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¿Es cultura todo lo que no es naturaleza?
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Para quienes hemos estado inmersos en el estudio de la política cultural, parecía una fórmula concluyente la definición de que cultura es todo lo que no es naturaleza. La historia de la primera filosofía (metafísica) hasta llegar al sistema Hegeliano a partir de los ciclos, lógica y naturaleza suponía un proceso lineal donde ésta es la ciencia de la idea en su ser-otro. En la naturaleza la idea es conocida a partir de la distancia de si a sí mismo. Esta distancia se constituye en una forma de desaprobación.
La revolución que se experimenta con el desarrollo de la biología va a impactar toda la concepción del ser, proveniente de un ente externo capaz de crear el mundo y todo lo que contiene, dando paso a la visión creacionista. Así se inicia el entramado teológico que se unirá a los hallazgos filosóficos del pasado. Es con la llegada de Darwin a través de la “Evolución de las especies” y otros aportes donde se dará un vuelco hacia una nueva etapa. Este aspecto se vuelve innovador cuando el ser humano forma parte junto a los demás animales de un todo y luego su propia alma constituirá una unidad con el cuerpo. Nietzsche agregará el concepto de la muerte de Dios colisionando con un dogma que había dominado toda la historia de las ideas.
Pero si retomamos a Darwin y vemos su antropología nos encontraremos con el efecto reversivo de la evolución y de ahí derivará hacia el criterio de la selección natural. Esto significa la eliminación de los más débiles e inadaptables. Ahí surge con fuerza el concepto de devenir.
Volviendo a nuestro planteamiento inicial el hecho reversivo permitirá la separación entre naturaleza y cultura.
“La operación reversiva es así lo que funda la conveniencia final de la distinción entre la naturaleza y la cultura, evitando así la trampa de una “ruptura” mágicamente instalada entre sus dos términos: la continuidad evolutiva, a través de esta operación de inversión progresiva vinculada al desarrollo (también seleccionada) de los instintos sociales, produce de esta manera no una ruptura efectiva, sino un efecto de ruptura que proviene de que la selección natural se vio, en el curso de su propia evolución, sometida a su propia ley, su forma seleccionada de manera nueva, que favorece la protección de los “débiles”.
Después de la revolución Darwiniana en las ciencias naturales, la filosofía va a ser sacudida en sus basamentos antiguos y se podría decir que se enriquece con lo que algunos llaman la rebelión Hegeliana. Se cuestiona la metafísica, aspecto que se podría sintetizar en la expresión extraída de (Charles Darwin N. Wateboox, p. 3 Octubre 1838), “Estudiar la metafísica como siempre ha sido estudiada parece como tratar de comprender la astronomía sin la mecánica”.
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