Durante mucho tiempo nadie podía entender cómo las boas se propagaron por toda la isla tan rápidamente. Después se dieron cuenta de que las culebras viajaban fácilmente escondidas dentro de los capós de los carros.
Este podrá ser el sueño turístico del Caribe pero donde estoy parado ahora mismo, no hay ni ron ni sillas para tomar el sol a la vista.
Cáctus, matorrales marrones, inmensas rocas y extrañas y asustadizas cabras es todo lo que me rodea en este árido paisaje que se asemeja al norte de Australia.
El hecho de que las serpientes -boas para ser precisos-, según Robert, mi guía, estén absolutamente por todas partes aquí en el Parque Nacional de Arikok de Aruba, sólo profundiza la sensación de que este no es un descanso en una playa paradisiaca.
De hecho, estoy en una isla salvaje, con una especie mortal mucho más invasora que la gran cantidad de pasajeros de cruceros que circundan por las innumerables tiendas libres de impuestos, en la capital Oranjestad.
Eran mascotas
“Alguien, allá por los años 90, tenía unas boas como mascotas”, dice Robert mientras continuamos caminando por el parque, bajo el insistente sol caribeño. “Probablemente no podían darse el lujo de darles de comer. Las boas adultas necesitan pollos vivos y cosas así. Esta persona simplemente las liberó y parece que les encanta Aruba porque están floreciendo aquí”.
Con boas dando a luz 30 a 50 bebés al año, no tomó mucho tiempo para que las serpientes se multiplicasen a un ritmo vertiginoso, con efectos devastadores para la avifauna de la isla.
Algunos cálculos indican que alrededor de 17.000 aves son devoradas por las serpientes cada año. Pero lo que nadie podía entender hasta hace poco es cómo las boas estaban llegando con tanta rapidez a los rincones más lejanos de Aruba.
Desde el cambio de su estatus en 1986 para convertirse en un país autónomo dentro del Reino de los Países Bajos, Aruba se ha convertido en una postal de retiro para los visitantes, principalmente estadounidenses, que vienen a disfrutar de las playas de arena de vainilla, aguas azul celeste y lujosos hoteles con todo incluido.
Pero incluso los hoteles de la costa, lejos del desierto de Arikok, han sido visitados por las boas en los últimos años.
Resulta que estas criaturas han encontrado una manera simple pero eficaz para recorrer la isla: “hacen autostop”.
“Les encanta lo caliente que son los motores de los autos”, me explica Robert. “Así que se suben en ellos y terminan siendo trasladadas por toda la isla”.
La solución que algunos guardaparques encontraron para enfrentar el problema fue anunciar esporádicos días de caza de culebras.
“Entregamos US$10 a cualquiera que nos dé una boa viva”, me dice. “Después se las entregamos al gobierno y ellos las destruyen. Pero usted no recibe dinero por una serpiente muerta”.
“No podíamos creer la cantidad de serpientes que nos trajeron la primera vez que hicimos el día de caza. Un hombre entró con un saco con unas 30 serpientes. Todas estaban vivas”.
“Es difícil para mí ya que camino este parque todos los días. Les tengo mucho miedo y me alegro que no falte mucho para mi retiro”, agrega.
Las boas están en todas partes
Más tarde ese mismo día, a pesar de no haber visto ninguna culebra durante mi paseo con Robert, decidí disfrutar de una actividad turística de Aruba más convencional. Así que me apunté a un viaje en barco para bucear entre los peces loro y otras curiosidades tropicales que pululan, se deslizan y se lanzan por las cálidas aguas de la costa de Aruba.
Pero incluso allí, no pasó mucho tiempo para volver al asunto del problema de las boas.
Anthony, mi capitán, con quien yo navegaba en su barco rojo brillante llamado “Tranquilo”, buscó su teléfono apenas le mencioné mi caminata matutina en Arikok.
“Tienes que ver este video”, me dijo. Y así, protegiendo la pantalla del sol, vi unas imágenes filmadas temblorosamente, que mostraban a una boa enojada que moría lentamente por el ataque de los tres perros Jack Russell terrier de Anthony.
“Yo estaba conduciendo por una carretera pequeña cuando la serpiente se arrastró fuera del motor por el capó”, dijo Anthony.
“Fue una locura. Me detuve, pateé la serpiente del coche al suelo y los perros fueron tras ella”.
La serpiente muerta significa, por supuesto, que Anthony no pudo reclamar sus US$10.
Y en cuanto a la boa, parece que fue una de las desafortunadas, porque a pesar de las cacerías de serpientes, las recompensas y los intentos cada vez más frenéticos de los lugareños para librar a Aruba de sus nuevos e indeseados visitantes, las boas probablemente continuarán circulando por la isla por mucho más tiempo.
“Son muy buenas adaptándose”, me dice Robert. “Demasiado buenas…”.
“Queremos que todos quieran a Aruba pero las boas se están acomodando demasiado en nuestra casa”. http://acento.com.do/2015/bbcmundo/8248500-las-boas-que-invadieron-aruba-camufladas-en-los-autos/
Boas constrictor
- Pueden crecer hasta cuatro metros de largo y pesar más de 45 kilos.
- Tienen los dientes en forma de gancho para agarrar y sostener a su presa mientras la envuelven con su cuerpo musculoso hasta ahogarla y desarmar sus huesos.
- Las boas comen pájaros, monos y cerdos salvajes, y pueden abrir sus fauces para tragarse la presa entera.
- Pueden vivir hasta 30 años.
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