Daniel Ortega, presidente de Nicaragua y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, en una imagen de noviembre Inti Ocon/Agence France-Presse — Getty Images |
NICARAGUA
La renuncia de un juez aliado del gobierno de Nicaragua, un golpe para el régimen de Ortega
Rafael Solís, uno de los aliados más antiguos del presidente Daniel Ortega y una pieza clave en su permanencia en el poder, habló con The New York Times después de su renuncia, hasta ahora la deserción de más alto perfil durante la crisis. "Lo que viene es peor", dijo.
Solís fue implacable en su crítica a Ortega, con quien se había aliado desde la década de 1970. “La separación de poderes en Nicaragua se acabó”, dijo. “La concentración de poder está en ellos, esas dos personas”.
Solís dijo que ahora lamentaba uno de sus dictámenes más significativos, un fallo de la Corte Suprema de 2009 que puso fin a los límites del periodo presidencial y le permitió a Ortega permanecer en el poder.
Sin embargo, aunque para los críticos del gobierno la deserción de Solís es una importante muestra de oposición que podría empujar a otros, el exmagistrado mencionó que tenía pocas esperanzas de que su renuncia por sí sola tuviera un gran impacto en el gobierno o en el poder judicial, en el que Ortega y Murillo ahora toman todas las decisiones importantes.
“Tampoco estaba siendo muy útil. Era un poder judicial muy limitado, muy reducido en sus facultades. Prácticamente ya no teníamos mayores funciones”, comentó Solís en una entrevista telefónica desde una ubicación desconocida fuera de Nicaragua.
Nicaragua, con una población de 6,2 millones de personas, es una de las naciones más pobres del hemisferio y se ha visto sacudida por la agitación política desde abril, cuando estudiantes y jubilados que se manifestaban contra una propuesta de reducir las prestaciones de seguridad social fueron atacados por turbas a favor del gobierno.
Las protestas se salieron de control rápidamente y varias decenas de personas perdieron la vida. La agitación se expandió a varias ciudades del país. Las protestas populares fueron prohibidas y su represión por parte del gobierno ha dejado un saldo de 325 personas asesinadas y cientos de detenidos.
Solís fue un leal miembro del partido del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Ortega desde que ayudó a este último a combatir a la dictadura de Somoza en los años setenta mediante una guerra de guerrillas. Fue el único testigo de la boda de Ortega.
También fue legislador y líder de las Fuerzas Armadas, y estuvo en la Corte Suprema durante diecinueve años, tiempo durante el cual fue un generoso partidario del régimen de Ortega, como muestra el fallo sobre los límites al periodo presidencial que, en efecto, permitió a Ortega presentarse para una reelección indefinida.
Solís fue una de las personas más poderosas del país, conocido por ser una especie de padrino al que la gente acudía a fin de resolver una infinidad de problemas. En 2004, los medios nicaragüenses informaron que la embajada de Estados Unidos revocó su visa por estar vinculado a actos de corrupción.
En 2009 Solís fue un miembro clave de la Corte Suprema cuando los magistrados dictaminaron que los plazos límite violaban los derechos civiles de Ortega. Ahora el exmagistrado dice que ese fallo fue “un error”.
Mencionó que la idea de un segundo periodo presidencial no le molestaba tanto y que está permitido en muchos lugares. Ahora Ortega se encuentra en su tercer periodo presidencial consecutivo de cinco años.
“El tercer periodo fue el preocupante”, dijo Solís. “No pensé que llevaría a la nación a eso. Nunca lo imaginé”.
El exfuncionario comentó que “en el futuro” Nicaragua debería volver a imponer límites al periodo presidencial e incluso debería prohibir la reelección.
Tras los disturbios, el gobierno sostuvo que los manifestantes eran agentes de los partidos políticos “de derecha”, de la Iglesia católica y de grupos ajenos al país que planeaban llevar a cabo un golpe de Estado para derrocar a líderes elegidos democráticamente.
Solís escribió una mordaz carta de renuncia de tres páginas, a la que anexó una copia de su identificación, en la que decía que jamás hubo ningún intento de golpe de Estado ni agresión externa, “sino un uso irracional de la fuerza”.
Escribió que existían juicios políticos a “una gran cantidad de detenidos con una serie de acusaciones absurdas sobre delitos que nunca cometieron”.
Mencionó que cuando la crisis estalló se encontraba en México para una operación de columna y fácilmente pudo haber renunciado debido a problemas de salud. En cambio, dijo, optó por decir la verdad sobre un gobierno en el que ya no cree.
“Creo que la situación que prevalece en Nicaragua amerita una carta como esa”, dijo en la entrevista.
Solís mencionó que trató de dar lugar a una reforma electoral y a otras medidas como plebiscitos que habrían abierto el proceso democrático, pero que “eso no se dio”.
Sus conversaciones con el presidente, dijo, fueron totalmente civilizadas. “La confrontación no es mi estilo”, señaló.
Comentó que había mantenido la esperanza de que en los discursos de Navidad y Año Nuevo, el presidente hiciera un llamado a la paz, pero, en cambio, este pareció estar en contra de cualquier tipo de diálogo o intervención internacional, lo cual no le dejó a Solís otra opción que la renuncia.
Juan Sebastián Chamorro, líder opositor que se encontraba entre los miembros de un comité de reconciliación nacional que trató de poner fin a las protestas —pero fracasó—, dijo que la renuncia de Solís indicaba que la coalición del gobierno podría estar debilitándose.
“Es el funcionario de más alto nivel que ha desertado del régimen, además de uno de los servidores públicos de mayor antigüedad en el sistema judicial que data de los años ochenta”, afirmó Chamorro. “Creo que su renuncia va a hacer que mucha gente que actualmente está en el gobierno evalúe si debe tomar una acción similar”.
La familia Ortega ha mantenido el control del país, principalmente gracias a aliados leales en cargos clave, en organismos como la policía, el ejército, la Asamblea Nacional y los tribunales. No obstante, si alguien tan cercano a Ortega como Solís está dispuesto a renunciar, otros podrían hacer lo mismo, mencionó Chamorro.
“La fractura ha comenzado, al menos en el caso de Solís”, agregó. “Muy probablemente, otros seguirán su ejemplo”.
El presidente no hizo ninguna declaración relacionada con la renuncia y el gobierno no habla con ningún medio que no controla.
Solís afirmó que el tiempo para poner fin a la crisis por la vía pacífica se estaba acabando. La Organización de Estados Americanos votó el viernes para convocar una sesión extraordinaria de consejo permanente que pudiera conducir a tomar medidas para restablecer la democracia en Nicaragua. El Congreso de Estados Unidos aprobó sanciones económicas el mes pasado.
“El país va inevitablemente a una gran crisis económica que va a generar una gran violencia en el futuro”, sentenció Solís. “En este momento hay una aparente calma, pero es una calma forzada, debido a que la policía y los parapolicías sembraron el temor y el terror”.
“Al país no le está yendo bien. Lo que viene es peor”, añadió.
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