La transformación de las organizaciones post pandemia
La crisis sanitaria afectó la vida cotidiana de las personas y de las organizaciones en diferentes aspectos. El aislamiento y el distanciamiento social nos obligaron a acelerar la transformación que ya estábamos transitando en los procesos productivos y comerciales, las herramientas de intercambio, los métodos para el trabajo en equipo y en la forma de estar cerca de nuestros clientes.
Con distinta intensidad, en cada rincón del mundo, las organizaciones están adaptándose a una nueva normalidad. Este panorama global incierto y complejo nos brinda la oportunidad de identificar y derribar algunos mitos sobre la gestión de personas.
Uno de ellos está vinculado a la planificación. Durante 2020, nada de lo que imaginamos sucedió como lo pensamos. El tener la agilidad y la flexibilidad suficiente nos permitió adaptarnos al cambio y capitalizarlo para responder a las necesidades actuales del negocio. En este lugar común nos encontramos quienes compartimos posiciones de liderazgo.
Las organizaciones que vieron en la transformación cultural un factor de crecimiento tienen más oportunidades de salir fortalecidas. Como responsables de gestionar personas fue fundamental contar con las herramientas, metodologías y procesos adecuados para nuestro día a día.
El Covid-19 provocó la necesidad de acelerar el camino que venimos transitando, el de adaptarnos al cambio constante. El verbo "adaptar" implica reconocer las oportunidades que se presentan, teniendo la mentalidad adecuada para responder a ellas y obtener un resultado exitoso. La tarea es mucho más sencilla si promovemos una cultura corporativa que anime a las personas a innovar, a probar, a perder el miedo de equivocarse y a construir sobre el error.
La pandemia puso a prueba nuestra resiliencia, agilidad y creatividad. Las organizaciones requieren hoy más que nunca una visión innovadora, flexibilidad, resistencia, paciencia y velocidad de adaptación a coyunturas desafiantes. Son todas habilidades blandas revalorizadas en contextos de crisis. Por eso, las personas y los equipos deben incrementar o desarrollar nuevas habilidades: buscar la persona que innova, piensa, propone, se prepara y busca su propio aprendizaje.
Hace pocas semanas, Santander publicó la investigación "Los jóvenes, una Generación Optimista: el futuro del trabajo", donde realizó una encuesta a 1100 jóvenes de América y Europa con preguntas sobre sus ganas de emprender. A nivel global los jóvenes mostraron una marcada vocación emprendedora luego de la pandemia. Entre una decena de países, fueron los jóvenes argentinos quienes tuvieron una mayor iniciativa para poner a prueba sus ideas y proyectos. Tenemos en nuestro país el capital humano necesario para los desafíos que vienen. Aprovechar este valioso potencial, generando los estímulos apropiados, depende de nosotros mismos.
Las crisis contribuyen a acelerar la metamorfosis y a aproximar horizontes que parecían lejanos. La pandemia no será la excepción. Prácticas cuestionadas, como el empleo remoto, se observan hoy desde una perspectiva muy distinta. También nos dimos cuenta de la importancia del relacionamiento interpersonal en nuestro ambiente de trabajo.
Al concepto de entrepreneur se le suma el de intrapreneur, emprendedores dentro de la organización. Las escuelas, universidades y demás organizaciones educativas públicas y privadas deberían poner el foco en desarrollar y fortalecer la capacidad emprendedora en las próximas generaciones.
También es interesante observar la evolución en las formas de trabajo. La pandemia abrió paso al tránsito de las jerarquías más tradicionales hacia las nuevas redarquías. Es fundamental generar los incentivos adecuados y fomentar su desarrollo puertas adentro. Ser una organización que trabaja colaborativamente en red o células, gestiona proyectos y adopta metodologías ágiles nos permite vivir esa evolución.
Este nuevo contexto, es un espacio híbrido entre lo físico y lo digital, donde reina la dinámica del cambio permanente, y las tareas y los trabajos más tradicionales se ven alterados. Tenemos que prepararnos para afrontar con responsabilidad una nueva normalidad de la que somos a la vez espectadores y protagonistas. Y aprender todo el tiempo de eso para seguir creciendo.
Es aún temprano para un balance del impacto de la pandemia en las organizaciones, pero estoy convencida de que a partir de esta adaptación, prepararemos personas y equipos capaces de transformar la realidad para mejor, agregando valor y siendo más útiles a la comunidad. Este debería seguir siendo nuestro objetivo inalterable.
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