SERVICIO DE NOTICIAS en favor de la democracia participativa, el desarrollo humano, la paz, el medio ambiente y la cultura.- Santo Domingo, República Dominicana / Luis ORLANDO DIAZ Vólquez - OPINIÓN, NOTICIAS Y COMENTARIOS. Haciendo de la lucha contra la pobreza un apostolado templario./ email: guasabara.editor@gmail.com - http://www.facebook.com/GuasabaraLUISorlandoDIAZ - @GUASABARAeditor
lunes, 5 de diciembre de 2022
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Frank Moya Pons resalta los aportes del nuevo libro de Juan Lladó
CIUDAD
Frank Moya Pons resalta los aportes del nuevo libro de Juan Lladó
Palabras de presentación de la obra de Juan Lladó “Centro Histórico de Santo Domingo: Herencias Coloniales y Orígenes de la Nación Dominicana”
Por SERVICIOS DE ACENTO.COM.DO 05-12-2022 06:00
El jueves 1 de diciembre fue puesto en circulación el libro “Centro Histórico de Santo Domingo: Herencias Coloniales y Orígenes de la Nación Dominicana”, del economista y reputado consultor en turismo Juan Lladó.
El historiado Frank Moya Pons tuvo a su cargo la presentación de la obra. A continuación su discurso:
Señoras, señores…:
Cuando los reyes y príncipes eran la encarnación del Estado emergieron en Europa, en los siglos XVI y XVII, varias generaciones de escritores que acostumbraban a proponer soluciones a los problemas materiales de los reinos.
Muchos lo hacían de manera gratuita buscando complacer al príncipe señalándole nuevos caminos de enriquecimiento y poder, además de ofrecerle sugerencias para enfrenar ciertas urgencias sociales.
Siendo aquella la época en que también emergían las monarquías absolutas, muchos de estos intelectuales se atrevían a proponer fórmulas de acción estatal complacientes al príncipe, esto es, a la Corona, aun fuera en detrimento de la población subalterna.
Estos hombres fueron llamados “arbitristas” en razón de que sus propuestas emanaban de su arbitrio, esto es, de la propia reflexión de sus conciencias individuales.
Fue tanta la abundancia de consejos que los reyes recibían para su exclusivo provecho que algunos escritores, filósofos, moralistas llegaron dudar del beneficio que los consejos de los arbitristas pudieran dar al hombre común (no utilizo aquí la palabra intelectual porque no tenía entonces el significado que tiene hoy).
Por ejemplo, el famoso Diccionario de Autoridades de la lengua española, publicado inicialmente por la Real Academia Española en 1726, define al arbitrista como “el que discurre y propone medios para acrecentar el Erario público, o las rentas del Príncipe. Viene del nombre Arbitrios, pero esta voz comúnmente se toma en mala parte, y con universal aversión, respecto de que por lo regular los arbitristas han sido mui perjudiciales a los Príncipes, y muy gravosos al común sus trazas y arbitrios”.
Lladó, como todos ustedes saben, es un destacado especialista en educación y turismo que su doctorado en la Universidad de Harvard hace ya más de cuarenta años, habiendo escrito y publicado varios estudios antológicos sobre este tema.
Esa definición clásica choca mucho con el uso que le dan a esa palabra en México y otras partes de América Latina aquellos que ven en la consejería pública una virtud ciudadana cuando se lleva a cabo con sólida ilustración y fundamentos y buena intención.
Aun cuando en España y en otras partes del mundo hispanohablante todavía se utiliza el término “arbitrista” con un significado heredado del Diccionario de Autoridades, pues todavía se le asocia con la costumbre de proponer planes y proyectos “disparatados y empíricos”, hoy el arbitrista ya no es percibido tan negativamente pues existen en todos nuestros países numerosos hombres y mujeres de sólida formación y originalidad de ideas que continuamente aportan, en público y en privado, contribuciones prácticas inteligentes, bien fundadas y desinteresadas.
Por ello, la última edición del Diccionario de la Lengua Españolade la Real Academia, de 2020, define al arbitrista como aquella persona que “en los siglos XVI y XVII elevaba memoriales al rey o las Cortes con propuestas de arbitrios de todo género para resolver problemas de la Hacienda y del Estado”.
Hubo un tiempo, a principios del siglo pasado, en que a los arbitristas les llamaban “publicistas” por la costumbre de publicar en periódicos y revistas sus consejos y sugerencias, propuestas y esquemas, con ánimo de influir, no solo en los gobernantes sino también en el público lector, en la ciudadanía.
Es lástima que esa palabra haya caído en desuso porque refleja mejor, o significa más precisamente, lo que hemos venido diciendo acerca de los arbitristas y, en el caso que nos ocupa, del autor de esta obra, el distinguido amigo Juan Lladó, a quien la definición de “publicista” del diccionario le ajusta precisamente.
Según la Real Academia Española, publicistas es aquel “autor que escribe del derecho público o persona muy versada en esta ciencia”. Es también “persona que escribe para el público, generalmente de varias materias”. También se le llama así en las Américas a aquellos que ejercen la publicidad como profesión, pero esa no es la acepción que conviene a lo que ahora estamos dilucidando.
Teniendo conciencia de estas sutilezas lingüísticas, y partiendo de una diferenciación definitoria entre los arbitristas y publicistas de ayer y de hoy (desde los siglos XVI y XVII hasta el XXI), es que me permito sugerir que llamemos a Juan Lladó “el buen arbitrista o el gran publicista”, porque si hay alguien que se destaca por encima de la mayoría de sus contemporáneos en el ejercicio de un apostolado y evangelismo ciudadano proponiendo soluciones a cuantos problemas afectan a la ciudadanía, ese es nuestro distinguido amigo Juan Lladó.
Ustedes y yo, queridos amigos, que hemos venido a celebrar este libro del doctor Lladó estamos aquí, creo yo, por la amistad que le profesamos, ciertamente, pero también por la admiración que nos produce la lectura de sus innumerables artículos en los periódicos y revistas, tanto en papel como digitales, cada uno de los cuales es una lección de economía, educación, sociología, historia, tecnología, ecología, geografía o turismo, para nada más mencionar algunas de la múltiples áreas que Juan Lladó domina profesionalmente.
Al igual que muchos de ustedes, recibo por internet casi diariamente sus eruditos textos que un día hablan sobre el desarrollo de la industria turística y el impacto que tienen en ella la salinización de los acuíferos en la zona de Bávaro y Punta Cana, el desastre del sistema educativo nacional, la evolución de las tasas monetarias, la competencia de otros mercados, el manejo del sargazo, la guerra de Ucrania, la expansión del mercado de cruceros, en fin, temas esos sobre los cuales Lladó ha escrito mucho y ha tenido a bien recogerlos en un volumen que puso a circular hace varias semanas para deleite de sus numerosos lectores y admiradores.
Lladó, como todos ustedes saben, es un destacado especialista en educación y turismo que su doctorado en la Universidad de Harvard hace ya más de cuarenta años, habiendo escrito y publicado varios estudios antológicos sobre este tema.
Su curriculum académico es uno de los más impresionantes que es dable encontrar en la República Dominicana. Obtuvo dos diplomas de estudios secundarios, uno en el Colegio La Salle, en Santo Domingo, en 1965, y otro en Deering High School, en Portland, Maine, al año siguiente. Más adelante obtuvo su licenciatura en humanidades en la Universidad de Brandeis en 1971, y un año más tarde terminó una maestría en educación en la Universidad de Harvard, la cual le abrió las puertas para proseguir estudios de doctorado en esa misma academia, en donde recibió su PhD en 1977.
Durante algunos años estuvo realizando estudios sobre el sistema educativo para clientes dominicanos y extranjeros, incluido el Estado dominicano, pero rápidamente fue evolucionando hasta que se montó en la ola del desarrollo turístico del país, en donde ha producido numerosos estudios técnicos y ha laborado como consultor y asesor de numerosos organismos y empresas nacionales y extranjeros, llegando a desempeñarse como subsecretario de turismo en 1981 y 1982.
Desde entonces Lladó combina sus labores de consultor con las de publicista y ha hecho de esta segunda parte de su vida un evangelio en favor del desarrollo turístico del país.
Productos de esas tareas y de la enorme experiencia acumulada durante tantos años, y de sus reflexiones sobre las mejores vías para mantener una industria turística sostenible, son su libro de reciente circulación ya mencionado (Retos del sector turístico dominicano, vol. II), y esta obra sobre el centro histórico de Santo Domingo que nos reúne aquí hoy.
Al igual que el libro anterior, esta obra es una recopilación de artículos publicados en el muy importante periódico digital Acento. Una obra en la que se entrelazan la historia y la política, la cultura y la ingeniería, todas guiadas por una voluntad de conseguir que las cosas se hagan bien para que la llamada ciudad colonial (zona colonial) termine de rescatar su patrimonio histórico y se haga digna de ser rebautizada como “Centro Histórico de Santo Domingo”.
Esta es una denominación por cuya adopción pública Juan Lladó ha luchado tenazmente y, en cierto modo, este libro es una gran pieza argumental para que las autoridades municipales o nacionales adopten ese nombre.
Lladó sabe que no todo el mundo comparte sus argumentos aun cuando los presenta como propuestas para la elaboración de una estrategia oficial para convertir al viejo Santo Domingo colonial en un digno émulo de ciudades menos antiguas como Cartagena, Veracruz y La Habana, para solo mencionar unas pocas.
Lo que hace de este libro una pieza de atractiva lectura es que su autor va entretejiendo capítulos de historia con propuestas “arbitristas”, esto es, con sugerencias de política económica y cultural conformando un recetario del que bien podrían nutrirse quienes han gobernado y gobiernan el cabildo de la ciudad y los ministerios de turismo, cultura, educación y medio ambiente, lo mismo que los voluntariados y direcciones de los museos establecidos en el antiguo espacio colonial.
Al leer tantas propuestas constructivas y observar que muy pocas de ellas son puestas en práctica por quienes manejan la ciudad colonial, a veces pienso que a Juan Lladó le ocurre lo que también les ocurrió a muchos arbitristas y publicistas cuyas ideas no eran acogidas por los oídos oficiales porque enfrentaban grandes intereses o poderosas personalidades contrarias a sus argumentos.
Tal vez Lladó no haya ayudado mucho en ese sentido dada la verticalidad de su personalidad y su manera directa de expresar las cosas, sin medias tintas y sin tonos ambivalentes. Juan Lladó posee una personalidad que choca mucho con un rasgo casi universal en la cultura dominicana que es el de la resistencia a aceptar ideas nuevas si no vienen acompañadas de un lubricante de relaciones personales primarias. Entrenado en un mundo regido por las meritocracias, Lladó llama pan al pan y vino al vino, y no se anda con medias tintas cuando se trata de explicar o defender su ideas.
Creo que Fausto Rosario y sus colaboradores en Acento, como Gustavo Olivo, aquí presente, le están haciendo un gran servicio al país recogiendo todos estos artículos para que puedan ser leídos y captados en su variedad temática y su coherencia total, de manera que puedan ser utilizados como recetario para el diseño de nuevas políticas para la sostenibilidad turística de la nación y enriquecimiento de la zona colonial, bien llamada por Juan Lladó “Centro Histórico de Santo Domingo.
Gran parte de este libro, como su título indica, está dedicado a promover la idea de lograr una adecuación mayor al turismo de la zona más antigua de la ciudad, hasta ahora conocida como Zona Colonial. En una de las más fértiles secciones de la obra Lladó nos recuerda que “en las últimas décadas, hablar sobre la Ciudad Colonial se ha tornado consustancial con el turismo” y “en términos generales, el imaginario popular ya asocia a la Ciudad Colonial como sinónimo de la visita de extranjeros que vienen a conocer los vestigios de nuestro ayer”.
“Nos ufanamos, dice Lladó, por tanto, de que la Ciudad Primada de América sea un destino turístico en sí misma, aunque marginal cuando se le compara con el volumen de visitantes que atraen nuestros resorts de playa. Sin embargo, “la Ciudad Colonial ya ha desplazado a la isla Saona, la cual recibe más de 400,000 visitantes al año, como el principal destino de las excusiones por tierra que hacen los turistas extranjeros que se hospedan en los resorts.
“En el 2016 la Ciudad Colonial recibió unos 590,000 extranjeros, cerca de 182 mil más que cinco años antes, lo cual representó un aumento de un 15% con relación al año anterior. Durante el primer semestre del año 2017 el incremento fue de un 12%, para un total de 382,005 extranjeros”.
Hoy cinco años después, esos números han aumentado y sería muy grato y útil si nuestro apreciado autor quisiera actualizarlos para beneficio de todos sus lectores, incluidos nosotros.
Antes de la pandemia había, en la ciudad intramuros, más de 800 habitaciones turísticas disponibles “repartidas en hoteles pequeños” que atendían, y atienden principalmente a gente de negocios y turistas más curiosos que los que se quedan en los hoteles de Bávaro y Punta Cana, cuya presencia en la zona se concentra en los monumentos y sitios históricos y las muchas tiendas de suvenires, joyas, tabacos y baratijas. Eso nos da una idea de la vigorosa dinámica económica de este Centro Histórico.
En el capítulo central de su obra Lladó dice que se limita a ofrecer una reinterpretación de cuatro aspectos fundamentales: 1) el nombre de la Ciudad Colonial (que ya hemos señalado), 2) la misión del recinto en el contexto nacional e internacional, 3) la Ciudad Colonial como “ciudad viva”, y 4) la organización para la gobernanza.
Esos cuatro temas son el corazón de este libro, consumen un gran número de páginas y dominan todos los demás asuntos, además de que le sirven a Lladó para mantener al lector concentrado en su propuesta maestra de cambiar el nombre de la zona colonial por el de Centro Histórico de Santo Domingo.
Y la verdad es que, después de leer sus argumentos y los datos que aporta para sustanciarlos, es difícil no estar de acuerdo con él en cuanto al nombre que propone para el casco antiguo de la ciudad, aun cuando en ocasiones se deja llevar de su hiperactiva imaginación creadora y propone políticas que, aunque inteligentes y muy bien intencionadas, es fácil prever que chocarían con grandes intereses, particularmente, intereses burocráticos oficiales.
Pero, en fin, ese es el trabajo de los arbitristas/publicistas ¿no es así?: proponer esquemas de construcción y cambio de sus sociedades, (sean o no de fácil ejecución, pero sí plausibles), en espera de que el príncipe, esto es, el Estado (los gobernantes) se convenzan de sus bondades y se lancen a la ejecución de esos planes, como ocurrió con la restauración y puesta en valor de la zona colonial que se puso en marcha en 1967 y prosigue aun en estos mismos días.
Señoras, señores: Tengo clara conciencia de que esta rápida presentación no hace la debida justicia a esta riquísima obra, preñada de ideas y propuestas patrióticas aportadas por una persona ilustrada que vive en la zona colonial, la recorre a pie día tras día, la conoce histórica y socialmente, aprecia sus posibilidades de crecimiento económico y tiene la formación profesional y la solidez intelectual para diseñar buenas políticas de puesta en valor de este centro histórico que bien puede ser considerado único, por su antigüedad, entre los 45 centros históricos existentes en las Américas.
Agradezco a Juan Lladó el honor que me ha hecho pidiéndome pronunciar estas palabras que, espero, sirvan a ustedes de acicate para leer esta interesantísima y sugerente obra de bien patrio.
Muchas gracias.
Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia.
1 de diciembre de 2022
https://acento.com.do/cultura/frank-moya-pons-resalta-los-aportes-del-nuevo-libro-de-juan-llado-9137999.html
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Especial BBC en Haití: Puerto Príncipe, la capital secuestrada por brutales pandillas
Especial BBC en Haití: Puerto Príncipe, la capital secuestrada por brutales pandillas
- Orla Guerin / BBC News
En Puerto Príncipe no puedes ver las fronteras, pero tienes que saber en dónde están porque tu vida puede depender de ello.
A la capital haitiana se la están repartiendo entre pandillas rivales que secuestran, violan y matan. El territorio se demarca con sangre. Si cruzas del lado de una pandilla al de la otra, es posible que no puedas regresar.
Quienes viven aquí llevan un mapa mental que divide esta bulliciosa ciudad en zonas verdes, amarillas y rojas. El verde significa libre de pandillas, el amarillo puede ser seguro hoy y mortal mañana, mientras el rojo es una zona prohibida.
El área verde se está reduciendo a medida que las bandas fuertemente armadas aumentan su poder. Estos grupos controlan, y aterrorizan, al menos el 60% de la capital y las áreas circundantes, según colectivos haitianos de Derechos Humanos. Su influencia se siente en todos los rincones de la ciudad.
Puerto Príncipe está ubicada entre verdes laderas y las azules aguas del Caribe. Está cubierta por el calor y el abandono. En algunos lugares, la basura llega hasta las rodillas: un monumento pútrido a un Estado que se desmorona.
No hay jefe de gobierno (el último presidente fue asesinado en el cargo), ningún parlamento en funcionamiento (las pandillas controlan el área a su alrededor) y el primer ministro respaldado por Estados Unidos, Ariel Henry, no fue elegido y es profundamente impopular.
En efecto, el Estado ha desaparecido en combate mientras el pueblo sufre crisis superpuestas.
Casi la mitad de la población, 4,7 millones de haitianos, se enfrentan al hambre aguda. En la capital, unas 20.000 personas viven en condiciones de hambruna, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esto es una prioridad para las Américas y el cólera está resurgiendo.
Pero la mayor plaga son las bandas armadas, ellas determinan los horarios.
La hora punta de la mañana, entre las 6 y las 9, es también la hora punta para los secuestros. Muchos son arrebatados de las calles camino al trabajo. Otros están destinados a la hora pico de la tarde, de 3 a 6.
Alrededor de 50 miembros del personal de nuestro hotel, en el centro, viven allí porque es demasiado peligroso volver a casa. Pocos salen después del anochecer. El gerente dice que nunca abandona el edificio.
El secuestro es una industria en crecimiento. Hubo 1.107 casos reportados entre enero y octubre de este año, según la ONU. Para algunas pandillas es una importante fuente de ingresos. Los rescates pueden ir desde US$ 200 hasta US$ 1 millón. La mayoría de las víctimas regresan con vida si se paga el rescate, pero las hacen sufrir.
Mañana en Delmas 83
Viajamos por la ciudad en un vehículo blindado.
Ese tipo de transporte suele estar reservado para la primera línea en zonas de guerra como Ucrania, pero es necesario en Puerto Príncipe para alejar a los secuestradores. Es una protección que muchos no pueden permitirse en el país más pobre del hemisferio occidental, propenso a desastres naturales y políticos.
Nos dirigíamos hacía una cita a finales de noviembre, cuando nos encontramos con la escena del crimen.
Son poco antes de las 8 de la mañana en el suburbio de Delmas 83. Los casquillos de bala cubren el pavimento, la luz del sol brilla y un hombre yace muerto en un callejón, boca abajo, sobre un charco de sangre.
Una camioneta gris 4X4 se ha desviado contra una pared, se le ve el costado lleno de agujeros. Un AK 47 está en el suelo.
Policías fuertemente armados rodean la camioneta, algunos con el rostro cubierto y las armas desenvainadas. Los espectadores que se agrupan en el camino guardan silencio. Si tienen preguntas, no las hacen. Cuando vives a la sombra de las pandillas, aprendes a callar.
La policía nos dice que hubo un tiroteo entre ellos y un grupo de secuestradores que había salido temprano con la esperanza de arrebatar a su próxima víctima.
Los pandilleros huyeron a pie de su camioneta blindada, pero uno de ellos estaba dejando un rastro de sangre. Lo siguieron hasta el callejón y lo mataron.
"Hubo una batalla entre un oficial y los malos. Uno de ellos murió", dice un policía veterano de 27 años, que no quiso ser identificado.
Él dice que la situación en la capital nunca ha sido peor. Pregunté si las pandillas eran imparables. "Los detuvimos hoy", responde.
Al otro lado de la ciudad esa misma mañana, Francois Sinclair, un hombre de negocios de 42 años, está estancado en el tráfico cuando escucha una ráfaga de disparos. Ve a hombres armados deteniendo los dos autos frente a él, así que le pidió al conductor que dé la vuelta, pero no logran huir sin ser percibidos.
"De la nada, me dispararon dentro de mi propio automóvil y había sangre por todas partes", nos cuenta sentado en una camilla de un hospital de trauma dirigido por Médicos Sin Fronteras (MSF). "Me podrían haber disparado en la cabeza", dice, "también había otras personas en el auto".
Tiene un vendaje en su brazo, donde una bala lo atravesó.
Le pregunto si alguna vez ha pensado en salir del país para escapar de la violencia. "Diez mil veces", responde. "Al final es mejor dejar este país por como estamos viviendo aquí".
Esa es una expresión que escuchamos una y otra vez.
Las salas del hospital de MSF están llenas de víctimas de disparos, muchas de ellas alcanzadas por balas perdidas.
Está Claudette, de 37 años, que tiene un muñón recién vendado en lugar de la pierna izquierda. Me dice que ahora que es discapacitada no podrá casarse nunca. Cerca está acostada Lelianne, de 15 años, que está haciendo un crucigrama para pasar el tiempo. Le dispararon en el estómago.
"Mi mamá y yo salimos a comer", dice. "Mientras ordenábamos, sentí algo. Fue entonces cuando me caí y grité de dolor".
"No esperaba sobrevivir. Normalmente escucho disparos más lejos de mi casa. Ese día se acercaron".
Ni siquiera el último presidente en funciones de Haití no estaba seguro en su propia casa. Jovenel Moise fue asesinado a tiros por hombres armados en julio de 2021. La policía culpó a mercenarios colombianos, de los cuales unos 20 fueron arrestados. Pero más de un año después nadie ha sido juzgado por apretar el gatillo u ordenar el asesinato.
El asesinato del presidente creó un vacío que las pandillas han estado compitiendo por llenar, con la ayuda de sus amigos.
Los expertos aseguran que detrás de los grupos armados hay figuras políticas corruptas, tanto en el poder como en la oposición. Suministran a las bandas armas, financiación o protección política. A cambio, las pandillas hacen el trabajo sucio, generando miedo, apoyo o inestabilidad, según se requiera.
Los empresarios adinerados también tienen vínculos con las pandillas.
"Siempre ha habido relaciones entre políticos y algunas pandillas, ubicadas principalmente en barrios pobres con altos electorados. Pero desde las elecciones de 2011, esas relaciones se han institucionalizado", dice James Boyard, experto en seguridad y profesor de relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Haití. "[Las pandillas] se utilizan como subcontratistas para crear violencia política".
Si un pandillero es arrestado, una llamada telefónica de sus patrocinadores puede liberarlo sin demora, y con sus armas. Los activistas de derechos humanos dicen que hay mucho crimen, pero no hay castigo.
"No hay procesamientos", dice Marie Rosy Auguste Ducena, de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos de Haití (RNDDH).
"Los jueces no quieren trabajar en estos casos. Son pagados por las pandillas. Y algunos policías son como un sistema de apoyo, porque les dan carros blindados y gases lacrimógenos", agrega la activista.
Otros son pandilleros, dice Gedeon Jean, del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos de Haití. "Sabemos que hay por lo menos dos policías activos o retirados, en cada pandilla. Sabemos que los autos con placas de la policía se usan para secuestros. Si la policía, como institución, está involucrada, no lo sabemos".
Activistas de Derechos Humanos afirman que hay alrededor de 200 grupos armados en todo el país, más de la mitad de ellos en la capital.
La historia de un marido
Lo que ocurre aquí, a dos horas de Miami, va mucho más allá de la mera violencia. Es como si las pandillas de Puerto Príncipe estuvieran involucradas en un concurso de brutalidad, y cualquiera en esta ciudad de alrededor de un millón de almas pudiera convertirse en víctima.
Un hombre delgado de unos 30 años, que no tiene afiliaciones con pandillas, vino a contarnos lo que él y su esposa vivieron hace unos meses.
Su vecindario está controlado por una pandilla, cuyos rivales perpetraron una matanza. Por su seguridad, no nombramos el área, o el grupo armado involucrado.
Cuando empezó a hablar, continuó durante 13 minutos sin parar, como si no pudiera contener sus palabras o su angustia.
"Me dije a mí mismo que esos disparos estaban demasiado cerca de nosotros y que deberíamos tratar de irnos", dice.
"Pero ya estaban asaltando el vecindario. Volví a entrar en la casa con mi esposa. Estaba tan asustado que estaba temblando. No sabía qué hacer. En su mayoría matan a hombres jóvenes. Mi esposa me escondió debajo de la cama y me cubrió con un montón de ropa. Mi sobrino estaba escondido en el armario", relata.
Pronto, los hombres entraron a la casa, golpearon a su esposa y exigieron información sobre los pandilleros locales. Cuando su sobrino trató de correr, le dispararon y lo mataron. El marido permaneció escondido y atormentado.
"Quería correr. Quería gritar", comenta.
"Lo que más me duele es cuando estaba debajo de la cama, pude escuchar a esos hombres violando a mi esposa. La estaban violando. Estaba debajo de la cama y no podía decir nada".
Posteriormente, su casa fue incendiada y él y su esposa huyeron hacia diferentes direcciones. Todavía viven separados, se quedan con amigos y parientes, pero él espera que puedan volver a establecerse en casa con su hijo pequeño.
Dice que lo que pasó "es una cicatriz que afecta el cuerpo y el alma". Su esposa ahora está embarazada, y no saben si él es el padre, o si es uno de los atacantes. De cualquier manera, dice que aceptará al niño y le dará su nombre.
"Lo que soporté no fue nada", dice. "Hay una señora que tenía un solo hijo. Le cortaron la garganta delante de ella. El joven no estaba en una pandilla".
Él y su esposa han sido despojados de casi todo, incluido el amor por su país. "Haití está borrado de nuestros corazones", dice. "Cualquier oportunidad que tengamos, nos iremos".
Eso lo derrumba, su pecho palpita mientras llora.
Los testimonios que he reunido aquí se encuentran entre los peores que he escuchado en más de 30 años como corresponsal extranjera, informando desde más de 80 países. Y parece que apenas hemos arañado la superficie.
En solo unos días conocí a 3 víctimas de violación en grupo, la más joven con solo 16 años. Ella y una familiar fueron violadas por los mismos atacantes, quienes luego amenazaron con quemarlas vivas dentro de su casa. La otra mujer estaba embarazada de seis meses cuando fue agredida. Mientras la atacaban, su esposo fue alejado para enfrentar su propia muerte. Meses después ella no ha podido encontrar el cuerpo.
Las pandillas utilizan cada vez más la violación como arma. Apuntan a mujeres y niñas que viven en áreas controladas por sus rivales.
En julio, durante una guerra territorial en el distrito más pobre de Haití, el extenso Cite Soleil, más de 300 personas fueron asesinadas, la mayoría de los cuerpos fueron carbonizados, y al menos 50 mujeres y niñas fueron violadas en grupo, según dicen los activistas.
La Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos de Haití (RNDDH), que ha documentado las violaciones en Cite Soleil, dice que muchas sobrevivientes "lamentan estar vivas". 20 de ellas fueron violadas frente a sus hijos. 6 vieron cómo mataban a sus cónyuges antes de violarlas en grupo.
La familia G-9 y sus aliados son la federación de pandillas más poderosa de Puerto Príncipe. Fuentes locales dicen que tenían vínculos estrechos con el presidente asesinado y su partido de gobierno, su especialidad es la extorsión.
El G-9 bloqueó la principal terminal de combustibles de la ciudad en septiembre, paralizando el país durante casi 2 meses y desencadenando una crisis humanitaria.
Su líder es un expolicía llamado Jimmy Cherizier, apodado "Barbacoa", quien ocasionalmente da conferencias de prensa.
Solicitamos una entrevista -a través de intermediarios- pero no tuvimos respuesta. Puede que esté menos hablador en estos días porque recientemente fue sancionado por el Consejo de Seguridad de la ONU, acusado de amenazar la paz y la estabilidad de Haití.
Estados Unidos y Canadá acaban de sancionar a dos políticos haitianos, incluido el actual presidente del Senado, Joseph Lambert, por presunta colaboración con las pandillas.
Se espera que se agreguen más nombres a la lista de sanciones.
"Los criminales han tomado de rehén a un país"
Cuando Jean Simson Desanclos llegó a la calle desierta en el borde de un suburbio plagado de pandillas, no encontró nada de su familia excepto el armazón hecho cenizas de su Suzuki Negro. Los restos calcinados de su esposa y sus dos hijas ya habían sido llevados a la morgue.
Josette Fils Desanclos, de 56 años, llevaba a una de sus hijas, Sarhadjie, de 24, a la universidad, y a la otra, Sherwood Sondje, de compras para su cumpleaños. Estaba a punto de cumplir 29 años. Ambas jóvenes habían estudiado derecho al igual que su padre. Eran sus "princesas".
"El 20 de agosto lo perdí todo", dice. "Y no fue solo mi familia. En total, 8 personas murieron ese día. Fue una masacre".
Desanclos cree que su esposa e hijas resistieron un intento de secuestro y fueron baleadas por una notoria pandilla llamada 400 Mawazo que estaba expandiendo su territorio. "Les señalo con el dedo", dice.
Los asesinatos ocurrieron en las afueras de un área llamada Croix des Bouquet, que ya estaba bajo el control de la pandilla.
Él es abogado y activista de derechos humanos. Es de voz suave y vestir elegante. Ahora, es un hombre reservado, anhelando las voces que nunca volverá a escuchar.
"Siempre estás esperando una llamada de tu hija que te diga 'Papá esto' o 'Papá aquello'. Perdí al amor de mi vida y a las dos hijas que criamos en este difícil país. Es como si fueras multimillonario y de repente, eres pobre".
A pesar del riesgo que corre, busca justicia para su esposa e hijas. "La familia es algo sagrado. No perseguir la justicia sería traicionarlas", dice. "Mis hijas saben que su padre es un luchador, que nunca abandona a las personas y mucho menos a su propia familia. El riesgo es enorme, pero ¿qué más puedo perder ahora?"
Él quiere que el mundo entienda una cosa sobre el Haití de hoy: que las pandillas tienen rienda suelta.
"Los delincuentes han tomado como rehén a un país", dice. "Ellos hacen sus propias leyes. Ellos matan. Ellos violan. Ellos destruyen".
Espera que sus hijas sean el "último sacrificio, las últimas jóvenes asesinadas". Pero sabe que su deseo no puede ser concedido.
En Haití, son las pandillas las que funcionan, en lugar del Estado. El primer ministro Ariel Henry ni siquiera puede llegar a su propia oficina porque los grupos armados controlan el área. Hicimos varias solicitudes para una entrevista con él, pero fueron rechazadas.
En la ONU se habla sobre la necesidad de una fuerza armada ajena a esa entidad en Haití, pero nadie parece tener prisa por liderarla, o incluso por participar.
Aquí las intervenciones extranjeras tienen mala fama y mala trayectoria. La última misión de la ONU es recordada por acusaciones de abuso sexual y por traer el cólera a Haití, a través de las fuerzas de paz de la ONU de Nepal.
La epidemia mató a unas 10.000 personas.
Hay opiniones encontradas sobre la idea de otra fuerza extranjera, con el apoyo de las élites, que han perdido el control de los grupos armados, y de aquellos atrapados en áreas controladas por pandillas. Hay oposición de los líderes de la sociedad civil que dicen que Haití necesita hacerlo solo.
Mientras la comunidad internacional debate y objeta, las masacres son como siempre para las pandillas.
La última atrocidad ocurrió en la entrada norte de Puerto Príncipe el 30 de noviembre. Según informes de los medios locales, algunos en el área vieron a hombres armados, vinculados a la 'pandilla 5 Seconds', que intentaban establecerse e informaron a la policía.
Los hombres armados tomaron represalias por la noche y mataron al menos a 12 personas. Algunos de los cuerpos fueron incinerados.
En el mapa de Puerto Príncipe, un área más está cambiando de verde a rojo.
Información adicional de Wietske Burema, Göktay Koraltan y André Paultre.
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