Pasando balance: Infraestructura del 1J4 llevó a Tavárez Justo a la inmolación
“Ese grupo te está acorralando y tomándose atribuciones que no son de su competencia, lo hacen con la deliberada intención de socavar tu autoridad como presidente de la agrupación”.
La observación se la hizo en 1962 Ramón Imbert Rainieri (Moncho), a Manolo Tavárez Justo. Se refería a los miembros del 14 de Junio que regresaron de entrenarse en Cuba, encabezados por Hipólito (Polo) Rodríguez Sánchez y compuesto por Luis Genao Espaillat, Juan Miguel Román, Pipe Faxas, Máximo Bernard, Fidelio Despradel Roques, Roberto Duvergé…
La actuación de los recién llegados dividió la organización pues su líder escuchó y aplicó sus consejos. Estos bautizaron a los compañeros en desacuerdo con los sobrenombres de “Los blandos”, “Los flojos”, “Los moderados”, acusándolos de cobardes, incapacitados y agentes de la reacción “y se dedicaron sin descanso a acosar a Manolo, reiterándole que tenía que cumplir su compromiso de irse a las escarpadas montañas de Quisqueya, y si no, lo tildarían de traidor”.
Fueron “los que finalmente llevaron a la inmolación a ese apóstol de ideales puros y honesto a carta cabal, logrando así la destrucción de la única agrupación política que integraban los genuinos representantes de esa generación de relevo”.
Constituyeron en junio de ese año “un secreto Comité de Guerra” y se autoproclamaban como “Los sabios”, “Los claros”, “Los supersabios”, “Los duros” y “atacaron y vilipendiaron de manera despiadada a valiosos compañeros que no comulgaban con sus ideas extremistas”.
Julio Miguel Escoto Santana revela ese accidentado episodio de la historia del 14 de Junio en el libro “Mi testimonio 1J4: La súplica de mi padre y mis trágicas vivencias en la tiranía de Trujillo… 50 años después”. Es el capítulo más novedoso y dramático del ejemplar, considerado el más completo sobre la vida política del 14 de Junio. Aunque uno de sus objetivos es develar pormenores de la arbitrariedad de la tiranía de Trujillo, se extiende hasta el Gobierno de Antonio Guzmán abarcando, por tanto, los opresivos 12 Años de Joaquín Balaguer.
Después de narrar sus inicios en la resistencia clandestina contra la dictadura, narra apresamientos y torturas, acciones de la cofradía de Radhamés Trujillo, la “turba sanguinaria” de Ramfis, secuestros, quiénes eran y cómo actuaban los calieses, la nómina de agentes secretos que disfrazados de limpiabotas, barrenderos y pordioseros se movilizaban delatando. Se adentra en censurables actitudes de jueces, secretarios y ayudantes judiciales, desmenuza la guerra entre el sátrapa y la Iglesia Católica, el ajusticiamiento y la persecución a que fue sometido aún después de muerto Trujillo.
Después de relatar sus actividades en el exilio y el retorno al país el 28 de diciembre de 1961, revela en varios capítulos las actuaciones del “misterioso e invisible organismo que dirigió el 14 de Junio”, en alusión a La Infraestructura que, según él, gobernaba de manera paralela el Comité Central.
“El grupo que regresó de Cuba inicia su chantaje, desata su furia, y Manolo cede”, es el título del apartado en que cuenta, por primera vez, lo tratado en una reunión entre Tavárez Justo y los que denomina fundadores históricos, y que todos prometieron guardar en secreto. Se produjo el 10 de octubre de 1963 en la residencia de Moncho Imbert, en la avenida Sarasota.
Participaron, además, Carlos Aurelio Grisanty García (Cayeyo), Félix Germán Olivier, Poncio Pou Saleta, René del Risco Bermúdez, Rafael (Fello) Santini, Miguel Enrique Feris Iglesias, Abel Fernández Simó, Alejandro Zapata, Ramón Arcadio Encarnación y Escoto Santana.
“Manolo llegó con el compañero Fello Santini en el vehículo de este y después del saludo protocolar manifestó: “Este no es un encuentro entre disidentes y traidores sino una reunión de hermanos que han tenido ciertos desacuerdos…”.
Les comunicó que debido a la disidencia asumida por los presentes aceptó celebrar el encuentro, condicionado a que no fuera divulgado y les confesó que además de reconciliarse con ellos, era una oportunidad para despedirse “por si las resoluciones ya tomadas salen mal”. Les informó que los miembros de La Infraestructura decidieron “hacerle frente al malestar existente e iniciar una insurrección” y él no tenía otra alternativa que acatar esa determinación.
Pidió comprender “la delicada situación” por la que atravesaba el 14 de Junio y aseguró que cuanto se había dicho y publicado sobre el particular era “obra de La Infraestructura”, solicitándoles que no llegaran a las ofensas personales en defensa de las posiciones políticas.
Grisanty le expresó su desacuerdo “con esa aventura disparatada de llevarte a una muerte segura”. Cuando se despidieron, ambos se abrazaron y lloraron, relata Escoto.
Poncio Pou le manifestó que no existían condiciones para iniciar el alzamiento y que si se lanzaban “la derrota es inevitable y la muerte segura”, pidiéndole que desistiera.
“Manolo no le contestó, se limitó a mirarlo de soslayo y a ofrecerle su habitual sonrisa risueña y según llegó, así se fue, en silencio…”.
“El Fidel Castro del Este”. Pocos han contado con tan estremecedoras y precisas descripciones las crueldades del trujillato, especialmente después de fundado el Movimiento Revolucionario 14 de Junio. Escoto Santana recoge de forma minuciosa la actuación de esbirros, calieses, asesinos y sádicos servidores del régimen que de forma tan inhumana martirizaban a los presos políticos. Los identifica, y describe con detalles conmovedores de las torturas.
La historia de lo que fue el Movimiento Clandestino 14 de Junio está en las páginas del libro desde su germinación, antes de la memorable reunión del 10 de enero de 1960 en Boca de Mao, municipio de Laguna Salada, provincia Valverde, hasta su desaparición.
Por eso la obra de Miguel Escoto, llamado por los esbirros “el Fidel Castro del Este”, es más que sus memorias. Refiere su juvenil entusiasmo por derrocar al tirano y las extremas angustias que representó su atrevimiento y el de todos los que lo acompañaron en la patriótica osadía. Se refleja el destino de hombres y mujeres anónimos hasta la publicación, agregados a los ya conocidos protagonistas de sucesos de la historia reciente. Él sobrevivió para narrarla y al mismo tiempo asumir la de compañeros que no tuvieron su misma suerte: fueron asesinados o desaparecidos.
Cuando explica su desacuerdo con “Los supersabios”, el reconocido escritor, historiador, abogado, apunta que “resulta sospechoso el silencio y la comprobada e injustificable ausencia de las explicaciones que determinados miembros –aún vivos- de los autodenominados “Los Duros”, pertenecientes al tristemente célebre Comité Militar de La Infraestructura están en la obligación de ofrecer a la opinión pública y al pueblo dominicano por sus acciones irreflexivas ejecutadas en perjuicio de la Agrupación política 14 de Junio y sus miembros fallecidos como consecuencia de los mismos”.
La observación se la hizo en 1962 Ramón Imbert Rainieri (Moncho), a Manolo Tavárez Justo. Se refería a los miembros del 14 de Junio que regresaron de entrenarse en Cuba, encabezados por Hipólito (Polo) Rodríguez Sánchez y compuesto por Luis Genao Espaillat, Juan Miguel Román, Pipe Faxas, Máximo Bernard, Fidelio Despradel Roques, Roberto Duvergé…
La actuación de los recién llegados dividió la organización pues su líder escuchó y aplicó sus consejos. Estos bautizaron a los compañeros en desacuerdo con los sobrenombres de “Los blandos”, “Los flojos”, “Los moderados”, acusándolos de cobardes, incapacitados y agentes de la reacción “y se dedicaron sin descanso a acosar a Manolo, reiterándole que tenía que cumplir su compromiso de irse a las escarpadas montañas de Quisqueya, y si no, lo tildarían de traidor”.
Fueron “los que finalmente llevaron a la inmolación a ese apóstol de ideales puros y honesto a carta cabal, logrando así la destrucción de la única agrupación política que integraban los genuinos representantes de esa generación de relevo”.
Constituyeron en junio de ese año “un secreto Comité de Guerra” y se autoproclamaban como “Los sabios”, “Los claros”, “Los supersabios”, “Los duros” y “atacaron y vilipendiaron de manera despiadada a valiosos compañeros que no comulgaban con sus ideas extremistas”.
Julio Miguel Escoto Santana revela ese accidentado episodio de la historia del 14 de Junio en el libro “Mi testimonio 1J4: La súplica de mi padre y mis trágicas vivencias en la tiranía de Trujillo… 50 años después”. Es el capítulo más novedoso y dramático del ejemplar, considerado el más completo sobre la vida política del 14 de Junio. Aunque uno de sus objetivos es develar pormenores de la arbitrariedad de la tiranía de Trujillo, se extiende hasta el Gobierno de Antonio Guzmán abarcando, por tanto, los opresivos 12 Años de Joaquín Balaguer.
Después de narrar sus inicios en la resistencia clandestina contra la dictadura, narra apresamientos y torturas, acciones de la cofradía de Radhamés Trujillo, la “turba sanguinaria” de Ramfis, secuestros, quiénes eran y cómo actuaban los calieses, la nómina de agentes secretos que disfrazados de limpiabotas, barrenderos y pordioseros se movilizaban delatando. Se adentra en censurables actitudes de jueces, secretarios y ayudantes judiciales, desmenuza la guerra entre el sátrapa y la Iglesia Católica, el ajusticiamiento y la persecución a que fue sometido aún después de muerto Trujillo.
Después de relatar sus actividades en el exilio y el retorno al país el 28 de diciembre de 1961, revela en varios capítulos las actuaciones del “misterioso e invisible organismo que dirigió el 14 de Junio”, en alusión a La Infraestructura que, según él, gobernaba de manera paralela el Comité Central.
“El grupo que regresó de Cuba inicia su chantaje, desata su furia, y Manolo cede”, es el título del apartado en que cuenta, por primera vez, lo tratado en una reunión entre Tavárez Justo y los que denomina fundadores históricos, y que todos prometieron guardar en secreto. Se produjo el 10 de octubre de 1963 en la residencia de Moncho Imbert, en la avenida Sarasota.
Participaron, además, Carlos Aurelio Grisanty García (Cayeyo), Félix Germán Olivier, Poncio Pou Saleta, René del Risco Bermúdez, Rafael (Fello) Santini, Miguel Enrique Feris Iglesias, Abel Fernández Simó, Alejandro Zapata, Ramón Arcadio Encarnación y Escoto Santana.
“Manolo llegó con el compañero Fello Santini en el vehículo de este y después del saludo protocolar manifestó: “Este no es un encuentro entre disidentes y traidores sino una reunión de hermanos que han tenido ciertos desacuerdos…”.
Les comunicó que debido a la disidencia asumida por los presentes aceptó celebrar el encuentro, condicionado a que no fuera divulgado y les confesó que además de reconciliarse con ellos, era una oportunidad para despedirse “por si las resoluciones ya tomadas salen mal”. Les informó que los miembros de La Infraestructura decidieron “hacerle frente al malestar existente e iniciar una insurrección” y él no tenía otra alternativa que acatar esa determinación.
Pidió comprender “la delicada situación” por la que atravesaba el 14 de Junio y aseguró que cuanto se había dicho y publicado sobre el particular era “obra de La Infraestructura”, solicitándoles que no llegaran a las ofensas personales en defensa de las posiciones políticas.
Grisanty le expresó su desacuerdo “con esa aventura disparatada de llevarte a una muerte segura”. Cuando se despidieron, ambos se abrazaron y lloraron, relata Escoto.
Poncio Pou le manifestó que no existían condiciones para iniciar el alzamiento y que si se lanzaban “la derrota es inevitable y la muerte segura”, pidiéndole que desistiera.
“Manolo no le contestó, se limitó a mirarlo de soslayo y a ofrecerle su habitual sonrisa risueña y según llegó, así se fue, en silencio…”.
“El Fidel Castro del Este”. Pocos han contado con tan estremecedoras y precisas descripciones las crueldades del trujillato, especialmente después de fundado el Movimiento Revolucionario 14 de Junio. Escoto Santana recoge de forma minuciosa la actuación de esbirros, calieses, asesinos y sádicos servidores del régimen que de forma tan inhumana martirizaban a los presos políticos. Los identifica, y describe con detalles conmovedores de las torturas.
La historia de lo que fue el Movimiento Clandestino 14 de Junio está en las páginas del libro desde su germinación, antes de la memorable reunión del 10 de enero de 1960 en Boca de Mao, municipio de Laguna Salada, provincia Valverde, hasta su desaparición.
Por eso la obra de Miguel Escoto, llamado por los esbirros “el Fidel Castro del Este”, es más que sus memorias. Refiere su juvenil entusiasmo por derrocar al tirano y las extremas angustias que representó su atrevimiento y el de todos los que lo acompañaron en la patriótica osadía. Se refleja el destino de hombres y mujeres anónimos hasta la publicación, agregados a los ya conocidos protagonistas de sucesos de la historia reciente. Él sobrevivió para narrarla y al mismo tiempo asumir la de compañeros que no tuvieron su misma suerte: fueron asesinados o desaparecidos.
Cuando explica su desacuerdo con “Los supersabios”, el reconocido escritor, historiador, abogado, apunta que “resulta sospechoso el silencio y la comprobada e injustificable ausencia de las explicaciones que determinados miembros –aún vivos- de los autodenominados “Los Duros”, pertenecientes al tristemente célebre Comité Militar de La Infraestructura están en la obligación de ofrecer a la opinión pública y al pueblo dominicano por sus acciones irreflexivas ejecutadas en perjuicio de la Agrupación política 14 de Junio y sus miembros fallecidos como consecuencia de los mismos”.
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