Alemania se planta y avisa a Grecia de que le toca mover pieza
Merkel afronta la presión creciente en la CDU y el Gobierno para evitar nuevos desembolsos
LUIS DONCEL / CLAUDI PÉREZ Berlín / Bruselas 12 JUN 2015 - 18:22 CEST
En la partida de ajedrez que Grecia juega prácticamente sola contra toda Europa, Alemania ha dicho basta. La pieza más importante del tablero europeo muestra su hartazgo ante unas negociaciones que se eternizan; que nunca parecen llegar a la casilla final. La cancillerAngela Merkel repitió el viernes una idea que ha manejado estos días. “Si hay voluntad, hay un camino”, ha dicho insistentemente la jefa del Gobierno alemán como muestra de su buena voluntad. Pero a la frase habitual añadió este viernes una coda: “La voluntad tiene que venir por todas las partes”, en lo que supone un aviso poco disimulado a su homólogo griego, Alexis Tsipras, de que su paciencia se agota.
Calendario exigente
Grecia tiene un calendario muy exigente por delante. Debe llevar al Eurogrupo del 18 de junio una propuesta convincente para conseguir una prórroga del rescate actual, que expira el 30 de junio. A finales de mes debe pagar en torno a 1.600 millones de euros al Fondo Monetario Internacional. En julio y agosto tiene vencimientos de 6.700 millones de euros adicionales, en dos pagos, al Banco Central Europeo.
Tsipras y su Gobierno mantuvieron este viernes una actitud desafiante ante las demandas de los socios. Atenas insiste en que su propuesta incluye una reestructuración de deuda y excluye nuevos recortes de pensiones, y quiere metas fiscales menos exigentes. Los socios y las instituciones cierran filas con Berlín: no hay más negociación, y si Grecia quiere un acuerdo debe llegar al próximo Eurogrupo —el jueves próximo— “con una propuesta seria”, según el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que insiste una y otra vez en que las ofertas presentadas hasta ahora “no bastan”. “Grecia tiene que tomar decisiones difíciles”, según el jefe del Eurogrupo; de lo contrario no se puede descartar nada de nada. Los socios de la eurozona han discutido esta semana la posibilidad de que Grecia suspenda pagos, según fuentes europeas.
Los problemas se acumulan, dentro y fuera de la zona euro. Atenas tiene que presentar una nueva propuesta, probablemente este fin de semana, para negociar a contrarreloj y llegar al Eurogrupo cerca del acuerdo. Pero los escenarios de riesgo se multiplican. Macedonia, por ejemplo, ha prohibido en las últimas horas a los bancos griegos que repatrien sus activos en ese país, por las dudas acerca de la solvencia de las entidades helenas. La banca griega controla una quinta parte del sistema financiero macedonio.
Problemas para Merkel
A pesar de las crecientes dificultades financieras, el principal dolor de cabeza de Grecia es eminentemente político, por la nueva oleada de presión de Berlín, Bruselas y el FMI. El Gobierno alemán está convencido de que la pelota está ahora en el tejado griego, y que poco más puede hacer. Merkel se enfrenta a duras críticas en su partido por ser demasiado comprensiva con las demandas de Tsipras. Influyentes diputados de su partido, la Unión Cristianodemócrata, y de sus hermanos bávaros socialcristianos han mostrado sus reticencias, y han puesto en duda que el Bundestag vaya a aprobar un nuevo paquete de ayudas que suponga más dinero del contribuyente alemán.
29 diputados democristianos ya votaron en febrero en contra de conceder más tiempo a los griegos; y es prácticamente seguro que en una nueva votación el fuego amigo contra Merkel aumentará. “Los Gobiernos europeos tienen que admitir que el experimento con una Grecia que rechaza reformarse ha fracasado”, decía en un documento privado el influyente diputado Christian von Stetten.
Además de los problemas en el partido, los rumores sobre las divergencias con el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, son cada vez más insistentes. La creciente distancia se explica por los diferentes papeles que ambos desempeñan en el Gobierno. Schäuble teme que cualquier nueva ayuda a Grecia acabe repercutiendo en las arcas públicas alemanas. Merkel, pese a los riesgos de alargar el problema griego hasta el infinito, piensa en las consecuencias geopolíticas e históricas que tendría una quiebra de Atenas que provocara la primera —y nadie sabe si última— salida de un miembro de la eurozona. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/12/actualidad/1434126120_678097.html
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