lunes, 28 de marzo de 2022

Instituciones: institucionalidad y el Ministerio Público - Por CÁNDIDO MERCEDES 28-03-2022 00:05

DESHOJANDO PARADIGMAS

Instituciones: institucionalidad y el Ministerio Público

Es el comienzo de una lucha donde los sectores que pugnan por más y mejor democracia deben hilar fino, sin prisa, sin pausa, que como dijera el legendario revolucionario chino Mao Zedon “Actuar con ventajas, con razón y sin sobrepasarse”.

Por CÁNDIDO MERCEDES 

“… Sin embargo, en un mundo donde todo está interconectado, el imperativo moral supremo se convierte en el imperativo de saber. Los mayores crímenes de la historia moderna fueron el resultado no solo del odio y la codicia, sino mucho más de la ignorancia y la indiferencia…. Hay algo erróneo en las intenciones de aquellos que no hacen un esfuerzo sincero por saber”.  (Yuval Noah Harari: 21 Lecciones del Siglo 21).

Desde el punto de vista sociológico Bruce/Cohen nos definen una institución “como un sistema de pautas sociales relativamente permanente y organizada, que formula ciertas conductas sancionadas y unificadas, con el propósito de satisfacer y responder a las necesidades básicas de una sociedad”. Desde esta perspectiva nos encontramos con cinco instituciones claves, cada una de ellas con sus funciones y características: familia, la educación, la religión, la economía y la gubernamental.

Desde la órbita y dimensión de institución, desde el Estado, podemos rubricar que las instituciones son las que le dan vida y cuerpo al Estado. Vale decir, el Estado toma cuerpo a través de las instituciones, que son las que sustancializan y adjetivan en toda su apertura al mismo. Su verdadero rol de dominación, poder, control y regulación solo es posible a través de las instituciones.

¿Cuáles son las instituciones en el Estado dominicano? Mencionemos algunas: Congreso, Junta Central Electoral, Cámara de Cuentas, Suprema Corte de Justicia, Ejército, Policía Nacional, el aparato escolar, el sistema de partidos, etc. etc. Las instituciones tienen que ver marcadamente con las conductas, con las normas, con las reglas, con las expectativas que se espera realicen en el marco de sus disposiciones. Ellas son, a fin de cuentas, el ente distintivo, diferenciador de como los actores políticos y sociales se relacionan, el grado de interactuación, de reciprocidad que se cobijan y anidan en su constructo, generando como no solo accedemos, sino al mismo tiempo, como quedamos cada uno frente a las posiciones que ellas enmarcan.

Las instituciones, nos dicen Josep Valles y Salvador Martí Puig “va cristalizando cuando se definen pautas estables conforme a las cuales se desempeñan dichas tareas”. Podemos tener instituciones y no institucionalidad. La institucionalidad es el grado de aplicación de las reglas, de la sistematicidad de las normas. De cómo las acciones y decisiones se expresan en la impersonalidad, teniendo a las mismas como su norte. Una sociedad puede tener todas las instituciones; sin embargo, teníamos una profunda anomia institucional, esto es, una inobservancia, una falta de aplicación o las falencias o están subordinadas a intereses personales, particulares y corporativos.

La institucionalidad marca el hito entre una democracia plena y una democracia defectuosa. La institucionalidad cierra brecha, disminuye el rol personal de los actores, impide el retroceso y apunta a una mayor y mejor gobernabilidad. La institucionalidad malogra, en gran medida, la necesidad de reinventar en el vacío merced a los egos de quienes dirigen. Coadyuva a reducir lo más posible la imprevisibilidad, la incertidumbre y trunca el librito de cada uno de los actores en cada época y en cada momento y circunstancia.

En nuestro país tenemos una Cámara de Cuentas que le llegamos a llamar Cámara de Cuentos. Doña Licelot Marte llegó a decir que con lo que se perdía en corrupción podíamos tener dos países. ¿Qué paso entonces? Sencillamente, esa importante institución estaba subordinada al poder político y no al servicio del Estado, de la sociedad. Lo mismo sucedió con la Procuraduría, en toda su dimensión. Castrada y verdaderamente secuestrada por un partido hegemónico-dominante donde sus actores principales eran y constituyen el más significativo enanismo, la más abyecta expresión de lo que no debe ser un funcionario público. El lodo y el lodazal no solo se encontraba en la cuneta. Está por doquier, en la superficie y en las profundidades más execrables de las honduras de la tierra.

Cuando miramos hoy, el rol del Ministerio Público sintetiza, en un año 7 meses y 8 días, un antes y un después. Una tarea ciclópea ha venido realizando. Solo mencionar casos como:

  1. Falcondo,
  2. Larva,
  3. Discovery,
  4. F M.

Cada uno de ellos configurado en un entramado del crimen organizado: narcotráfico y lavado. Al mismo tiempo, cuando auscultamos y desdibujamos sus calendarizaciones nos damos cuenta que tenían más de 10 años, en su génesis y fecundación y desarrollo. El crimen organizado genera la economía sumergida (ilícita, ilegal: corrupción, narcotráfico, lavado). La economía sumergida creció en República Dominicana en los últimos años como la verdolaga en el campo.

Para que la economía sumergida cobre cuerpo y tenga un papel estelar en una formación social determinada, se requiere de un Estado débil donde las instituciones se encuentren secuestradas, subordinadas y a disposición de personas ligadas al crimen organizado. En los 16 años en el poder del PLD no podemos decir que los miembros del Comité Político, del Comité Central, estuviesen ligados directamente al narcotráfico. Sin embargo, justo es decirlo de manera objetiva, profesional, con validez y confiabilidad y no como hipótesis: cerraron los ojos y/o dieron las espaldas, en gran medida, a ese peso gravoso para la sociedad. La pregunta salta: ¿Se enfocaron más en los “resultados” económicos que la economía sumergida irradiaba en el PIB de nuestra sociedad?

La falta de institucionalidad de las instituciones al servicio del poder político, de la agenda partidaria, de los gobiernos 2012-2020, se vio de manera horrida con el caso de las elecciones municipales de febrero de 2020. La Policía Nacional estaba al servicio del poder político y a la agenda de ellos. Metieron presos al técnico de CODETEL y al coronel de la avanzada del entonces candidato del PRM, Luis Abinader. ¡La historia es reciente! Como es un pretérito presente el crimen horripilante contra David Ortiz: la Policía Nacional y la Procuraduría actuaron, no conforme a la verdad de los hechos, sino de la agenda del Palacio Presidencial. Dos versiones de una misma realidad. Es lo que significa la ausencia de institucionalidad y como esto derivó en la castración y secuestro de las mismas, lo que perjudicó social y moralmente al conjunto de la sociedad.

Mirar los casos de Francis Lorenzo, diplomático dominicano en las Naciones Unidas, quien se declaró culpable por recibir sobornos de un empresario chino para facilitar la construcción en el territorio chino de Macao en el 2015. El caso de Jeremías Jiménez Cruz, ex cónsul desde 2004, quien acaba de ser condenado en Estados Unidos por narcotráfico. 15 años es la condena. ¡Es la calidad de los actores políticos y la necesidad impostergable de un Ministerio Público más independiente, más institucional! Como nos diría Yuval Noah Harari “Todo lo viejo fue una vez nuevo. Todo se reduce a las elecciones humanas”.

La elección humana, hoy, aquí, es propiciar una reforma constitucional que nos ayude como sociedad a solidificar la institucionalidad. Estamos frente a una lucha entre lo tradicional y lo moderno, entre lo viejo y lo nuevo. En cristalizar una nueva forma de hacer política, en la comprensión de la asunción de las relaciones de poder. Para Max Weber el poder “es la capacidad de las personas o de los grupos para conseguir lo que desean, incluso en contra de la oposición de los demás”. Estamos frente a una cuasi crisis de dominación con respecto a las reformas planteadas. La dominación “reside en que quienes reciben las ordenes estén convencidos de que la persona que las da lo hace legítimamente. Es decir, aceptando que su posición tiene autoridad”.

Estamos frente a un proceso que no se agota ahora. Es el comienzo de una lucha donde los sectores que pugnan por más y mejor democracia deben hilar fino, sin prisa, sin pausa, que como dijera el legendario revolucionario chino Mao Zedon “Actuar con ventajas, con razón y sin sobrepasarse”. Comprendiendo que se está frente a una lucha de poder. Dejar atrás las viejas formas de hacer política y donde el Ejecutivo de turno no se sienta con más poder que Dios. Es enrumbarnos por una firme gobernanza, que como nos dice Nicola Berggruen en su libro Gobernanza inteligente para el siglo XXI “Acertar con el equilibrio, por tanto, será lo que marque la diferencia entre sociedades dinámicas y estancadas y también lo que determine si lo que emerge como modus operandi global será el conflicto o la cooperación”

https://acento.com.do/opinion/instituciones-institucionalidad-y-el-ministerio-publico-9046006.html

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