“Tú sabes que nosotros somos sencillos, pero de vez en cuando hay que sacar estos jugueticos que tenemos en casa”, alardea Sandro Castro mientras conduce un Mercedes Benz y pide a su acompañante que lo filme.
El video, filtrado a redes sociales hace una semana, causó revuelo en un país ahora más conectado a internet, que sufre una profunda crisis económica, y una reforma monetaria, de salarios y pensiones, además de la actual pandemia de coronavirus. Tanto, que el nieto de Fidel Castro -a quien medios no estatales cubanos atribuyen la propiedad de varios renombrados bares en La Habana-, publicó un segundo video, disculpándose con “todos los cubanos, donde quiera que estén” y asegurando que el vehículo era prestado.
“Cuba cambió. En 62 años nunca un Castro o dirigente ha pedido disculpas públicas por su buena vida mientras el pueblo se hunde en la miseria”, reaccionó en Twitter el artista y activista disidente Luis Manuel Otero Alcántara. Y no fue el único en señalar la particular presión a que estaría sometido el Gobierno de La Habana, aunque no es la primera vez que imágenes de la familia Castro crean polémica en redes sociales. Además de apuntar a la situación económica, voces como la de Alcántara insisten en la presión política que añadirían algunas recientes y también inéditas protestas públicas de artistas y activistas desde noviembre.
“El alarde de un bien que es un lujo en Cuba -porque en Cuba tener un carro es un lujo, y más un carro moderno- supone una falta de respeto tremenda para el pueblo cubano. Sandro no es un chiquillo igual que otro cualquiera, Sandro es nieto de la persona que durante décadas impuso privaciones al pueblo cubano y promovió el sacrificio, el desinterés, los trabajos voluntarios, la entrega absoluta a un proyecto político, incluso a costa de los sueños individuales y nuestros afectos”, recordó en Facebook la periodista independiente cubana Mónica Baró.
¿Quiénes son los ricos en Cuba?
Más que a la riqueza de la familia Castro, el video “apunta a la hipocresía de un sistema socialista en el que se predica tomar agua mientras se toma vino”, opina el politólogo alemán Bert Hoffman, del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos, en entrevista con DW. Obviamente, y aunque en internet pululen blogs que supuestamente destapan -sin pruebas o fuentes claras- fortunas millonarias de la nomenclatura cubana, “no estamos hablando de millones en bancos suizos”, advierte. Pero poseer un auto en Cuba es un lujo.
Según el portal oficialista Cubadebate, la isla era en 1958 el sexto país del mundo en promedio de automóviles por habitantes (solo superada por EE. UU., Canadá, Gran Bretaña, Venezuela y Alemania Occidental). Sin embargo, de acuerdo con el Banco Mundial, Cuba se ubica en la última década más bien a la cola de la región y del mundo, con un parque de apenas 38 vehículos por cada mil habitantes, incluyendo camiones, autobuses, y no pocos automóviles soviéticos y estadounidenses muy envejecidos.
“La riqueza tiene varios atributos en Cuba: casa grande en zonas específicas, auto moderno, viajes frecuentes al exterior, incluyendo por placer, satisfacción en calidad (no en cantidad) de necesidades básicas”, explica a DW Ricardo Torres Pérez, profesor e investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), en la Universidad de La Habana.
Sin embargo, hay “muy pocos datos generales” sobre desigualdad económica en el país, y quizás no es casualidad que predominen los “estudios de caso, muy focalizados en determinadas comunidades”, asegura Torres. Además, “poca de esa investigación es pública”, confirma. Esto es visible en el “apagón estadístico” con que Cuba empaña el informe de la CEPAL “Panorama Social de América Latina 2020”, lamenta en redes sociales Pedro Monreal, otro reconocido economista cubano.
“En Cuba no existen estudios públicos sobre distribución del ingreso, y no existe la posibilidad de realizar encuestas libres, lo cual limita la investigación en este campo”, confirma a DW el también economista cubano Mauricio De Miranda Parrondo, profesor de la Universidad Javeriana de Cali, en Colombia. Y destaca que, aunque existen líneas internacionales de pobreza, la isla la calcula según parámetros nacionales. Así que bien podría, al menos, hacer lo mismo con la riqueza.
No está claro cuántos y quiénes están en posesión de esa “riqueza” cubana. Desde La Habana, Torres estima que podría tratarse del uno por ciento de la población: unas 112.000 personas, poco más de 30 mil hogares. “Pero no hay un grupo social único ahí. Seguro hay funcionarios, pero también emprendedores, campesinos, artistas”, observa.
El economista de la Universidad de La Habana reconoce que en la isla se investiga aún menos sobre “los privilegios y las riquezas de que disfruta un grupo específico de personas porque están cerca del centro del poder”. Pero considera que, “salvo un grupo muy pequeño, el resto de la nomenclatura del funcionariado no disfruta de privilegios exorbitantes, y la razón puede ser que Cuba es un país bastante pobre”.
Muchos llamados funcionarios del primer nivel de dirección, viceprimeros ministros o ministros, por ejemplo, “no tienen riqueza propia” más allá de una casa o apartamento, y un automóvil ruso o chino, “relativamente modestos en muchos casos que conozco”, asegura Torres. “El día que dejen de tener ese cargo, pasan a ser un ciudadano bastante medio. Y ello explica, aunque solo en parte, por qué se aferran al cargo: porque es la única manera de tener un nivel de vida significativamente diferente de la media del país y despreocuparse de una gran cantidad de problemas”, señala.
Un vecino asea a su perro en una barriada humilde La Habana.
Privilegiados, con dinero o sin dinero
Tanto el volumen como el origen de la riqueza en la isla, de economía aún centralmente planificada, se diferencian marcadamente de los de otros países de la región. Pues, más allá del capital que mueve la rampante corrupción por la que tantos políticos de tantos países han sido procesados y condenados, la clase más rica de América Latina está compuesta sobre todo por empresarios, resultado de un proceso histórico de acumulación de riquezas interrumpido en la isla en 1959, recuerda, asimismo, Torres.
Así que, para dar cuenta de desigualdad y privilegios en una economía como la cubana, hay que hacer uso de categorías no monetarias: “Hay una parte no despreciable de esos privilegios que tiene que ver con el acceso físico a bienes, servicios o incluso propiedades, así como posibilidades de escapar a ciertas regulaciones, que no implican una transacción monetaria. Y, por lo tanto, no se pueden valuar”, reconoce el economista cubano.
No solo cualquier ingreso en divisas, sino también “disfrutar de bienes o de servicios que no están al alcance del resto de la sociedad marca privilegios. Y, en algunos casos, eso podría significar ser considerado rico en la sociedad cubana, aunque no para los estándares internacionales, en los que, normalmente, la riqueza y los privilegios económicos se asocian a propiedades de empresas, bienes inmuebles o tierras”, coincide De Miranda.
Pero, más allá de los “destapes” en redes sociales -en un país, además, sin transparencia sobre ingresos y gastos de sus funcionarios públicos, y sin libertad de prensa-, “no hay forma de probarlo” con datos, afirma Pavel Vidal, otro reconocido economista cubano de la Javeriana, a DW.
“Sabemos que las reformas ampliaron los niveles de desigualdad, que en el sector privado se ganaba alrededor de 10 veces más que en el sector estatal. Pero es difícil conectarlo con los privilegios, porque las fuentes de capital para los negocios privados son disímiles. En las empresas mixtas y extranjeras los ingresos también son muy altos, y la contratación en este sector está controlada por agencias empleadoras del gobierno. Por tanto, allí hay un filtro. Pero no hay información de qué implica eso”, insiste Vidal.
La imagen de Fidel Castro, aún muy presente en el espacio público y la memoria colectiva cubana.
Remesas, conexiones políticas y socialismo
El politólogo alemán Hoffmann, sin embargo, publicó recientemente un estudio sobre la reconfiguración de clases sociales en la isla. Su coautora, la antropóloga Katrin Hansing, pudo aplicar una encuesta nacional semirepresentativa. Sus conclusiones: el acceso a divisas extranjeras, en forma de remesas o inversiones en negocios privados, define hoy quién es quién en la sociedad cubana. Y refleja un sesgo por color de piel: los negocios más rentables, con mayor inversión, están en manos de población mayormente blanca y urbana, asociada a la emigración isleña tras la revolución de 1959.
Además, reconoce Hoffmann, el Estado coloca a cuadros políticos de alto rango frente a las empresas estatales, mixtas, exportadoras, y en el estratégico sector del turismo, “bajo el paraguas de los militares”. Un ejemplo emblemático es el consorcio militar GAESA. Así que “la élite empresarial del socialismo también vive bien”. Pero, en la economía familiar, ambas fuentes de ingresos -las remesas y las conexiones políticas- no se contraponen, confluyen, asegura el latinoamericanista alemán.
Los emprendedores “tienen posibilidades de ingresos superiores a quienes viven de salarios por empleos estatales. Sin embargo, también asumen riesgos y soportan una carga impositiva que no es despreciable” apunta De Miranda. Encima, agrega, las estrictas regulaciones para autorizar emprendimientos en la isla “al parecer no han sido tan estrictas para quienes tienen vínculos familiares o de otro tipo con altos funcionarios del Estado, para quienes todo se facilita en un ambiente de falta de transparencia, que es lo más cercano a la corrupción”.
“Socialmente, no considero que la riqueza o el bienestar económico alcanzado mediante el trabajo o el esfuerzo sean un problema”, concluye este economista cubano. El problema, explica, “es cuando por pertenecer a una familia determinada, que ha estado en el poder o relacionada con este, se accede a un bienestar económico y a unos privilegios por el acceso a bienes y servicios en usufructo, aunque no sea en propiedad, pero que, en definitiva, se disfrutan, y eso no guarda relación alguna con sus esfuerzos".
En las sociedades denominadas socialistas (en las que el igualitarismo ha sido elevado a un valor, aunque no lo era para los fundadores del marxismo, porque igualdad no es igual a igualitarismo), insiste Mauricio De Miranda, eso es un problema: “Podría no serlo en sociedades capitalistas o feudales, donde los privilegios son parte del sistema, pero sí en una sociedad que se denomine socialista.” (cp)
MONUMENTOS POLÉMICOS EN AMÉRICA LATINA
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