ORLANDO JORGE MERA | @orlandojm
El mundo democrático ha sido chocado con la noticia del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, quien era crítico del régimen de Arabia Saudita y al que no se ha visto desde que visitó el pasado día 2 de octubre el consulado saudí en Estambul, Turquía. Este país asegura que el periodista fue asesinado y descuartizado, mientras que Arabia Saudita dice desconocer lo sucedido.
Una lectura de los principales periódicos internacionales da cuenta de que Khashoggi, quien vivía desde el año pasado en Washington, en donde había sido contratado por el Washington Post, decidió ir al Consulado de Arabia Saudita en Estambul, para procurar documentos necesarios para contraer matrimonio con una ciudadana británica. Aunque las cámaras de seguridad, colocadas en las vías de Estambul, lo tienen filmado cuando él entró al Consulado, no se sabe más de su paradero, oficialmente.
De igual manera, las fílmicas del aeropuerto de Estambul y de varios hoteles, recogen la llegada de un avión privado con un escuadrón especializado ese mismo día, proveniente de Arabia Saudita, y que entran y salen del Consulado, luego de que Khashoggi estuviese ahí, y se dirigen luego a la residencia del Cónsul de Arabia Saudita en Estambul. Parece, guardando la distancia, el guión de una película de Misión Imposible.
Resulta que el 12 de marzo de 1956, es decir, hace 62 años, agentes de la dictadura de Trujillo secuestraron en la ciudad de Nueva York, al catedrático de la Universidad de Columbia, y ciudadano vasco, Jesús de Galíndez, quien había publicado su obra “La Era de Trujillo”, en la que denunciaba la intolerancia de la dictadura y la situación de opresión que imperaba en el país.
Se recuerda que lo último que se supo de Galíndez fue que a las diez de la noche del 12 de marzo de 1956 entro en la estación del metro de la calle 57 y la Avenida Octava. Desde entonces, nadie volvió a saber de Galíndez, salvo las personas que lo raptaron, para luego consumar su asesinato en República Dominicana. Posteriormente, el piloto estadounidense Gerald Lester Murphy y el copiloto dominicano Octavio De La Maza, que transportaron a Galíndez al país, “fallecieron” en circunstancias no muy claras. Todavía la justicia americana sigue abierta para determinar responsabilidades sobre lo que aconteció con Galíndez.
Pocas diferencias, guardando las distancias, entre uno y otro hecho sangriento. Algo que queda claro, en memoria de ellos, la libertad de prensa es valor que perdura.
Galíndez primero
El mundo democrático ha sido chocado con la noticia del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, quien era crítico del régimen de Arabia Saudita y al que no se ha visto desde que visitó el pasado día 2 de octubre el consulado saudí en Estambul, Turquía. Este país asegura que el periodista fue asesinado y descuartizado, mientras que Arabia Saudita dice desconocer lo sucedido.
Una lectura de los principales periódicos internacionales da cuenta de que Khashoggi, quien vivía desde el año pasado en Washington, en donde había sido contratado por el Washington Post, decidió ir al Consulado de Arabia Saudita en Estambul, para procurar documentos necesarios para contraer matrimonio con una ciudadana británica. Aunque las cámaras de seguridad, colocadas en las vías de Estambul, lo tienen filmado cuando él entró al Consulado, no se sabe más de su paradero, oficialmente.
De igual manera, las fílmicas del aeropuerto de Estambul y de varios hoteles, recogen la llegada de un avión privado con un escuadrón especializado ese mismo día, proveniente de Arabia Saudita, y que entran y salen del Consulado, luego de que Khashoggi estuviese ahí, y se dirigen luego a la residencia del Cónsul de Arabia Saudita en Estambul. Parece, guardando la distancia, el guión de una película de Misión Imposible.
Resulta que el 12 de marzo de 1956, es decir, hace 62 años, agentes de la dictadura de Trujillo secuestraron en la ciudad de Nueva York, al catedrático de la Universidad de Columbia, y ciudadano vasco, Jesús de Galíndez, quien había publicado su obra “La Era de Trujillo”, en la que denunciaba la intolerancia de la dictadura y la situación de opresión que imperaba en el país.
Se recuerda que lo último que se supo de Galíndez fue que a las diez de la noche del 12 de marzo de 1956 entro en la estación del metro de la calle 57 y la Avenida Octava. Desde entonces, nadie volvió a saber de Galíndez, salvo las personas que lo raptaron, para luego consumar su asesinato en República Dominicana. Posteriormente, el piloto estadounidense Gerald Lester Murphy y el copiloto dominicano Octavio De La Maza, que transportaron a Galíndez al país, “fallecieron” en circunstancias no muy claras. Todavía la justicia americana sigue abierta para determinar responsabilidades sobre lo que aconteció con Galíndez.
Pocas diferencias, guardando las distancias, entre uno y otro hecho sangriento. Algo que queda claro, en memoria de ellos, la libertad de prensa es valor que perdura.
https://elnacional.com.do/galindez-primero/
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