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Decía la más erudita de las intelectuales dominicanas, Camila Henríquez Ureña, que el arte mayor de un artista, escritor o no, era su capacidad de comunicarse sencillamente con la gente. Eso, para un país de intelectuales cuyo esfuerzo es diferenciarse de los demás, ya sea vía el lenguaje, o la excentricidad, es una máxima. Mi madre lo resumía de manera salomónica: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
He estado leyendo las reseñas de la Feria, algunas de las cuales resuman menosprecio por lo popular, al margen de que en la Feria siempre se cometen errores sensibles, como fue el de no reseñar lo suficiente el centenario de Doña Carmen Quidiello y el programa que realizara la Biblioteca Nacional, el cual incluyó paneles con Ministras compañeras de Partido de Doña Carmen y un panel compuesto por cuatro generaciones de escritoras: El del Círculo de Mujeres Poetas, primer colectivo de poetas y artistas amadrinados por Doña Carmen, representado por Carmen Imbert, Dulce Ureña y quien escribe. El Círculo de Mujeres Creadoras, representado por Ángela Hernández. La Generación poética de los Ochenta, representada por Martha Rivera, y las más recientes creadoras, en la voz de Farah Hallal.
Tampoco se reseñó el esfuerzo que hizo la Biblioteca, junto con el gestor cultural Pedro Creach, para rendirle un merecido homenaje a Eduardo Galeano, (sensible ausencia en el programa), actividad masiva; así como la premiación de una especialista en Pedro Henríquez Ureña, notable erudita argentina, la cual debió ser más digna, es decir, hacerse en el Auditorio y no en una sala poblada de distracciones. La conformación de ese jurado, afán de los apasionados de Pedro Henríquez, entre ellos Brea Franco y Miguel de Mena, es uno de los grandes logros de la actual gestión cultural de José Antonio Rodríguez, quien se ha caracterizado por su generosidad, al mantener en sus puestos a personas de una previa administración cultural.
¿Por qué ha mantenido un viejo staff con sus altas y bajas, y posibles conflictos de lealtades? Porque se ha querido concentrar en lo que faltaba, y lo que ha faltado es la música, y otras artes descuidadas en previas gerencias concentradas en las letras, en un país, pésele a quien le pese, reconocido por su cultura -popular-. Y dentro de esa definición de lo popular está la bachata. Romeo Santos logró en New York, lo que no pudo Frank Sinatra, abarrotar dos veces el Yanqui Estadio. Eso es poder de convocatoria y orgullo dominicano, como lo es Juan Luis.
Colombia dedicó su Feria a Arataca, ahora le tocará a Santo Domingo y Salomé Ureña. Tema de un próximo artículo.
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