lunes, 27 de noviembre de 2017

CULTURA | Rendir cuentas | Por Ylonka Nacidit Perdomo @ylnape

Rendir cuentas

Ylonka Nacidit Perdomo - 27 de noviembre de 2017 - 6:00 am -  Deja un comentario
Foto: Rendir Cuentas © Nodo. Comunicación + Diseño
En este 2017 se cumplieron quince años del XIII Congreso Anual que la Asociación Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispánica (AILCFH) celebró en Santo Domingo, que fue de alguna manera un evento que se efectuó aquí, inesperadamente,   para fortalecernos de una amarga tragedia. Ocurrió luego de los atentados del 11S.

S. E. Alejandro Abellán, Embajador del Reino de España en el Acto Inaugural del XXVII Congreso de AILCFH. Capilla Nuestra Señora de los Remedios © Luis Francisco Rivas Matos
Al Congreso Anual de AILCFH del 2001, a celebrarse en Kentucky, estaba preparada para asistir en compañía de mi traductora al inglés la Dra. Linda M. Rodríguez Guglielmoni. Habíamos acordado encontrarnos en Miami, y de allí hacer juntas las conexiones. Sin embargo, aquella mañana que quedará grabada de manera hiperbólica en mi memoria, el sol, la luz que se expandía de esa esfera me llenaba de anhelos, y de una fuerte energía. Pero lejos estaba de saber que desde el cielo podría provocarse una necrópolis, y que se grabara de forma viva como una tumba, antecedida por una destrucción. Fue el 11 de septiembre, lo recuerdo, una mañana de esas en las que una siente todo de manera intensa, sin caducidad, renovante, vital, entusiasta, expresión de lo agradable, de ahondamiento e introspección a la vez, porque emprenderíamos un viaje, iríamos con ilusión a reencontrarnos con amigas en otro espacio donde seríamos huéspedes de la imaginación y de la escritura.
No obstante, esa mañana quedaría trunca, llena de ausencias, y difícil de volver a evocar, y tal vez con el signo del fatalismo, circundada por obstáculos, por el aislamiento, imposibilidades de entender las cosas, compleja por sus presagios. Sería una mañana con la identidad irrevocable de la pérdida, y en la cual llegaba con mi equipaje a la Secretaría de Estado de la Mujer para dedicar unas horas a mi labor en el Centro de Documentación, y desde allí, desde la Avenida México con 30 de Marzo, partir directamente al Aeropuerto Internacional de las Américas (AILA), al cual llegarían afortunadamente quince años después, en este mes de noviembre los/as participantes del XXVII Congreso Anual de la Asociación Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispánica (AILCFH) «Rendir cuentas: Historia y Agencia como fabulación».
Aun estando «lista» ese 11 de septiembre, llena prácticamente mi maleta de libros de escritoras dominicanas con los cuales he viajado a distintos eventos académicos desde 1987, se presentó lo inesperado, que trajo de golpe el dolor, la angustia, el asombro, y el estallido de los sueños. Nueva York estaba ante el espasmo, ante la incapacidad de descifrar cómo el mundo puede sucumbir por la barbarie, el miedo, y lo aterrante que es el «choque de las civilizaciones», el «choque de culturas» como la peor trampa de un destino incierto para el siglo XXI. La explosiones provocadas, los atentados a las Torres Gemelas, su derrumbe en el World Trade Center, atónitos lo veríamos en directo, como si estuviéramos expuestos a una posible hecatombe, que revelaba el lado oscuro de esa tensión no disimulada de la lucha de los contrarios, llevándonos a una intemperie espiritual, al estremecimiento, cuando se condena inútilmente al ser humano a hacer la guerra o ser víctima de la guerra.

Félix Jiménez, Arlina G. Peña, Yamile Silva, S. E. Alejandro Abellán en el Acto Inaugural del XXVII Congreso de AILCFH. Capilla Nuestra Señora de los Remedios © Luis Francisco Rivas Matos
Fue mi madre, Altagracia Esther, que hizo que me localizaran en la Secretaría de Estado de la Mujer. Ella me dijo por teléfono: «Ylonka, está pasando algo grave en Nueva York; tú no puedes irte para ese viaje; ven para tu casa mi hija». No sé, pero en ese momento advertí que, el útero del universo, que es a fin de cuentas el universo mismo, sentía un desgarro, y no sabía por qué. Lo que hice fue correr hacia el Centro de Documentación donde se encontraban mis compañeros de trabajo, y encender el televisor. Atónitos estábamos. En la Gran Manzana vivían, entonces, más de medio millón de conciudadanos nuestros. Emigrantes de primera, segunda y tercera generación que habían hecho de aquella ciudad su segundo hogar, y en la cual tuvo por una larga estancia en 1894 la escritora y periodista puertoplateña Virginia Elena Ortea Mella- Kennedy,  procurando en la soledad de una sala hospitalaria recuperar su salud, y donde emigró, posteriormente, Mercedes Mota en 1919 (para establecer luego en New Jersey) siendo ellas, dos de las autoras tras cuyas huellas en Nueva York he ido.
Hago este flash-back porque mi corazón, en aquella mañana, dejó de ser terrenal; era virtual, una alegoría de la nada o una caja de resonancia que no podía tener voz, pero sí sollozos. No era solo desconsuelo que se albergaba en mi alma, era la alteración de la razón hecha sin razón. Me dolía la decadencia de los valores, estar al borde del abismo, huérfanos de caridad y de amor, la falta de conciliación y re-conciliación entre los pueblos, el extremismo, la intolerancia. Pero no entendía desde mi interior cómo se podía vivir este vértigo y agredir a una pluridentidades de naciones.
Días después fue que comprendí porqué el útero del universo sentía un desgarro. En la primera Torre Gemela atacada, que ardía en llamas, y se desmoronaba, se encontraba Yasenda, una de las dos hijas de Catherine Vanderplaats de Vallejo, mi mentora de la Universidad de Concordia en Montreal, que afortunadamente pudo lograr -sin que el pánico colectivo le provocara una parálisis para actuar- descender por las escaleras, y huir a tiempo del espanto que asechaba a otros, que engrosarían la lista de miles de fallecidos.
En la segunda Torre Gemela estaba mi primo hermano, Franklin Mancini. Él no tuvo la misma suerte que Yasenda. Sus últimas palabras desde su celular fueron: «Papá, escuché un golpe fuerte que…». Aquel 11 de septiembre él regresaba de sus vacaciones, y se incorporaba a su trabajo. Iba en el interior de un ascensor subiendo hacia el piso 51. Dejó en la orfandad a una niña, y su madre, mi tía Lea, hermana de mi madre, podemos finalmente creer y concluir, ahora pasado el tiempo, que enloqueció por el dolor de la pérdida de su hijo, falleciendo en el 2009, en su apartamento de la 27-10 Newton Avenue de Astoria, Long Island.
De ese vértigo, de ese inconcluso destino, de esa actuación que no se vierte en ideología alguna, de esa palpitante angustia, que se hizo sobresaltos, de esa ceguedad del mundo escindido en polos opuestos, de ese futuro incierto, de esas tempestades que traían los vientos de las llamas, de esa genealogía de nombres que efectuaron la transición forzosa entre al ahora y el aquí, o el acá y el después, de esa vivencia de choque cultural, genérico, exacerbado, de esa escisión de la conciencia, en medio de la crisis, de la vigilia, de la ausencia de una flor que pudiera reflorecer cuando se yace ante la impotencia, vino de nuestra parte la búsqueda de aliviar las heridas dejadas a la Asociación Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispánica (AILCFH) los ataques del 11 de septiembre.

Janet Camilo, Ministra de la Mujer, Patrocinador Principal del XXVII Congreso de AILCFH, en el Acto Inaugural. Capilla Nuestra Señora de los Remedios © Luis Francisco Rivas Matos.
Fue así cuando al producirse la solicitud de postulación de sede, para superar un poco las heridas, que se abrió la ventana para que Santo Domingo fuera la sede en el 2002. Entonces era necesario fortalecernos, no continuar inmóviles, sino renacidas, no mutiladas. Había que hacer que los sonajeros tuvieran razón para moverse en vaivén con las brisas del mar, para dejar las rutas de la evasión, y superar no la melancolía, sin la enrancia, lo inconcluso de ese 11 de septiembre.
Hice estas reflexiones, que pueden considerarse autobiográficas en la inauguración del XXVII Congreso Anual de AILCFH «Rendir cuentas: Historia y Agencia como fabulación» el pasado jueves 9 de noviembre, porque al igual que en el 2002 cuando nos correspondió ser la Directora General del Congreso, realizamos dicha labor porque amamos a la literatura, ya que es la escritura el proceso en el cual somos autoras sin interferencias de los estereotipos o los sesgos de género.
No dirigimos el pasado XIII Congreso Anual de AILCFH en el 2002, ni el XXVII como académica, sino como un ser en construcción que pretende asumirse como mujer, que huye de las búsquedas mediatizadas, de los enmarcados que legitiman el poder a través de la simulación, del estado de cosas actual que ofertan los “discursos” que acosan a la conciencia de las mayorías pretendiendo castrarlas de su identidad.
Entendemos que, quizás, es posible que llegue un momento donde una pueda restarle importancia a lo que se dice desde la historia oficial, y desde lo público, sobre la vida íntima de nosotras, las autoras. Quizás -creo- que la más importante acción, desde la consciencia nuestra, es poseer los saberes de los cuales nos han excluido por siglos.
Dirigir un Congreso Anual es un reto. Es mantenerse constantemente en comunicación con los/as participantes, y estimamos que hasta asumir cierto liderazgo. No se dirige desde el pragmatismo, sino desde el intercambio. Ese intercambio se hace saberes, conversaciones, diálogos, y del mismo va emergiendo la amistad, altamente respetuosa, comprometida, y que luego se hace experiencia.
Desde el jueves 9 al sábado 11 de noviembre pasado, académicos/as de 80 universidades internacionales vivieron la experiencia de la amistad en las ciudades de Santo Domingo y Santiago de los Caballeros en una visita realizada al Centro León, donde el «yo» se hizo un nosotros y un nosotras, haciendo un recorrido en la República Dominicana para Rendir Cuentas sobre la creación de la mujer hispana.

Elia Saneleuterio Temporal. Universitat de València. Ganadora del Premio Creación Crítica de AILCFH , al centro, recibe de la Viceministra de la Mujer Cristina Pérez de Amorós y Amarilis Hidalgo © Gonçal Baly Carbó
En la Ciudad Colonial, entre las piedras de cantería y los ladrillos forjados de arcilla roja, quedó mi infancia hace 52 años, puesto que nací en la calle Atarazana número nueve, llamada entonces calle Presidente González, en el primer barrio del Nuevo Mundo, y en la primera casa de piedra del Nuevo Mundo realizada por castellanos, según pudo confirmar el sacerdote Fray Vicente Rubio (1923-2006) en sus acuciosas investigaciones, datos reconfirmados por el Arq. Manuel del Monte Urraca, restaurador de esa vivienda en la década del 70.
Al ser la vida un círculo, una esfera, dicen que una vuelve a su lugar de origen, y lo he hecho, y lo pude hacer de la mano de los/as académicos/as que concurrieron al XXVII Congreso Anual de AILCFH  a ofrecerles con amor mi añorada ciudad antigua, esta ciudad colonial que encierra cinco siglos. Les brindé, a ellos y a ellas, un escenario para que lo disfrutaran, y llevaran consigo testimonios de nuestra identidad, para que gestaran aquí otras miradassobre las dos orillas que se cruzan en el Atlántico. Lo pensé así, lo soñé y lo quise construir para todos y todas, y así recompensar sus esfuerzos realizados de llegar desde distintos puntos a la República Dominicana.
Fue como si volviéramos a migrar, pero esta vez hacia el Sur, para asumir la indagación de nuestras identidades a través de la literatura. Esa fue la razón, además, por la cual la convocatoria de este congreso recordaba cinco hitos históricos concernientes a la mujer dominicana, siendo el más importante el 75º Aniversario del derecho a la ciudadanía y del voto, lo cual quisimos hacer una celebración colectiva, ya que fue desde esta ciudad como centro político, comercial y cultural donde se emprendió esa lucha reivindicativa por los derechos humanos de las mujeres.
De esa manera sentimos que, el aquí y el ahora, el ayer y el presente, se unieron, se encontraron y re-encontraron desde la diversidad, y la contra-historia. Esa fue la razón por la cual seleccionamos como obra gráfica ilustrativa del Cartel del XXVII Congreso Anual de AILCFH la creación de la artista Iris Pérez Romero (1969) de su serie «Caminos del Ser»  que particularmente, preferimos llamar BARCA CÓSMICA. Una barca aparentemente frágil, hecha con las manos de manera rudimentaria, que acoge en su interior a mujeres que emprenden un viaje, que se ausentan, que coinciden en un tiempo y en un espacio, que se pueden apreciar vinculadas por una sororidad, que excepcionalmente va más allá de la emotividad y de los afectos.

. Visita al Centro León, Santiago de los Caballeros, de Rendir Cuentas. © Gonçal Baly Carbó
La BARCA CÓSMICA nos lleva al lugar desde el cual las mujeres podemos ir a explorar al mundo, nuestro mundo, el mundo nuestro lejos de las violencias, las hostilidades, la discriminación, los abusos del poder del Estado patriarcal, la agonía de ser vulneradas, castradas, inmoladas, perseguidas hasta arrebatarnos nuestros saberes y nuestras autorías.
Desde esa BARCA CÓSMICA, quizás intemporal, donde se hace activa la conciencia, desde la cual nos colocamos en perspectiva para re-escribir la historia que nos pertenece, ofrecimos la bienvenida, y ahora expresamos nuestro agradecimiento a todos y a todas los/as participantes del XXVII Congreso Anual de AILCFH : RENDIR CUENTAS.



Yamile Silva, Presidenta de AILCFH, reconoce a Iris Pérez Romero, artista Invitada de Honor, en compañía de Ylonka Nacidit-Perdomo © Luis Francisco Rivas Matos

De la serie los «Caminos del Ser» de Iris Pérez Romero la obra que he titudado Barca Cósmica para Rendir Cuentas.
https://acento.com.do/2017/cultura/8512326-rendir-cuentas/ 

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