ser agentes de retención para cobrar los impuestos que otros pagan.
Hay políticos que desde que Colón llegó se han pasado la vida robando al Estado.
El mismo miedo les tienen como el diablo a la cruz, cuando se les habla de un ministerio público independiente.
Es que el desorden genera riquezas y genera poder, y los poderosos tanto del sector público como del sector privado, no quieren pagar impuestos, ni un ministerio público sólido, porque saben que irán a la cárcel.
Así, la reforma la van a boicotear
El Presidente debe apoyarse en la población, en la sociedad civil, en los grupos sociales organizados, en los grupos populares, y los empresarios conscientes, que los hay.
Estemos atentos y Esteban Rosario vive en el patio de las mansiones de los oligarcas santiagueros. Algo huele mal.
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