martes, 26 de abril de 2022

El carnaval del Distrito Nacional | Por DAGOBERTO TEJEDA ORTIZ

CONVITE

El carnaval del Distrito Nacional

El colorido, esencia del carnaval, la originalidad, la tradición, la fantasía, la diversidad, la creatividad y la identidad, son las dimensiones del desfile de carnaval del Distrito Nacional.

Por DAGOBERTO TEJEDA ORTIZ 

Los habitantes originales de la isla que hoy compartimos con Haití, no conocieron al carnaval de carnestolendas.  Este llega con los españoles en 1492 y su aparición ocurre en la ciudad de Santo Domingo. El maestro Carlos Esteban Deive, citando al Fiscal General colonial, afirma que había carnaval en 1578, reconociendo este posteriormente que ya existía 25 años antes, es decir en 1553. Para Fradique Lizardo, en 1535, ya había manifestaciones de carnaval en la ciudad de Santo Domingo, mientras que para Manuel de Jesús Arredondo, historiador de la ciudad, realmente el carnaval existía antes de 152O, convirtiéndose de todos modos en el primer carnaval de América.

El carnaval colonial se expresaba en manifestaciones callejeras, cuya concentración ocurría en la Plaza Central, hoy Parque Colón, en un baile de la élite, exclusivo y excluyente, en el hoy  local del Museo de las Casas Reales y en un baile organizado, con participación popular, por los estudiantes de la Universidad de Santo Domingo,

La concentración de mascarados se realizaba de noche en la Plaza de Armas, bajo la luz de faroles. De día, en las calles, se utilizaban como proyectiles “ojos de cera”, que eran cascarones de huevos rellenos de agua hervida de canela, tapados con pedacitos de tela pegados con cera derretida, que se transportaban en  una bolsa y eran atacados con ellos todos los transeúntes.  Con cañas cimarronas, se fabricaban grandes jeringuillas que se introducían por las cerraduras de las puertas de las viviendas y se lanzaban agua para su interior, mojando a los moradores.

Del periodo de la ocupación haitiana de 1822-1844, no hemos encontrado documentación sobre la celebración del carnaval.  Después de la Restauración, la élite dominicana puso su vista en París, en Venecia y en Roma, donde se encontró con el carnaval como recreación exclusiva, trayendo de allí el confetis y la serpentina, el carnaval de salón, con sus reinas y sus bailes, redefinidas y reafirmadas por el apoyo de Trujillo a estas expresiones de carnaval, porque él necesitaba relacionarse con las familias sagradas, que organizaban este carnaval.

Por su contenido contestatario y subversivo, durante la primera intervención norteamericana del 16-24, el carnaval como expresión popular fue prohibido. Posteriormente, Trujillo lo que hizo fue controlarlo, camuflando calíes en las comparsas, incluso las mismas, por ejemplo,  tenían que inscribirse antes de comenzar sus manifestaciones de carnaval y se le daba un número que los carnavaleros tenían que colocarse en las máscaras o en el traje. Si algo ocurría, solo había que buscar el número. El escenario del carnaval popular de la ciudad de Santo Domingo era el Parque Enriquillo y el espacio de la calle Castelar.  Había comparsa originales de diablos y de “indios”, con personajes como Robalagallina, Se me muere Rebeca, la Muerte en “Jipe”, Califé, los Galleros, incluso llegaban comparsa y personajes de Villa Duarte, Los Minas y Villa Mella.

El carnaval de la élite desfila a pies y en pequeñas carrozas por la calle del Conde, desde el Parque Colón hasta el Parque Independencia y los carnavaleros de la zona Norte  no participan y solo podían llegar como observadores frente al Cuartel de los Bombero al comenzar la Avenida Duarte, sin embargo, quienes transformaron el carnaval de la ciudad de la ciudad de Santo Domingo, máscaras, trajes y personajes fueron los nuevos barrios marginados con carpinteros, chiriperos, pintores de brocha gorda, billeteros, mecánicos y jardineros, entre otros.

El modelo que prevalecía en todos los pueblos: Carnaval de Salón y carnaval callejero, el primero de la élite  con el apoyo oficial y el segundo desvalorizado y marginado, hasta la desaparición de la dictadura,  cuando el pueblo se apoderó del carnaval  y se convirtió en una reivindicación popular, sacándolo para la calle, para los barrios, quedando los salones  huérfanos del carnaval.

El carnaval que vino de España dejo de existir, quedaba como nostalgia en los diablos y en la muerte, que ya no eran los mismos porque ambos fueron transformados por la creatividad popular, ganando su propia identidad, donde además, surgieron nuevas propuestas como los Alí-Babá, símbolos hoy de este carnaval.

A partir del Desfile Nacional de Carnaval en el 1983, cuando la diversidad se convirtió en identidad, la espontaneidad y la dinámica del carnaval del Distrito Nacional se transformó, se buscaron alternativas, como las celebraciones del carnaval para que coincidiera con las festividades de la Restauración Nacional, acorde con la tradición.  Los cambios de Gobiernos con autoridades culturales coyunturales improvisadas, impidió el desarrollo de esta propuesta.  Posteriormente, con la iniciativa de los propios carnavaleros fue organizado exitosamente el Carnaval de la Venezuela, de donde surgió la Unión de Carnavaleros del Distrito Nacional  (UCADI), que en coordinación con el Ayuntamiento hoy alcaldía, han consolidado el carnaval más vistoso, seguro y creativo del país, mostrando las dimensiones sin límites de la tradición y de la fantasía, en función de la diversidad y de la identidad.

Ninguna alcaldía del país asume hoy en día el carnaval como una inversión cultural y no como un gasto con sectores y barrios populares como la del Distrito Nacional y ninguna organización carnavalera juega un papel protagónico tan importante como la Unión de Carnaval del Distrito Nacional (UCADI) en la organización y participación de un carnaval en el país.

El diablo se mantiene como herencia tradicional con identidad, con cascabeles, cencerros, espejitos, pitos y muñequitas, con máscaras únicas e inéditas con diversidad de cachos,  pero   transformándose paralelamente, sin la pérdida de las líneas originales,  redefiniéndose en una fantasía sin límites.  El símbolo  contestatario, propia del carnaval, está representado por Califé, “conciencia de la nación”, lleno de sátira, picardía, música y diversión.

El colorido, esencia del carnaval, la originalidad, la tradición, la fantasía, la diversidad, la creatividad y la identidad, son las dimensiones del desfile de carnaval del Distrito Nacional, protagonista de un proceso de transformación donde el carnaval mantiene sus esencias originales con nuevas propuesta innovadores y simbologías enriquecedoras de esencias populares y de dominicanidad.

¡El domingo 1ro de Mayo, vamos todos para el malecón a disfrutar de este impactante y fascinante desfile de carnaval!

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