Casi no acostumbro inmiscuirme en estos temas, pero luego de escuchar las explicaciones bien detalladas (habló didácticamente)
del titular de la Dirección General de Aduanas (DGA), señor Fernando Fernández, me he preocupado muchísimo. Sin entrar en ataques personales, creo que la forma como se ha manejado el proyecto de ley de Aduanas en el Congreso Nacional no ha sido la más conveniente a los intereses de la nación.
Sobre todo en un asunto tan delicado para la vida institucional del país, la prisa es mala consejera. Lo prudente es que los legisladores escuchen y acojan los planteamientos del director de Aduanas, que ha manifestado varias veces que el proyecto sería como poner la Iglesia en mano de Lutero: pone en peligro hasta la supervivencia de esa entidad.
La iniciativa fue ideada por partes interesadas (como una especie de distribución de un botín), y sin la participación de la DGA y sectores sensatos. Particularmente, me alarmé con la información de que siendo Aduanas piedra angular en las recaudaciones del Estado, la nueva normativa estrangularía sus ingresos dejando de recibir más de RD$30 mil millones.
Está claro que desde un principio los propulsores de la ley tenían la intención de meter gato por liebre, ya que a las vistas públicas convocadas por el Senado para conocer las opiniones de los sectores involucrados no invitaron a los técnicos de Aduanas, ni del Ministerio de Hacienda, organismos rectores de las recaudaciones.
La forma como quedó elaborado el proyecto debilita completamente el marco sancionador de la DGA y favorece a los evasores de impuestos y los contrabandistas. Dañaría, de esta forma, a las empresas que tradicionalmente pagan sus impuestos y que se dedican al comercio lícito, como establecen las leyes del país.
De ser convertida en ley por los diputados (y esperamos que eso no ocurra) tiraría por la borda los logros de la DGA, cuando la Ley 226 de 2006, le dio autonomía administrativa, presupuestaria y financiera. Como lo ha explicado el director de la DGA, esa autonomía es lo que ha permitido a esa entidad construirse un laboratorio, que para cualquier aduana en el mundo es un asunto fundamental.
En fin, esperamos que la sensatez y el buen juicio se pongan de manifiesto entre nuestros legisladores y se deje sin efecto cualquier intención de crear una normativa que hará más mal que bien, y perturbaría el sistema de recaudación.
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