viernes, 3 de julio de 2020

Un regalo envenenado | Por ISIDORO SANTANA

EL TIEMPO QUE ME HA TOCADO VIVIR

Un regalo envenenado

Ahora bien, las dificultades más pronunciadas y, quizás duraderas, podrían venir por el lado de la demanda. Inicialmente esta se redujo abruptamente para una gran diversidad de bienes y servicios distintos de alimentos y salubridad

Por ISIDORO SANTANA 
En estos días ha circulado profusamente por las redes sociales un mensaje de la escritora chilena Isabel Allende, quien, tras mucho tiempo confinada en su hogar, escribe:
“Lo que la pandemia me ha enseñado es a soltar cosas, a darme cuenta de lo poco que necesito. No necesito comprar, no necesito más ropa, no necesito ir a ninguna parte, ni viajar. Me parece que tengo demasiado. …Los creadores, los artistas, los científicos, todos los jóvenes… se están planteando una nueva normalidad. No quieren volver a lo que era normal. Se están planteando qué mundo queremos”.
Este es un razonamiento que parece muy bonito, y no es ella la única que lo expresa, pero es terrible noticia para la economía mundial y nacional, cuya recuperación dependerá mucho de que la gente vuelva a comprar lo que no necesita y de que quieran ir a alguna parte. Porque de ello depende el empleo, el ingreso y la comida de muchos millones de otros. Veamos por qué.
Para poder controlar la pandemia, los más diversos gobiernos del mundo se vieron forzados a generar en la economía una especie de “coma inducido”, usando el argot de los médicos, una paralización económica provocada que permita alejar físicamente a unas personas de otras, como medio de evitar contagios generalizados.
Con ello se ha producido una crisis económica mundial de características y dimensiones poco conocidas por la historia económica. Al principio, los organismos internacionales se lanzaron alegremente a hacer proyecciones de la recuperación, confiando en que la parálisis duraría unas semanas y ya. Ahora se presume que podría ser más grave que la Gran Depresión de los años 1929-1933, y su duración depende más de factores médicos que de política económica: el medicamento efectivo o la vacuna
Con cualquiera de los dos, la población comenzaría a superar el miedo al acercamiento, y las actividades económicas volverían a reactivarse. Aun así, la magnitud y la celeridad de la recuperación podría no ser tan automática debido a la naturaleza misma de la crisis.
No se trata, como las que históricamente han conocido los economistas, de una crisis por choque de oferta, ni de una insuficiencia de demanda, tampoco de una crisis financiera; es de todo a la vez. Si fuera originada por solo una de esas fuentes, entonces los gobernantes y sus asesores tendrían suficiente experiencia que haría relativamente fácil el diseño de los instrumentos de política económica orientados a superarla.
Ciertamente, se inicia como una crisis de oferta porque el cierre de las empresas ocurrió por mandato gubernamental, y aun cuando muchos gobiernos decidan reabrir, ciertas actividades pueden encontrarse con obstáculos no existentes previamente, tales como cortes en eslabones fundamentales de los procesos, por cierre en el suministro de insumos y equipos o cuellos de botella en las cadenas de distribución.
Y todavía cuando sean resueltos los atascos, las empresas se encontrarían con nuevas dificultades: dispersión de sus trabajadores; necesidad de reentrenamiento; cambios de procesos (para requerimiento de distanciamiento físico), que reducirá la productividad media del trabajo y elevará costos.
Ahora bien, las dificultades más pronunciadas y, quizás duraderas, podrían venir por el lado de la demanda. Inicialmente esta se redujo abruptamente para una gran diversidad de bienes y servicios distintos de alimentos y salubridad. Poco después la mayoría de las industrias experimentarían menores niveles de ventas por disminución de los ingresos de los consumidores; y a más largo plazo, el confinamiento podría inducir cambios en los patrones de conducta de los consumidores, habituados ya a necesitar menos para vivir. Es lo que dijo Isabel Allende.
Un ejemplo ilustrativo es lo que posiblemente ocurra con un sector determinante para la superación de la crisis en la República Dominicana: el turismo. Ahora se reabre, pero tomará tiempo antes de que pueda volver a ser lo que era.
Pero esto podría también ser reproducido a múltiples sectores de la economía, retardando la total recuperación del nivel de producción, empleo e ingresos. Cuanto más se posponga la recuperación de la oferta y la demanda, mayor probabilidad de que la crisis degenere en una crisis financiera: insolvencia de empresas y personas, deterioro de calidad crediticia, morosidad, incapacidad de instituciones financieras para honrar sus compromisos y quiebras.
Y el candidato que gane el domingo estar recibiendo un regalo envenenado, que le condene a lidiar cuatro años con una enorme crisis que le impida cumplir promesas. 

https://acento.com.do/opinion/un-regalo-envenenado-8835330.html

ISIDORO SANTANA

Economista

Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, agosto 2016-actualEconomista. Investigador y consultor económico en políticas macroeconómicas. Numerosos estudios sobre pobreza, distribución del ingreso y políticas de educación, salud y seguridad social. Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Miembro fundador y ex Coordinador General del movimiento cívico Participación Ciudadana y ex representante ante la organización Transparencia Internacional.... VER MÁS >

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