Por Juan Bolívar Díaz
El pasado 1 de julio se cumplieron 50 años de la rueda de prensa ofrecida por el presidente Joaquín Balaguer en ocasión del segundo aniversario de su gobierno, que desde su inicio se había caracterizado por la represión violenta y sangrienta contra los que habían participado en la revolución constitucionalista de 1965. Yo acababa de retornar de México graduado de periodista y representé allí a la cadena Radio Noticias, que ya dirigía.
Cuando me tocó el turno de preguntar, le recordé al presidente Balaguer que él había ganado las elecciones de 1966 en base a dos promesas fundamentales, que devolvería la paz al país y que reduciría el costo de la vida, indicándole que la persistencia de actos terroristas, “en perjuicio de civiles y militares, de diversas ideologías”, y el encarecimiento de los productos básicos, parecían indicar que no las había logrado. Entonces le pregunté si esperaba concretarlas en los dos años que le quedaban.
Aún en los tiempos más difíciles, y de mayor represión de su gobierno, Balaguer acostumbraba ofrecer ruedas de prensa, en los primeros años tras las reuniones del Consejo Nacional de Desarrollo, los miércoles, y luego en sus caminatas en el parque Mirador del Sur y hasta en la tumba de su madre. Pocas veces rehuía las preguntas y casi nunca perdía la paciencia, excepto ante mi cuestionamiento. René Fortunato recogió parte de mi pregunta y de la respuesta en su documental La Violencia del Poder, y alguien subió a youtube ese fragmento, que aún muchos siguen viéndolo y me lo refieren.
El incidente fue más extenso y duro de lo que quedó archivado en la televisora oficial, sintetizado aún más por Fortunato. Tal vez el presidente Balaguer se molestó más conmigo aquella noche, porque era una transmisión en vivo, conmemorativa de su segundo año en el poder, y porque hasta ese momento las preguntas eran bolas suaves para que él las bateara, lanzadas casi todas por periodistas extranjeros invitados de su gobierno. O quizás porque él no conocía a ese muchacho de 23 años, y quiso aplastarlo, pegando gritos y golpeando la mesa. Sin quererlo, me declaró novato del año en el periodismo, pues todavía al día siguiente muchos averiguaban “quién es el carajito que sacó de quicio al presidente”.
Al ver la entrevista que concedió el presidente Danilo Medina a la presentadora y productora de televisión Jatnna Tavarez, a la mitad de su segundo período gubernamental, lamenté que tantos años después fuera menos abierto que Balaguer, y no se sometiera a una libre rueda de prensa, como se acostumbra en las democracias. En esa materia es indiscutible que él y su antecesor Leonel Fernández retrasaron el reloj democrático.
De haber habido otros entrevistadores, cuando Medina afirmó que ha reducido la pobreza al 25 por ciento y que ya la clase media es mayor, el 30 por ciento, alguno le habría preguntado donde dejaba al 45 por ciento restante. Cuando prometió decir en marzo, o a mediados del año próximo, si buscaría otra reelección, le habrían preguntado si no fue él mismo quien auspició, pactó y proclamó la reforma constitucional del 2015 que le prohíbe por siempre volver a ser candidato presidencial. O si ya olvidó el juramento que hizo el 30 de agosto del 2015, en discurso al país y poniendo a Dios por testigo, de que estaba asumiendo su última candidatura a la presidencia de la República.
Cuando negó el peso de la corrupción se le habría preguntado si no debería pedir perdón a la sociedad dominicana por haber tenido como asesor político, y despachando en el mismo Palacio Nacional, al delincuente confeso Joao Santana y su esposa Mónica Moura, hasta el día que la justicia brasileña los reclamó para recibirlos esposados.
Otra pregunta para Danilo: si su procurador general Jean Alain Rodríguez no le ha informado del expediente que se le entregó demostrativo de que su asesor político recibió entre 2013-14 diez y seis transferencias de empresas de Odebrecht en Lima por 4 millones 396 mil 796 dólares a su empresa Cine&Art 2013, una de las dos que a su vez obtuvieron contratos de asesoría a su gobierno por casi mil 400 millones de pesos.