sábado, 26 de diciembre de 2020

La izquierda resucita a sus «profetas»

La izquierda resucita a sus «profetas»

La crisis ha sido presentada por ciertos grupos como una manera de alterar el orden internacional

Calles de Madrid el día en que el ejecutivo ha ampliado el estado de alarma y el confinamiento de la población por la epidemia del coronavirus.
Calles de Madrid el día en que el ejecutivo ha ampliado el estado de alarma y el confinamiento de la población por la epidemia del coronavirus.GONZALO PÉREZLA RAZÓN

Una de los asuntos intelectuales más relevantes de la pandemia ha sido la resurrección de los profetas, todos de izquierdas o autoproclamados «progresistas». En Filosofía se distingue el pronóstico de la profecía. La primera es una proyección probable del futuro atendiendo a hechos. La segunda, un anuncio ideológico. La pandemia ha permitido a los profetas «demostrar» el fracaso de la globalización, del «neoliberalismo» y de la democracia liberal que ellos ya habían anunciado. La crisis ha sido presentada por ellos como una oportunidad para transformar al individuo, la sociedad, los Estados y sus Gobiernos, el orden internacional y el planeta entero. Era una revelación natural de que la parusía, la república universal feliz, es posible y estaba cercana.

Solo se trataba de una cuestión de voluntad. Lo han hecho filósofos y sociólogos muy conocidos, como Slovan Zizek o John Gray, pero también periodistas y políticos de izquierdas. Este florecimiento lo cuenta muy bien Arias Maldonado en «Desde las ruinas del futuro»: aprovecharon la ocasión para recordarnos a todos que ellos ya lo habían dicho. El capitalismo, afirman, solo trae males. De hecho, incluso hubo quien escribió que era un ajuste de la Naturaleza con el Hombre, una especie dañina por avariciosa. Los ecologistas se sumaron al coro de profetas. Habíamos creado nuestros propios riesgos, como señaló el alemán Ulrich Beck en 1986, y ahora eran catástrofes que estábamos pagando.

Los keynesianos también vieron que había llegado su turno. Los seguidores de Paul Krugman resucitaron a Keynes para defender que la pandemia demostraba que únicamente el Estado era capaz de salvarnos. El libre mercado es cosa de ricos y oligarcas, un engaño para establecer un modelo insuficiente, el «neoliberal». Era el momento de nacionalizar los sectores productivos, pero desde un «punto de vista sostenible», verde. Todo era cuestión de una economía centralizada y estatal basada en la «justicia fiscal» y la ecología.

Ostracismo eterno

No faltaron quienes publicaron libros y artículos diciendo que las muertes se debían a un sistema sanitario deficiente, como si la falta de previsión o el retraso en tomar medidas como hizo el gobierno de Sánchez no hubieran tenido importancia. Esa deficiencia ya había sido profetizada por dichos escritores, que exigían, ahora con la prueba de la pandemia, el fin de la sanidad privada, el ostracismo eterno de quien defendía un modelo mixto sanitario y la voracidad fiscal para pagarlo todo. La lucha de clases se comprobó con la pandemia: afectaba a los pobres, por lo que era de justicia que los ricos financiaran el sistema de salud. El culpable fue el capitalismo global, clasista, explotador y destructor de ecosistemas. La solución a esto era imponer el socialismo ecologista. Un episodio más en la enciclopedia de los profetas profesionales. Otros vieron en la crisis provocada por la pandemia una revancha de 1989, cuando se desplomó el bloque comunista. Lo presentaron como la «caída del Muro del Berlín neoliberal». El virus derrotó al capitalismo y demostraba que había que imponer fórmulas comunitarias y estatales a las que sacrificar la libertad en aras de la seguridad material. Era la victoria del futuro. Ya escribió Simone Weill que toda esta retórica procedía de un Marx que sometía sus conclusiones a la idolatría del futuro.

No hace falta irse al siglo XIX. Eric Hobsbawm, uno de los historiadores marxistas más reputados, confesó al final de su vida que usaron las categorías marxistas-leninistas para contar el pasado al objeto de demostrar un discurso político. En fin, que no siempre hicieron historia ni tampoco ciencia, sino argumentos históricos para una religión política y conseguir de esta manera la típica profecía autocumplida.

Esos intelectuales «progresistas» han sido los mismos que aplaudieron la suspensión de la democracia y la absorción de poderes por parte del Gobierno para que iniciara una dictadura comisarial, quizá dictadura constituyente, y llegar a través de esta vía a la denominada «nueva normalidad». «Lo viejo», como señalaba el maoísmo durante la Revolución Cultural, debía morir para permitir que «lo nuevo» naciera y resolviese todos los problemas que existían en la sociedad. La cuestión, como cuenta Arias Maldonado en su libro, es si los Gobiernos que asumieron esos poderes los van a devolver y también qué es lo que que van a hacer hasta que se produzca ese retorno. Si se extralimitan, asegura, no sería un control biopolítico o sanitario, sino «un control autoritario a la manera clásica» (pág. 159). En el fondo de las profecías está la guerra de comunicación, el interés de transmitir una determinada visión del mundo, una moral, y un manual de comportamiento que condicione la acción política. Es pronto y estamos demasiado cerca como para ver con claridad el horizonte, incluso para pronósticos fiables.

No hay orden alternativo

El Covid-19 está planteando desafíos médicos, como los que vamos a vivir con la vacunación masiva de la población mundial, desafíos económicos y también desafíos filosóficos y políticos. Manuel Arias Maldonado, después de sus estudios sobre democracia y ecología, estaba bien preparado para recoger este último. Así, aprovechó los meses de encierro para escribir este ensayo, titulado, casi como el de Don DeLillo sobre la respuesta al 11-S, «Desde las ruinas del futuro». En el título hay algo más que un préstamo. Se trata de hacer la crítica de una posible respuesta a la pandemia con la que el siglo XXI se confirma como el de las crisis encadenadas en plazos breves. No es cuestión de rechazar la modernidad ni la globalización. Se trata de comprender la dimensión del acontecimiento, que nos pone en el camino de algo que ya estaba ahí, como es la necesidad de reordenar nuestras relaciones con la sociedad y la naturaleza. Es una de las grandes preocupaciones del autor. También habremos de comprender que de la pandemia no ha surgido un orden alternativo y que no tenemos por qué echar a perder los ideales liberales heredados de la Ilustración. Todavía no somos lo bastante modernos, se podría decir, y si el Covid-19 ha puesto en jaque los sistemas de prevención y de tratamiento, también ha revelado todo lo que del pasado subsiste en nuestras sociedades, ya irremediablemente globalizadas. Como había insinuado en «Antropoceno», Arias Maldonado se adscribe a un liberalismo sin dogmatismos ni nostalgias. Sí queda tocado el progresismo en lo que tenía de creencia en un futuro siempre mejor, que no en el fin de la Historia. Por eso el libro propone, en las páginas finales, una forma de ser ilustrado que el autor llama «pesimista» y que también podemos llamar «escéptica» en cuanto a sus resultados propios y a nuestra capacidad de controlar la realidad.
José María MARCO 
https://www.larazon.es/cultura/20201226/im3scohrnzfrtmxwwsfvxi4ubq.html

Ignacio Ramonet: La pandemia está estableciendo la crisis del modelo neoliberal.

Ignacio Ramonet: La pandemia está estableciendo la crisis del modelo neoliberal.

Sábado, 26 de diciembre de 2020

289FB359-F4B3-48EF-B540-5CB34F4A24CC“Vamos a ver muchos Gobiernos cambiar de color por los efectos de la pandemia”

En Europa va a haber una gran sufrimiento social aunque haya mucho capital para ayudar”

Es la primera vez desde el principio del siglo XX que hay una crisis mundial y que EEUU no tiene un rol de protagonista”

Su nombre está asociado desde hace décadas a la publicación periodística Le Monde Diplomatique tanto en Francia como nuestro país. Este periodista y catedrático de teoría de la comunicación fue también el impulsor del movimiento ATTAC, protagonistas en el movimiento antiglobalización con eventos tan destacados como el Foro Social de Porto Alegre y las sucesivas ediciones. Prolífico autor de libros, premiado en diferentes ocasiones y Doctor Honoris Causa por varias universidades. Durante el inicio del confinamiento estuvo en Cuba. Desde allí, Ignacio Ramonet (Redondela, Galicia, 1943) escribió un extenso ensayo con sus reflexiones sobre el mundo actual y futuro en medio de una pandemia sin precedentes. De esos pensamientos, y ya desde París donde reside habitualmente, tenemos el placer de hablar con él en cuarto poder.

-Ha definido la pandemia como un “hecho social total”. ¿Qué significa?

-Es una expresión que algunos sociólogos utilizan. En particular, un sociólogo de gran referencia como Norbert Elias. ¿Qué es un hecho social total? Pues a veces en la historia se producen acontecimientos, por ejemplo una guerra, que tienen repercusiones en todos los ámbitos de la sociedad. Primero en la organización misma de la sociedad, en la economía, en la cultura, en la política, en la organización de la vida de la gente. La pandemia, tal y como nos ha sorprendido, ha funcionado y está funcionando como un hecho social total. Realmente hay pocos espacios en nuestra vida cotidiana y en la de las sociedades que no se hayan visto afectadas de manera particularmente impactante por la pandemia.

-Ha señalado, al igual que otras muchas personas, que el mundo y la vida no va a ser igual cuando acabe todo. Parece que lo tenemos todos claro

-Yo creo que sí. Bueno, todos no, ha habido una serie de intelectuales que han dicho que todo sería exactamente igual. Por ejemplo aquí en Francia, Michel Houellebecq escribió un texto diciendo que después de la pandemia todo será igual. ¿En qué sentido todo seguirá igual? Bueno, seguiremos en una sociedad vertical, el capitalismo no se habrá derrumbado, las grandes empresas seguirán teniendo un rol determinante…En ese aspecto no cabe duda de que la estructuración, el esqueleto portador de la sociedad, probablemente no se va a mover, al menos en un primer tiempo. Pero sí que muchas cosas ya se están moviendo. Y podemos decir quizás que muchas han cambiado ya. Por ejemplo la cuestión del teletrabajo. Hoy día es conocido que, en particular en nuestras sociedades desarrolladas, cantidad de gente piensa que ir a la oficina cada día tiene cada vez menos sentido. Y que durante estos meses se ha demostrado que se puede trabajar perfectamente igual desde casa.

Por otro lado, una parte del consumo virtual se ha podido hacer de manera virtual. Globalmente la aceleración de toda la virtualidad, de todo el universo de internet, no cabe duda de que aunque ya estaba bien anclada en nuestras sociedades, ha conocido una aceleración muy notable. No es una casualidad que precisamente las empresas del GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) sean las que más han ganado y las que menos han sufrido con esta pandemia. Así podríamos decir que muchas cosas se han modificado. Probablemente también, aunque decía antes que el capitalismo se va a mantener, el neoliberalismo como lo habíamos conocido hasta ahora probablemente no va a ser posible. Porque esta pandemia tiene tres tiempos. Estamos viviendo el tiempo sanitario, que es el más importante en esta fase. Pero ya está viniendo el tiempo económica, y la pandemia económica va a ser de una brutalidad desconocida. Las cifras últimas publicadas sobre las expectativas de la economía española, la situación de los bancos en España…Todo esto da una idea de la colosal tempestad que están viviendo las economías. Y el tercer tiempo va a ser el social. No sabe duda de que si las economías sufren, quienes van a sufrir van a ser los trabajadores a todo nivel. Por consiguiente eso va a producir aquí y allá protestas o revueltas. Y sea electoralmente o por otras vías, vamos a ver muchos Gobiernos cambiar de color por los efectos de la pandemia.

-Se está haciendo también mucho hincapié, especialmente a nivel europeo, en que la crisis no la paguen los de siempre como ocurrió en 2008. ¿Debemos ser algo optimistas con esto?

-Por ejemplo, un país del Sur cualquiera. ¿De qué vive? La mayoría viven de tres cosas. La mayoría de países de África, América Latina, de gran parte de Asia, viven de tres cosas. O bien de las exportaciones de los productos del suelo o subsuelo, la minería o la agricultura. Segundo, de las remesas que envían sus trabajadores emigrados. Y tercero, en algunos de ellos, del turismo. Estas fuentes de recursos hoy día están muy impactadas por la pandemia. El turismo está con un encefalograma plano. Las remesas, como la mayoría de estos trabajadores está en los países desarrollados, y que evidentemente, van a entrar en una crisis colosas, van a disminuir masivamente. Como por otra parte la economía está medio paralizada, las exportaciones también están de capa caída. Entonces, imagina cuando en un país se caen estos tres recurso, obviamente el número de quiebras va a ser colosal. Cuando quiebran las empresas, quienes sufren son los bancos. Porque han dado créditos para que las empresas funciones. Por tanto, el propio sistema bancario se puede derrumbar en muchos países.

Esto es lo que normalmente podría haber ocurrido en Europa. No va a ocurrir por el acuerdo que se logró. Porque la UE que ve venir esta situación, está dispuesta a endeudarse sin límite para que precisamente todo el sistema bancario, que es un poco el sistema de riego sanguíneo de la economía europea, no dé quiebra y colapse. En Europa va a haber un gran sufrimiento social aunque haya mucho capital para ayudar. Pero eso no va a cambiar el hecho de que mucha gente vaya a perder su empleo. En Francia, por ejemplo, el propio presidente anunció hace dos semanas que se espera en otoño próximo la pérdida de un millón de puestos de trabajo. Es enorme, si piensas que cada puesto de trabajo hace vivir a dos o tres persona.

-Cambiando de tema, hay muchas referencias, y también las describía usted en el artículo, sobre la irrupción de la vigilancia masiva digital. Supongo que en este tipo de situaciones hay riesgos y beneficios dentro de una crisis sanitaria

-La era digital, en la que ya estábamos desde hace unos 30 años, ahora ha alcanzado una normalidad. El mundo actual es el mundo de la virtualidad. Para los que aún dudaban de si estábamos en una prolongación de la era industrial, pues ahora estamos en la era virtual y de la ciber actividad. Por consiguiente, eso significa que cada vez que toco una tecla en mi computadora, teléfono o Ipad, estoy dejando una huella de lo que hago. Por consiguiente, no cabe duda de que ahora sí que se confirma algo que algunos ya habíamos predicho desde hace bastante tiempo. Y es que los datos que cada uno damos de nosotros pasan a ser una materia prima de alto valor y que probablemente pueden transformarse en la materia prima de la era digital. Eso va a tener un valor económico en la medida en la que en el mundo del 5G y Big Data, se va a trabajar exclusivamente con datos. En el mejor de los casos para conocer mejor desde el punto de vista comercial o publicitario todas las simpatías y deseos de los individuos. Pero además eso va a permitir a las grandes empresas digitales y a los Gobiernos e institutos de inteligencia para tener un conocimiento muy fino de cada uno de nosotros.

Entonces, la idea de que precisamente haya una especie de Big Brother que conozca a cada uno de los 7.000 millones de habitantes del planeta, o los 5.000 que usan constantemente internet, eso, que era ciencia ficción cuando Orwell escribió 1984, está siendo cada día más real. Yo escribí hace poco un libro llamado El imperio de la vigilancia y creo que me quedé corto. Porque con la pandemia esto se ha confirmado completamente. Antes podían decir que era un poco paranoico y cosas así pero ahora es la realidad.

-Una de las cosas por las que más se le conoce fue su lucha en el movimiento antiglobalización y la fundación de ATTAC. Han pasado varias décadas pero, ¿cómo se relacionan las críticas que ya se hacían entonces sobre el mundo con la realidad actual en plena pandemia?

-Nosotros lanzamos el movimiento hace unos 20 con la idea de “Otro mundo es posible” y con el Foro Social. La crisis de 2008, que fue financiera y de crédito, ya nos dio la razón de que obviamente la globalización, es decir el neoliberalismo globalizado, nos conducía hacia un mundo en el que cada vez habría más gente cada día más rica y gente cada vez más pobre relativamente. Hoy, el 1% de la población más rica posee más de la mitad de la riqueza del mundo. Hoy día, si quieres esta desigualdad salta tanto a la vista que el escándalo se ha generalizado.

La pandemia está estableciendo también la crisis del modelo neoliberal. Por ejemplo, hemos visto como muchos países se han cerrado, como muchos países apuestan por el mercado interior. La crisis ha demostrado que, por ejemplo, en Europa no se fabricaban mascarillas, paracetamol, respiradores… Sabemos que habrá otras crisis, porque en los últimos 15 ha habido otras tres crisis epidemiológicas aunque no hayan concernido a Europa. El SARS y el MERS han sido crisis muy graves para Asia. Nadie puede decir que no habrá otra crisis pandémica de aquí a 5 o 10 años. No tenemos autonomía en materia de producción de lo que es mínimamente indispensable para combatir una amenaza de este tipo. Todo este modelo que consistía en fabricarlo todo con trabajadores mal pagados en el otro lado del mundo es que el hoy tenemos, a la vez por razones económicas, sanitarias y ecológicas. No nos olvidemos de una importante, que la pandemia no es más que una manifestación de la crisis ecológica. Porque el virus ha surgido por el desprecio a la naturaleza, por el ataque constante a ella y en particular a los animales salvajes. Y el virus ha saltado precisamente por ese desprecio. No podemos seguir fabricando una camisa al otro lado del mundo que va a ser transportada y consumiendo una cantidad excepcional de petróleo y energía para luego ser vendida a un precio ridículo. Es impensable. Este tipo de modelo es al que hoy, por razones económicas, ecológicas y políticas, la sociedad debería rechazar.

-A nivel geopolítico nos preguntamos mucho el papel que van a cumplir ahora China y EEUU. ¿Podemos ver algún cambio en el equilibrio entre fuerzas?

-En el aspecto geopolítico vamos a decir algo que es lo más central. Es la primera vez desde el principio del siglo XX que hay una crisis mundial y que EEUU no tiene un rol de protagonista. Esto no se ha visto nunca hasta ahora. Su intervención en la I Guerra Mundial fue decisiva, en 1944 también. Y desde los años 50, EEUU ha estado en todas las partes. Esta vez no han enviado una mascarilla a nadie. No han enviado una jeringuilla ni personal médico a nadie. Esta ausencia da una idea de la debilidad de EEUU. El país más impactado por la pandemia es EEUU, por una conducción política completamente errática, equivocada, con un problema de liderazgo enorme que pone en riesgo la continuidad de Trump, tal y como lo dicen los sondeos. Solo esto ya es una indicación de cómo la pandemia está modificando la geopolítica. Por otra parte también, la pandemia detuvo todos los conflictos en el mundo durante unas semanas, con mucha más eficacia que la ONU. Otra cosa, las Naciones Unidas han estado absolutamente ausentes en esta crisis. No se han oído iniciativas. Por tanto, hay algo en la estructuración y funcionamiento geopolítico hasta ahora que demuestra que tal y como funcionaba el mundo, éste no era eficaz.

Sobre China podríamos decir dos cosas. Primero, tiene una responsabilidad en la medida que el virus surgió allí y no pudo impedir que saliera. Por otra parte, China ha combatido con gran eficacia la pandemia y es el país que ha ayudado enormemente a otros países, enviando medicamentos, médicos, etc.

-Estuvo en Cuba durante las primeras semanas de confinamiento. Ha alabado su gestión de la pandemia, ¿por qué?

-Cuba ha combatido la pandemia con mucha eficacia sin declarar un confinamiento obligatorio, pero con mucha disciplina social, con mucho voluntarismo y de manera bastante inteligente, y con una organización social muy eficaz. Por otra parte también, Cuba no ha dudado en enviar a cerca de 45 países brigadas médicas con personal: Italia, Andorra, las posesiones de Francia en el Caribe, en América Latina o África. Cuba sí ha dado muestras de un internacionalismo solidario y creo que esto vale la pena subrayarlo. Infelizmente los grandes medios de comunicación europeos no lo subrayan. Por otra parte observamos que la UE ha publicado una lista de los países con los que se puede aceptar viajero y veo que no está Cuba, que es uno de los países que menos casos tiene en el mundo. Para darte una idea, Cuba tiene más o menos la misma población que Bélgica, 10-11 millones de habitantes. Bélgica tiene 9.000 muertes. Cuba sólo 85. Entonces, evidentemente hay una manera de afrontar esta cuestión desde el punto de vista sanitaria que demuestra lo que se sabía ya, que Cuba es una gran potencia médica. Pero que es una gran potencia con una generosidad y solidaridad espectacular cuando muy pocos países en el mundo han enviado ayuda a tantos países.

Miguel Muñoz

Fuente Fe Adulta https://www.cristianosgays.com/2020/12/26/237919/

Cómo hará Biden para reparar los daños de la política externa de Trump | por Carlos Monge

OPINIÓN
Autor ImagenCómo hará Biden para reparar los daños de la política externa de Trump
por Carlos Monge | 26 diciembre, 2020

Cómo hará Biden para reparar los daños de la política externa de Trump

Una insider como Anne-Marie Slaughter, ex directora de Planificación de Políticas del Departamento de Estado en el gobierno de Obama y académica top de Princeton, ha dicho recientemente que la prioridad uno de Biden, en política externa, será el tema medioambiental. Toda vez que se necesita la cooperación de China –el principal país emisor de dióxido de carbono (CO2), según la Comisión Europea: 27%, en un informe liberado en 2019 pero referido a 2015- para poner a coto a este problema global. Un asunto que, sin duda, relega a un segundo plano a la pugna por la hegemonía entre Washington y Beijing, ya que antes de proponerse aspirar al control o dominio del planeta, es necesario asegurarse de que éste siga existiendo, tal como lo conocemos.

Analistas de todo el planeta han derramado ríos de tinta intentando anticipar cuáles serán los ejes principales de la política exterior de Joe Biden, cuando el 20 de enero próximo ingrese a la Casa Blanca como nuevo Presidente de Estados Unidos. La conclusión central es que la viga maestra de este diseño estratégico consistirá, básicamente, en hacer una tarea de reparación o control de daños tras el desorden general creado en este ámbito por las políticas erráticas de Donald Trump. Que desechó a los profesionales del área y se apoyó en amateurs que aprobaran, sin mayores cuestionamientos, sus propias opciones.

Su primer Secretario de Estado, Rex Tillerson, era un ex ejecutivo de la petrolera Exxon que sostenía que no era claro que la acción del ser humano estuviera relacionada con el cambio climático y que, por lo tanto, poco se podía hacer al respecto. Duró poco más de un año en el cargo antes de ser reemplazado por Mike Pompeo, quien pasó de ser el jefe de la Agencia Central de Inteligencia a canciller de EE.UU.

Pompeo es un “halcón” que pasó por West Point, antes de graduarse de abogado, y alcanzó el grado de capitán, sin haber participado jamás en un combate real. En octubre de 2017, cuando llevaba diez meses en Langley, declaró que quería una CIA más “brutal, agresiva e implacable” (Le Monde, 13/3/2018). Enemigo jurado de Irán y Venezuela, este presbiteriano, de 57 años, ha sido leal a su jefe hasta el final, asegurando, el 10 de noviembre pasado, contra toda evidencia y ante una derrota casi consumada, que habría una “transición suave hacia una segunda administración Trump”.

Es necesario apuntar, además, otro dato contextual básico y que es el que dice relación con un Presidente que prescindió todas las veces que pudo de los diplomáticos profesionales y concentró en sí mismo, como si aún fuera el conductor del show televisivo “El Aprendiz”, las funciones que normalmente desempeña una Cancillería. Imposible olvidar su mediática gira a Corea del Norte, en junio de 2019, donde se reunió con Kim Yong-un, tras cruzar la frontera entre los dos Coreas. Y cómo delegó en su yerno, Jared Kushner, buena parte de la gestión de la política exterior estadounidense en Medio Oriente.

Por lo tanto, la designación de Antony Blinken como nuevo Secretario de Estado, por parte de Biden, emite una señal clara con respecto a una segunda clave de su política externa: la del regreso de los expertos en el área. Blinken es un fiel representante del Deep State. Se educó en París y luego en Harvard, y ha ocupado puestos en el National Security Council y el State Department, manteniendo, además, hasta hace poco un bufete de abogados con clientes vinculados al complejo militar-industrial. Como muchos demócratas, tiene un particular sesgo anti-ruso y no es de fácil trato personal, dada cierta arrogancia de base. Ha caracterizado la política comercial de Trump hacia China, que alterna guerras arancelarias con breves treguas, como una “debacle” y es partidario de un sabio pero completo desacoplamiento de EE.UU. en relación a Beijing.

Una insider como Anne-Marie Slaughter, ex directora de Planificación de Políticas del Departamento de Estado en el gobierno de Obama y académica top de Princeton, ha dicho recientemente que la prioridad uno de Biden, en política externa, será el tema medioambiental. Toda vez que se necesita la cooperación de China –el principal país emisor de dióxido de carbono (CO2), según la Comisión Europea: 27%, en un informe liberado en 2019 pero referido a 2015- para poner a coto a este problema global. Un asunto que, sin duda, relega a un segundo plano a la pugna por la hegemonía entre Washington y Beijing, ya que antes de proponerse aspirar al control o dominio del planeta, es necesario asegurarse de que éste siga existiendo, tal como lo conocemos.

Un profundo cambio de estilo

Para Slaughter, habrá cambios dramáticos en estilos de gobernanza entre Biden y Trump, pero no necesariamente en lo sustancial. Aunque se sabe que a veces las formas lo son todo. “Lo primero que hará (Biden) es reincorporarnos al Acuerdo (climático) de París (…) Se enfocará en la tecnología verde, en la economía limpia, en mucha inversión doméstica y en cómo el mundo aborda ésto” (Perfil.com, 19/12/2020).

“En estilo, si Donald Trump fue America First, Biden será Allies First (Aliados Primero). Abordará cada tema, ya sea geopolítico o global, pensando quiénes son nuestros amigos y socios y cómo los juntamos para enfrentar desafíos juntos. Es un enfoque mucho más solidario de los asuntos globales. Gran parte del primer año será gastado en reparar las relaciones dañadas con los aliados y descifrando cuáles son los grupos correctos para abordar a China, a Irán, y para enfocarse en la desinformación rusa…”

De lo anterior se desprende lo que, sin duda, será el quinto énfasis de la política exterior de Biden, haciendo la salvedad de que el orden de enumeración de los issues en este artículo no significa necesariamente orden de predominancia: el regreso del multilateralismo y el fin del discurso antiglobalista.

Como expresara Thomas Shannon, un veterano funcionario del Departamento de Estado, que fue, entre otras cosas, subsecretario adjunto de Asuntos del Hemisferio Occidental (América Latina y el Caribe), en el gobierno de George W. Bush: “Trump llegó al poder convencido de que EE.UU. tal vez había cometido grandes errores en su política externa por medio de acuerdos de libre comercio, compromisos de seguridad (…) Y su objetivo fue salir de todos ellos. Él, de hecho, reformuló cómo EE.UU. se relaciona con el mundo. Y alertó al mundo de que nosotros estaremos preocupados con nuestros problemas (…) Y cabe a los países preocuparse de sus propios problemas”.

En entrevista al diario brasileño Valor Económico (15/10/2020), agregó: “Eso perjudicó a EE.UU. globalmente, preocupó a nuestros aliados y envalentonó a nuestros adversarios (…) Con Biden hay una gran oportunidad para el pueblo americano de reconstruir un consenso sobre cuál es el objetivo de EE.UU. en el mundo y cómo precisamos estar empeñados globalmente y trabajar por medio de alianzas y socios para alcanzar metas comunes y compartidas”.

O, para decirlo en palabras de Slaughter, “El equipo de Biden y sus políticas serán multilaterales, defenderán la idea de un orden internacional basado en reglas…” Lo que plantea un nuevo problema, porque, tal como lo señala la CEO del think tank New America, con una franqueza inusual entre quienes, como ella, han ocupado altos cargos directamente relacionados con la formulación de directrices de política externa, “hace mucho que EE.UU. ha impuesto reglas a los demás que no respetó por sí mismo. Nunca firmamos el Tratado del Derecho del Mar, hay varios tratados que no hemos aceptado”.

La política de las tres D.

“Creo que fue en los 1990 cuando John Ruggie escribió que el excepcionalismo americano era, en realidad, exencionalismo americano (american exemptionalism), con respecto a las reglas internacionales”. Y ahí es donde se eslabonan lo que la misma Slaughter indicó como “los tres pilares de la política exterior de EE.UU. bajo Biden” (Financial Times, 19/10/2020), y que se pueden resumir en tres D: (Política) Doméstica, Disuasión y Democracia.

Según Slaughter, que tiene acceso en función de sus contactos con el mainstream demócrata a información de primer nivel, “la parte doméstica es absolutamente vital. Como dije sobre el clima, la gente de Biden cree que no podemos competir con China o jugar el rol que necesitamos jugar en el mundo a menos que nos reconstruyamos y renovemos. Esa parte es esencial, la deberíamos hacer aún si China no existiese. El elemento de disuasión tiene mucho que ver con China, pero también con Rusia y con cualquier otro adversario. Simplemente es modernizar nuestra defensa, así podemos descansar más en la disuasión que en el uso de la fuerza”.

“La parte de la democracia es la más complicada. Biden dijo que va a convocar a una Cumbre de Democracias; su asesor Tony Blinken (…) ha hablado de una Liga de Democracias. Biden ve el valor de unir a lo que llama el ‘mundo libre’ contra los autoritarios y China es el más poderoso de los Estados autoritarios. Tendremos que ver cómo resulta esto. Creo que es complicado. Yo llamé a un concierto de democracias en 2006 en el Princeton Project in National Security, pero ahora me enfocaría menos en democracias versus dictaduras, que en lo que lo haría en sociedades, gobiernos y orden internacional abiertos. EE.UU. mismo no luce como una gran democracia. Tuvimos una elección donde el presidente se rehusó a conceder. Entonces es una cuestión muy engañosa decir ‘estas son las democracias y ésas las dictaduras…”

Y ahí es donde Slaughter pone el dedo en la llaga: ¿cómo puede EE.UU. pretender recobrar liderazgo global cuando, con Trump a la cabeza, y pese a que acapara el 13% de las emisiones mundiales de CO2, con el segundo lugar en el ránking, después de China, se permite abandonar el tratado de mayor importancia acordado hasta ahora para conseguir la reducción de los gases que provocan el efecto invernadero y que hacen aumentar peligrosamente la temperatura del planeta? ¿O cómo se puede recuperar ese sitial de país líder cuando se ha retirado, dando un portazo, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en medio de una terrible pandemia que ya ha dejado un saldo de más de 323.000 muertos sólo dentro del territorio de la potencia que se adjudica el rol de hegemónica?

La respuesta a estas interrogantes es compleja y pone en evidencia que el equipo formado por Blinken, Linda Thomas-Greenfield y Jake Sullivan, los “tres mosqueteros” de la nueva política externa de Biden, tiene mucho trabajo por delante. Un team bien afiatado y formado en la escuela del gobierno Obama que, tal como advierten algunos observadores, “cree en la supremacía estadounidense, lo que podría llevarlos incluso a la imprudencia en el uso del poder militar americano” (Andrew Bacevich, presidente del Instituto Quincy para el Arte de Gobernar Responsable, citado por BBC.com, 24/11/2020).

Como sea, y dado el panorama anteriormente trazado, es difícil pensar en una política exterior demasiado agresiva, cuando no se cuenta con muchos aliados. “La fe en Estados Unidos como abanderado de la democracia se ha erosionado en toda Europa”, escribió Peter Wittig, embajador de Alemania en Washington durante gran parte de la administración Trump, en Foreign Affairs. Y lo mismo, qué duda cabe, puede aplicarse para otras regiones del mundo, como América Latina, considerando que China y Rusia tendrán un grado de atención absorbante, por parte de la Casa Blanca.

“La política exterior –como bien recordó Karen DeYoung, en The Washington Post (21/10/2020)- ha sido la tarjeta de presentación de Biden durante la mayor parte de su carrera en el gobierno. Pero está muy abajo en la lista de preocupaciones de los votantes estadounidenses que luchan contra una pandemia, disturbios sociales y una economía en apuros”.

“Para adaptarse a esta realidad, Biden ha delineado políticas que se superponen con su plan para curar los males domésticos. Recuperar el papel de EE.UU. en el mundo y defenderlo, ha dicho, requerirá que primero ponga su propia casa en orden. Una nación que se tambalea y se divide contra sí misma es un faro oscuro para atraer seguidores”. Lo mismo que de alguna manera plantea la Biblia cuando señala (Lucas 11: 14-23) que “todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae…”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador. https://www.elmostrador.cl/destacado/2020/12/26/como-hara-biden-para-reparar-los-danos-de-la-politica-externa-de-trump/

Los Algodones - Vinicio Franco

Los Algodones - Vinicio Franco https://youtu.be/Hw7CEvMR5hU a través de @YouTube

 

Elecciones en EEUU y el agotamiento de partidos Demócrata y Republicano

La mayor participación de los electores y la elevada conflictividad política manifiestas en el reciente proceso comicial de EEUU, afloran una renovada presencia de reivindicaciones, anhelos e ideas que desafian y exponen a los partidos Republicano y Demócrata al riesgo de verse sumergidos en una acelerada decadencia, ante la imposibilidad de generar cambios que satisfagan las exigencias populares.

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Bastaría con señalar que el interés mostrado por el pueblo estadounidense en las recientes elecciones rompió con su tradicional apatía frente a los comicios presidenciales, que en buena lid tenían y aún tienen como causas, por un lado, conformidad; y por otro, la carencia de posturas y propuestas políticas orientadas a mover estructuralmente un sistema caracterizado por la desigualdad social.

Pero a diferencia de comicios pasados, en el reciente hubo diatribas y manifestaciones mediáticas y sociales en las cuales se asomaron reivindicaciones e ideas más exigentes en cuanto a modificar las rígidas políticas de Estado, confeccionadas y determinadas por una plutocracia que gobierna, a tras tiendas, ese país.

En otras palabras, la población mostró mayor interés político y salió a votar para exclamar su malestar y apostar, aunque sea, por tibias iniciativas que estimulen cambios culturales y de estructuras, que reduzcan la discriminación, las desigualdades sociales y los daños ambientales.

“Biden ha ganado porque le ha votado más gente y ha captado un voto transversal, más allá del análisis de lo que ha supuesto Trump para la política estadounidense, un populista, nacionalista, aislacionista y con un gran ramalazo xenófobo”, resume para la RTVE la directora de Política Exterior, Áurea Moltó. Y estos más de cuatro millones de votos de diferencia que se han traducido en 350 votos electorales no se entienden sin el papel de las minorías.

Sirva como diagnóstico de esta realidad el testimonio del economista y Premio Nobel estadounidense, Joseph Stiglitz, presidente el centro de estudios Initiative for Policy Dialogue en la Universidad de Columbia, quien analizó el impacto de la administración del actual presidente Donald Trump tanto a nivel local como internacional.

El economista afirma que “Trump agrandó las diferencias sociales al reducir los impuestos. Estamos en una situación en la que una minoría maneja a los políticos y no reconoce a las mayorías. El resultado de esto es una distorsión de la democracia”, opinó Stiglitz, quien presidió el Consejo de Asesores Económicos durante la presidencia del demócrata Bill Clinton (1993-2001).

Y aún cuando en muchos de los casos las ofertas hechas lemas electorales no hacen más que redundar promesas y slogan ya socorridos en comicios presidenciales pasados, algunos hechos concretos como la presencia de grupos armados enarbolando posturas políticas, protestas por mejoras salariales, contra la discriminación racial, la desigualdad social, la política de inmigración, salud, la contaminación ambiental, el desempleo, revelan grados de madurez política que los partidos Demócrata y Republicano tienen dificultades para canalizar.

La mayor participación en las elecciones precedidas por protestas sociales más declaradas y politizadas, se muestran entonces como preámbulos de conflictos de intereses políticos mayores, de acentuados deslindes en cuanto a posturas ideológicas, que abren grietas en ambos partidos, más en el Demócrata, lo cual se manifiesta en las más acentuadas posturas de izquierda de Bernie Sanders y de otras nuevas figuras políticas progresistas. El ataque de Trump llamando “Socialista” a un Biden que propuso una oferta menos derechosa, diferencia posiciones que polarizan más el predio político y de allí el mayor interés por votar.

“El voto afroamericano ha sido muy crucial y ha marcado una importante ventaja para Biden, pero, sobre todo, su victoria se debe a la alta participación electoral”, señala el profesor de la American University Ernesto Castañeda.

Estamos, pues, prontos a presenciar exigencias más politizadas de cambios sociales, que desafiarán la conducta conservadora de ambos partidos, como fórmulas de atención a las aspiraciones de justicia social del pueblo de EEUU. El asunto es que la imposibilidad de ambos organizaciones para atender las nuevas demandas sociales, avisora un escenario de nuevos actores con mayor participación y deseos de cambio, ahora acelerado por la pandemia.

La presión del pueblo hará crujir un sistema bipartidista que ya muestra signos de decadencia ante la creciente falta de respuesta a la pobreza y desigualdad social, que empuja a la población a reflexionar sobre cuáles son las causas del derrumbre del “Sueño americano”.